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¿A cuántos de nuestros dirigentes les hemos oído la palabra paz?

Fuentes: Nueva Tribuna [Foto: El entonces Secretario de Estado Colin Powell muestra una supuesta muestra de antrax iraquí ante el Consejo de Seguridad de la ONU para forzar la invasión de Irak en 2003]

Decía Esquilo: “La primera víctima de la guerra es la verdad”. Y acertó de pleno. Para gobiernos y militares los medios de comunicación, en tiempos de guerra, forman parte del campo de batalla. El desenlace de una guerra depende en buena parte de los armamentos disponibles por los contendientes, aunque es fundamental la percepción que los ciudadanos tengan del conflicto. Por ende, la cobertura periodística forma parte de la planificación bélica. En tiempos de conflicto una sofisticada maquinaria de propaganda puede operar en contra del lector inadvertido, con pocas restricciones éticas.

Para los que están dispuestos a morir y matar, mentir es un gaje más del oficio o, si prefiere, un mal necesario o menor. El Alto Estado Mayor proporciona la información de acuerdo con sus intereses, y, a veces, oculta el desarrollo de los acontecimientos bélicos. Durante años el Pentágono, conforme a la práctica castrense universal del triunfalismo, proclamó que ganaba el conflicto de Vietnam; el público escuchó una y otra vez que bastaba un pequeño esfuerzo adicional y el Vietcong terminaría reculando en forma definitiva. Como los corresponsales de guerra pretenden informar a su público con el mayor detalle posible, de ahí que las relaciones entre militares y periodistas hayan sido y lo sean a menudo tensas y difíciles.

Pero, miremos más atrás. Las mentiras en cuestiones bélicas han sido la norma. A través del libro de Pascual Serrano Prohibido dudar. Las diez semanas en que Ucrania cambió el mundo, he podido conocer algunas de ellas.

Podemos recordar la noticia de la muerte de 312 bebés del hospital kuwaití de Al-Adan, tras ser robadas las incubadoras por las tropas iraquíes, cuando invadieron este país en 1991. Una chica de 15 años declaró como testigo ante el Comité de Derechos Humanos del Congreso de los EEUU. Afirmó que vio entrar en el hospital con fusiles a los soldados iraquíes y que sacaron de las incubadoras a los bebés. Se difundió en todos los medios, y provocó el apoyo de los congresistas estadounidenses a la invasión. Tres meses después del testimonio de Nayirah, el presidente George H.W. Bush lanzó la invasión de Irak. Resultó, sin embargo, que las declaraciones de Nayirah no eran ciertas. Ningún grupo de Derechos Humanos o medio de comunicación pudo confirmar sus palabras. También resultó que Nayirah no era una adolescente kuwaití cualquiera. Era la hija del embajador de Kuwait en Estados Unidos, Saud Nasser al Sabah, y había sido entrenada por la empresa de relaciones públicas Hill & Knowlton, contratada por el Gobierno de Kuwait. El periodista que dio a conocer públicamente la identidad de Nayirah fue Rick MacArthur, presidente y editor de Harper’s Magazine, autor del libro ‘Second Front: Censorship and Propaganda in the 1991 Gulf War’ —“El segundo frente: Censura y propaganda en la Guerra del Golfo de 1991”. Igualmente, años después, la productora Fitftn State, de la cadena canadiense CBC, realizó un documental Vender la guerra, donde demostró que todo fue mentira: ni hubo bebes muertos ni robo de incubadoras.

Otra mentira más, burda y nauseabunda, fue la de Timisoara. A fines de enero de 1990, las televisiones expusieron unas imágenes truculentas de las fosas de Timisoara en Rumanía, responsabilizando al presidente Ceausescu de unas masacres del mes anterior. Todo fue un montaje, ya que los cadáveres alineados bajo los sudarios eran cuerpos desenterrados del cementerio de los pobres. Rumanía era una dictadura y Ceaucescu un autócrata, pero esas imágenes que conmovieron al mundo eran falsas. De octubre de 2013 apareció en Le Monde Diplomatique el artículo de Ignacio Ramonet Jenízaros y un falso osario, del que expongo el inicio:

[En vísperas de Navidad, mientras cae la dictadura de Nicolae Ceausescu, los telespectadores descubren las imágenes de un osario en Timisoara donde se afirma que yacían cuatro mil cadáveres horriblemente mutilados]. Prevalece un mito: el de la conspiración. La de los “hombres de la Securitate”, a quienes se les describe como innumerables, invisibles e inencontrables; que aparecen en la noche, de improviso, desde subterráneos laberínticos y tenebrosos, o desde tejados inaccesibles; que son hombres muy poderosos, sobrearmados, principalmente extranjeros (árabes, sobre todo, palestinos, sirios o libios) o nuevos jenízaros, huérfanos criados y educados para servir ciegamente a su maestro; capaces de la crueldad más absoluta, de entrar en hospitales, por ejemplo, y de disparar a todos los enfermos, de rematar a los moribundos, de destripar a las embarazadas, de intoxicar el agua de las ciudades…

Por ello, en esta guerra de Ucrania cabe pensar que acontecerá lo mismo. Una desinformación planificada. En un aviso a navegantes despistados y malintencionados, condeno sin paliativos la invasión de Ucrania por parte de la Rusia de Putin. Insisto, la condeno. Pero, dicho lo cual, con suficiente claridad, en esta guerra, Ucrania cuenta con el apoyo de unos protagonistas de los que ya tenemos una cierta experiencia sobre su modus operandi informativo en otros conflictos anteriores. Me estoy refiriendo a EEUU y la OTAN.

Ese modus operandi de EEUU y la OTAN podemos constatarlo en el Informe del Centre Delàs, titulado “La OTAN, construyendo inseguridad global”, y especialmente en uno de sus capítulos, de título muy significativo “La OTAN siempre está bombardeando algo” de José Luis Gordillo.

Nos dice Gordillo que “En buena lógica el final de la Guerra Fría debería haber supuesto la disolución de la OTAN. Todo lo contrario. La OTAN se amplió tanto por lo que se refiere al número de sus miembros (casi la mitad de los 30 socios actuales de la OTAN se adhirieron a la misma después de la disolución del Pacto de Varsovia), como a su ámbito de actuación que, en la práctica, pasó a ser el mundo entero, mientras antes se reducía, según el tratado originario que todavía está en vigor, al territorio de sus Estados miembros. Oficialmente, eso se llevó a cabo cuando se aprobó en 1999 el “Nuevo Concepto Estratégico” de la OTAN. Éste proponía que dicha organización actuara fuera de los territorios de sus Estados asociados y sin necesidad de contar con el beneplácito del Consejo de Seguridad de NNUU. En consecuencia, las finalidades de la OTAN pasaron a ser explícitamente agresivas y contrarias a los propósitos básicos de la Carta de la ONU. La participación de la OTAN en las guerras de Yugoslavia, Afganistán, Irak y Libia muestra lo lejos que se encuentra de los propósitos expuestos en el Tratado del Atlántico Norte de 1949. Este, al menos sobre el papel, no pretendía ser más que una plasmación práctica de lo prescrito en el artículo 51 de la Carta de la ONU, esto es, del derecho a la legítima defensa colectiva. En consecuencia, la Alianza Atlántica cometió un crimen de agresión contra Yugoslavia Afganistán, Irak y Libia, al violar el artículo 2,4 de dicha Carta: Los Miembros de la Organización, en sus relaciones internacionales, se abstendrán de recurrir a la amenaza o al uso de la fuerza contra la integridad territorial o la independencia política de cualquier Estado, o en cualquier otra forma incompatible con los Propósitos de las Naciones Unidas. Exactamente igual, desde un punto de vista jurídico, que la agresión perpetrada por la Federación Rusa contra Ucrania, que dio comienzo el 24 de febrero del año en curso”. Esto hoy no puede decirse. Y de decirlo, se corre el riesgo de ser acusado de defender a Putin. En este tema de la guerra de Ucrania puede aplicarse la teoría de la politóloga alemana Elisabeth Noelle-Neumann en su libro La espiral del silencio. Opinión pública: nuestra piel social de 1977.

Es muy interesante esta teoría sociológica, denominada «La espiral del silencio», cuyas premisas fundamentales expongo a continuación. La sociedad amenaza con aislar a los individuos díscolos con el pensamiento dominante. Los seres humanos experimentamos constantemente el temor al aislamiento, a ser rechazados por quienes nos rodean, ya que somos seres sociales y sentimos una acuciante necesidad de encajar en el grupo. Por ello, con mucha frecuencia nos mostramos reacios a manifestar públicamente nuestras opiniones, si intuimos que vamos a recibir algún tipo de rechazo de nuestro entorno. No es necesario que esa reprobación se manifieste de una manera explícita. Este temor al aislamiento provoca que los individuos estén constantemente «sondeando» el clima de la opinión pública para determinar qué opiniones pueden expresar.

Los resultados de dichos sondeos afectan a su comportamiento en público, sobre todo su disposición o renuencia a expresar abiertamente sus opiniones. De acuerdo con ello, surge la llamada «espiral del silencio», que es la situación, que se dibuja a medida que aquellos que tienen posiciones minoritarias son enmudecidos, y las opiniones percibidas como mayoritarias aumentan y se vuelven dominantes. Ese silencio les hace invisibles en la esfera pública, lo que provoca que acaben teniendo la sensación de que su opinión es más marginal de lo que es en realidad. Esto refuerza aún más su temor al rechazo social, creándose así una espiral donde las voces minoritarias van progresivamente enmudeciendo. Hay mucha más gente de la que parece que critica abiertamente la actuación de la OTAN, pero no se atreve a manifestar su opinión.

Retorno a las actuaciones de la OTAN expresadas en el artículo de Gordillo. “Sus intervenciones político-militares en lugares tan alejados de los territorios de sus Estados miembros como los Balcanes, el Asia Central, Oriente Medio o el norte de África, con la finalidad de promover cambios de régimen, un objetivo frontalmente contrario al principio de la libre determinación de los pueblos, es una prueba empírica incontestable de su transformación en una organización agresiva e imperialista. Que Vladimir Putin, en conversaciones con el secretario general de la ONU el pasado 26 de abril, haya invocado el precedente del ataque de la OTAN contra Yugoslavia de 1999 como un argumento de peso para intentar justificar su ataque a Ucrania, muestra el carácter autodestructivo del orden internacional de las políticas implementadas por los dirigentes occidentales. El complemento perfecto al desorden internacional es la ley del más fuerte. De hecho, los dirigentes atlantistas apenas han invocado la violación del Derecho Internacional para criticar a Rusia, pues ellos son quienes más han destacado en dicha actividad. Lo que han hecho es impulsar una guerra subrogada en Ucrania para resolver por la fuerza lo que para ellos es el primer round de una nueva guerra fría entre la OTAN y Rusia/China, lo cual viene a ser lo mismo que volver a la casilla de salida de la historia de la OTAN. No hay duda: la OTAN es la mejor solución a los problemas provocados por la misma OTAN”.

La idea básica, que podemos extraer de todo lo expuesto, es que, si desde la OTAN se ha mentido tantas veces para justificar guerras de agresión en Yugoslavia, Irak, Afganistán o Libia, están más que justificadas las dudas sobre las noticias que nos llegan desde los medios occidentales en la guerra de Ucrania, tanto en cuanto a las causas de su desencadenamiento, como en su desarrollo. Lamentablemente se ha impuesto un pensamiento único, y quien se atreve a discrepar desaparece de los grandes medios. Podemos citar a algunos de ellos como: Carlos Taibo, Rafael Poch; el general de brigada del Ejército español, José Enrique de Ayala; o del coronel, Pedro Baños. Merece la pena destacar las palabras de este último, ya en marzo de 2022, en el programa Horizonte, de Cuatro dirigido por el periodista Iker Jiménez. Baños ha dicho «basta ya» y ha denunciado que la información sobre el conflicto está siendo arrasada por la manipulación: «Ahora lo bonito es subirse al carro del seguidismo, del oportunismo. Todo el que tenga una visión diferente, alternativa u objetiva, va a ser machacado». Además, ha confesado que «es la última vez» que hace opiniones públicas sobre Ucrania.

El propio Iker Jiménez le ha animado a que siga ofreciendo su visión sobre las cosas y que la opinión de Twitter debería importarle bien poco. Sin embargo, el militar ha destacado que «hemos entrado en una histeria bélica y, a partir de este momento, solo se va a escuchar una sola voz».

A continuación, ha insistido en su condena a la invasión rusa y en su solidaridad con el pueblo ucraniano: «Pero, a partir de ahí, tenemos que abrir más el foco, esto es mucho más complejo, hay otros intereses geopolíticos de los que no se puede hablar porque está prohibido». Asimismo, ha revelado una impactante información: «Hay gente que trabaja para servicios de inteligencia extranjeros que está publicando en los principales periódicos y apareciendo en los medios de comunicación« y «hay revistas de asuntos militares que son panfletos de la OTAN. Y si alguien se empeña, puedo dar nombres y apellidos. Ya está bien», concluye.

Termino con algunas reflexiones. ¿Existe mayor maldad que la guerra? No hay manera de erradicarla y mucho menos de los europeos. La historia de Europa ha estado sometida constantemente a esta lacra. Y hoy Europa de nuevo en guerra, como si sufriera de amnesia histórica. ¿No fueron bastantes los 100 millones de muertos en las guerras del siglo pasado? Por tercera ocasión en cien años hemos convertido a Ucrania en escenario de feroces y despiadadas batallas sin cuartel: las de 1918 a 1924 contra la revolución bolchevique; las de 1939 a 1945 por haber subestimado el nazifascismo y la actual.

 ¿Hasta cuándo la paz del mundo va estar en manos de los que hacen el negocio de la guerra? ¿Hasta cuándo seguiremos creyendo que hemos nacido para el exterminio mutuo y que ese es nuestro destino? ¿Hasta cuándo? ¿Debemos pagar todos los ciudadanos europeos los errores e incompetencias de otros? ¿A cuántos de nuestros dirigentes les hemos oído la palabra paz en estos últimos meses? Muy pocos. ¿A cuántos del envío de más armamento y más destructivo aún? A la gran mayoría. ¿Así pretendemos acabar con el conflicto? ¿Existen intereses de algún Estado en que la guerra perdure? Que el máximo responsable de la diplomacia europea, Josep Borrell, dijese que “la guerra en Ucrania se decidirá en el campo de batalla” es dramático, porque supone abandonar todos los principios de la diplomacia. El propio papa Francisco llegó a preguntarse si “se está haciendo lo posible para la paz en Ucrania”. Quizá la apuesta más contundente de la apuesta por la guerra fueron las declaraciones de la presidenta de la Cámara de EEUU, Nancy Pelosi, en su visita a Ucrania y en su encuentro con el presidente, al afirmar que “no hay marcha atrás” y que se debe “llegar hasta el final”.

En lugar de trabajar activamente para alcanzar la paz, han hecho justo lo contrario, alentar la guerra con más armas, lo que genera la reacción en igual medida del contrincante. Así, ahora nos encontramos con una escalada de violencia que podría agravarse con el uso de armas nucleares. Deberíamos ser valientes señalando que cualquier conflicto, incluso el provocado por un loco como Putin, se resuelve buscando la paz, no fomentando el incremento de la guerra y se busca la paz fomentando el diálogo, la negociación y el acuerdo. Una propuesta que apeló a la diplomacia fue la presentada por México en el contexto de la 77 reunión de la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas, en la cual se planteó generar nuevos mecanismos para el diálogo y crear espacios para la mediación que fomenten la confianza, reduzcan las tensiones y abran el camino hacia una paz verdadera. Pero, claro, López Obrador es un bolivariano y socialcomunista.

 Suscribo la opinión expresada por Pascual Serrano, en el libro citado al principio. “La guerra de Ucrania sólo puede tener tres finales posibles: la victoria de Rusia después de haber arrasado Ucrania, la victoria de Ucrania tras haber padecido una terrible devastación y un acuerdo de paz con concesiones de quien tenga más que perder si continúa la guerra y más que ganar si mañana cesan los combates”.

Fuente: https://www.nuevatribuna.es/articulo/global/cuantos-nuestros-dirigentes-hemos-oido-palabra-paz/20221126065004205360.html