Es hora de las plegarias en la Iglesia Metodista de la calle principal de Bulawayo. Pero los presentes no parecen interesados en asuntos espirituales, sino en las últimas noticias disponibles. Los oídos se aguzan, por ejemplo, cuando alguien dice que el precio de la harina de maíz (el alimento básico de Zimbabwe) ha subido, aunque […]
Es hora de las plegarias en la Iglesia Metodista de la calle principal de Bulawayo. Pero los presentes no parecen interesados en asuntos espirituales, sino en las últimas noticias disponibles.
Los oídos se aguzan, por ejemplo, cuando alguien dice que el precio de la harina de maíz (el alimento básico de Zimbabwe) ha subido, aunque esto no haya sido mencionado en los diarios.
El interés aumenta cuando otra persona susurra la razón por la que un destacado comerciante vinculado con el partido de gobierno no puede obtener libertad bajo fianza tres meses después de haber sido detenido por «externalizar» moneda extranjera. El término «externalizar» se refiere a pasar por alto al Banco Central para convertir dólares de Zimbabwe en moneda extranjera.
Lo mismo ocurre en todas partes. En bares, funerales y otros acontecimientos sociales, la gente se reúne para hacer crudas bromas políticas, compadecerse por los problemas económicos e intercambiar las últimas noticias, recolectadas de diversas fuentes.
La clausura forzada hace nueve meses del único periódico independiente del país, The Daily News, y la posterior dominación de los medios por el gobierno de Robert Mugabe han hecho surgir métodos informales para pasar y recibir información.
En una lista de 166 países elaborada por la organización Reporteros Sin Fronteras según el grado de respeto a la libertad de prensa, Zimbabwe ocupa el lugar número 141. El grupo también describió a Mugabe, quien está en el poder desde 1980, como un «depredador de la libertad de prensa».
Asimismo, el ministro de Información Jonathan Moyo recibió el año pasado el Premio Frambuesa Dorada del Indice de Censura británico por su «servicio a la censura», impulsando leyes de prensa restrictivas.
A principios de junio, la autoridad gubernamental que otorga licencias a los medios de prensa clausuró otra publicación independiente, el semanario Tribune, por supuestas irregularidades en su licencia.
Todo esto llevó a muchos habitantes de Zimbabwe a transformarse en «carroñeros de información», señaló Andrew Moyse, coordinador de proyectos de Media Monitoring Project, un grupo que observa la actividad de los medios de prensa de Zimbabwe en comparación con las normas internacionales sobre libertad de prensa y profesionalismo.
«Buscan información aunque sea de segunda mano y en cualquier medio, en particular en semanarios independientes y radios», dijo. Sin embargo, señaló, ese puñado de semanarios no posee la capacidad necesaria para «contrarrestar la ola diaria de propaganda que emana de los medios controlados por el gobierno».
Paradójicamente, aunque busquen noticias de otras fuentes, los ciudadanos compran más diarios oficialistas de los que compraban en el pasado.
Zimpapers, la compañía editorial controlada por el gobierno que posee los únicos dos diarios del país y tres semanarios, prevé este año ingresos de 300.000 dólares, el cuádruple que el año pasado.
Aprovechando los beneficios de un mercado cautivo, Zimpapers se fijó nuevas metas de circulación para sus productos. La compañía proyectó que el principal diario venderá 120.000 ejemplares para fin de año, frente a los actuales 95.000.
Pero que los lectores compren diarios de Zimpapers no significa que acepten su contenido, advirtió Moyse.
El público está «cada vez más forzado a basarse en fuentes oficiales para obtener información, pero es consciente del sesgo que tienen esos medios. Los lectores desconfían profundamente de su contenido», señaló el experto.
En este escenario, crece la cultura de la información verbal, basada en el intercambio de experiencias personales y en noticias brindadas por aquellos que todavía tienen acceso a medios electrónicos y extranjeros, que «tienden a corroborar la información obtenida de fuentes informales».
En un país con un desempleo superior a 70 por ciento, la televisión satelital sólo está disponible para unos pocos privilegiados.
Entre aquellos que tienen receptores de onda corta, son populares los programas radiales de la cadena británica British Broadcasting Corporation (BBC), la estadounidense Voice of America y especialmente de la británica SW Radio Africa, dirigida por exiliados de Zimbabwe.
Hasta hace poco, el «ciberespacio» ofrecía muchas más opciones, pero ahora Internet también se ha transformado en blanco de la censura gubernamental.
El monopolio estatal de telecomunicaciones, TelOne, pidió a los proveedores de servicios de Internet que firmen contratos que los obligan a espiar el correo electrónico de sus clientes para determinar si tienen un contenido «objetable, obsceno o no autorizado».
Por ahora, los proveedores no han firmado esos contratos. «Estamos negociando con TelOne», declaró Shadreck Nkala, presidente de la Asociación de Proveedores de Servicios de Internet de Zimbabwe.
Sin embargo, el opositor Movimiento por el Cambio Democrático afirmó que sus boletines electrónicos semanales ya son bloqueados, porque el gobierno habría adquirido ya la tecnología para hacerlo, posiblemente de China.
«Tenemos razones para creer que se está interfiriendo nuestra comunicación por correo electrónico», declaró Nkanyiso Maqeda, dirigente del partido opositor.
En lugar de los boletines electrónicos, los suscriptores y partidarios reciben mensajes en blanco que les dicen que han sido bloqueados por contener «información sensible».