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Un caso de manipulación mediática de manual

Calamaro, ¿cara al sol?

Fuentes: http://socialismoeslibertad.blogspot.com/

Andan alborozadas las derechas españolas con las últimas declaraciones televisivas del cantante argentino Andrés Calamaro -véase Intereconomía, Abc o Libertad Digital-. El roquero argento tuvo la genial ocurrencia de renunciar a su condición de progre consolidado y afamado en directo, defendiendo por ello la permanencia de las corridas de toros en Cataluña, amenazadas en estos […]

Andan alborozadas las derechas españolas con las últimas declaraciones televisivas del cantante argentino Andrés Calamaro -véase Intereconomía, Abc o Libertad Digital-. El roquero argento tuvo la genial ocurrencia de renunciar a su condición de progre consolidado y afamado en directo, defendiendo por ello la permanencia de las corridas de toros en Cataluña, amenazadas en estos días por la espada de Damocles de la prohibición.

Los mercenarios de la tecla nacionalcatólica no se esforzaban en disimular su alegría, recalcando la coincidencia de que la deserción se haya producido en el programa nocturno del showman Andreu Buenafuente, confeso cofrade de la hermandad de la progresía; espacio emitido, para más inri, por la cadena La Sexta, propiedad del magnate socialdemócrata Jaume Roures.

A la par que la caverna mediática conservadora estallaba en burlas y coñas marineras, desde la acera izquierda del negocio comunicativo de masas -véase Público– saltaba enardecido el articulista Manolo Saco, enarbolando el detector de fascistas emboscados marca Acme, acusando a Calamaro hasta de la cogida y muerte de Manolete.

Ante semejante repertorio de reacciones, a cualquier persona crédula y bienintencionada se le puede pasar por la cabeza que la estrella del rock latino ha abandonado sus antiguas convicciones de izquierda, sustituyéndolas por otras de un rancio derechismo. Si una turista venusina aterrizara a fecha de hoy en la península Ibérica y se interesara por el asunto, informándose en los medios masivos, deduciría sin ningún género de dudas que apoyar la denominada fiesta nacional es una postura abominable, reservada a la reacción más ultramontana, mientras que la posición antitaurina es la única posible para una izquierda sensata, digna de tal adjetivo calificativo.

Resulta que un servidor de ustedes, que se enteró de la comparecencia de Calamaro en La Sexta a través de un amigo de conocidas tendencias neoliberales, había leído varias jornadas antes una entrevista al cantante en la web de 20 Minutos, donde éste expresaba la siguiente reflexión: «Ahora la progresía es anticastrista furiosa, pero antitaurina, ¡y Picasso era comunista e iba a ver los toros!; pero es que la gente cree que Picasso es un modelo de coche»; «Al comunismo, le han puesto tridente y cuernos».

Al comprender la envergadura del embolado, realicé una breve indagación en la red, de la que extraje estas jugosas palabras del artista, dedicadas al diario El País : «Antes era un baluarte de la democracia socialista y hoy es un diario rabiosamenta anticastrista, antichavista, anti Evo y anti toda esta Latinoamérica. Pero resulta que esta Latinoamérica subió las jubilaciones y sacó músculo para resistir al liberalismo rabioso, y para resistir nuestras `mishiaduras`».

En dicha noticia, inmediatamente después, continúa la disertación del Andrelo: «A mí me gustaría decir que el verdadero problema en España no es el ajuste fiscal sino el ajuste de cuentas con el juez (Baltasar) Garzón. Es un ajuste de cuentas de la derecha, del franquismo y de mucha otra gente».
Comprobé al instante la fecha de estas reveladoras afirmaciones de Andrés Calamaro: 28 de mayo de 2010, justo la semana anterior al dichoso programa de Buenafuente. Sólo conseguí imaginarme dos escenarios posibles para esta mascarada: O Calamaro ha batido con creces el record olímpico de travestismo ideológico en un puñado de días, o nuestros periodistas de ambas orillas del emporio mediático practican impunemente la manipulación y el torticerismo.

Como se explica sino que el mismo ser humano que se reconoce orgulloso de pertenecer a la América resistente al «liberalismo rabioso», el músico de éxito que deplora el «ajuste de cuentas» de la derecha franquista para con el juez Garzón, torne al cabo de apenas un rato en fascista anticatalán o en defensor de la españolidad, según suene la flauta de tal o cual encantador de serpientes. Cualquier demócrata cabal puede llegar a idéntica conclusión que éste que les escribe: Los profesionales de los medios de comunicación dominantes se pasan la deontología periodística y la vergüenza (torera) por el arco del triunfo de sus respectivos consejos de administración.

Tiro de archivo. Definición de progresía, instigada por el periodista Juan Cueto y pasada al papel por el cineasta y escritor Gonzalo Suárez, publicada en la revista Triunfo el 2 de diciembre de 1972: «Se está produciendo un fenómeno curioso cuyo síntoma más característico quizá sea la reivindicación de una nueva clase social, que yo denominaría «progresía», y que pretende erigirse en representante de la moral artística, heredando así los derechos ejercidos durante tantos años por la burguesía dominante. Reclaman privilegios, aspiran a institucionalizar sus gustos y aversiones y para ello se guían por los valores ya institucionalizados, limitándose a cambiar sólo los acentos y las comas, sin alterar el discurso, sin encarnar en un auténtico compromiso las nuevas formas, que, dicho sea de paso, les escandalizan tanto como a sus antecesores».

Sobran los comentarios y las interpretaciones. Esta es la progresía de la que reniega Andrés Calamaro, la misma progresía que machaca, sin ningún tipo de contemplaciones, cualquier intento de subvertir la realidad imperante, la misma progresía que establece el canon de la corrección política, desintegrando las alternativas a lo existente desde la torre de marfil de su falsa equidistancia.

La progresía es ese juego de artificio que intenta esconder del escrutinio del público a la clave de bóveda de nuestras existencias: la dialéctica capital/trabajo, el gran elefante blanco, aún por dinamitar.

En esta temporada de rebajas, de recortes en todo lo que una vez conquistamos para el bien común, la intelligentsia progre entretiene nuestras desdichas con cuestiones menores y absolutamente triviales, como la conveniencia de prohibir o no el arte de Curro Cúchares. La multiplicación de las ramas no nos deja ver el corazón del bosque.

Como dijo en aquella ocasión memorable nuestro camarada Julio Anguita González: «Yo soy rojo, no progre. Si quiere insultarme llámeme progre».

Pues eso, Salud, Tercera República y Huelga General.

José María García Labrac (Antes, Antonio Salvador)

El Llanto de la Acequia

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