Los medios de difusión en Bolivia, la mayoría, cumple una labor ideológica y política para la que han sido organizados, es decir, de oposición al gobierno actual y, en la medida en que avance el actual proceso de cambios, aquéllos utilizarán, acaso con mayor eficacia, técnicas desinformadoras y subinformadoras. Entre esa mayoría de medios, en […]
Los medios de difusión en Bolivia, la mayoría, cumple una labor ideológica y política para la que han sido organizados, es decir, de oposición al gobierno actual y, en la medida en que avance el actual proceso de cambios, aquéllos utilizarán, acaso con mayor eficacia, técnicas desinformadoras y subinformadoras.
Entre esa mayoría de medios, en unos más y en otros menos, todos los días se impone la censura, la autocensura, las medias verdades, la manipulación y la mentira o al menos se intenta esta última.
El informe Mac Bride: Un solo mundo, voces múltiples (sobre el estado de las comunicaciones en el mundo, elaborado por una comisión de la UNESCO), se encarga de referir métodos crueles, como el corte de la lengua de mensajeros, alzados contra el viejo orden, para silenciarlos; así como en la actual posmodernidad (o albores de la barbarie capitalista e imperialista), a los mensajeros o periodistas que creen que otro mundo es posible, se les quita la vida, están los ejemplos luctuosos de Irak y México, que confirman esta afirmación, la que también callan ciertos periodistas bolivianos de meritoria trayectoria profesional. Esas técnicas, ahora con frecuencia, son sutiles, mas, también son descaradas.
Esas técnicas desinformadoras y subinformadoras, sin embargo, son aplicadas por mandato de los dueños de los medios de difusión y/o para defender los intereses egoístas de esos empresarios. Es cierto que en nombre o en representación de esos dueños, periodistas que ejercen representación empresarial, desempañan esa parte sucia del oficio, por lo que algunos o muchos sufrimos como perros, para decirlo con el verbo de Gabriel García Márquez. Y, con los periodistas, ocurre algo similar a lo que registra la historia de la lucha de nuestros pueblos en esta parte del mundo y en tantas otras latitudes: hay momentos en los que los trabajadores incluso lesionan, con su comportamiento, sus propios intereses. En la transición de Bolivia, de la que somos testigos y/o protagonistas, acaso la mayoría de los periodistas toman partido (aunque lo nieguen) en contra de la transición boliviana, y no se les debe negar el derecho que tienen para asumir ese comportamiento, aunque haya quienes como el que esto escribe, que lamentemos que eso suceda.
En tres notas, que adjuntamos, nos referimos con mayor detalle, aunque quizá sea todavía insuficiente, a las esas técnicas desinformadoras y subinformadoras. Por ello, acepten que nos ocupemos de una de las últimas mentiras difundida por el diario La Prensa de La Paz y una respuesta del gobierno y, particularmente, del Presidente de Bolivia.
«Evo negoció ‘luz verde’ con los/ contrabandistas dos meses antes», dice el titular de aquella edición que no resume la noticia que se publica ese día (LP-9-XII-08), tampoco sintetiza la o las cartas que sirven de fuente de aquella noticia, las que tampoco dicen que el Presidente de la República negoció el contrabando como se afirma, mediante una metáfora, en ese titular que es lo que más o lo único que se lee de un diario, en Bolivia y en el mundo.
A pesar de que aquel matutino dice tener las pruebas y no obstante de que ratificó el contenido y forma de aquella publicación, sigue a la vista la intención principal de ese texto corto: inducir a los lectores a pensar que el Presidente de la República, al menos, facilitó el contrabando.
Una digresión necesaria: Hace días, estudiantes o jóvenes en la Universidad Domingo Savio de Santa Cruz, al Vicepresidente del país, le gritaron: «contrabandista», entre otras cosas, lo que no impidió una charla de aquel funcionario público sobre el proyecto de nueva Constitución Política del Estado, en esa casa de estudios; sin embargo, El Deber, de aquella ciudad oriental, informó que debido a la protesta juvenil se suspendió la charla del Vicepresidente, con lo que incurrió en otra mentira el autodenominado «Diario Mayor».
La metáfora «luz verde», quiere decir, en este caso, licencia para el contrabando de mercaderías desde Chile hacia Brasil, por territorio pandino y boliviano, lo que es traficar con mercaderías y evitar el pago de impuestos. Estas elementalidades las decimos porque no faltan los cándidos (también en este arte de «contar cosas» que es el periodismo) que consideran que nada grave dice aquel titular y que «por algo» se reunieron aquellos traficantes de mercancías con el Presidente y su ministro de la Presidencia.
Segunda digresión imprescindible: De este último quizá se puede esperar que cuando menos pida licencia al cargo mientras continúa la investigación la que, según algunos, demostrará que él tampoco negoció la luz verde al contrabando. Pero los actos de grandeza en ciertos políticos parecen imposibles, aun en medio de los cambios en esta patria promisoria.
Se recomienda a los redactores de un diario que ante un dato cierto o falso, como la presunta negociación, con el Presidente de Bolivia, del permiso para los contrabandistas, precisamente por la importancia de esa materia noticiable, debió consultarse a la contraparte. Esto tampoco se hizo, al menos de manera clara.
Ningún funcionario del gobierno hizo lo que algunas reglas del juego aconsejan: pedir explicaciones al medio de difusión, ejercer el derecho a réplica para una eventual rectificación, proceso de imprenta y, quizá, no juicio criminal por calumnias porque el afectado es un funcionario público y en rigor el número uno. Los reclamos acerca de la publicación de un diario deben hacerse ante el Director, Editor, Jefe de Redacción, Jefe de Informaciones, para lo que se respeta el orden de prelación, como determinan la Constitución Política vigente y, en particular, la Ley de Imprenta.
El Presidente de la República, el 9 de diciembre y en el Palacio de Gobierno, ante testigos que aplaudieron la ofensa, descargó sus furias contra un redactor de La Prensa, lo que ahora se conoce en distintos lugares del mundo. El principal ciudadano de nuestro país, sin que esa haya sido su intención, ayudó a difundir aquella noticia que se cree mentirosa y/o calumniosa. Además, más que sea por un tiempo, ayudó a que aumenten las ventas un diario que pocos leemos en Bolivia, salvo cuando se siente agredido y lo denuncia.
En política el consejo de «paciencia, paciencia y paciencia» del Presidente de Brasil al de Bolivia parece que no se escucha o se olvida en el Palacio Quemado. La política, al menos si es democrática y popular, no debe ejecutar la sugerencia de ese aire boliviano de ingrata factura: «golpe con golpe yo pago…» .
Desde esta columna, que trata de tomar partido y no lo niega, decimos que le hubiéramos aplaudido con gusto si el Presidente de los bolivianos descargaba sus furias contra los dueños de medios de difusión (que censuran, se autocensuran, dicen medias verdades, manipulan; en suma, matan a la verdad o lo intentan), apoyado en los ejemplos que el Vocero Presidencia los señaló en una conferencia posterior al incidente del Palacio presidencial.
Cada vez nos preguntamos por qué el Presidente se expone a lo que no debe o por qué hace de vocero de su gobierno cuando tiene funcionarios que deben ocuparse de esos menesteres. ¿Hay alguna adicción por el micrófono, la palabra escrita, la imagen? Queremos que no y, si hubiera algo de eso, siempre hay tiempo para enfrentar y superar deficiencias. (Lo poco o nada inteligente es mantener errores sin rectificación). En nada compartimos aquello de que es mejor callar (callar es lo mismo que mentir, dijimos hace poco, reproduciendo a Espinal). Pero hay que decir bien y muy bien las cosas y sin mucha retórica. En ciertos momentos, creemos, que un gobernante es mejor que calle, para hablar después exactamente a tiempo y con la contundencia de la que es capaz.
Con la rabia descargada por el Presidente de la República contra aquel periodista hemos perdido la ocasión -esperamos que no sea del todo- de un proceso por faltas de imprenta al Director y/o Jefe de Redacción de La Prensa, en el que sería fácil demostrar que con aquel titular se mintió. Dentro de esta democracia, todavía limitada, de un proceso de imprenta no se debe prescindir a lo Bonaparte: creerse o ubicarse por encima de las clases sociales, de la lucha entre éstas, de las normas que dificultan o impiden los cambios, entre otras cosas.
También es grave, en nuestro criterio, dejar de asimilar que en Bolivia hay lucha de clases y de pueblos indígenas y, que lo principal ahora (simplificamos), es la lucha entre pobres y ricos. Aquello es anular o postergar la posibilidad de leer la realidad ayudados por el poeta Neruda: establecer la unidad y la diferencia entre los hombres (y las mujeres decimos ahora).
En el caso que comentamos, es necesario enfrentar y mejor aún sin concesiones, a los patrones que se oponen a los cambios, a la mayoría de los dueños de los medios de difusión porque los intereses en disputa entre el gobierno de la transición boliviana y los empresarios son irreconciliables o deben serlo. Pero la unidad tiene que ser lo principal en las relaciones del actual gobierno con los trabajadores y con los periodistas. Y la lucha entre trabajadores y gobierno sólo debe desplegarse para resolver contradicciones, las que no debieran separar sino unir a trabajadores y gobernantes, según la enseñanza del verso nerudiano.
Sensiblemente los errores del gobierno a veces facilitan la formación, como ahora, de un frente único contra él, por empresarios de los medios de difusión y sus dependientes, los trabajadores. Aunque se trata de un frente muy frágil que nunca debió articularse, cabe tomar en cuenta la actitud de la Federación de Trabajadores de la Prensa de La Paz, que avisó que no realizará, el próximo lunes, ningún mitin porque cree que en este momento se enfrentan gobierno y empresarios. A pesar de las imprecisiones teóricas y prácticas de aquellos sindicalistas, al menos intentan, aunque todavía con extravíos, la búsqueda de una línea correcta para los trabajadores de los medios paceños frente al incidente sobre el que escribimos. No obstante, eso es preferible a materializar una protesta laboral bajo la conducción de la Asociación Nacional de la Prensa (gremio empresarial) que pretende que se les reconozca a ellos libertad de expresión y libertad de prensa sin límites, olvidando que los derechos en una sociedad con medios de difusión, tienen la responsabilidad como límite.
Los trabajadores de los medios de difusión, los que leemos la realidad con ojos contemporáneos y aquellos que sabemos dónde están los verdaderos intereses regionales, populares y nacionales estamos convocados a informar con veracidad, a facilitar la comunicación del pueblo, a opinar con responsabilidad y a interpretar con ética. (Estos cuatro derecho, individuales y colectivos, son parte del proyecto de nueva Constitución Política del Estado). Entre tanto, debe ser oficio ciudadano de los periodistas luchar porque la libertad de expresión y la libertad de prensa se ejerza en los medios para enfrentar y acabar con las técnicas desinformadoras y subinformadoras en la mayoría de los medios de difusión.
Sin dejar de hacer lo precedente y ante la constatación de que la mayoría de los medios de difusión en Bolivia no cambiarán su orientación ideológica y política, debemos organizar nuestros propios medios para que desde y con ellos, los que somos parte del pueblo, digamos nuestra palabra sin aquellas técnicas desinformadoras y subinformadoras.