Internet ha invadido todos los rincones de nuestra vida. Hoy en la red podemos comprar comida, encargar ropa, leer el periódico, ver la televisión, comunicarnos con cualquier parte del mundo y, desde el pasado enero, hacer la revolución. Las revueltas de los países árabes han mostrado el poder y la influencia que las redes sociales […]
Internet ha invadido todos los rincones de nuestra vida. Hoy en la red podemos comprar comida, encargar ropa, leer el periódico, ver la televisión, comunicarnos con cualquier parte del mundo y, desde el pasado enero, hacer la revolución. Las revueltas de los países árabes han mostrado el poder y la influencia que las redes sociales tienen en la sociedad actual. Los gobiernos han tomado conciencia de ello e Internet se ha convertido en el gran campo de batalla para la censura. Sin embargo, los expertos insisten en que no puede mitificar a las nuevas e instantáneas formas de comunicación virtuales. Al fin y al cabo no son más que medios supeditados al ser humano, como antes lo fueron las octavillas, la radio o la televisión.
Túnez, año 2008. La ciudad de Redeyef está rodeada por 12.000 policías que tratan de poner fin la huelga que mantienen los mineros de la población desde hace ya seis meses. Las minas de fosfato de la zona dan trabajo a gran parte de las cerca de 28.000 personas que viven allí, por lo que la huelga se ha transformado en toda una revuelta social, en un pulso contra el Gobierno tunecino. Finalmente, la policía entra en la ciudad con fuego real. Según fuentes sindicales locales, tres personas mueren y 35 resultan heridas. Los arrestados ascienden a 300. En el resto del país nadie sale a la calle para condenar los hechos, nadie se solidariza con la ciudad. En la capital, Túnez, nadie se atreve a quemar fotos del presidente Ben Alí ni a gritarle dégage! (¡márchate!). Casi tres años después, un joven llamado Mohamed Bouazizi se prendía fuego a sí mismo en otra pequeña localidad, Sidi Bouzid. Entonces sí, las protestas se extendieron y escalaron y acabaron con Ben Alí huyendo hacia Arabia Saudí, donde todavía se encuentra en libertad. ¿Qué cambió durante ese tiempo para hacer que los tunecinos reaccionaran contra la injusticia social y política?, ¿qué les llevó a unirse a la causa de una pequeña ciudad en el interior del país? Rafik Ouerchefani lo tiene claro: «Esta vez la gente tenía Internet en sus casas y en sus móviles. Rápidamente podíamos saber qué estaba pasando en otra ciudad del país o en otro barrio de la capital».
Rafik Ouerchefani es joven, risueño y habla un inglés perfecto. Le debe mucho a Internet puesto que es ahí donde centra su activismo político, en sus perfies de Facebook y Twitter pero sobre todo en el portal webdo.net. Ouerchefani administra y publica artículos sobre política y cultura tunecina, antes en contra de Ben Alí y ahora a favor de las elecciones constituyentes del próximo 23 de octubre. Según confiesa, su vocación por informar llega a tal punto que durante las manifestaciones de enero se apartaba de la multitud para escribir y distribuir con su portátil sus textos por la red. «Yo creo que Internet ha sido clave para el triunfo de la Revolución en Túnez y Egipto. Antes no había tanta fuerza en el mundo virtual, ahora desde ahí nos informamos y organizamos, pero siempre se necesita una fuente que adquiera la información. Sin fuente, no hay red social, blog o portal web que valga».
Cuando las revueltas estallaron en Túnez y Egipto, lo primero que hizo la prensa internacional fue destacar el novedoso aspecto de la importancia de Internet en la movilización de los ciudadanos. Desde cualquier soporte era sencillo encontrar titulares como «¿Está Egipto a punto de tener una revolución de Facebook?», (revista Time, 24-01-2011); o «Las revueltas de Túnez y Egipto tienen en común el papel decisivo de las redes sociales», (TVE, 26-01-2011). Sin embargo, en la misma estela escéptica de Ouerchefani, se sitúan expertos y académicos, Jillian C. York dirige la sección internacional de libertad de expresión del Electronic Frontier Foundation, grupo con base en San Francisco que defiende la libertad de derechos en el mundo digital. En las columnas que publica habitualmente en la edición inglesa de Al Jazeera se atisban las opiniones que después confirma rotundamente: «Creo que nos enfrentamos a una exageración del papel de las redes sociales, aunque ello no le puede restar su valor». Según ella, los grandes medios han olvidado la utilidad que las redes sociales habían tenido en Egipto y Túnez antes de 2011, especialmente entre los activistas en contra de la censura y la tortura. «Sin embargo, continúa York, todavía es muy pronto para determinar si representan nuevas oportunidades para los activistas o si simplemente son una herramienta más».
En España tampoco se duda de las potencialidades de las nuevas formas de comunicarse que ofrece Internet. Javier de Ribera es sociólogo y está preparando su Tesis Doctoral sobre redes sociales en Internet para la Universidad Complutense de Madrid. Desde su punto de vista, se pueden encontrar tanto aspectos positivos como negativos. «Las redes sociales permiten una mayor difusión de información, y multiplican el número de informantes. Por eso dan más posibilidades a la población para compartir información y para organizar o promover determinadas actitudes o acciones sociales de protesta. Pero debido a esta mayor difusión de información, es fácil que se creen bulos, noticias falsas, etc., que pueden provocar la confusión o la extenuación de quien se informa a través de ellas». A pesar de la fama que han alcanzado tanto Facebook como Twitter, de Ribera localiza ‘la revolución de la información’, como él la denomina, en la facilidad para grabar y publicar imágenes, en especial vídeos. Así, Youtube tiene mucha más influencia en la sociedad que las dos redes sociales, a quienes atribuye su éxito más a una exitosa campaña de marketing que a otra cosa.
La propiedad privada de los portales
Un aspecto que no se puede pasar por alto a la hora de analizar el papel de las nuevas formas de comunicación que Internet ofrece es la propiedad de los portales virtuales que la hacen posible. Un primer vistazo revela que los grandes sitios fueron inventos norteamericanos y que hoy se mantienen gracias las inversiones occidentales. Facebook está invertida por la gigante Microsoft, que es a su vez su mayor fuente de ingresos puesto que la empresa de Bill Gates es la única que paga por administrar su servicio de publicidad online. Youtube está en manos de Google, otro adalid de las telecomunicaciones mundiales que aglutina, además de muchos otros servicios, el buscador más utilizado del mundo, uno de los mayores servidores de blogs (blogspot) y la tecnología software para móviles Android. El mayor inversor de Twitter, en cambio, es el ruso Yuri Milner, aunque su firma, DST Global, posee diferentes intereses en empresas de Internet norteamericanas como es, sin ir más lejos, Facebook.
En España también tenemos ejemplos del interés de las grandes corporaciones por controlar el nuevo sector de la comunicación a través de la red. Telefónica, la empresa española que más ganó al cierre del curso 2010, adquirió en agosto del año pasado el 90 por ciento de las acciones de Tuenti, la red social española más potente, capaz de plantarle cara en nuestro país a la todopoderosa Facebook. La empresa de César Alierta necesitaba entrar de lleno en este mercado debido al fracaso que supuso su primer intento, la red social denominada Keteké.
El círculo empresarial que controla las nuevas tecnologías de comunicación es más cerrado de lo que a primera vista parece. En palabras de Ramón Reig, «el ciudadano occidental se ficha el solo cuando utiliza las redes sociales, desde el momento en que el ‘enchufe’ es de propiedad privada». Reig es profesor titular de Estructura de la Información Periodística en la Universidad de Sevilla y también dirige el grupo de investigación de Estructura, Historia y Contenidos de la Comunicación. Según su opinión, el éxito de las redes sociales reside en la vanidad y la soledad intrínseca de los seres humanos. «Lo que ocurre es que a veces son utilizadas por determinadas minorías que provocan cambios, que no revoluciones, puesto que lo que hemos visto en Túnez y Egipto son cambios lampedusianos: se cambia algo para que todo siga igual, como en la España de la Transición», aclara el profesor. Ramón Reig desmitifica lo que ha sucedido en los países árabes así como el papel jugado por Internet en estos acontecimientos. «Existe un ‘éxtasis cibernético’ de carácter místico muy generalizado en Occidente, que mitifica a estas redes y a las nuevas tecnologías en general a las que no les cuestiono su utilidad pero sí que el poder las haya convertido -con la complicidad ciudadana – en fines sí mismas».
Los medios y la información en internet
Internet y sus nuevas formas de comunicarse y propagar información han revolucionado el panorama mediático. Los medios tradicionales, prensa, radio y televisión, todavía discuten cómo adaptar los cambios que la inmediatez de la red supone. Durante los últimos meses este debate ha cobrado renovada vigencia por el hecho de que hay un conflicto en marcha que se está cubriendo única y exclusivamente con informaciones a través de diferentes sitios webs. Se trata de Siria. Su presidente, Bashar al Assad, ha decidido que informar sobre lo que él y su ejército hagan con su pueblo es un ataque a su soberanía territorial, por lo que ha cerrado las fronteras a la prensa internacional. Así pues, la única información crítica con el gobierno es la que sigue los cauces virtuales de Facebook, Twitter, blogs y, sobre todo, Youtube.
«Esta situación afecta muchísimo a la credibilidad de la información. El periodismo occidental cada vez va más a lo cómodo y lo rentable y sustituye al periodista profesional y formado para esa tarea por blogueros o por lo que llama el periodismo cívico o ciudadano», asegura preocupado el profesor Ramón Reig. El problema es que en esta ocasión los periodistas tienen vetado el acceso al lugar de los hechos. ¿Qué hacer entonces? «En el caso de Siria, como en otros similares, los medios tienen que utilizar las fuentes que tienen a su disposición, pero advirtiendo a sus lectores, oyentes o espectadores de los límites y del origen de las fuentes que utilizan, como en otro tipo de fuentes». Las palabras son de Francisco Rodríguez Pastoriza, doctor en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid e investigador sobre nuevos desarrollos del periodismo en Internet. Para él, las redes sociales no resultan un soporte especial en este sentido. «La manipulación no depende de la fuente que se utiliza, sino de la intencionalidad del medio».
Censura en internet
La realidad es que los medios son cada vez más permeables a la información que llega a través de Internet, y las fotografías y vídeos que allí se cuelgan se difunden a una velocidad impensable tan solo cinco años atrás. Los gobiernos, sobre todo los gobiernos a los que se les atraganta la libertad de prensa, están aumentando energías y desarrollando estrategias para poner puertas al campo que es Internet. Muchos activistas tunecinos como Rafik vieron como Ben Alí censuraba sus blogs personales. En Egipto, el ex presidente Hosni Mubarak ya ha sido condenado por cortar el servicio de telefonía e Internet durante las revueltas de principio de año.
Sin embargo, en Siria se ha iniciado una nueva forma de combatir contra la insurrección virtual. Allí un grupo de hackers, no se sabe hasta qué punto relacionados con Bashar al Assad, conocido como el Ejército Sirio Electrónico, mantienen una activa campaña de propaganda progubernamental. Sus acciones van desde piratear páginas críticas con la línea oficial, tanto sirias como ocidentales hasta inundar populares perfiles de Facebook como el de Obama o Sarkozy con mensajes favorables al presidente al Assad.
Occidente utiliza esta falta de libertad en la red para presionar diplomáticamente a los gobiernos que han perdido su apoyo debido a las protestas de sus ciudadanos. Pasó en Túnez, Egipto, Libia y ahora está sucediendo en Siria. Sin embargo, el doble rasero inseparable a cualquier estrategia de política internacional también está presente aquí. «Creo que la relevancia que Estados Unidos da a la ‘libertad de Internet’ es una simple manera de aparentar apoyo a movimientos democráticos mientras al mismo tiempo se sustenta a gobiernos dictatoriales. Aquí, Bahrein es un gran ejemplo» afirma la norteamericana Jilliana C. York. El ejemplo del pequeño reino de Bahrein es esclarecedor. En este país árabe la población está siendo reprimida gracias a los tanques enviados por Arabia Saudí, el mayor aliado en Oriente Próximo de Estados Unidos además de una férrea y reaccionaria dictadura.
Redes sociales y realidad
La influencia creciente de todo aquello que sucede en la red es palpable en nuestro día a día. Desde que los departamentos de recursos humanos han generalizado la consulta de los perfiles virtuales, las consecuencias de nuestros actos en redes sociales pueden ser determinantes para conseguir el puesto de trabajo deseado. También a nivel penal. A principios de septiembre, un profesor y una presentadora de radio mexicanos publicaron en Twitter falsas informaciones sobre un tiroteo en Veracruz, México. Debido al caos y el pánico generados por sus rumores ahora se enfrentan a una pena de hasta 30 años de cárcel. Un hecho que evoca a la Guerra de los Mundos radiofónica de Orson Welles de 1938, un montaje que lejos de llevarle ante un jurado, le catapultó a la fama.
La dificultad de analizar las nuevas formas de comunicación derivadas de Internet reside en que el futuro se mezcla con el presente. Todavía nos preguntamos qué impacto han tenido las redes sociales en la dinámica de la sociedad cuando la realidad ya apunta hacia otra dirección. Los disturbios que los jóvenes ingleses protagonizaron el pasado agosto se organizaron, en gran parte, a través del servicio de mensajería gratuito e instantáneo que ofrecen los teléfonos inteligentes o smartphones. La policía británica afirmó que esta forma de comunicación era muy difícil de rastrear y localizar. ¿Estamos ante una nueva manera de organizar la subversión? El sociólogo Javier de Ribera opina que la telefonía móvil con Internet es una vuelta de tuerca a la difusión de la sociedad digital, pero que el caso británico «fue más bien un golpe de efecto del Gobierno británico para desviar la atención o para ampliar el control de las telecomunicaciones».
En cambio, en Oriente Próximo y el Norte de África, esas zonas tan cercanas geográficamente como lejanas en el resto de términos, las nuevas oportunidades que Internet ofrece se están extendiendo entre sus ciudadanos de forma más lenta que en Occidente. Sin embargo, su desarrollo es exponencial en los últimos diez años. Según datos aportados por Jillian C. York, el 20 por ciento de la población en Egipto posee acceso a Internet, mientras que en Túnez asciende hasta el 34 por ciento. A pesar de que si comparamos las cifras globales estas dos regiones únicamente suman poco más del 3,3 por ciento de la población mundial con acceso a la red, las perspectivas son muy positivas. Los jóvenes son el sector vanguardista que introduce en una sociedad las nuevas tecnologías. Su curiosidad por lo nuevo resulta una guía imprescindible para que los avances punteros calen en el resto de las personas. Y en estas zonas, a diferencia de las envejecidas y anquilosadas poblaciones occidentales, la tasa de jóvenes, de entre 14 y 29 años, representa más de un tercio de la población total.
Besma, con sus 16 años, forma parte de esa juventud con ansias de comunicación virtual. Vive en Tataouine, una pequeña población del sureste de Túnez, donde también trabaja en la Media Luna Roja tunecina. Tataouine está lejos de cualquier desarrollo urbano o turístico, tan característico de las zonas costeras del país. Eso, en cambio, no es problema para que Besma hable con sus amigos a través de las redes sociales. El largo sofá de su hogar a veces no es suficiente para acomodar a toda la familia, en la que se incluyen padres, tíos, hermanas, hermanos y mujeres de hermanos. Aun así, no es el sofá el sitio más deseado de la sala. Lo es una incómoda silla situada en una esquina de la habitación y enfrente de una pantalla de ordenador. Uno a uno se turnan para consultar su perfiles Facebook, sus mensajes en Twitter y sus vídeos preferidos en Youtube. Internet distingue fronteras, culturas o religiones. Internet es una ventana abierta para todo el mundo.
Javier Pérez de la Cruz es periodista.
Fuente original: http://www.revistapueblos.org/spip.php?article2301