Mientras los analistas aseguran que la renuncia del director de la CIA George Tenet se debe a que a Bush le hacía falta con urgencia una cabeza de turco que cargara con la culpa de las mentiras para salvar su reelección presidencial, el ex Presidente de la compañía ha asegurado que su dimisión tiene que […]
Mientras los analistas aseguran que la renuncia del director de la CIA George Tenet se debe a que a Bush le hacía falta con urgencia una cabeza de turco que cargara con la culpa de las mentiras para salvar su reelección presidencial, el ex Presidente de la compañía ha asegurado que su dimisión tiene que ver solamente con problemas familiares.
Poco después de anunciarse su dimisión, Tenet reunió a los empleados de la sede de la agencia en Langley (Virginia), en las afueras de Washington y, emocionado y lloroso, dijo que va a dedicar más tiempo a su hijo, Michael, y a su esposa, Stephanie.
Para hacer aún más convincentes las razones de su imprevista despedida, el ex Director aseguró: «No somos perfectos, pero uno de nuestros secretos mejor guardados es que somos muy, muy, muy buenos».
Por su parte The New York Times reveló hoy que la razón de fondo de la dimisión, es un informe de 400 páginas elaborado por la Comisión de Inteligencia del Senado, en el que recopila los errores de la CIA en la información sobre las armas de destrucción masiva iraquíes antes de la invasión del país.
Si algo ha caracterizado a la actual administración norteamericana es que ha logrado institucionalizar la mentira. Las falsas armas de destrucción masiva o los verdaderos culpables de las recientes torturas cometidas en la cárcel de Abu Ghraib o el falso video del estadounidense decapitado, son solo las más representativas de una lista de argucias que comienza con las declaraciones ofrecidas por el actual gobierno para justificar su incompetente actuación a la hora de evitar los sucesos del 11/S.
Los medios no han permanecido al margen del contagio. De un tiempo acá, las grandes revelaciones periodísticas del New York Times son aquellas en que se descubre los fraudes cometidos por un periodista o la manera en que el periódico se ha dejado engañar por los secuaces de la Casa Blanca.
Los analistas quizás tengan razón en que a la renuncia del Director de la CIA le seguirán otras. Los que realmente gobiernan EE.UU. debían sopesar mejor entre el valor del petróleo y la pérdida de credibilidad que sufre el modelo de «democracia» norteamericana.
El remedio es bien sencillo: despedir de un golpe a toda la camarilla.