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Algunas preguntas sobre la muerte de dos ciudadanos ecuatorianos en la T-4

Fuentes:

En los años cincuenta el semanal El Caso era el medio de prensa más leído de España. En aquella publicación  donde el crimen  cuanto más cruento era noticia que hacía subir la tirada, eran especialistas en sacarle beneficio a la sangre. Con celeridad de buitres hasta el lugar del suceso se desplazaban los intrépidos reporteros, […]

En los años cincuenta el semanal El Caso era el medio de prensa más leído de España. En aquella publicación  donde el crimen  cuanto más cruento era noticia que hacía subir la tirada, eran especialistas en sacarle beneficio a la sangre. Con celeridad de buitres hasta el lugar del suceso se desplazaban los intrépidos reporteros, pluma y cámara en ristre: declaraciones de los familiares de las víctimas, fotos del dolor, fotos de la víctima (si estaba casado o casada, foto de boda, si era soltera o soltero, foto de la primera comunión). Parásitos del dolor ajeno.

Hoy, cuatro de Enero de 2006, en el Telediario de la 1 el tema estrella era uno de «los desaparecidos» en la explosión  llevada a cabo por ETA en la T-4,  uno de los dos infortunados ciudadanos ecuatorianos que tuvieron la desgraciada necesidad de quedarse a descansar en el parking de la T-4 donde ETA colocó su explosivo. Contenidos del reportaje: entrevistas a los familiares, escenas de dolor, biografía sentimental del fallecido, la misma «estética» sucia de El Caso. Y uno se pregunta el por qué los intrépidos reporteros no abandonan aquella estética casposa  con la que el franquismo tapaba sus silencios y  hacen algunas preguntas necesarias a quienes corresponda: Ministro del Interior, Delegado del Gobierno, responsables de AENA, responsables de la seguridad del aeropuerto, acerca de las circunstancias que permitieron que tales «desapariciones» hayan tenido lugar.

Si, como los medios recogieron, los primeros informes sobre la ubicación de la furgoneta bomba y sobre la programada hora de explosión tuvieron lugar una hora antes de qué esta ocurriera ¿cómo es posible que no se desalojase con eficacia el módulo del parking? ¿Cómo es posible que no se atendiese a los avisos que sobre la presencia en  el módulo sin duda hizo la novia de uno e ellos? ¿Cómo es posible que habiendo el informante señalado las características, matrícula y ubicación de la furgoneta, no se pusiera sobreaviso a quien  descansaba o dormía a escasa distancia? ¿Cómo es posible que después de todo el presupuesto que la construcción de la T-4, joya  y emblema de nuestra modernidad, se ha tragado, no hubiese una instalación de megafonía para casos de emergencia? Y ¿cómo es posible que estas preguntas no sean planteadas en los medios de comunicación? ¿Es que vivimos ya en una atmósfera civil donde lo necesario es inoportuno? ¿O es que el terrorismo suspende el derecho a preguntarse sobre cosas que hay que preguntarse, o es que el terrorismo deja en aguas de borrajas el deber de ayuda y las  faltas o delitos por omisión o negligencia de los que pudieran ser responsables?

Necesitamos las preguntas porque necesitamos respuestas. No llega con llorar, lamentarse y hacer información sentimental. Ser un ciudadano consiste en tener derecho a exigir responsabilidades: a ETA las que son de ETA y al César las que son del César. Hay silencios que nos deberían dar vergüenza.