Las respuestas están en la historia contada por un periodista de verdad y otras once personas que infiltraron al espionaje estadounidense en la isla. El veterano reportero Néstor Baguer Sánchez Galárraga (Octavio) se codeó, sin saberlo, con otros agentes secretos del gobierno cubano que se improvisaron como cronistas «independientes» de la misma manera que otros […]
Las respuestas están en la historia contada por un periodista de verdad y otras once personas que infiltraron al espionaje estadounidense en la isla. El veterano reportero Néstor Baguer Sánchez Galárraga (Octavio) se codeó, sin saberlo, con otros agentes secretos del gobierno cubano que se improvisaron como cronistas «independientes» de la misma manera que otros ex «colegas» salidos de la gran fábrica estadounidense de «periodistas» que cobija la Sección de Intereses de EEUU (SINA) en La Habana.
El imperio estadounidense tiene dos pezuñas en la tierra de José Martí, su base naval de Guantánamo y el edificio SINA del Malecón, cuya metástasis ramifican hacia toda la isla. La usina de «periodistas» también echa humo fabricando «líderes» y «organizaciones disidentes», algunas de muy corta vida. La profesión de «disidente» implica en Cuba una vida un poco más cómoda que la del resto de los mortales.
El «disidente» profesional se asegura una cesta de enlatados y tragos de la SINA por lo menos una vez al mes, recibe dinero, accede a la ansiada visa a EEUU, gana influencias en el Programa de Refugiados y puede convertirse en «aval» de solicitudes de visa, un servicio «privado» que se cobra a buen precio. Cuando un «disidente» se va , la SINA gradúa nuevos «disidentes» en la mención «periodista» o «dirigente».
El libro «Los disidentes: agentes de la Seguridad Cubana revelan la historia real», de Rosa Miriam Elizalde y Luis Báez (Editorial Política, La Habana, 2003) narra cómo una docena de agentes cubanos también practicó el «periodismo» y la «disidencia» para conocer por dentro las redes SINA e influir en sus «logros» con políticas diseñadas por la inteligencia cubana. Hay una versión en http://www.ain.cubasi.cu/libro/.
«La pobre no sabía nada de prensa»
La «disidente» Aleida Godínez Soler (Vilma) no es periodista sino economista y, a la postre, tampoco resultó ser «disidente» de verdad, sino una agente infiltrada de la Revolución que llenó cientos de páginas de Internet con su «trabajo», despachos noticiosos y declaraciones desde Cuba. Por ejemplo, en la página www.terrorismcentral.com, del departamento de Estado, se lee: «La primera Conferencia Nacional de la Confederación de Trabajadores Independientes fue efectuada en la casa de la activa opositora y periodista independiente Aleida Godínez… En el documento que ellos elaboraron, la Declaración de septiembre, criticaron las violaciones de los derechos de los trabajadores a cargo de la CTC, una organización comunista, miembro de la pro-soviética Federación Sindical Mundial». La redacción deja mucho que desear, pero el texto lleva años pegado en el ciberespacio.
Aleida/Vilma, residente de Ciego de Avila graduada como economista en 1988, fue asignada a la «disidencia» temprano en los años 90. Se inició «políticamente» en la Unión Cívica Cubana, animada por Vilma Fernández Batista y Pablo Reyes Martínez, pero la organización duró hasta que sus máximos dirigentes consiguieron la visa para EEUU Aleida debe poseer un talento natural para el oficio porque se convirtió rápido en periodista «independiente», por intervenir vía teléfono en las audiciones de Juana Isa en radio Martí, del gobierno de EEUU; la emisora Voz del CID, dirigida por Huber Matos; y en los programas de Tomás Madrigal en radio Cuba Independiente y Democrática.
La importancia de sus tareas secretas y la hostilidad de su propia familia -que repudió su «conversión»- la aventaron a la capital donde hizo magnífica carrera como «disidente profesional» y aplicó las políticas diseñadas por la inteligencia cubana para el quehacer de la SINA. Llegó a ser el brazo derecho de la renombrada Martha Beatriz Roque, encargada de la Asamblea para Promover la Sociedad Civil en Cuba; trabajó cerca del «presidenciable» Oswaldo Payá Sardina, uno de los «disidentes» más adinerados; y disfrutó de la confianza de dos jefes de la SINA, Vicky Huddleston y James Cason.
Godínez alcanzó tanta influencia que -por «órdenes superiores»- introdujo a la «periodista» Alicia Zamora Labrada en la jefatura de la Agencia Lux, que publica una revista en Miami. Pero hubo un detalle: «La pobre no sabía nada de prensa, pero lo importante era trabajar», relató Godínez. Zamora tampoco sabía que Godínez era su «colega» en «lo otro» y se distrajo un poco en espiarla… hasta que los superiores de ambas pusieron las cartas sobre una mesa. Hubo gran emoción y un abrazo entre dos trabajadoras anónimas del viejo espionaje.
«Inventábamos las noticias»
La Revolución cubana «quemó» a doce de sus mejores agentes infiltrados en las redes de EEUU para que fueran testigos en un juicio que sentó en el banquillo -abril de 2003- a la flor y nata de los agentes reclutados por EEUU en la isla, con resultados de condenas para varios «periodistas independientes», entre ellos Raúl Rivero, un poeta que trabajó antes para Prensa Latina. «Era el único periodista de verdad que conocí en aquel mundo, un hombre que había tenido prestigio por su poesía, porque había luchado en Girón», relató Baguer, a su vez el único periodista de verdad en la red de contraespionaje.
«Un hombre a quien la Revolución le salvó la vida», añadió. Rivero rehabilitó su alcoholismo en la gratuidad de la salud pública.
Otuardo Hernández Rodríguez (Yanier) es un ingeniero civil que devino en «periodista disidente» en 2001. «Hasta estudié nociones de periodismo», le dijo a los autores de «Los Disidentes». «Conocía poco, por no decir nada, de periodismo», explicó. Llegó a presidir la Fundación Cubana de Derechos Humanos de Camagüey, que encabezó Juan Carlos González Leyva. Cuando ésta decayó se acercó al Partido Pro Derechos Humanos de Cuba, de Odilia Collazo.
La Fundación tuvo graves conflictos internos. «Las peleas eran por el dinero, los avales para obtener las visa hacia EEUU, por el reconocimiento de acciones que ellos estaban promoviendo o realizaban», relató Otuardo. Recordó que alguna vez hubo «una tremenda bronca porque íbamos a repartir un volante que explicaba qué era la Fundación y alguien con sentido común pidió desecharlo por la cantidad de faltas de ortografía que tenía aquel texto».
El ingeniero se hizo periodista de Radio Martí, conectándose con algunos prohombres de Miami, como Frank Hernández Trujillo, su socio Israel Hernández, Janisset Rivero y Ricardo Boffil, otro «presidenciable» que abandonó la isla en 1988. «En algún momento «tiré» algunas cosas para la Voz del CID, en particular con Angel D»Fana…», dijo. Fue uno de los tres miembros del Colegio de Periodistas «Independientes» de Camagüey, CPIC, con Normando Hernández González, su «presidente» y Mario Enrique Mayo Hernández, futuro propietario de la agencia Félix Varela, dos «periodistas» que hoy están presos
Rápido, el Colegio fue reconocido como «agencia independiente de noticias» por el Comité de Protección de Periodistas (CPJ) de Nueva York, Reporteros Sin Fronteras (RSF), de Francia, y una vasta clientela de Miami. Se convirtió en un pingüe negocio desde la casa de Normando Hernández, con clientes iniciales como radio Martí, Nueva Prensa Cubana, Cubanet y La Voz de la Fundación Cubano Americana. «Inventábamos las noticias», contó el agente secreto. «Por ejemplo decíamos: «la calidad del pan es mala», cosa que no es del todo falsa por las razones que sabemos, y buscábamos la manera de hacer un drama con eso que terminara en una andanada contra el «gobierno de Castro».
Rolando Cartaya, del programa «Sin censores ni censura» de radio Martí, pedía información comentada de los agromercados, los hospitales y las escuelas. «En una ocasión hice un escrito sobre las diferencias entre los precios y el poder adquisitivo de las personas, que le encantó», recordó Otuardo. «Ese salió con mi nombre, porque no siempre se publicaban las notas con el crédito del verdadero autor -la mayoría de los nombres eran inventados. Era importante que pareciera que había mucha gente colaborando con esa emisora…»
El espionaje económico, informes sobre probables fuentes de petróleo y datos que sirvan para articular sabotajes al turismo son tareas que la SINA también encomienda a los escasos «disidentes» más capacitados intelectualmente. Los doce agentes infiltrados, no tuvieron problemas con este trabajo: su tarea la hacía la mismísima inteligencia cubana. Y probablemente eran los «mejores» informes que de la «disidencia».
Negocio del «periodismo disidente»
Normando Hernández recibió visa para EEUU, pero quiso juntar más plata. «Las discrepancias de Normando y Mario Mayo eran muy fuertes: la razón fundamental fue el dinero, porque cuando Mario supo la cantidad que recibía Normando y que a él sólo le llegaba una migaja, se armó la gorda», relató Otuardo. «A eso se unía la acusación de que Normando le tenía celos profesionales. Los dos se acusaban de no saber escribir». Mayo se independizó con la agencia Félix Varela de Camagüey.
Los periodistas, sus organizaciones y los «disidentes» reciben vituallas, material de oficina, servicios, cursos y orientación en las oficinas de la SINA, cuyo esquema burocrático incluye una rama de abastecimientos que opera con «depósitos» y «buzones» externos capaces de resolver urgencia de última hora en cualquier parte de la ciudad. En el edificio del Malecón se habilitó una sala Internet para despachos «periodísticos» y comunicaciones con los proveedores de Miami.
Computadoras, discos duros, cintas, tinta, papel y otros insumos pagados por los contribuyentes estadounidenses abastecen al periodismo «independiente» y a las organizaciones de la «disidencia». El imperio actúa en la isla con desfachatez.
La primera meta de un disidente es el ingreso al edificio SINA sin tener que hacer colas ni ser humillado por sus patrones gringos, queja frecuente de muchos cubanos. En una etapa superior el «disidente» puede obtener otro pase que permite ir con acompañantes. Y el clímax es obtener la condición de «aval» para solicitudes de visa de terceros, que genera ingresos importantes porque el «servicio» se vende caro. La SINA sabe fomentar la corrupción entre la «disidencia».
Hasta en Camagüey florecieron las agencias de prensa en los años 90. «Cualquiera creaba una agencia de prensa», explicó Otuardo. «Ellos estaban obsesionados con el aval para obtener la visa y con el dinero para vivir bien. Ese era el propósito fundamental de todos estos grupos, porque el aceite que mueve el carro de la contra-revolución es el dinero. Como le dije, vi muchas peleas y mucho odio detrás de unos pocos dólares». Al final Otuardo eligió trabajar con Mayo en la agencia Félix Varela porque le quedaba más cerca.
Cuando la Félix Varela comenzó a recibir fondos, su dueño [Mayo] ya no quiso que «uno le llevara la noticia elaborada, sino que le diera verbalmente la información para él escribir la noticia; de esa forma se ahorraba el pago», relató Otuardo. «Puso como periodista a su esposa para que le mandaran más dinero y no repartirlo con los demás. Por supuesto, la bronca no se hizo esperar». Narró que el «periodista» Lázaro Bosq «intentó matar al jefe de la agencia, se llegó a meter en la casa de Mario y éste lo acusó ante los tribunales. Lázaro fue sancionado. Empezó a correr la versión de que Mario era agente de la Seguridad. Hablé con él para que retirara la sanción, pero Mario estaba renuente». Según Otuardo, Néstor Baguer le revisaba los textos que enviaba a Cubanet pero «nunca me los viró para atrás; se los dictaba por teléfono; él y Normando se llevaban bastante bien».
Las pesadillas de Octavio
«Yo no conocía que en Cuba había tantos periodistas solapados en los oficios y profesiones más inverosímiles», afirmó Baguer. «Tenía un corresponsal que era trabajador de los ferrocarriles en Cienfuegos y toda su vida lo único que había hecho era darle con una mandarria a la línea del tren. Está preso».
– Por lo menos sabían redactar, porque en Internet publican sus notas?
– Si hablando tenían faltas de «ortografía», dime tú escribiendo. Para mi fue un sufrimiento terrible tener que arreglar algunos de aquellos bodrios.
Los falsos periodistas de la Seguridad por lo menos tenían buena ortografía y una cultura general más o menos sólida. La mayor pesadilla del fallecido Baguer, que también era miembro de la Real Academia Española, fue la pésima calidad de los textos de los «periodistas independientes» que trabajaron con él. En rigor, esos sujetos contribuyeron al desprestigio de una profesión que el mercado mediático tiene hoy en franca decadencia, una tragedia para quienes se la toman en serio y la estudiaron en la universidad. Cada día se devalúa más la dignidad y el campo de trabajo de esta vieja profesión.
Baguer relató sabrosas anécdotas para ilustrar la ignorancia de los periodistas SINA: «Recuerdo, por ejemplo, que un día llamó por teléfono uno para dictarme una supuesta noticia, muy urgente», evocó. El hombre escribió algo así: «En Manzanillo hay 10.000 personas en una esquina que protestan porque están desalojando a una familia». Me acuerdo que le grité: «Oye, espérate un momento, ¿en qué esquina de Manzanillo, o de cualquier otro lugar, caben 10.000 personas juntas? …Y, además, dime ¿por qué lo están haciendo?», y me contesta: «Es que una familia quería vivir en Manzanillo y la otra en Bayamo, y empezaron a mudar los mueble de un lugar a otro, sin papeles ni nada». «Por favor, señor mío, ¿en qué lugar del mundo, sin papeles, usted puede hacer trámites legales? Mira, discúlpame, pero trae otra noticia». Esto era así todos los días.
Otra historia de Baguer: «Una persona vino diciéndome que su padre le había contado que a un primo de él en la cárcel, le dieron cuatro palos. Le pregunté que si su padre lo había visto y me dijo que no, que se lo habían dicho. Le dije: «Lo primero que tiene que hacer un periodista es verificar la fuente» y lo planché».
Esmero de Baguer por la lengua
A Baguer le gustaba escribir con gran corrección porque amaba el idioma. «Por ejemplo, yo me refería al Comandante diciendo: «el Presidente de Cuba, señor Fidel Castro», mientras que otros lo llamaban «el dictador» y esto y lo otro». Cuenta que su estilo les llamó la atención a los estadounidenses. «Señor Baguer, usted ¿no odia a Fidel Castro?», dijo que le preguntó Gene Bigler, el encargado de prensa y cultura de la SINA. «…Y yo le contestaé: «No tengo por qué odiarlo»», relató. Además, le explicó que «yo era miembro de la Real Academia de la Lengua y que no podía escribir insultos. No estaba dispuesto a que me botaran de allí».
Recordó cómo un «independiente» le sacó en cara que jamás le decía «gendarme» a los policías. «¡Que bestia!», exclamó. «Mira viejo, gendarmes hay en Francia; aquí se dice policía, y así lo ponía yo». Baguer tuvo una columna «En defensa del idioma» en el diario Juventud Rebelde. Después que se declaró «disidente» reinstaló la columna en Cubanet para abordar tanto disparate en la escritura «disidente». «Son tantas las barbaridades que me sobraban para mi sección. Aparecían como si fueran de la prensa cubana, pero en realidad eran de los «periodistas independientes»».
Baguer recordó que «la «famosa periodista independiente» Tania Quintero no tenía ni idea de lo que es escribir, pero sí consultaba los periódicos norteamericanos; es una de las grandes fundadoras de la «prensa independiente» de Cuba». Añadió: «Había uno ahí que era analfabeto hasta para hablar. Era santero, vivía en San Miguel del Padrón y había que ver lo que escribía. De verdad que los santos no estaban con él. Ni se le entendía lo que decía».
Su mayor sufrimiento era leer y corregir barbaridades. «A veces le decía a mi oficial [de la Seguridad] que nada podría pagar los sufrimientos que he padecido oyendo a estos estúpidos hablando y leyendo las crónicas y las cosas que hacían. Oye, ni los muchachos de cuarto grado. Por ejemplo, ¿tú sabes lo que es decir que un terremoto en Turquía hizo grandes destrozos en la isla de Samoa? Eso es no saber dónde rayos queda el Océano Indico. La que fue destruida fue la isla griega de Samos, la patria de Pitágoras. ¡Dios mío, qué ignorancia!»
La puerta de entrada de Baguer en el mundo de los «periodistas disidentes» fue Elizardo Sánchez Santacruz, profesor de filosofía «presidenciable»: «¡Bienvenido! Aquí haces mucha falta porque mi cuñado, Yndamiro Restano, no sabe escribir y necesito un periodista de puntería para que se haga cargo de la dirección de la Prensa Independiente de Cuba», le dijo Elizardo, que también es copropietario de la revista El Disidente de Puerto Rico.
Pero se negó a atravesar la ciudad en autobús para visitarlo todos los días, leer la prensa en su residencia «presidenciable» y recibir sus instrucciones: «Yo no iba a dejar que hicieran conmigo lo que hacían con otros infelices…, que los usaban lo mismo para servir el café que para escribir a máquina».
Mientras se desempeñó como «independiente», Baguer fue agente y protegido de Reporteros Sin Frontera. Recordó que el 20 de septiembre de 1995 recibió una donación de la organización con sede en Francia. «Robert Mènard, el secretario general, y Andrés Buchet me regalaron hojas, papel de carta, cintas de máquinas de escribir, una docena de bolígrafos y 1.000 dólares para financiar el llamado Buró de Prensa», relató.
Uno de sus mayores logros fue fundar la Agencia de Periodistas Independientes de Cuba (APIC). «Me llegaron las felicitaciones de Miami, las muestras de amor y cariño; me consideraban el mejor de los patriotas», recordó.
Reporteros Sin Fronteras me alababa por todas partes y me mandaba dinero. Aquello era tremendo. En cuanto se supo que yo estaba a cargo de la agencia y que daba dinero, los «periodistas» empezaron a caerme en la casa como hormigas. ¿Tú sabes?, yo no conocía que en Cuba había tantos periodistas solapados en los oficios y profesiones más inverosímiles.
La agencia de Baguer tuvo dos grandes atractivos, relatados por él mismo:
– Primero, la visa que les daban inmediatamente. Bastaba con un mes que estuviera la gente escribiendo y se iba para EEUU en el primer avión. Se ahorraban la cola, los disgustos y la humillación en la Sección de Intereses.
– Segundo, el pago. De 20 a 40 dólares al mes sólo por inflar globos. Llegó un momento en que pasaban tantos que no podía llevar aquello. En eso, Raúl Rivero decidió separarse de la APIC y fundar su propia agencia.
Relación Baguer/Rivero
Recuerda Baguer que su relación con Rivero fue simplemente «muy buena».
«Raúl Rivero me dolía», dijo. «Era el único periodista de verdad que [yo] conocía en aquel mundo, un hombre que había tenido prestigio por su poesía, porque había luchado en Girón, un hombre a quien la Revolución le salvó la vida. Yo era el amigo más cercano que tenía y nos conocíamos bien. Era alcohólico y sufrió mucho. Todo el mundo le dio la espalda, no tenía dinero, se le cayó la casa. Llegó a tener serios problemas de salud, y la Revolución lo metió en un hospital. Mejoró al extremo de que ya no tomaba«.
– Y ¿qué pasó?
– Lo compraron. Raúl Rivero tiene miles de dólares en Estados Unidos gracias a los premios que ha ganado. Todos los cabecillas también tienen dinero fuera de Cuba, porque querían tenerlo seguro, lejos de las ambiciones de los otros y de que el gobierno se los interviniera, por las razones que ya se saben. Hasta un niño se puede dar cuenta que la vida de disidente en Cuba es tremendo negocio.
El boom periodístico y las «exigencias idiomáticas» de su política editorial de atacar a la Revolución con buenas palabras, «muy finamente, con corrección», le restó colaboradores. «Por eso se me fueron yendo los periodistas para las agencias, que crecieron como hongos, donde se atacaba de otra forma y eran, por tanto, mejor pagados», explicó.
– «En eso vino el anuncio de que el gobierno norteamericano iba a dar muchísimo más dinero a través de la National Endowment for Democracy (NED). Seguí con mis modestos 50 dólares al mes, como cabecilla de la APIC, pero empezó a llegar una parte de ese dinero y la gente se fue embullando, sobre todo los de Miami. Les puedo decir que el 80% de esos millones se quedó en la Florida».
– «El chorro de dinero se iba debilitando en el camino de Miami a La Habana y de aquí a las provincias. Los representes nuestros se quedaban con el pedazo más grande del pastel; luego los cabecillas de los grupúsculos; después, los otros. Para poder cobrar ciento y pico de dólares que me debía Cubanet tuve que ir a la SINA a denunciar al de la agencia, que se había embolsillado el dinero de los periodistas. La SINA ordenó «Tienen que pagarle a Baguer inmediatamente y liquidar la deuda». Santo remedio».
Cocinera mutada en periodista
Cuando comenzó a fluir el dinero NED aparecieron todavía más periodistas y emergió Cubanet, agencia cuyo origen relata así el humor de Baguet:
– Es una historia culinaria. Rosa Berre, la que inventó Cubanet, grababa las notas que yo le dictaba. Tenía el teléfono en la cocina de su apartamento en La Sagüesera [sector de La Pequeña Habana de Miami]. Mientras cocinaba recibía las noticias y después las transmitía. Vivía muy modestamente y al principio, sólo recibía una pequeña comisión.
Un día me dice que se muda para el corazón de Miami, porque se había comprado dos apartamentos. Uno sería su residencia particular y el otro, la oficina de Cubanet. Se agenció también un carro que costó miles de dólares «con sus ahorritos», pobrecita, porque era muy ahorrativa».
Baguer pensó que a Berre «le daban más plata, mientras más gente sumaba a la causa del «independentismo». Era tan fácil ganar unos dólares, que casi todos los días tenía noticias de un nuevo grupo de prensa y de la gente que se peleaba por el dinero. Los que más robaron fueron los de Nueva Prensa Cubana, Prensa Libre y Rosa Berre. Todos eran cubanos y estaban robándole el dinero a los periodistas».
Otra historia: «Recuerdo un muchacho que había trabajado en una imprenta y que se hizo pasar por periodista y llegó a ser jefe, se cogió el dinero de seis meses y desapareció. Por esa fecha también hubo un cambio en los pagos. De 50 dólares que pagaban pasaron a 15 ó 20, aún cuando llegaba más o menos el mismo dinero que repartían los «jefes». Recibían 50 para repartir y solo entregan 15. Era un robo descarado, y las broncas que eso provocaba eran sonadas».
En esos tiempos, cualquiera abría una oficina de prensa. «Se llegaron a abrir más de 30 oficinas», indicó Baguer. «Mientras más capacidad tuvieras para insultar, más subías en la escala de valores de Miami y de la SINA. Mientras más grupos de supuestos periodistas, mejor. Mientras más gritaban, mejor». El ingrato trabajo de Baguer consistía en revisar los artículos antes de enviárselos a Cubanet. «Por eso me fui quedando sin clientes», confesó. «Una persona con un mínimo de cultura, de experiencia en la profesión que se pasara media hora con esa gente, salía enfermo, chico».
La SINA tampoco estaba interesada en mejorar la calidad del servicio periodístico. «Si no era alguien que, como yo, iba y peleaba, ellos se hacían los de la vista gorda. Estaban más en otra cosa», dijo el veterano periodista. «En la conspiración para promover ante la opinión pública internacional a los «perseguidos periodistas independientes» y a proveerlos de premios y de las mejores condiciones para trabajar. Y que no nos faltaran visitantes y diplomáticos a los que hacerles el cuento».
Baguer guardó en sus agendas cientos de reuniones con prohombres del periodismo extranjero coordinadas por la SINA, que todavía hoy maneja las relaciones internacionales de los periodistas «independientes». «Por ejemplo, el año 1995 fue muy intenso. Tengo anotadas en mi agenda más de 60 actividades en las que participé, promovidas por la SINA -las que hacía de relacionista pública-, tanto para facilitar encuentros con visitantes norteamericanos de casi todos los pelajes, como con representantes de medios de prensa internacionales y organizaciones de periodistas».
Baguer no recibí pautas de la SINA. «No se atrevían porque me conocía bien…» Pero tampoco le ponía temas a sus «periodistas»: «La SINA le daba los temas a los incapacitados mentales, seudo periodistas. Y no solamente eso, sino que después de escribir, antes de transmitir, iban a la Sección de Intereses para que los revisaran por si tenían algo que políticamente no conviniera. Después que eran aprobados se transmitían. Se quejaban de la censura en Cuba y yo los veía plegarse a la de EEUU».
Escuela para «periodistas»
Baguer recordó que «entre eso y las sandeces que decían, aquello se estaba haciendo inaguantable. Los norteamericanos hicieron esfuerzos para mejorar un poco el nivel de los «independientes», blanco de burlas y de peleas dentro de las «aguerridas filas de disidentes». Nos ofrecieron a Raúl Rivero y a mí crear una escuela dentro de la Sección de Intereses. Ninguno de los dos aceptamos. Después me pidió lo mismo Ricardo González Alfonso: que les diera clase a los periodistas». [González era el jefe de la Sociedad de Periodistas «Manuel Márquez Sterling»].
La escuela funcionaría en Miramar, donde vive Márquez. «Acepté y le pregunté cuánto me iba a pagar por dar clases. Me contesto que si yo pretendía ganar más que Raúl Rivero y que él. Le dije: «¿Por qué no? Rivero es periodista, pero tú no sabes ni escribir tu nombre». Me prometió decirme cuanto me pagaría, pero en eso llegó el Comandante y mandó a parar».
Respecto a los «independientes», Rivero opinaba «que eran unos imbéciles», según Baguer. «Estaba totalmente de acuerdo conmigo. Cuando la SINA quiso que diéramos clases, me dijo: No, no, ¿cómo vamos a meternos tú y yo en eso?. Son unos estúpidos, unos ignorantes. No saben ni de gramática, ni de redacción, ni de nada. No nos vamos a romper la cabeza con esos estúpidos, para nada. Vamos a decirle que no. Eso hicimos».
Fracasó la escuela, pero la SINA improvisó un taller de «ética periodística» que funcionó en la residencia del jefe de la SINA y otorgó diploma de asistencia a quienes participaron, más entusiasmados por el cóctel y los bocadillos que por la deontología estadounidense.
La ignorancia también es grande entre los dirigentes «políticos» que no son «periodistas». El Partido Liberal de Suecia visitó a Baguer en su casa. Y después, «…resulta que Osvaldo Alfonso, el mismo que está preso, un día me fue a ver para que ingresara al Partido Liberal. Le pregunté:
– «Dime una cosa: ¿ustedes son del Partido Liberal Cubano? ¿Del mismo de las tradiciones?»
– «Sí, sí, claro…», me dijo.
– «Coño, ¿del de Machado y detodos sus asesinos?»
– ¡No, no, espérate…! -me contestó-. Nosotros tendremos que hacer una aclaración: Machado fue un error del partido».
Me reí: «No jodas, chico; no me hagas cuento. Mira, si tú eres del Partido Liberal, yo pertenezco al Parido Conservador. Así que arranca…»
La «solidaridad» con los periodistas «independientes» de Cuba recrudece todos los años, cada vez que sesiona en Ginebra la Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas. Este año, el imperio se la juega solo en la 61ª Asamblea, sin terceros países que presenten su ponencia, pero recibió la ayuda de un centenar de intelectuales, periodistas y escritores latinoamericanos que hacen evocar los viejos tiempos del Congreso por la Libertad de la Cultura motorizado por la CIA en los años 60.
Si alguno de esos periodistas latinoamericanos se dieran el trabajo de leer el libro sobre la «disidencia» quizás cambiarían de opinión, porque entre ellos hay unas cuantas personas decentes que pudieron ser engañadas o se dejaron embaucar. Pueden consultar el texto completo en http://www.ain.cubasi.cu/libro/
Ernesto Carmona
Periodista y escritor chileno
Ver los artículos de Ernesto Carmona