Hace unos tres mil cien años un grupo de hombres de una villa llamada Tebas en Egipto se reunió y haciendo de sus voces un coro exclamó: «No se puede trabajar con el estómago vacío «. Siendo obreros del más poderoso autócrata de su tiempo Ramsés III, podrían tener miedo por las consecuencias de su […]
Hace unos tres mil cien años un grupo de hombres de una villa llamada Tebas en Egipto se reunió y haciendo de sus voces un coro exclamó: «No se puede trabajar con el estómago vacío «.
Siendo obreros del más poderoso autócrata de su tiempo Ramsés III, podrían tener miedo por las consecuencias de su acto, pero el deseo de tener unas condiciones de existencia mínimas les llevaron a unirse e influir en el proceso de sus vidas. Imaginamos los exhortos de los más aguerridos y determinados con el fin de que todos dejen de realizar sus labores a cambio de nada, los relatos de las penurias por sus necesidades insatisfechas, los llamados a no claudicar en una justa petición a una reencarnación de la divinidad: el faraón. Seguramente otras veces tuvieron que unirse y organizarse antes y después, para hacer valer su condición de seres humanos. Llevaron a cabo la primera huelga de la que en occidente se tiene noticia. El final de este episodio fue feliz para quienes hicieron parte de este gesto de armonización de sus aspiraciones en procura del bien colectivo colocándose en rebeldía, pues lograron comida, bebida y ropa de su señor [1]. Fue un buen ejemplo de acción conjunta en busca de un propósito común para muchas generaciones.
Luego, unos ochocientos años después el filósofo Aristóteles expresaba que «…sólo en la comunidad se encuentra el hombre en su forma perfecta y acabada y sólo en ese ámbito social se realiza el bien en gran escala.» [2].
Para los griegos en la antigüedad un ser humano con la plenitud de los derechos no participante en los asuntos concernientes a su ciudad, en las decisiones sobre la guerra y la paz así como la elección de sus autoridades, acaso la distribución de los bienes dentro de esta, era un ser distinto a sus restantes congéneres, uno con un problema mental. Tal apatía o indiferencia en aquellos tiempos era absolutamente censurada socialmente, pues lógicamente inducía a la ruina de la sociedad al dejar a esta a merced de las consejas, las arbitrariedades y los egoísmos de unos pocos ‘interesados’, dejándola expuesta a las acechanzas de los enemigos, pues la indiferencia sobre la suerte del conglomerado social siempre redunda en beneficio de quienes persiguen sus riquezas. Los griegos denominaban a estos individuos apáticos e indiferentes Idiotez. De este término hoy se deriva otro de carácter médico con el cual se identifica a los aquejados de una enfermedad denominada idiocia, un trastorno caracterizado por una deficiencia muy profunda de las facultades mentales. Desde la antigüedad se estimó que no tomar parte en los asuntos trascendentes a las vidas de los grupos humanos, significaba adoptar una conducta antinatural, un hecho sucedido sólo si se estaba bajo el influjo de un mal trastornante del entendimiento de lo obvio: la defensa mancomunada del grupo humano. La palabra moderna idiota denota este menosprecio, por quien no comprende lo que se cae de su peso.
Por aquel entonces se llega a establecer con la filosofía estoica, que los humanos no sólo tenemos relación directa con nuestra sociedad, sino con todas las restantes, cualquiera el sitio donde se hallen; por ello un comediógrafo romano de origen africano como vocero del estoicismo afirmaba en una de sus obras: » Soy un hombre y nada de lo humano me es ajeno» [3].
Unos años después por su parte Cicerón manifestaba: «Los hombres mismos han nacido los unos para los otros, a fin de que puedan ayudarse recíprocamente… poniendo en común lo que pueda ser útil a todos con el intercambio de servicios, dando y recibiendo, y hacer más íntima la sociedad de los hombres entre sí con nuestro ingenio, con nuestro trabajo y todos los medios de que dispongamos.» Y luego con vehemencia concluía nada más ni nada menos: «Quede bien probado que en la selección de los deberes han de primar los que son el fundamento de la sociedad humana « [4]. Este interés por todo lo relacionado con la especie humana, lo sabemos bien hoy, implica asimismo el mejoramiento de las condiciones de la existencia de la especie en todos los campos. La intensa afirmación como miembros de la comunidad homo sapiens, pasa por la actuación, el obrar en procura de estos fines humanos.
La participación de clases sociales enteras de unos doscientos años al presente ha servido para moldear de acuerdo a los conocimientos científicos, nuestro discurrir por el planeta en varias generaciones. Los logros no son pequeños, y no obstante se ven amenazas.
Los derechos, las garantías, los beneficios de los cuales disfrutamos en la actualidad son realmente el resultado de la acción interesada en procura del bien general expresada en las luchas sociales, para únicamente hablar de la era moderna; en el caso europeo luego de la ilustración fueron esos movimientos sociales expresados en la forma de levantamientos urbanos, campesinos, marchas, huelgas obreras, insurrecciones, comunas, guerras civiles, manifiestos, cabildos abiertos, pronunciamientos, resistencias pasivas o activas, etc., que como los enumerados, frecuentemente llegaron a la categoría de actos violentos contra el orden vigente. Manifestaciones de deseos fervientes de millones de seres humanos en el planeta, por un control determinante de las sociedades reflejado en mejores condiciones de existencia.
La historia cuando describe estos hechos, casi siempre dolorosos, es elocuente y estremecedora y no obstante transmite acontecimientos fundamentales en la estructuración del mundo conocido hoy. La instauración de la jornada laboral de ocho horas tiene el antecedente de la masacre del 4 de mayo de 1886 en la plaza Haymarket en Chicago, y las inmediatas ejecuciones y condenas a cadena perpetua que le siguieron por parte de un poder judicial destinado a la represión del descontento manifestado de forma colectiva [5]. Los ejemplos de expresiones de inconformidad social ahogados en sangre, son tan numerosos como sociedades han existido en el mundo, dejando profundas huellas de su mayor o menor fortuna. En Chile, la masacre de la Escuela de Santa María de Iquique del 21 de diciembre de 1907, con más de un millar de muertos (pues no se supo con certeza el número de víctimas), se relaciona directamente con las necesidades de salud y mejor paga para los mineros del salitre [6] ; la Matanza de Tlatelolco en ciudad de México el 2 de octubre de 1968 es otro hito para resaltar en el continente americano, con sus más de trescientas muertes, pues demostró hasta donde puede llegar el descontento estudiantil por la situación general de todo un país y lo repugnante de las élites [7] ; por su parte la Masacre de las Bananeras en Ciénaga Colombia el 6 de diciembre de 1928 (también con su indeterminado número de muertes), pero que no se estiman en menos de mil, aporta otra referencia intencionalmente oculta para los latinoamericanos, de los enclaves neocolonialistas y las protestas sangrientamente reprimidas [8] , aún vigentes en el mundo si tenemos en cuenta las condiciones de explotación de las maquilas centroamericanas; las luchas no cesan y más recientemente, en Brasil, la matanza de 19 campesinos en el estado amazónico de Pará en ElDorado Dos Carajás el 17 de abril de 1996, por reclamar algo sencillo, la causa de buena parte de luchas sociales en la historia: tierra para la labranza [9].
Como se aprecia el costo en vidas ha disminuido un tanto, pero el mejoramiento general de las condiciones laborales o de la tierra para el que la trabaja, está aún por establecerse como un derecho adquirido, especialmente luego de la ofensiva neoliberal de los últimos treinta años.
Aún con todas estas represiones debemos concluir, que si tu salario en algo compensa tu trabajo y te permite vivir dignamente siendo un verdadero privilegiado de nuestros tiempos, es como consecuencia del actuar conjunto de muchos y muchas, en huelgas, marchas, levantamientos, barricadas; soportando improperios, golpizas, persecuciones, heridas y nada desusualmente, la muerte. Estos sucesos hicieron a los patronos, o a sus empleados privilegiados, los gobernantes, ceder un poco y ofrecer la puesta en práctica de estos beneficios. En este mismo sentido amigo lector, si a la sazón gozas de agua potable en tu vivienda, no es por la benevolencia del poder estatal o privado, fueron tus antepasados de tres o cuatro generaciones atrás, quienes obligaron, en el sentido literal de la expresión, a los dueños de la época a extender estos y otros servicios hoy tenidos como elementales, aún no disfrutados por una buena parte de la población mundial.
Esos logros resultado no del esfuerzo de unos cuantos ilustres, magnánimos filántropos, sino de millones de mujeres y hombres, no fueron obtenidos, como sabemos, por medio de tratados resultado de conversaciones amables, en salones ostentosos, o almuerzos de tarde de domingo con los detentadores del poder. El capital no hace concesiones por mera benevolencia.
Ahora bien, si careces de estos logros, ahora en peligro para quienes los disfrutan ¿no es tiempo de, teniendo en cuenta el desarrollo humano, sean llevados al conjunto de las sociedades sin excepciones creando la globalización de las luchas?
La misma libertad de expresión, es uno de los resultados de la organización unitaria de capas letradas de la población reflejadas en el campo de la comunicación. La censura en sus múltiples formas, es y fue contra lo que luchan los pueblos cuando pretenden hacer oír sus opiniones. Esto es fundamental, pues sin comunicación fluida, es decir la del emisor y receptor a la vez, no puede existir una sociedad que tenga en cuenta los valores de las mayorías. También la seguridad social, el derecho de huelga, las vacaciones pagas, la jubilación, el voto de las mujeres, o la abolición de oprobiosas instituciones como la esclavitud, son producto de duras luchas con mucha sangre, sudor y lágrimas.
El precio de lo que disfruta esta generación, fue entonces muy alto en sufrimiento y vidas, muchas generaciones se han sacrificado por entero, no debemos de ninguna forma olvidarlo. Si investigamos en la vida de nuestros ascendientes, alguna o alguno habrían caído en esas luchas.
La presión de masas de trabajadores rurales y de las urbes fue el impulso espontáneo al bienestar de la sociedad entera. Los postulados de la solidaridad e igualdad en las mentes de quienes se agitaron durante el siglo XVIII, XIX y XX, casi siempre bajo sangrientas represiones, empujaron a la instauración de los derechos conocidos hasta más o menos los años ochenta del siglo pasado en alguna sociedades.
Esa presión de cuerpos, gritos, pancartas, machetes y fusiles, es decir manifestaciones de voluntad generadas por el autoreconocimiento como seres con facultades por desarrollar y necesidades por cubrir, en el marco de la acción conjunta, abrió espacios a la moderna democracia, la de las elecciones, pues hasta el sufragio universal, tan elemental hoy, no fue concedido sino mediante duras batallas contra el despotismo y absolutismo.
Esto implica en el terreno de la comunicación el abordar todos los aspectos del actuar social transformador desde una problemática en algo profunda. Un comunicador con un mínimo de pensamiento humanista debería dar prioridad a la facultad de los miembros de la sociedad para agruparse, crear y ejercer su voluntad colectiva, aplicando una escala de valores actualizada en la información, otorgando privilegio a los asuntos afectantes a la mayor cantidad de personas, mediante un análisis plural. Asuntos de trascendencia tal como guerras con sus funcionales masacres, consecuencia de políticas agresivas de los poderosos frente a los débiles en una expresión más de acechanzas en pos de los recursos de estos, el calentamiento global sus causas y consecuencias, el manejo adecuado del agua así como el acceso al agua potable a todos los seres humanos, el irracional y suicida gasto armamentístico relacionados con los poderes transnacionales, la grotesca y apestosa contaminación ambiental y sus causantes, los daños ecológicos muestras palpables del ‘empuje’ del capital, la persecución política a quienes se oponen a este orden, la segregación racial como la más grande ignorancia de nuestro tiempo, la opresión sexual, etc. son una muestra no taxativa de lo por ser abordado con urgencia por parte del periodismo en los grandes medios de comunicación. En el presente estos problemas comunes a nuestra existencia si que son globales, e influyen en nuestras cotidianidades significativamente; muchas más razones para la acción que hace tres mil o dos mil años, para la influencia mancomunada de hombres y mujeres. Con un ingrediente adicional en esta era de mortíferas y sofisticadas armas; un actuar en unas condiciones adecuadas de organización y fervor, puede desestimular, en muchas circunstancias el empleo de métodos letales de presión a la vez de inhibir la represión sangrienta a la cual se exponen poblaciones enteras en varios puntos del globo. Una participación con suficiente efectividad aumenta la seguridad de los oprimidos, colocando a las élites en dificultades para justificar crímenes de lesa humanidad. Esta es en últimas la democracia funcionando con las normales contradicciones, pero conduciendo a pueblos enteros a niveles de vida menos oprobiosos.
El impulso periodístico a la organización social, no es un mero consejo subjetivo, un asunto de conveniencia en el ejercicio del oficio de informar. Los manuales lo dicen expresamente, el periodista si ha de obrar éticamente, esto es en función del interés general, además de enseñar y fiscalizar tiene como deber el estimular, dar seguridad para la participación a los miembros del grupo humano al cual se dirige [10] .
A pesar de toda la distorsión del oficio, de esos actos de obsecuencia con el estólido consumismo, de tácitas y expresas menciones de fidelidad con el poder y el dinero, la primera lealtad de los comunicadores no es con los dueños de las multinacionales o los gobiernos que les respaldan y sirven con pasión de lacayos. Es con la humanidad, concretamente representada en aquellos a quien dirigen sus mensajes, ya sean muchos o pocos. Y sin duda la mejor forma de atender este compromiso del oficio periodístico es el propiciar en los receptores de la comunicación su participación conciente e interesada en los asuntos fundamentales de la comunidad local y global como miembros de la especie humana. Si se habla de globalización, deberían los medios que tanto la anuncian, propiciar el conocimiento y debate de los grandes y pequeños asuntos internacionales, punto crucial para que los seres humanos seamos mujeres y hombres de nuestro tiempo.. Los habitantes de Palestina, Darfor, el Congo o Aceh deberían tener principal cabida en un periodismo en algo comprometido con su deontología. Esa es una real globalización de nuestra especie y no aquella del proyecto de las transnacionales iniciado desde hace tres décadas, de no derribar las barreras comerciales en los países del primer mundo, y a la vez imponer por la fuerza el libre mercado a los débiles, desmontando los logros obtenidos en luchas de doscientos años.
Un comunicador interesado en ofrecer un comportamiento ético de su oficio debe impulsar la participación masiva en la sociedad en los temas sensibles, desenmascarando aquello de que la política se da esencial y privilegiadamente en las elecciones políticas de dignatarios en el desacreditado ámbito de los políticos profesionales. La historia niega categóricamente tal tesis. La autocomprensión de los individuos como ciudadanos plenos necesariamente comprende las otras actividades sociales humanas desarrolladas en la fábrica, la escuela, la universidad, en el hogar y sus diversas formas de familia, el juego, el cuartel, la oficina, el agro etc. La participación democrática se debe dar en todas las relaciones sociales, no solamente en los ritos electorales hoy plenos de diversos fraudes y manipulaciones en contra de los intereses mayoritarios. Sabemos bien que el más denigrante despotismo está instaurado en espacios de desarrollo humanos como los mencionados, donde la dictadura, arbitrariedad, el despojo y la censura son la ley indiscutida, siendo allí donde corresponde abrir la democracia cotidiana [11].
Los hechos narrados mediante las declaraciones periodísticas donde se anuncian las ventajas sociales del estado de bienestar como producto de las genialidades y la benevolencia de ‘grande hombres’ o unas pocas ‘mujeres de hierro’ etc., encubren procesos sociales en los que participamos desde varias generaciones atrás, y muy seguramente desde nuestro andar erguido. La ideología de dominación en lo comunicativo liga derechos y logros al nombre de héroes, prohombres, genios o políticos estadistas, agentes a la larga o a la corta del rendimiento del capital; falacias repetidas con rimbombancia en el discurso periodístico actual. Sigmund Freud expresaba: » El mito atribuye exclusivamente al héroe la hazaña que hubo de ser obra de la horda entera« [12] . Por tanto directamente pretenden borrar en los mass-media privatizados, la memoria colectiva, las prácticas de participación facilitantes de la instauración real de la solidaridad, eje de lo que nos convierte en humanos, intentando hacer ver que el mundo ególatra de autócratas y artistas del Star Sistem, es el único conocido. Simbólicamente han sido despojadas las mayorías de sus logros y se los ha colocado como realizaciones de unos cuantos elegidos; una nueva usurpación de lo elaborado colectivamente.
De allí la magnificación de las actuaciones particulares de determinados individuos cercanos al poder, el seguimiento nimio de sus conductas. Las declaraciones de los prepotentes jefes de estado, magnates, burócratas de inmensos salarios, figurones repetidamente ensalzados, llevan a hacer creer que estos personajes elevados del grueso de la población son elegidos, consentidos de la fortuna, con poderes casi sobre naturales. La alabanza a su ‘carácter’, ‘talante’, la repetida puesta en escena de símbolos del individualismo y la competitividad, sus fortunas, gastos, excentricidades, gestos y declaraciones, continuamente revelan el egoísmo instalado como modelo, prototipo, de la mujer o el hombre contemporáneos, guiados eso sí, invariablemente por la economía de mercado.
Por tanto el uso de las ciencias sociales por parte de periodistas independientes y sensibilizados de su papel de legatarios de la Ilustración, nos muestra la participación social en su dimensión de esencia de las formas humanas, al desvirtuar los fatalismos de imposiciones de los poderes establecidos en su exclusivo beneficio y que son expuestos por amañados ‘expertos’, como ineludibles designios de una tragedia que nos envuelve a todos y que en «algún» tiempo traerá bienestar a la generación de nuestros bisnietos; de ello los economistas neoliberales, opinando constantemente en los medios oligopólicos, son un paradigma repetido y magnificado del presente mediático.
Con la participación en las decisiones públicas de la población a través de voceros o representantes o tal vez directamente (algo indispensable por explorar en nuestra época), se toma una mayor conciencia de las sociedades como el resultado del actuar de millones y no la consecuencia inexorable de las imposiciones o magnanimidades de la minoría del siglo XXI, una que haría palidecer de envidia a la oligarquía romana del siglo I, pero esta vez apoyada en leyes econométricas expresadas en cuadros de luminosos de colores en pantallas de ordenador en vez del capricho de los dioses. Como dice Vandana Shiva, en realidad las posibilidades de elección para hombres y mujeres son ilimitadas, nunca se da en las relaciones sociales una situación en la que el ser humano no tenga la posibilidad de elegir, incluso existe la posibilidad superior de decir no [13]. Y eso es lo que han repetido todas las movilizaciones de grandes masas activas de los últimos tiempos a pesar de la oposición tácita y en veces expresa de los medios privatizados, como cuando más de dos (uno para la policía) millones de personas piden el recuento de los votos en ciudad de Méjico, el primero de agosto de 2006 luego de serios indicios de fraude en las elecciones que arrojaron como presidente electo a Felipe Calderón, en detrimento del candidato Andrés Manuel López Obrador [14]; otro tanto ocurrió con la Ley de Primer empleo en Francia la cual provocó la movilización por varios días del mes de marzo de 2006 de más de un millón de personas en cada jornada en todo el país [15] ; que decir de la emocionante marcha de Madrid, ciudad que presenció la salida de un millón de personas para rechazar categóricamente la inminente invasión de Iraq en marzo del 2003; en el año que transcurre, el 8 de abril, un número indeterminado de hombres marcharon en Nayaf al sur de la ocupada Bagdad, para expresar su oposición a la presencia de EE.UU. en Iraq, a pesar del terror ejercido ferozmente a su derredor [16].
La indiferencia, la ignorancia, la apatía en las mayorías son el camino expedito para la instauración de autoritarismos desnudos o malamente disfrazados como los del presente. Buena parte de lo que emiten los medios del misterio, como información o entretenimiento, pretende de una u otra forma obstaculizar, o a lo sumo lanzar un manto de olvido sobre la influencia de la participación social en los logros de las sociedades actuales. Y esto es mucho más evidente cuando las protestas sociales son desvirtuadas como peligrosas a la salud de los participantes, toda una descarnada amenaza en los países de crónica y profunda inobservancia de los derechos humanos como Colombia, México o Perú en América Latina, donde cualquier símbolo de inconformismo es duramente reprimido, como lo recordó en días pasados el demócrata Alan García; toda expresión callejera de voluntad distinta a la neoliberal ha de resultar incómoda a las ciudades y países donde se desarrolla, inconveniente a las masas indiferentes, injustificada en cualquier caso si apunta a afectar los derechos inalienables del capital. Las imágenes y/o los comentarios representarán por consiguiente escenas caóticas, de redundante irracionalidad, violencia contra las belicosas fuerzas policiales; la edición de tomas de televisión ha de ser cuidadosamente arreglada, y de su parte los adjetivos habrán de cargarse de variadas desaprobaciones. Desde el primer mandatario quien con pedantería sentencia que no hay motivos para la movilización pues el paraíso terrenal llegará a la tierra con las privatizaciones de los bienes comunes y el rendimiento del capital financiero, hasta los taxistas afectados por los embotellamientos, pasando por el indiferente empleado del almacén que reduce sus ventas, opinarán negativamente sobre las movilizaciones, y sus expresiones tendrán extendida cobertura la justeza de las reclamaciones no se tomara en cuenta, pues a duras penas se enunciarán estas.
Eso sí, en el evento de participación sirva a los propietarios de los medios como propaganda para algún fin práctico, con un despliegue en primeros planos y grandes titulares jamás visto en el caso de movimientos de protesta popular (allí no aparecen empleados aburridos, taxistas enfurecidos o autoridades con amenazas). Se empujará a la movilización esencialmente a las estólidas clases medias con los inveterados clichés vacíos por sus significados abstractos y ambiguos del orden publico, la seguridad, el rechazo a los ‘violentos’, la institucionalidad, la libertad de expresión, los derechos adquiridos (no se sabe como), etc. El 11 de abril del 2002 en Caracas se vivió el paradigma extremo de este periodismo inverecundo, constituido en montaje imprescindible de una conspiración oligárquica de instigación internacional contra un gobierno popular [17] .
La expresión de la sociedad también se relaciona con el hecho de que todos los habitantes puedan dar a conocer explicaciones propias de su realidad y de los problemas por resolver, dando voz a quienes no la tienen, dejando ver imágenes contextualizadas de sus entornos; otorgando la seguridad suficiente para la actuación en todos los aspectos sociales de las mayorías. Se sorprenderían los comunicadores mercenarios de las explicaciones humanistas y propias ofrecidas por los miembros de aquellas masas a quienes desprecian como incultos, ignorantes y no educados en ciencia política o economía en las universidades de la Ivy League, si por un momento abandonaran el facilismo cobarde y tuvieran en cuenta a la mayoría de la población.
No podemos olvidar a la indiferencia como una posición coadyuvante de la inmovilidad y el orden establecido, y a ella se debe dirigir el esfuerzo periodístico comprometido con los destinatarios. Perder de vista que la información no puede estar regida por las leyes de la oferta y la demanda, sino que esta directamente relacionada por lo que cada época estimamos como las necesidades del bien común, redundaría en el elevamiento de la participación, reacomodando las fuerzas sociales.
Así mismo propiciar la participación debe conducir a impulsar a la actividad en la búsqueda del conocimiento y entendimiento de la realidad, pues como afirma Ignacio Ramonet, el contacto con la información y su significado no es un mero gesto de quietud en espera del arribo de las noticias, y más bien una acción de iniciativa y curiosidad permanente, por cierto muy propia de los todos los mamíferos. Por ello si los periodistas renuncian a la investigación tomando el camino de corre-ve-y-diles del poder, se mutan de oficio humanista a agentes del oscurantismo, del secretismo de los actos de sus amos y sus socios, e incluso van contra del instinto del orden al cual pertenecemos como especie. Si sabiendo callan, adquieren la categoría de cómplices de las injusticias; es el caso de los comunicadores paniaguados, legión por estos días.
Con el advenimiento de los graves problemas por resolver en el planeta, la participación no sólo es necesaria sino indispensable para la construcción de soluciones, y unos medios controlados por multinacionales asociadas o directamente dirigidas por quienes desean mantener y profundizar el orden social de guerras depredadoras de los recursos naturales, los mass-media deben cada vez ser más comprometidos con la actuación de las mayorías en la vida social. Si no cumplen esta función ética, sin duda alguna van contra los intereses de las sociedades, prolongando desigualdades y con ellos la injusticia. Un estado de cosas así sólo puede ser invertido mediante la democracia, entregando los medios a quienes sean sus voceros no institucionalizados e induzcan a la participación lo más activa posible en todos espacios de la cotidianidad. Un ejemplo de esto es la relevancia de la comunidad solidaria de los barrios como un punto por impulsar y desarrollar en una comunicación participativa con un intercambio de experiencias y propuestas por todo el mundo en voces, textos e imágenes. De allí que la rescisión del espectro electromagnético común (por su carácter limitado) en manos de oligopolios debe estar en el orden del día, en una sociedad pretendidamente en cambio de estructuras. Por ello la histeria de aquellos por lo ocurrido en Venezuela en mayo de este año, con un medio privatizado y recuperado, debe ser enfrentada con un cuestionamiento general a la privatización de la información. La discusión del tema debe ampliarse, en el terreno del bien común sobre la libre empresa, en aplicación de los principios constitucionales vigentes, para que dejen de ser simples enunciados.
Al tener presente la constitución de nuestro entorno social mediante la comunicación de ideas, a la vez damos pasos hacia el control de los medios por parte de la sociedad y no de un grupúsculo egoísta y deshumanizado, llegando al conocimiento y compresión de los diversos pueblos hermanados en esta y otras tantas luchas. La comunicación nos permite esto, es decir erigirnos en seres humanos, como los obreros de Ramsés III nos enseñaron: participaron en el destino de sus vidas comunicándose desdichas y anhelos. Esto es la mejor manera de dejar la idiotez, en la cual nos colocan, los periodistas dóciles.
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NOTAS
[1] Georges Le Franc. La Huelga en la Historia. http://www.egiptomania.com/historia/huelga.htm
[2] Aristóteles. Ética a Nicómano
[3] «Homo sum humani nil a me alienun puto». Heauton Timoroumenos Publio Terencio Afer,
[4] Sobre Los Deberes .
[10] María Teresa Herrán, Javier Darío Restrepo. Ética Para Periodistas.
[11] André Gorz. El Movimiento Europeo y la Crisis de la Democracia Representativa. Sociedad Industrial Contemporánea .
[12] Psicología de las Masas