¿Qué significa estar informado, en un mundo de abundancias en el que todos tienen algo que comunicar? Desde vallas publicitarias en las vías públicas y llamadas de teléfono comerciales en la privacidad del hogar, a noticias en tiempo real por la televisión y actualizaciones de redes virtuales; muchas son las tentativas de informarnos sobre aquello […]
¿Qué significa estar informado, en un mundo de abundancias en el que todos tienen algo que comunicar? Desde vallas publicitarias en las vías públicas y llamadas de teléfono comerciales en la privacidad del hogar, a noticias en tiempo real por la televisión y actualizaciones de redes virtuales; muchas son las tentativas de informarnos sobre aquello que los emisores consideran importante que los destinatarios sepan.
La primera distinción que es necesario hacer en este ejercicio inquisitivo sobre el significado de estar informado, es entre cantidad y calidad. El rápido desarrollo técnico de los medios de comunicación nos ofrece por un lado un bombardeo informativo y por otro hay que distinguir cuántos de estos códigos se traducen en conocimiento y sirven para la mejoría ciudadana y moral.
Paquetes de televisión por subscripción ofrecen 100, 200 y hasta 400 canales para que el espectador no se queje de que no tiene dónde ir; los periódicos impresos dan mayor cubertura a los acontecimientos locales y regionales a fin de mantener sus ventas frente a los cambios de hábito de los lectores; los programas radiales alternan sus contenidos musicales con mensajes publicitarios para conseguir fuentes de financiamiento; la telefonía invierte en la convergencia digital entre voz, imagen, música e información.
Frente a la perdurabilidad de las características de los medios tradicionales de comunicación, la Internet aparece como la gran organizadora de los espacios públicos. La era digital que se instaura es responsable por los intercambios de información que van desde lamentos y regocijos en juegos electrónicos y chismes en las redes sociales, hasta el comercio electrónico y mensajes profesionales intercambiados por correo. El gran invento del siglo XX -la Internet- determina los rumbos informacionales en el siglo XXI.
Uno de los desafíos es cómo administrar la cantidad de información, a fin que parte de ella se convierta en contenido de calidad. Se apuesta así al aumento del nivel educativo y la capacidad de conocer lo lejano y mostrarse a distancia. La alteridad pasa a ser necesariamente una relación armónica.
Las industrias de la cultura y de la comunicación no pierden tiempo en el disfrute de los recursos técnicos modernos. Nunca se escuchó e intercambió tanta música, o se vieron tantos filmes como en estos tiempos de Internet de banda ancha y de profusión de contenidos, aunque de forma pirata e insuficientemente controlada. En menos de una hora es posible bajar toda la discografía de cantores famosos por la Internet.
Todavía no medimos las consecuencias de la abundancia informacional. Una de ellas es la preparación de un joven para que pueda usufructuar estos recursos en pro de su actualización, o por el contrario si él se torna rehén de un modo de vida enclaustrado y alienante. Las políticas de Estado son anacrónicas en este aspecto porque todavía no avizoran las nuevas formas de ejercer la ciudadanía (por ejemplo en la blogsfera). Mientras que un gran volumen de negocios se mueve a través de los medios de comunicación (muchos de los cuales no se sujetan a costos de flete ni pago de impuestos), las políticas públicas ofrecen trabas burocráticas a las radios comunitarias e incentivos fiscales al cine de los peces grandes.
No me convenzo por lo tanto que las herramientas de información por sí solas puedan orientar los usos y abrir las puertas del mundo a un usuario desprevenido. No creo que se deba prescindir de los medios tradicionales, donde el espacio público se escenifica cara a cara, en contraste con un futuro digital incierto. Critico de este modo la enseñanza a distancia y la substitución completa del material didáctico impreso por el dejarse llevar de los recursos más modernos de la tecnología.
Es preciso que exista mucha coherencia en la familia y la escuela para que los padres y educadores acompañen la evolución de la generación más reciente y apliquen medidas correctivas. La época digital traerá beneficios si hay conciencia de que existe otra forma de interactuar con la información. Los espacios públicos pueden ser así, ambientes de apertura al mundo, en lugar de claustros de ignorancia y del pequeño convivir.
Tengamos cautela para que la abundancia no nos desinforme.
Fuente original: http://barometrointernacional.bligoo.com.ve