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«Nos mean y la prensa dice que llueve»

Fuentes: Rebelión

Durante la pasada manifestación contra los recortes del gobierno de Mariano Rajoy, el 29 de abril, la leyenda de una camiseta resumía el papel de la prensa hoy en día: «Nos mean y la prensa dice que llueve». Bajo esta divisa resuena el poder de la prensa convencional, la que depende y es sierva de […]

Durante la pasada manifestación contra los recortes del gobierno de Mariano Rajoy, el 29 de abril, la leyenda de una camiseta resumía el papel de la prensa hoy en día: «Nos mean y la prensa dice que llueve». Bajo esta divisa resuena el poder de la prensa convencional, la que depende y es sierva de los grandes actores financieros, para atenuar y estabilizar las tensiones sociales. ¿Cómo es posible, en efecto, que ante las calamitosas decisiones del gobierno de turno, se propague la impresión de que aceptamos todo con la resignación del Santo Job? Parecen designios divinos o, por decirlo en términos mitológicos, los oráculos del mundo incondicionado, no contingente, los causantes de nuestro malestar. Padecemos de modo pasivo, sin que nos quede reservada ninguna capacidad de decisión, de influencia en el curso político que nos afecta más allá del voto cada cuatro años.

En la base de la forma en que la prensa interpreta la realidad subyace la voluntad de ceñirse a los hechos, a los datos, a las declaraciones textuales, literales. Las ostentaciones de una prensa objetiva, abiertamente neutral, chocan de modo frontal con el deber de discernir, de enjuiciar que, no sólo la profesión periodística debe atesorar, sino todo ser humano para hacerse acreedor de tal nombre. Recientemente, Pascual Serrano en Contra la neutralidad ha descrito cómo las trayectorias de insignes periodistas se han acompañado siempre de un compromiso y posicionamiento manifiesto ante los acontecimientos. Puesto que no hay mediación sin tergiversación -traduttore traditore-, al menos es preciso manifestar, sin reservas, cuál es el punto de vista que privilegiamos: ¿desde qué prisma abordamos los hechos? Las fórmulas caducas del no comment, por las que pretendemos que los sucesos relatados, sus imágenes hablan por sí solas representan insultos a la inteligencia. Está pasando, lo estás viendo (a través de una selección de cómo hemos de percibirlo). Decía Kafka que la invención del cine constituyó la uniformización del ojo. Del mismo modo, la creencia en el verismo de los medios informativos, donde se separa información pura y opinión, homologa las conciencias tras la ilusión de acceso directo y privilegiado a los acontecimientos. Pero el modo en que ordenan, seleccionan, jerarquizan esas informaciones constituye ya una operación anafórica de tergiversación. Mucho más cuando se escogen palabras dotadas de una carga semántica peyorativa, como es el caso al referirse al «régimen de Chávez». ¿Por qué no se habla del régimen de los mercados en los titulares? ¿Por qué no el régimen capitalista? ¿La dictadura financiera?

Para el dramaturgo Bertolt Brecht, pensar es decir no; esto es, contradecir lo que las cosas parecen a primera vista; disentir en lugar de consentir. ¿Es la prensa convencional una plataforma de disentimiento? ¿Sirve a propósitos de consentimiento? ¿Enfría las sociedades hasta hacer del cambio y la dinámica social algo del todo imposible, como diría Claude Lévi-Strauss? De hecho, el posicionamiento es inherente a la utilización del lenguaje, ya sea escrito o audiovisual, ya tenga pretensiones de registro automático de lo real -como las imágenes de los informativos- o un aura de asepsia en los artículos de la prensa escrita.

La lluvia

Retomemos la leyenda de la camiseta. Como si de un parte meteorológico se tratase, la metáfora no es baladí: los medios nos avisan de la llegada de un frente gélido, proveniente del norte de España, en concreto de Galicia. ¿Qué hacer ante la evidencia? La única respuesta posible para el espectador/lector reside en la adaptación a las condiciones atmosféricas, ya que, en buena lógica, no dependen de nosotros. En otras palabras, no es posible influir en el tiempo que va a hacer: si va a llover, o sacamos el paraguas o, de salir a la calle, exhibiremos el retrato romántico del impasible paseante bajo la lluvia, a riesgo de la ulterior pulmonía.

Del mismo modo, el símil con la previsión del tiempo nos acerca al tratamiento impersonal de la prensa hacia la intolerable situación económica. Las correspondencias entre lo que escapa a la voluntad humana, a la posibilidad de variar el curso de acontecimientos en el caso del tiempo meteorológico y la crisis sistémica del capitalismo son palmarias. Cada vez que aparecen términos impersonales y abstractos como «mercados», «deuda soberana» y «primas de riesgo», se legitiman otros como «necesidad», la inexorabilidad de acometer ciertas «medidas», «ajustes». Todo ello con el fin de aplacar la ira irracional de esas divinidades alegóricas. En este sentido, es plausible advertir signos de regresión a estadios primitivos, arcaicos: el decurso de la vida entendido como encadenado irremisiblemente al Destino prefijado por las parcas. Marcuse lo llamaba unidimensionalidad. Ramonet pensamiento único. La prensa lo llama Mercados, por quienes no hay lugar a la alternativa: la doctrina TINA (There Is No Alternative) de Thatcher.

La prensa y, en mayor medida, los medios audiovisuales apuntalan este tipo de pensamiento. Al tiempo que propagan el miedo ante la inseguridad reinante como factor de inacción, a través de sus titulares en apariencia asépticos castran las iniciativas contrarias a las políticas antisociales. Por una parte, encontramos las secciones de opinión, donde en periódicos como El País se suceden artículos refractarios a la austeridad, firmados por eximios economistas como Paul Krugman o Joseph Stiglitz.

Sin embargo, tales discursos no dejan de pertenecer al ámbito de lo relativo, de lo que puede ser o no verdad. Las verdades instituidas, las que forman parte de las evidencias incontrovertibles se presentan como datos macroeconómicos que obligan a y justifican las usurpaciones de derechos sociales, políticos y laborales del gobierno actual. El problema reside en que lo que se narra en términos objetivos como verdades inconmovibles responde también a interpretaciones, de igual forma sujetas a críticas y valoraciones. Véase, por ejemplo, la constatación de la incompatibilidad de los servicios públicos con la actual deuda pública, que Vicenç Navarro ha descrito como «un problema artificial». No obstante, lo que es artificial, producto de la interpretación y voluntad política de desmantelar el Estado del Bienestar se transforma en un dato científico corroborado por la objetividad de informes de dudosa procedencia. Tales problemas artificiales son asumidos por medios formadores de opinión, en principio progresistas como El País, por no hablar de los que abiertamente defienden las derivas neoliberales.

De ahí el sentir de resignación de la ciudadanía: ante un vendaval, tan sólo cabe protegerse y aguantar el chaparrón. La impotencia degenera en pasividad, en aceptación estoica de todos los males impuestos por una instancia superior. Siempre que la prensa no identifique, con nombres y apellidos, con siglas de corporaciones financieras, empresariales, a quienes constituyen los mercados, a quienes son acreedores de la deuda soberana, a quienes especulan con la prima de riesgo, contribuirá a la sumisión tácita de los ciudadanos.

Sobre diferentes tipos de expolios

Conviene precisar el significado de palabras que se utilizan en determinados contextos periodísticos: expolio designa el acto de despojar con violencia o iniquidad. Este término se ha generalizado últimamente, a raíz de las nacionalizaciones de YPF y de Red Eléctrica en Argentina y Bolivia respectivamente. Por fin un punto en común: ¡la defensa a ultranza de las grandes corporaciones! Es algo en lo que la diversidad de orientaciones de la prensa española converge. Un análisis de las portadas del 2 de mayo da muestras palmarias de la disparidad de criterios a la hora de elegir las palabras adecuadas. Contrasta el empleo reiterado de la palabra expolio con el lenguaje neutro en el caso de los sucesos que determinan el desmantelamiento de los progresos sociales. Así lo señala el catedrático de economía de la Universidad de Málaga Juan Torres López.

El día después del primero de mayo, las cabeceras de los principales diarios coinciden en marginalizar las movilizaciones sociales contra los recortes. En su lugar, el «expolio» ocupa la primera plana en la agenda informativa. El País titula a 4 columnas: «Morales sigue la estela argentina con el expolio de Red Eléctrica», mientras las protestas del 1 de mayo ocupan un lugar menor en la composición de la portada. En El Mundo, tres columnas en el margen derecho para «Morales se suma al desafío a España expropiando REE». En la fotografía que ilustra el titular, apreciamos en primer plano un miembro de las fuerzas de seguridad, ataviado con aparejos militares y con el rostro totalmente oculto, como metáfora de la amenaza inhumana que se cierne sobre nuestro país. El titular para las movilizaciones del primero de mayo: «El ministro que dejó 5,3 millones de parados protesta contra los 5,6 millones de parados»…

ABC y LA RAZÓN continúan la línea de los dos diarios generalistas de mayor tirada: «Evo Morales expolia a Red Eléctrica de España» (ABC); «Evo Morales expropia la filial de Red Eléctrica española en Bolivia», con subtítulo: «El líder populista [sic] se apropia de la empresa como ‘un homenaje a los trabajadores'» (LA RAZÓN). El lenguaje agresivo hacia la actuación del gobierno de Morales tiene su eco en la demonización de las movilizaciones del primero de mayo. En LA RAZÓN, la noticia más relevante es la salida de Toxo de un bar, cuya fotografía quiere significar la ociosidad del líder sindical bajo una leyenda que reza «de bares con Toxo». Incluso en la portada de LA RAZÓN se destaca el éxito de su topic en twitter: #noatomarlacalle.

Sin duda, lo que sorprende no son las muestras de parcialidad de diarios como LA RAZÓN o ABC. Antes bien, lo más destacable radica en el consenso de los medios informativos a la hora de usar un lenguaje interpretativo, de claro posicionamiento ideológico cuando se ven perjudicadas grandes empresas. Y lo hacen fuera de los espacios reservados a la opinión, como información objetiva y libre de las sospechas de la valoración subjetiva e interesada. En estas ocasiones, se habla de expolio, de desafíos no ya a la empresa en cuestión, sino ¡a todo el país! Por el contrario, será accidental encontrar titulares que condenen como expolio los dictámenes del FMI y del Banco Central Europeo, las evasiones fiscales de grandes grupos financieros españoles e internacionales o las reformas estructurales de austeridad del gobierno de Rajoy.

Resulta obvio que la sentencia «nos mean y la prensa dice que llueve» es algo más que un eslogan de moda. Los propietarios de las corporaciones afectadas por las nacionalizaciones en Argentina y Bolivia no podrían portarla sin ofender a la verdad. En ese caso, la prensa «se moja» para defender los intereses particulares. Cuando se trata del bienestar social, el orín se transforma por alquimia mediática en lluvia providencial, en accidentes atmosféricos cuya causa se halla en una entidad difusa, sin cabeza ni cuerpo y sólo con la armadura de los medios, como il cavaliere inesistente de Italo Calvino; en un Deus ex machina y a esperar que escampe…

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.