Los medios convencionales y las redes sociales se han convertido en un despiadado campo de batalla donde la desinformación y la propaganda circulan sin restricción. En el centro de la arena de Oriente Próximo se halla el islam político. A un lado están Turquía y Qatar, y enfrente están Arabia Saudí, los Emiratos Árabes Unidos, Egipto e Israel.
Twitter y Facebook con regularidad cierran cuentas que se dedican a la desinformación, pero es imposible vigilar el vertiginoso ritmo al que se crean otras cuentas. / PEXELS / Connor Danylenko
Aunque puede decirse sin exagerar que la desinformación y la propaganda son tan antiguas como el género humano y ya existían en el paraíso terrenal, en los últimos años han adquirido proporciones faraónicas. Oriente Próximo no es una excepción. Al contrario, aquí se libra una guerra sin cuartel en la que están implicados todos los países, unos más que otros.
Empezando por arriba, Turquía cuenta con una excelente agencia de noticias oficial, Anadolu, que defiende los intereses de Ankara en numerosos frentes, especialmente mediante el servicio en lengua árabe, pero también con el servicio en lengua española. Es una agencia de notable calidad con una enorme cantidad de información sobre Oriente Próximo.
El bando contrario está liderado por Arabia Saudí. Desde la desaparición del influyente diario Al Hayat hace unos meses, el peso de la propaganda recae en Al Sharq al Awsat, un diario que en los tiempos que corren juega un singular papel en la lucha contra Irán, país sobre el que pueden leerse cada día montones de noticias negativas en la versión digital y de papel del periódico saudí.
Desde la desaparición del influyente diario Al Hayat hace unos meses, el peso de la propaganda recae en Al Sharq al Awsat
La guerra de información-desinformación de la que sus maestros más reputados están en Israel con gran diferencia, llega hasta el Atlántico. Los Emiratos Árabes Unidos (EAU), aliados de Arabia Saudí e Israel, han adquirido participaciones en numerosos medios digitales y de papel de Marruecos desde donde se batalla contra los islamistas.
En Europa no faltan los medios dedicados a la propaganda y la desinformación medioriental. En España mismo, saudíes y emiratíes cuentan con el portal Atalayar, y también realizan incursiones en medios más consolidados. Qatar, aliada de Turquía, no es ajena a esta pugna soterrada de «narrativas» en la que todo vale.
En el centro del conflicto está el llamado islam político, defendido por Turquía y Qatar, y denigrado por Arabia Saudí, los EAU, Egipto e Israel sobre todo, país que dirige los movimientos de sus aliados árabes desde las cómodas salas de la Kiriya, la sede del ministerio de Defensa en Tel Aviv, asistido por el gran número de empresas integradas por exmiembros del ejército y de los servicios de inteligencia. No es ningún secreto que estas innumerables empresas mueven sus hilos en coordinación con el gobierno de Benjamín Netanyahu.
Hace unos días el canal Saudi 24 indicó que los Hermanos Musulmanes están apoyando a los separatistas del sur de Yemen, una flagrante mentira si se tiene en cuenta que son los EAU los aliados de los separatistas yemeníes y que los EAU son conocidos como el país más hostil a cualquier atisbo de islam político en Oriente Próximo, por pequeño que sea. Las mentiras son moneda corriente en la lucha.
Hace unos días el canal Saudi 24 indicó que los Hermanos Musulmanes están apoyando a los separatistas del sur de Yemen, pero era falso
Un apartado destacado de la propaganda se dirige contra los palestinos. En este campo, algunos medios árabes son tan beligerantes como los israelíes. Hamás, por supuesto, es calificada de organización terrorista y de haber secuestrado a la población de la Franja de Gaza con una agenda inconfesable. Hay que decir que Hamás cuenta con el respaldo de Qatar y Turquía. Los ataques también se dirigen, cada vez con más intensidad, contra la Autoridad Palestina del presidente Mahmud Abás, puesto que la consideran un obstáculo para la normalización con Israel.
En Arabia Saudí, en particular, no existe la prensa libre. Las autoridades censuran libros, periódicos, revistas, películas, televisión, radio y redes sociales, hasta tal punto que puede decirse que todo lo que lee un saudí corriente dentro de su país es propaganda del gobierno. Lo mismo ocurre en otros muchos países de la región en un momento en que, en teoría, hay más información disponible que en ningún otro periodo de la historia.
En Arabia Saudí, los EAU o Egipto, en especial, cualquier crítica contra el gobierno se ve desde arriba como una desestabilización potencial y peligrosa que no debe permitirse. Por ese motivo, hay ciudadanos críticos que expresan sus opiniones de una manera vaga en las plataformas sociales. La disensión no se tolera, ni siquiera las opiniones independientes, y quien las hace circular debe andarse con sumo cuidado para no verse entre rejas o acosado por las agencias del gobierno.
La narrativa de cada gobierno es la única que puede circular libremente, y se guía por la propaganda que sale de arriba. Se demoniza a Irán y se elogia a Israel. Sobre todo se demoniza a los Hermanos Musulmanes y al islam político que consideran su principal enemigo. Turquía y Qatar son los países a los que es necesario atacar a diario, y al revés. Arabia Saudí figura en el lugar número 170 de los 180 países del Índice 2020 del World Press Freedom.
Arabia Saudí figura en el lugar número 170 de los 180 países del Índice 2020 del World Press Freedom
Twitter y Facebook con regularidad cierran cuentas que se dedican a la desinformación, pero es imposible vigilar el vertiginoso ritmo al que se crean otras cuentas. El ejército de troles que trabajan a destajo es inmenso, y con dedicación se manipulan los «me gusta» y se retuitean mensajes con el único objetivo de crear la falsa impresión de que las políticas del príncipe Mohammed bin Salman, o las de cualquier otro mandatario, son populares.
Este fenómeno no se reduce a Arabia Saudí. Sucede por todas partes. Hace unos meses Facebook cerró varias cuentas de una empresa israelí, de esas integradas por exmiembros del ejército y de los servicios de inteligencia, que se dedicaban a «crear opinión» en Túnez y otra decena de países africanos. Y este incidente de propaganda y desinformación es solo la punta de un inmenso iceberg que sirve para estabilizar los propios regímenes y para desestabilizar los regímenes hostiles.
La guerra contra el islam político se desarrolla también en Europa, donde los países mencionados desacreditan mezquitas, escuelas y organizaciones islámicas de todo tipo que consideran que tienen alguna relación con Turquía o Qatar. Ocurre en Francia, Suiza y otros muchos países. Es una obsesión en la que se emplea mucho dinero, tanto en un lado como el otro. Fuente: https://www.publico.es/internacional/fake-news-guerra-desinformacion-propaganda-campea-anchas-oriente-proximo.html