Recomiendo:
1

Periodistas en tiempos de bulocracia (2): Olga Rodríguez

«Hay muchas voces en el periodismo que solo denuncian si sienten permiso desde arriba»

Fuentes: El Diario

Seguimos con estas charlas para Luzes. Xosé Manuel Pereiro nos pide que hagamos un resumen del estado del periodismo actual y pensemos cómo hemos llegado a esta situación. Hoy hablamos con Olga Rodríguez (León, 1975), una de las mejores periodistas españolas.

Jesús Ceberio dice que buena parte de culpa del desastre es de los políticos, que alimentan unos medios acríticos y sumisos regando con dinero público que es crucial para la supervivencia de muchos. ¿Tú cómo lo ves? ¿Crees que estamos en la peor fase del oficio desde que eres periodista o ha habido épocas peores?

No lo sé. Creo que ha cambiado el modelo económico, pero también han cambiado muchas cosas, incluso en la atmósfera social y política. O sea, hay un proceso de estupidización masivo y de frivolidad y de falta de responsabilidad social en muchos ámbitos. Y eso también afecta al periodismo, que evidentemente está condicionado por muchas más cosas. Si no llegas a fin de mes necesitas que alguien te financie, y quienes pueden hacerlo son las grandes empresas de determinados sectores. Eso va a condicionar cómo enfocas el contenido que afecta a esas empresas. Y si también necesitas la publicidad institucional, es evidente que los gobiernos centrales, locales y regionales van a condicionar el contenido. Y eso ocurre siempre. Yo creo que hay muchos poderes muy interesados en que el periodismo cuente lo que a ellos les interesa y que no cuente lo que no les interesa. Y estamos en un momento en el que vemos que hay un porcentaje muy alto en el periodismo de voces que hablan y denuncian solo cuando sienten que les dan permiso desde arriba. Eso ha ocurrido siempre, pero estamos en un momento en el que está ocurriendo de una manera muy intensa, y es alarmante, porque así crece la extrema derecha, los discursos de odio, las tergiversaciones. Son momentos en los que se necesita un periodismo con mucha responsabilidad, con mucho compromiso, con mucha cultura de derechos humanos. Y no siempre lo hay. Muchas veces no lo hay y casi siempre no más allá de la espectacularización que ocurre además en los medios, en muchos medios audiovisuales, en la simplificación de mensajes. Todo eso no sirve para que haya periodismo de altura. 

Demasiado a menudo. En las encuestas serias se ve que la credibilidad de los medios en este país es menor incluso que en otros países europeos, por ejemplo. Y no sé si aquí se ha producido esto de una manera más intensa porque la propiedad de los medios está muy volcada hacia la derecha o porque la prensa progresista ha tenido más dificultades para adaptarse a un entorno diferente desde 2008. ¿Crees que la situación que vivimos aquí es distinta a la que sucede en países como Francia, Italia o el Reino Unido?

Hay una crisis generalizada. Por un lado de modelo de financiación y por otro lado porque no se llega a los estándares mínimos de periodismo decente en muchos medios de comunicación. Y eso, claro, va a incidir en la credibilidad. Razones hay muchas. También se llama periodismo a cualquier cosa. 

A las tertulias, por ejemplo.

A dos desquiciados que salen en la tele gritándose, insultándose, se les llama periodistas. Y eso es un problema, porque hay gente que tiene un poco distorsionada la concepción del periodismo. Eso no es periodismo, eso es un show. O es basura. Y esto también incide. Esto ya son análisis de andar por casa, pero te puedo contar que en mi grupo de amistades que no son periodistas, esa es una razón que me suelen dar. Pero han pasado más cosas. También ha habido papelones de determinados sectores periodísticos, difundiendo bulos o tergiversaciones, o no mostrando la independencia que el periodismo debería mostrar. Y hay sectores de la población que detectan eso, como es evidente. Pero bueno, luego hay periodismo muy bueno también, que podría contrastar esa imagen y esa pérdida de credibilidad. Pero los medios audiovisuales tienen muchísimo poder y llegan a mucha gente y además se te meten por la retina. Y mucha gente percibe que eso es el periodismo y realmente hay mucha basura en contenidos, en muchos medios audiovisuales. Y no solo pasa en España. Cada país tiene sus particularidades, pero esta es una crisis global que viene de lejos. Ejercí el periodismo en Estados Unidos, y, a otro nivel, están teniendo una crisis con muchos ingredientes muy similares a los de aquí. Y también en países europeos. Luego cada uno tiene su sello de identidad y los países mediterráneos pueden tener su sello de identidad con características propias, y defectos propios en algunos ámbitos periodísticos.

Hay un momento, desde 2008 en adelante, en el que la prensa nacional tomó partido acrítico y unánime por las políticas de austeridad, por ejemplo, olvidándose de que sus lectores, que todavía pagaban por el periodismo escrito, eran los más perjudicados por aquella estafa perpetrada por la Troika. Cuando Caño y Alandete llegaron a la dirección de El País, yo era corresponsal en París y me borraban la palabra austericidio de las crónicas. Y luego insultaban a Sánchez en los editoriales, y claro, los suscriptores se daban de baja en manada. Pero para no irnos tan lejos, hablemos de Israel y Gaza. Ni El País, ni La Vanguardia, ni Le Monde, ni The Guardian ni The New York Times han estado a la altura de la gravedad histórica del genocidio. Parece un síntoma de que algo gravísimo sigue roto en las cabeceras que tenían, digamos, la capacidad de movilizar a la opinión pública durante los últimos 50 o 100 años. No sé cómo lo ves tú. 

Creo que esto tiene que ver nuevamente con la tendencia a tener lazos estrechos con algunos sectores del poder. El New York Times afortunadamente no tiene lazos con el sector conservador republicano o con el de Donald Trump, pero tiene lazos con lobbies proisraelíes y con una parte del Partido Demócrata que ha sido muy proisraelí y claro, esto distorsiona la mirada independiente y objetiva, comprometida con una cultura de paz y derechos humanos. Y luego los medios de comunicación también son hijos de los países donde trabajan y de donde son. Todavía hay una mirada neocolonial importante en Europa y en Estados Unidos. Así que no hay periodismo en demasiados lugares capaz de despojarse de esa mirada neocolonial o incluso belicista, porque aquí se ha asumido desde el primer día que la solución era machacar a bombazos a la gente. 

Solo bastaba escuchar las declaraciones del ministro de Defensa israelí el 8 de octubre. No hacía falta investigar mucho. Ya prometieron lo que prometieron: los palestinos son animales humanos, dijeron. 

A principios de noviembre de 2023, dije en una entrevista que si la comunidad internacional no actuaba presionando a Israel de manera inmediata y exigiéndole que parara, iban a matar a decenas de miles de civiles. Y la gente pensó que yo estaba loca. No, yo estaba hablando y extrayendo una conclusión de conocimientos históricos que cualquier europeo medio debería tener sobre las intenciones genocidas de Israel. Claro. Pudo haber gente que pensara. ¿Bueno, estos están ahí exagerando, no? Porque a ver, ¿también la memoria es corta, no? Y el periodismo debe hacer un trabajo de fondo, con seguimiento continuado y contextualización, que a veces está incluso estigmatizada. Pero sin contextualización no podemos entender que antes había habido otras masacres. En 2006, en 2008, en 2009, en 2011, en 2014. Masacres, matanzas de civiles condenadas por Naciones Unidas con investigaciones independientes probándolas y un largo etcétera. Por no hablar de una ocupación ilegal desde hace décadas y de un apartheid. Bueno, por decir todo eso, a mí me llamó una vez una compañera en televisión y me dijo que yo hacía activismo y no periodismo. Pero yo solo mencioné las resoluciones de Naciones Unidas. Otro problema es la idea de que el periodismo con un estándar mínimo de derechos humanos es activista. Es activista, claro. Pero el periodismo entregado a la justificación de crímenes masivos, a una mirada neocolonial, eso no es activismo, dicen que  eso es neutralidad. 

La equidistancia, el refugio de los cobardes. 

Eso es lo que pasa. Y es uno de los grandes males. Por supuesto, más allá de la financiación, más allá de los condicionamientos, más allá de las presiones, más allá de todas las estrategias muy eficaces, que usan muy a menudo los diferentes poderes para controlar el mensaje, más allá de todo eso, también hay una falta de autocrítica y quizás una falta de formación o una falta de voluntad en la profesión de llegar a esos estándares de compromiso con los derechos humanos. Y lo peor es que, en momentos como estos, cuando Europa sufre el riesgo de que la extrema derecha coma todavía más terreno, es cuando más se necesita una prensa así.

La periodista Olga Rodríguez en una imagen reciente. / Toni Juliá / Luzes
La periodista Olga Rodríguez en una imagen reciente. / Toni Juliá / Luzes

Pero no se puede culpar a los lectores de que nos hayan abandonado, porque primero les abandonamos nosotros a ellos. Y no sé si los periodistas hemos hecho suficiente autocrítica. Por ejemplo, existe escaso o nulo control sobre los directivos de nuestras empresas. Excesiva condescendencia con ruedas de prensa sin preguntas. Compartir platós con comunicadores corruptos… 

Pues sí a todo. Si nada empieza hoy, nada empieza hoy. Y no es ahora. Las ruedas de prensa sin preguntas empezaron hace mucho. No es ahora cuando hay tipos lamentables que van al Congreso haciéndose pasar por periodistas. Llevan yendo hace mucho tiempo. Y hay toda una serie de cosas que llevan ocurriendo mucho tiempo, pero denunciarlo en momentos anteriores era ser el hazmerreír en nuestra profesión. “Qué exagerados. ¡Cómo te pones!”. Claro, cuando miras desde un lugar privilegiado, todo parece exagerado. Pero es que el periodismo tiene que saber mirar las cosas desde debajo de la mesa, como me dijo una vez una mujer palestina: “Vosotros en Europa no veis las cosas desde debajo de la mesa”. Bueno, pues el periodismo, en líneas generales, tiene que ponerse en ese lugar para mirar con perspectiva, entendiendo siempre primero, dudando de todo, sabiendo que te pueden contar cosas que son mentiras, que eso es otra cosa, otro efecto que ocurre demasiado a menudo: alguien te dice algo y tú, sobre todo si te lo dicen desde el poder, no lo discutes.

Tiendes a creerlo, para que te cuenten más cosas otro día.

A no sospechar, aunque luego los hechos demuestren lo contrario. Sin embargo, se sospecha de aquel que denuncia una paliza por parte de las fuerzas de seguridad en una manifestación. Se sospecha y se le eleva a la categoría de titular. Es bueno tener esa capacidad de entender que hay que contrastar siempre, aunque te venga la información de arriba… 

Sobre todo si viene de arriba.

Sobre todo. Sí, y bueno, saber mirar las cosas desde un lugar en el que siempre se sepa que hay que ir detectando los riesgos y actuando antes de que sea demasiado tarde. Yo no quiero mitificar el pasado, pero es cierto que pude vivir una época en la que algunas de estas cosas todavía no pasaban. Incluso sentía que había jefes de prensa de diferentes partidos políticos que se sentían más obligados a hacer un poco el paripé. Aunque fuera un paripé. No sé si me entiendes. Es que ahora ya ni te contestan. Como si no pasara nada, ¿no? Esto ya no solo es un problema del periodismo. Es un problema de que ha habido algunos retrocesos, a lo mejor en algunos ámbitos de la política también.

Esa idea de mirar desde debajo de la mesa es bonita. No sé quién dijo que un periodista no puede ser una persona rica o ganar un sueldo altísimo, porque eso le incapacita para entender la realidad de los de abajo. 

Los periodistas tienen que estar bien pagados, como cualquier trabajador, evidentemente, y tener la vida medianamente resuelta con un sueldo digno, sí, pero con la conciencia de que hay que mirar siempre a esos lugares donde los poderes no quieren que mires. Esos lugares que están más olvidados y que te dan perspectivas que además benefician al buen ejercicio del periodismo. Te digo más. A día de hoy todavía está estigmatizada la autocrítica de nuestra profesión, y yo lo noto cuando doy conferencias. No ocurre tanto fuera. Hace poco estuve dando una charla en Londres y éramos gente de varias nacionalidades y ahí como que está bastante más asumida la cosa, ¿no? Pero yo percibo que aquí, todavía, en el oficio se piensa que la culpa de todo la tienen las redes sociales e internet, lo cual me parece una lectura muy pobre. Primero porque internet, evidentemente, tiene cosas muy nocivas, muy tóxicas, pero al mismo tiempo nos da espacios de expresión que como simples periodistas no tendríamos. Todos vivimos aquella fase en la que podíamos estar amordazados en una empresa y no tener canales propios, ¿no? Además, ha dado la posibilidad a muchos periodistas de que monten sus propias iniciativas periodísticas sin necesitar de un gran capital y todo eso. Y hay varios ejemplos en el mundo de eso. Las redes sociales son tóxicas y son un lugar desde el que se difunden bulos. Pero el periodismo también difunde bulos, ¿eh?

Sin Internet ni las redes sociales, muchos periodistas que huyeron o fueron despedidos del papel porque sus empresas se apuntaron al capitalismo sádico, se habrían quedado en el camino…

Claro. Y entonces, puedes decidir. En la vida fácil haces el periodismo fácil, no vas a tener ni presiones, ni malos rollos, ni dificultades, vas a andar por alfombras rojas. Y la culpa de todo es de las redes sociales y la culpa de todo es de otros. Bueno, no es así. La realidad es que hay vicios y cosas muy tóxicas también en el ejercicio del periodismo y hay que señalarlas para intentar mejorar. Estoy segura de que cualquier persona en cualquier profesión, si tiene una mínima dignidad y un mínimo sentido de la responsabilidad, se preguntará por las noches qué hago mal o que no estoy haciendo demasiado bien. ¿Cómo lo puedo hacer mejor? ¿Qué pasa? Creo que es un ejercicio de honestidad mínimo. No estoy diciendo que nos hagamos el harakiri y nos tiremos por un puente. Pero me parece que ese cuestionamiento todavía es un escándalo en demasiados espacios del mundo periodístico, lo cual me preocupa.

Pocos periodistas y muy pocos medios han aceptado ser fiscalizados por los lectores de una manera horizontal, que es lo que pasó cuando eclosionaron las redes. Antes era un frontón en el que tú decías tu cosa y nadie te podía replicar porque no te iban a escribir una carta al director por cada artículo que escribías. Ahora es menos jerárquico, y demonizar eso no tiene sentido.

Parece que el mayor problema de los periodistas es que nos insulta gente anónima con seudónimos en las redes sociales. Puede ser un problema. Pero bueno, yo les bloqueo, no les regalo mi timeline ni nada de eso. Para mí, el problema es que gente que tiene mucho poder intente que yo no cuente cosas que creo que hay que contar y que todo el mundo debe saber. Ese es el problema eterno de los periodistas y del periodismo.

Miguel Mora es director de CTXT. Fue corresponsal de El País en Lisboa, Roma y París. En 2011 fue galardonado con el premio Francisco Cerecedo y con el Livio Zanetti al mejor corresponsal extranjero en Italia. En 2010 obtuvo el premio del Parlamento Europeo al mejor reportaje sobre la integración de las minorías. Es autor de los libros La voz de los flamencos (Siruela 2008) y El mejor año de nuestras vidas (Ediciones B).

Fuente: https://ctxt.es/es/20250801/Politica/49852/Miguel-Mora-olga-rodriguez-periodismo-bulos-entrevista-modelo-publicidad-institucional.htm