En septiembre de 2007 salía a la luz el diario Público. Para algunos una esperanza ante el lúgubre panorama de la prensa escrita española, para otros un periódico más al servicio de una gran empresa de comunicación. El debate sobre el grado de progresismo que su directivos estaban dispuestos a plantear se ha mantenido a […]
En septiembre de 2007 salía a la luz el diario Público. Para algunos una esperanza ante el lúgubre panorama de la prensa escrita española, para otros un periódico más al servicio de una gran empresa de comunicación. El debate sobre el grado de progresismo que su directivos estaban dispuestos a plantear se ha mantenido a lo largo de estos dos años y cada gesto procedente de la dirección provocaba unas conclusiones entre los que intentan seguir su trayectoria. Aplausos por la sección de libros para la colección de Pensamiento Crítico, preocupaciones en cada cambio de columnistas, vigilancia y esperanza en el seguimiento informativo de los procesos políticos en América Latina, atención especial al trato a las políticas del gobierno español. En enero de 2009 cambiaron al director, Ignacio Escolar, por el veterano Félix Monteira, procedente del diario El País. Quienes veían en este último periódico la desilusión de lo que pudo ser y ya no es no ocultaron su preocupación. Esta entrevista al director Félix Monteira puede ayudar a aclarar algunas cuestiones
Público lleva ya más de dos años en los quioscos, ¿qué cree que ha aportado esa cabecera al panorama de la prensa española?
Otra voz, un punto de vista distinto sobre la realidad española y también sobre el panorama internacional. Público es el último medio de comunicación en letra impresa surgido en el panorama mediático español y lo que pretende es dar una visión más crítica, puede que a la vez más contradictoria, de lo que sucede, de lo que importa a un sector de la opinión que se sentía ayuno de una visión menos oficial, más progresista.
Los críticos afirman que Público se gesta con el apoyo total del gobierno de Rodríguez Zapatero con el objetivo de crear un grupo mediático afín para no verse tan dependiente del grupo Prisa, con quien, además, este gobierno, a diferencia del de Felipe González, no tiene la misma sintonía, ¿qué opina de eso?
No puedo responder a eso porque no me consta. Esta idea me parece una leyenda nacida de las fricciones del Grupo Prisa con el presidente Zapatero. Si me atengo a los hechos: ni ayudas, ni preferencias a la hora de conseguir información, ni ventajas de cualquier tipo. Quizá haya un sector del Gobierno que vea con simpatía que haya otra voz menos enemiga por principio a sus posiciones en un panorama mediático absolutamente dominado por intereses y simpatías volcados a favor de los grupos de poder más conservadores.
Usted procede del diario El País, ¿qué cambios cree que se han producido en ese periódico desde su aparición hasta su salida y cuáles considera que son las principales diferencias entre su antiguo diario y el actual?
He leído muchas veces que, con mi nombramiento, se buscaba edificar otra versión de El País, una especie de cara B o más de lo mismo. Nada de eso. Tal vez muchos no sepan que diez meses antes de la aparición de Público hubo conversaciones para que yo asumiera la dirección. No fructificaron, pero ni entonces ni con el cambio se planteó modificar el objetivo que anima la creación de este periódico. No soy el más indicado para plantear diferencias con mi antecesor, que como todo el mundo sabe es hoy uno de los colaboradores estrella de Público. Quiero creer que en mi contratación se esconde sólo la aspiración de consolidar el proyecto, de edificar un espacio propio, una perspectiva para analizar la realidad a la que se están apuntando, poco a poco, cada vez más lectores.
Uno de los valores que han percibido los lectores en Público han sido la ausencia de ese discurso agresivo y tendencioso contra los gobiernos de izquierda latinoamericanos, ¿qué opina de esa línea editorial llevada por la casi totalidad de la prensa española contra los gobiernos de Venezuela, Cuba, Bolivia, etc….?
La historia de las relaciones de España y América Latina es la de los intereses creados. Primero fue la colonización y ahora «la reconquista» a través de la implantación de bancos y empresas nacionales. Lo que nos falta a la hora de analizar lo que sucede en esos países que comparten parte de nuestra cultura es equidad y respeto. Y también distancia para contemplar con objetividad la legitimidad de sus procesos democráticos. Nosotros criticamos a veces, pero otras muchas también valoramos el sentido de las reformas que se están llevando a cabo. Puede que sea esa la diferencia.
También ha llamado gratamente la atención a los lectores de Público la presencia de firmas reconocidas entre la izquierda pero de nula presencia hasta ahora en los grandes medios. Sin embargo, la ausencia de una de ellas, Rafael Reig, quien, según ha contado, abandona el periódico al no permitirle seguir en la sección de opinión ha provocado críticas de algunos lectores y colaboradores. ¿Cuál es su opinión?
Nuestra ambición es dar cabida a opiniones plurales, críticas y a contracorriente de los intereses dominantes. Es nuestro principal empeño. Sobre Rafael Reig, es la primera vez que se me pregunta sobre su ausencia en nuestras páginas y agradezco que se me dé la oportunidad de explicarme, aunque tengo que precisar de antemano que no puedo hacer un juicio de parte. Reig forma parte de nuestro proyecto desde el origen y fue durante meses el responsable de opinión. En casi 11 meses que llevo al frente del periódico no se produjo nunca ni un amago de retocar ni precisar un solo texto de opinión, de él o de otros, por eso me sorprende que algunos hayan planteado su salida en términos de libertad de expresión. Eso no cabe en nuestra cultura. Rafa Reig hizo este verano, en el suplemento Libre que se publicó durante todo el mes de agosto, unos excelentes artículos sobre los libros que marcaron cada año de nuestras vidas. De ahí nació la idea de convertirlo en nuestro crítico-analista de la sección de Culturas. Él es escritor y un especialista en el campo de la Literatura. Hablamos largamente sobre el tema y la necesidad de aprovechar sus conocimientos y el valor de su firma en esa sección. La propuesta era darle un espacio de una página entera cada miércoles y cada sábado para convertirlo en una de nuestras referencias. Había, claro, un interés del periódico. Los dos estábamos de acuerdo en que él iba a hacer opinión y, a la vez, análisis o interpretación. Tanto es así que prometió enviar su primer artículo al siguiente sábado y yo lo anuncié en la reunión diaria con los redactores jefes. Al día siguiente se lo pensó y decidió declinar la oferta. Él tiene todo el derecho a reconsiderar su decisión; yo aún me siento comprometido con la oferta. Por eso no entiendo alguna interpretación, bienintencionada, sin duda, que niega todo valor al resto de la redacción y los colaboradores. En el propio periódico y en las firmas de un escrito publicado en Rebelion.org algunos colaboradores han expresado sus críticas. Las he asumido sin apostilla alguna y sin necesidad de que nadie me consultara de antemano. Son las reglas del juego. El director debe ser criticable o puede resultar condenado, pero alguien que pretende descalificar al periódico entero debe preguntar antes qué ha pasado, cuáles son los hechos. El propio Reig cuando era jefe de opinión hizo cambios y tenía derecho a ello. Si me atengo a lo que él me ha escrito, el que mejor ha comprendido lo que ha pasado es el propio Reig y tiene mi estima por ello. Puede que por razones de ego él y yo no nos hayamos entendido, pero estamos condenados, antes o después, a volver a trabajar juntos. Al menos, eso espero.
Durante un tiempo usted fue director de la edición de El País-Galicia. Desde esa experiencia ¿cree que es posible hablar de una España invertebrada? ¿Hay peligro de compartimentos estancos informativos a nivel de las nacionalidades?
Los problemas se plantean, por fortuna, en otro plano. España es un Estado federal o cuasi federal en construcción. Las dificultades que eso plantea a veces se asemejan a la histórica invertebración de nuestro país, pero el punto de mira es muy diferente. El camino no es fácil y los escollos no se sitúan solo en el plano informativo, sino en un nivel más alto, en los propios partidos políticos que son los que representan la soberanía popular. Las tres décadas de democracia no han sido plazo suficiente para ese cambio profundo y tampoco para modificar esencialmente los resortes del poder, en su mayoría anclados en un pasado político poco glorioso.
Usted sustituyó al antiguo director de Público, Ignacio Escolar. En su opinión, ¿a qué se debió ese cambio? ¿Cree que con su llegada hubo continuidad o ruptura con la línea editorial anterior?
El por qué es algo que uno casi nunca pregunta y, cuando lo hace, no tiene respuesta convincente. Quiero pensar que los editores pretendían consolidar el proyecto y, aunque parezca paradójico, no he escuchado en estos meses ninguna consigna de ruptura con el breve pasado del periódico.
La ley sobre la TDT de pago ha generado muchas acusaciones del grupo Prisa hacia el grupo empresarial de Público, Mediapro. Según Prisa esa legislación es un favor a ustedes de sus «amigos del gobierno».
De otra manera, esta pregunta ya la he respondido antes. Personalmente he encontrado en ministros del Gobierno algunas confesadas simpatías y también muchas antipatías con Público. Creo que somos un periódico incómodo o incontrolable, con unas señas de que nos empujan a ser un medio de izquierdas, progresista y laico. Sobre la TDT de pago, tengo entendido que fue un acuerdo del Gobierno con todas las televisiones que se llevó a cabo con un año de retraso. Pero, frente a lo que se dice, Público no pertenece a ningún grupo televisivo. Los editores del diario sí forman parte del grupo de accionistas de la Sexta. Pero entre los dos medios no hay estructura societaria, ni cooperación ni sinergias, aunque yo personalmente no estaría en contra de ello, ni mucho menos.
Ustedes han destacado en varias ocasiones el ascenso del número de lectores y de ventas del diario. ¿Se están cumpliendo las expectativas? ¿Público, hoy, tiene pérdidas o ingresos en su balance?
En una coyuntura en que los demás descienden, nosotros estamos creciendo, lentamente, pero subimos las ventas. El periódico sufre pérdidas, especialmente porque el mercado publicitario está en mínimos y Público nació en la crisis. Este año vamos a reducir sustancialmente el déficit de explotación y esperamos conseguir en dos años el equilibrio financiero. Nada muy distinto a lo previsto inicialmente , pero esta situación nos impide reforzar los contenidos del periódico, especialmente en la oferta informativa del fin de semana. Si tuviéramos beneficio, habríamos ampliado nuestro potencial y corregido las deficiencias de nuestra distribución. Estamos obligados a hacer economías y luchar contra corriente para superar nuestras asignaturas pendientes.
Público ha llegado a acuerdos con otras cabeceras fuera de España, por ejemplo con Clarín en Argentina y La Jornada en México. ¿En qué consisten esos planes de expansión o de cooperación?
Sinceramente, son operaciones simbólicas. En el caso de Clarín se trata de una mini edición propia en Buenos Aires para la que contratamos su rotativa y su red de distribución. Con La Jornada el acuerdo es ofrecer conjuntamente nuestro periódico para aquellos de sus suscriptores que lo acepten. No hay más.
La Jornada es un proyecto cooperativista pero, en cambio, el grupo Clarín, es un poderoso holding enfrentado al gobierno argentino, ¿no cree que su relación con ellos puede afectar a los contenidos informativos de Público sobre Argentina o América Latina en general? Hemos visto algún periódico español cuyos intereses económicos en esa región han logrado adueñarse de la línea editorial.
No hay ese peligro. Las líneas editoriales no se juntan. En ambos casos se trata de una mera relación comercial, de alcance mínimo. Es cierto que ideológicamente podríamos situarnos más cerca de La Jornada, pero no podemos hablar de momento más que de un simple contrato de servicios.
¿Cuál ha sido la principal presión -política o económica- a la que se ha visto sometido como director en Público? ¿Y en El País?
La principal presión política o económica siempre está por llegar y, cuando sobreviene, la mejor salida es no doblegarse. Mi tarea es defender la información si está debidamente contrastada, así de simple. Tengo que decir que en Público me siento muy autónomo, sin interferencia de los editores, y confío en que esta situación tan confortable vivida hasta ahora no cambie.
Esta entrevista es para un medio alternativo, rebelion.org . No es habitual una relación así de cordial entre la prensa convencional privada y un periódico alternativo en Internet. Lo habitual es que la primera nos desprecie y la segunda les critique. ¿Cuál es su sincera opinión sobre las iniciativas de medios de comunicación alternativos en papel o en Internet?
Internet es una tecnología imparable que convierte la información en inmediata, accesible y gratuita. Como herramienta de difusión es imbatible porque no tiene problemas de espacio y permite la interactividad continua entre el medio y el lector. Por eso los periódicos impresos utilizamos también nuestra web. En la prensa escrita Público quiere ser una alternativa a los medios que ya existían y estamos peleando por agrandar nuestro espacio. Así que no puedo más que decir que todas las alternativas son válidas, siempre que respondan al objetivo de una información veraz, contrastada y de interés para los lectores. La información es un campo lleno de obligaciones, porque está sujeta al derecho de información que tiene la sociedad. La opinión, sin embargo, pertenece al derecho a la libertad de expresión.
Rebelión ha publicado este artículo a petición expresa del autor, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.