En la última década los medios de comunicación venezolanos, públicos y privados se han convertido, en núcleos generadores de desinformación, perjudicando a una importante porción de la población, que ante la realidad que vive Venezuela, con el surgimiento del «Socialismo del Siglo XXI», tiene que ser la sociedad, y no el Estado, que tome la […]
En la última década los medios de comunicación venezolanos, públicos y privados se han convertido, en núcleos generadores de desinformación, perjudicando a una importante porción de la población, que ante la realidad que vive Venezuela, con el surgimiento del «Socialismo del Siglo XXI», tiene que ser la sociedad, y no el Estado, que tome la iniciativa para cambiar el orden comunicacional imperante en el país y alcanzar la plena democracia en los medios de comunicación.
Venezuela, está viviendo diversos cambios, y la sociedad que los está impulsando, ha sido víctima en los últimos años, de una constante desinformación creada por los medios de comunicación.
Las desigualdades comunicacionales en Venezuela, propician la oportunidad, no para informar, sino para utilizar el poder comunicacional con el fin de manipular las informaciones, que estén en contracorriente a la línea editorial impuesta en el medio de comunicación, esto representa el gradual desmoronamiento comunicacional, provocado no solamente por medios privados, sino también por los públicos que se encuentran en crecimiento.
Los medios de comunicación del país, mantienen una profunda y peligrosa ceguera, porque se sienten con la responsabilidad de criticar las acciones de los medios que tienen una ideología diferente a la que manejan como política comunicacional, pero olvidando que al hacerlo, reproducen el modelo descalificador y arrogante de los sectores mediáticos que tradicionalmente se tomaron el derecho de decir y hacer lo que deseaban.
La historia de la comunicación, indudablemente, tiene sus antecedentes desde la antigüedad, y esta nos dice que ella y sus medios cambian al mismo ritmo que lo hace la sociedad. Este cambio, la población tiene que utilizarlo para erradicar la alienación y la desinformación monótona que transmiten los medios de comunicación a la ciudadanía.
En un informe sobre los medios de comunicación presentado por la UNESCO en 1999, se expresa que los medios de comunicación siempre han actuado enfrentado al poder político y se identifican con el resto de los poderes, en especial el económico, porque sin éste, no podrían subsistir en el transcurrir del tiempo, por lo que se ven obligados a sustituir el lenguaje informativo por el de la publicidad y la propaganda, creándose una situación de excesiva dependencia.
Por esto, se necesita una verdadera revolución comunicacional en los medios privados y los que pertenecen al Estado, para ofrecerle la libertad plena a los medios de comunicación y romper el silencio mediático en el cual se encuentra inmerso.
Para lograr esto, habría que definir las bases para la creación de un nuevo orden comunicacional, que conllevaría a la democratización de los medios para ponerlos al alcance de las mayorías.
Es inconcebible que se impulsen cambios importantes en la sociedad, si primero no se transforman las viejas estructuras y poderes, ya que de no hacerlo, estos terminarán repeliéndose entre sí, como dos polos opuestos. Igual pasa con los medios de comunicación venezolanos, que defienden abiertamente al proyecto ideológico burgués para conservar sus antiguas cuotas de poder, haciendo a un lado los cambios políticos y sociales que ocurren de manera acelerada en Venezuela.
Los primeros pasos para una revolución comunicacional, han sido la aprobación y aplicación de la Ley de Responsabilidad Social en Radio y Televisión, además de las regularizaciones en las concesiones de radio y televisión, pero esto no basta para comenzar la revolución.
Tampoco se quiere proponer un linchamiento mediático, sino una verdadera democratización de los medios de comunicación, debido a que un alto porcentaje están bajo el dominio de un reducido grupo de familias, lo que hace que en estos medios se pregone la libertad de expresión, pero lo que verdaderamente defienden es la libertad de empresa.
Medios públicos y privados
Con la llegada a la presidencia de Hugo Chávez en 1998, fue frenada la paulatina privatización de los medios públicos y se empezó a trabajar en un proceso de reestructuración, que comenzó con el rescate de Venezolana de Televisión (VTV), que recibió una importante inversión en 2003, para expandir y mejorar su señal.
Ese proceso de reestructuración dio pie a un sistema de medios públicos que ha crecido en los últimos 10 años, y en donde se puede observar un relanzamiento tecnológico de Venezolana de Televisión, la naciente de Telesur, medio con visión internacional y en mayo de 2007, salió al aire por primera vez la Televisora Venezolana Social (Tves), pasando a ocupar el espacio electromagnético dejado por Radio Caracas Televisión (RCTV), luego que el Estado no le renovara la concesión que poseía desde hace más de 50 años. A esta lista se añaden los canales Ávila TV, en Caracas, y el canal Asamblea Nacional Televisión (ANTV).
En la radio estatal ocurrió una situación semejante, ya que, Radio Nacional de Venezuela (RNV) empezó a enviar su señal a casi todo el país, ampliando su radio de acción, porque en 1998, sólo era una canal para la capital del país.
En otro orden de ideas, Luis Britto García, en su libro «Investigación de unos medios por encima de toda sospecha», editado en 2006, expone que algunas familias como los Cisneros, Camero Zamora, Bottome y Granier controlan las televisoras del sector privado con 94% de la cobertura nacional, incluyendo las televisoras regionales, mientras que los medios públicos, con todos sus esfuerzos realizados en los últimos años por el Estado, sólo llega a 15% en el territorio nacional.
La realidad que vive el medio televisivo, se repite en la radio y la prensa escrita, razón por la que existe en la actualidad un preocupante desequilibrio informativo, en donde ciertos medios privados difunden mensajes alienantes con la intención de imponer un pensamiento único por capricho de un puñado de dueños de medios de comunicación.
Para 2003, funcionaban 180 emisoras AM y 340 FM, y los mismos grupos económicos dueños de televisoras en Venezuela, son los mismos que poseen las emisoras más importantes del país. Paralelamente manejan radios, agencias de asesoría de imagen, de publicidad y relaciones públicas, íntimamente relacionadas con los diarios más relevantes de Venezuela, donde todas las semanas circulan dos centenares de revistas, en doce periódicos de circulación nacional y cerca de setenta diarios regionales.
Si vemos con detenimiento la esencia de estos medios, se podría afirmar que no hay comunicación, porque explotan un espectro electromagnético, o las páginas de un diario o revista para traficar con las informaciones y venderlas al mejor postor.
Lo anterior, explica el porqué los medios de comunicación se convirtieron en los voceros del capital, al jerarquizar la publicidad y la propaganda por encima de la libertad de expresión y del legítimo derecho a la información, obedeciendo de manera fiel a los grandes monopolios asociados con el poder político.
Esto deja bien claro que los medios de comunicación en Venezuela no se han preocupado por cumplir sus funciones básicas que son informar, educar, entretener y orientar, ni mucho menos han sido democráticos ni equilibrados, además se han enclaustrado en sus frías paredes resistiéndose a los cambios sociales y políticos que experimenta el país.
Para lograr la concreción de un nuevo orden comunicacional en Venezuela, no hace falta las expropiaciones de los medios, como sucedió en Perú, a mediados de la década del 70, sino la implementación de verdaderas políticas de equilibrio comunicacional tanto en los medios públicos como en los privados.
McBride 30 años después
El Informe McBride, sacado a la luz pública en 1980, tenía como propósito fundamental: orientar a los medios de comunicación hacia un nuevo rol que debían de desempeñar para el desarrollo de las sociedades menos favorecidas. Pero se debía luchar contra la peligrosa concentración de medios que de pequeñas familias empezaron a formar parte de las transnacionales de la comunicación.
El mencionado informe exhortaba a una utilización responsable de la libertad de expresión -sin distorsionar la información- para beneficiar a las sociedades y con un alto sentido de la ética que debería de mover a los medios masivos.
Mucho antes de la salida del Informe McBride, ya se hablaba abiertamente sobre la necesidad de crear un nuevo orden comunicacional, como lo fue la Conferencia Intergubernamental sobre Políticas de Comunicación en América Latina y el Caribe, organizada por la UNESCO, celebrada en julio de 1976 en San José de Costa Rica.
En esa conferencia se habló sobre la necesidad de la democratización de los medios y de la transformación del status quo del flujo en las informaciones que circulaban para ese entonces, pero la propuesta consiguió un gran rechazo en los grupos hegemónicos de las transnacionales y los grandes organismos como la infame Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) y de la Asociación Interamericana de Radiodifusión (AIR).
Los sectores de los medios de comunicación más reaccionarios y las organizaciones patronales expresaron que las propuestas realizadas serían imposiciones de los gobiernos para controlar la prensa y evitar el flujo equilibrado de las informaciones y opiniones.
Para 1979, el presidente de Venezuela, era Luis Herrera Campíns, y en su visita a la UNESCO, dijo que «Ese nuevo orden debe crearse para garantizar y preservar la libertad de información y comunicación, sobre la base de adaptar tecnologías (…) ponerlas al servicio de la ciencia, la tecnología, la educación y la cultura, mediante el flujo libre y equilibrado de las informaciones».
Las declaraciones de Campíns, fueron como una bofetada a los todos poderosos medios venezolanos, que de inmediato arremetieron contra el ex presidente, descalificando su propuesta, igual como hicieron con el proyecto RATELVE presentado por Antonio Pasquali a principios de los 70´.
Fue tan intensa la campaña mediática, que al ex presidente Herrera Campíns, no se le escuchó ni una sola palabra más, referente a ese asunto, para no ser masacrado por los medios de comunicación.
Democratización mediática
Con la paulatina transformación política y social de la nación desde hace 10 años y la puesta en marcha de la revitalización de los medios del Estado, paralelamente a estos acontecimientos, se empezaba a impulsar algunas leyes como la de Telecomunicaciones y la Ley de Responsabilidad Social en Radio y Televisión para dar los primeros pasos hacia una democratización en los medios, donde participen Estado y sociedad conjuntamente.
Pero igual como le pasó a los impulsadores del Informe McBride y al mismo ex presidente Luis Herrera Campíns, los organismos tarifados por la hegemonía mediática como la SIP y la AIR empezaron a «preocuparse» por el grave peligro de la libertad de expresión, pero extrañamente no se pronunciaron cuando los anteriores gobiernos venezolanos cerraban arbitrariamente un medio hasta por referirse a los ministros en tono jocoso.
En mayo de 2003, Human Rights Watch emitió un fantasioso comunicado en New York donde decía que «El desarrollo de una política inspirada en el totalitarismo castro-comunista que caracteriza al gobierno del teniente coronel Hugo Chávez, encuentra en los medios de comunicación un responsable y serio escollo para sus acciones de desmantelamiento y dominio de todas las instituciones democráticas de la Patria».
Para evitar manipulaciones de asociaciones u organismos externos, se necesita que la sociedad propicie el terreno para el ansiado equilibrio comunicacional y para lograrlo, se necesita; en primer lugar, que los medios públicos empiecen a ser menos político-partidistas, y; en segundo lugar, que los privados cumplan sus verdaderas funciones con respeto hacia el público y sin fungir como vasallos desestabilizadores al servicio de los partidos políticos.
Es mucho el terreno que se tiene que abonar para avanzar con paso firme hacia la configuración de ese nuevo orden, que democratice realmente los medios que requiere el país, en este momento histórico por el cual se está atravesando.
El nuevo orden comunicacional que debe de surgir en Venezuela, tiene que ser aquel que permita un acceso plural a la información, así como la restricción de los monopolios comunicacionales y estimular la formación de medios independientes, se debe garantizar la contraloría social en ciertos contenidos que difunden los medios e incentivar la producción de contenido de corte cultural dándole prioridad a las producciones venezolanas y latinoamericanas.
Estas son algunas de las características que debe poseer ese modelo de comunicación, para hacer posible conseguir medios equilibrados y con gran sentido de responsabilidad social, y no como sucede en la actualidad, en donde los medios para defender su libertad de empresa, aplican la tesis hitleriana, en la que «una mentira dicha mil veces se convierte en verdad». Recientemente, Eduardo Galeano, refiriéndose a este tipo de medios manipuladores dijo: «Nos mean y los medios dicen llueve».
El nuevo orden debe de estar adaptado a la realidad de Venezuela, porque la tecnología ha avanzado, la globalización se encuentra disfrutando de su vigorosa juventud y la escuela de Frankfurt ha quedado en el pasado junto a la Unión Soviética, por lo que este es el momento de romper con los antiguos estigmas y paradigmas comunicacionales para cambiar el modelo comunicacional existente en el país, por uno mucho más democrático y en donde las corrientes de la información sean pluridireccionales.