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El jefe infiltrado y la Sexta

Basura en prime time envuelta en un obsceno y viejo paternalismo empresarial

Fuentes: Rebelión

Va por su tercera temporada y no ha merecido la censura contundente ni de sindicatos ni de partidos políticos de izquierda ni de otras organizaciones sociales o de consumidores que velan por la ética o moral de los contenidos que ofrecen las cadenas de televisión. Nos referimos a El jefe infiltrado que se pasa semanalmente […]

Va por su tercera temporada y no ha merecido la censura contundente ni de sindicatos ni de partidos políticos de izquierda ni de otras organizaciones sociales o de consumidores que velan por la ética o moral de los contenidos que ofrecen las cadenas de televisión.

Nos referimos a El jefe infiltrado que se pasa semanalmente por laSexta, un programa al estilo reality show en el que un directivo de una empresa espía a su personal asalariado bajo un rol falso, fiscalizando en las lindes de la legalidad la labor cotidiana de los trabajadores en nómina. Entre otras firmas más o menos conocidas se han prestado al avieso juego de laSexta logotipos de postín como Dormity, Fain Ascensores, Lizarrán, MRW y Yoigo.

El broche del espacio es la reunión entre el jefe y sus asalariados. En ese momento se descubre todo el pastel, los trabajadores lloran ante el temor de que sus conductas y opiniones puedan ser criticadas por el patrono y sean susceptibles de conllevar sanciones u otro tipo de reprimendas o consecuencias laborales.

Pero no, todo está estudiado para un final feliz y humano donde el jefe supremo de la firma luzca su caridad paternalista y premie a su personal con cheques u otras prebendas o regalías caprichosas para abonar la fidelidad, resignación y silencio reivindicativo de sus trabajadores, que previamente han desnudado ante cámara sus dificultades vitales, económicas, familiares y privadas y también sus sueños imposibles para salir adelante en el duro día a día con cierto decoro y dignidad.

A través de El jefe infiltrado, la empresa embellece su marca pública en un ejercicio puro de mercadotecnia calculada, con retornos intangibles en prestigio y presencia mediática, mientras que los trabajadores, con posterioridad a descubrirse el engaño al que han sido sometidos de forma pasiva, aceptan vender su imagen y supeditación a la firma a cambio de regalos paternalistas que posibilitan la emisión del programa por laSexta.

En el programa jamás se habla de los beneficios de la empresa, del sueldo del jefe ni de los emolumentos salariales ni de las condiciones laborales auténticas de los trabajadores. Todo ello permanece convenientemente fuera de cámara para no dañar la imagen empresarial y no servir de acicate a las justas reivindicaciones sindicales de los trabajadores.

El programa de marras es antisindical y obscenamente paternalista, creando agravios comparativos con otro personal en plantilla que no puede acceder a esos complementos discrecionales que paga el empresario a los protagonistas forzados del espacio televisivo.

Otrosí importante. En el arranque del programa se suele asistir a una breve presentación del jefe en su hogar junto a su familia. En ella vemos chalés exuberantes de alto standing, el refugio cálido de la clase empresarial de éxito de nuestro país. Nunca se ofrecen las viviendas de sus asalariados y su modus vivendi o existencial. El contraste sería demasiado violento pudiendo provocar que la audiencia extrajera elementos de juicio sociales y políticos no deseables para el orden establecido.

Muchos son los aspectos nocivos, incluso rayando la ilegalidad, y mensajes ideológicos que se transmiten subrepticiamente a bordo de El jefe infiltrado.

Mediante engaño y alevosía premeditada se invade el espacio laboral propio de cada trabajador.

Se usa y abusa de la jerarquía empresarial para obtener información reservada y personal.

De modo discrecional y arbitrario, el empresario de turno premia conductas de algunos trabajadores en detrimento de la mayoría a cambio de fidelidad y silencio reivindicativo, rompiendo la unidad de acción de la plantilla en su conjunto. De esta manera, se obvia o minusvalora la negociación colectiva.

Dios-jefe es el rey de la empresa, un lugar donde la clase trabajadora se gana su sustento diario gracias a su bondad, sabiduría, poder incontestable y superior magnificencia. El trabajador asume el papel de súbdito entregado a la causa del beneficio capitalista sin apenas rechistar.

La mejor gente trabajadora es aquella que sufre calladamente y reconoce al jefe sus atributos con naturalidad y fe casi religiosa.

El programa, además, se solaza y relame ante los sollozos y temores de los asalariados cogidos in fraganti en su ingenua sinceridad, lo que da un toque emocional y humano que hace trizas con la dignidad crítica de la gente que lucha a conciencia por métodos legítimos y democráticos de índole sindical y política.

En suma, El jefe infiltrado es uno de los espacios de la parrilla televisiva en prime time más obscenos que hoy se emiten en España. Su perfil pornográfico no se nota en primera instancia; hay que rastrear su inmoralidad innata en el mismo formato y en los entresijos que narra: historias de la gente común trabajadora exentas de conflicto social.

Todo transcurre dentro de una normalidad espuria: el trabajador trabaja y asiente y el empresario hace las veces de padre, a veces severo pero siempre comprensivo, que sabe mejor que nadie lo que necesita de verdad el personal a su servicio.

¿Se imaginan un hipotético programa, El trabajador infiltrado por ejemplo, en el que un operario espiara las conductas financieras, privadas y empresariales de su jefe o directivo de cualquier empresa española? Podría ofrecerle inversiones en paraísos fiscales, evasiones de capital que no dejaran rastro fácil o seguro que seguir a Hacienda o bien concursos amañados con la Administración pública a través de pagos a funcionarios o partidos políticos.

Eso sí que sería un reality show a lo grande y con morbo inaudito. Claro está, eso no interesa a los accionistas de laSexta y podría ser perseguido de oficio por las Fiscalía del Estado. El jefe infiltrado es sinónimo de libertad de expresión; un supuesto El trabajador infiltrado incurriría en nefandos delitos contra el honor intocable y la fama intachable de los empresarios.

LaSexta goza de un capital simbólico de tinte izquierdista que no se corresponde con la realidad. Jordi Évole y El Gran Wyoming le otorgan una credibilidad falsa. El resto de su programación es de desecho, sensacionalista y pro sistema capitalista. Ese nicho de izquierda en el que se ubica idealmente es una forma más de captar clientela y audiencia a toda costa para hacer coincidir una oferta singular y una demanda huérfana de referentes en el mercado televisivo. Mera fachada para que su cuenta de resultados esté saneada y puedan repartirse dividendos suculentos sus principales accionistas: Antena 3, Televisa, Mediapro, Globomedia, la familia Aragón, Karlos Arguiñano, Buenafuente…

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.