Orlando Villalobos es doctor en Comunicación y profesor de la Escuela de Comunicación Social de LUZ en las menciones de Periodismo Informativo y de Opinión; además, lleva la coordinación del Centro de Investigación y la Comunicación e Información, y también modera Pasión por el Discurso, un espacio de una hora todos los sábados, en Radio […]
Orlando Villalobos es doctor en Comunicación y profesor de la Escuela de Comunicación Social de LUZ en las menciones de Periodismo Informativo y de Opinión; además, lleva la coordinación del Centro de Investigación y la Comunicación e Información, y también modera Pasión por el Discurso, un espacio de una hora todos los sábados, en Radio Nacional de Venezuela; cosa que lo convierte -además de catedrático- en un «radialista» apasionado. Su inclinación hacia la radio lo puede describir muy bien: Orlando es un conversador fluido y, si uno se descuida, pueden consumirse las horas y a lo largo de la tarde apenas habremos intervenido un par de veces en la conversación.
En el año 2007 Villalobos publicó, a través de Colección de Textos Universitarios, un estudio aplicado en la ciudad: «Comunicación y Ciudadanía. La creación del tejido social en Maracaibo«. Sus reflexiones sobre el tema motivaron la conversación por estar dedicado, este número de la revista, a la ciudadanía.
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Bienvenido, Orlando, a Palabras Inversas. En estos tiempos que corren, gracias al proceso de transformación, muchos conceptos han evolucionado; uno de ellos es el de ciudadanía. Leyendo tu trabajo del libro «Comunicación y Ciudadanía» nos interesó mucho tu exposición sobre la relación entre ciudadanía y el ejercicio de la comunicación. Explicanos un poco, como inicio, lo que podemos entender como ciudadanía.
Gracias por la invitación. Bien, la idea de ciudadanía se ha ido transformando, la imagen anterior es aquella que junta ciudadanía con deberes y derechos de las personas y está situada en un plano muy normativo. Ahora hay que asociarla a nuevos términos y a la posibilidad de que, por vías del ejercicio de la comunicación, haya una efectiva participación en los procesos de cambios de la sociedad.
En conceptos que he leído por ahí la diferencia está entre la persona que simplemente vive en una sociedad y la que, además, hace esfuerzos por transformarla.
Entonces, este ciudadano que transforma, ¿cómo se debe entender en lo comunicacional? Quizás un buen ejemplo sea el de los artículos de nuestra Constitución, referente a los derechos -que implican también deberes- a la información oportuna y a la posibilidad de expresión de ideas por medios de comunicación masivos. Y seguimos, creo, el desarrollo de ideas de tu libro…
Sí. Este nuevo concepto también lo podemos llamar ciudadanía comunicativa; tratando de unir esas dos palabras que tiene una raíz común, por lo menos en lo sociológico. Estamos en una época en la cual el ciudadano no sólo está fijado en la norma -leyes y constituciones-, sino que además participa en dirección de producir cambios en lo político, lo material y sociocultural, es la idea que va surgiendo; ahora hay pleno convencimiento de que la comunicación, a través de medios masivos, influye en la población e invade la vida cotidiana de la gente; buscando incorporar pautas, valores, creencias, es decir, toda una avanzada en el plano de los símbolos que busca fijar ideas y conceptos en relación con el comportamiento. Si esto es cierto y los medios llegan a alcanzar tanta influencia y si además hay un alto consumo de medios, sobre todo de los audiovisuales, pues se tienen que intervenir para que éstos tengan un comportamiento que sea más afortunado para ganar ciudadanía; entendiéndola como la posibilidad a que la gente se pueda unir, pueda crear tejido social y pueda decidir sobre su destino y su vida.
¿Y cómo se gana esta ciudadanía a través de los medios?
Ahora hay todo un entorno tecnológico que nos rodea, ya no es sólo la TV; cada vez hay más consumo de Internet y ahora debemos sumar, además, una serie de aparatos como los Ipod, cámaras fotográficas y teléfonos celulares. Estos aparatos ya andan con nosotros, van pegados al cuerpo y también duermen con nosotros. Es tanta esa influencia que hay que ponderar lo que se pueda hacer para que estos recursos sean verdaderamente provechosos para ganar ciudadanía. Pero fíjate que la ciudadanía se construye; estamos inevitablemente llamados a vivir juntos pero no a vivir en comunidad, que es distinto. No se trata de amontonarse, sino de crear el tejido, la relación de reconocimiento del otro que haga posible que nos podamos agrupar para construir una sociedad distinta, un modo de vida que sea beneficioso para la comunidad.
Esto nos lleva, a fin de cuentas, a proponer el nuevo paradigma de la comunicación. Hasta hora todos los modelos predominantes de comunicación van en la dirección de hacer de la gente clientes, televidentes, internautas; consumidores pasivos de las ideas y mercancías que ofrece la sociedad de consumo. Pues, habría que cambiar la pauta hacia una que postule -que favorezca- la idea de emancipación; en la cual la gente alcance mayor formación política, cultural y pueda decidir, por sí misma, sobre el mundo que le rodea, y donde se tenga más control del ejercicio de la comunicación porque se es más consciente de su entorno.
Hay una idea que podemos inventar para ganar el paradigma emancipatorio, una que está relacionada con políticas públicas nacionales sobre la comunicación: revisar el problema de la propiedad sobre los medios. Existe una alta concentración en élites económicas y políticas que no solamente tienen implicaciones nacionales sino que, generalmente, pertenecen a corporaciones trasnacionales. Así ocurre en Venezuela, así ocurre en nuestros países de América Latina. Y eso sólo se puede corregir con políticas nacionales… Pero esa es una parte del problema, también está la regulación con respecto a la dirección de los medios. La Ley de Responsabilidad podríamos decir que es una muy buena noticia en un país como Venezuela -en donde no pasaba nada en esa materia porque era una herejía- aunque por ahora solamente quede en el plano formal-normativo; claro que nos podríamos quejar por su poca aplicación porque, por ejemplo, no hay comités de usuarios o porque, como todos podemos observar, los medios no cambian sustancialmente su actuación. Entonces tenemos a Globovisión que actúa como una plataforma política y no como un medio de difusión que debe cumplir con unas normas.
Pero también, aquellos que estemos llamados a la construcción de un paradigma que favorezca la emancipación, debemos garantizar que a través de los medios la gente gane más educación y mayor cultura política.
¿Debemos decir que la verdadera función de los medios debe ser esa?
Sí, empezando sobre todo por los públicos. Pero también se debería favorecer una educación ciudadana que se diferencie sustancialmente de la actual; porque ten en cuenta que los cambios no vienen sólo desde los medios, sino también de fuera de ellos. Hay que estimular una relación crítica del usuario con los medios; cómo se puede ganar eso: En las formas de organización que se vayan dando entre la gente, como los Consejos Comunales. La escuela es también un buen espacio para que desde la infancia y la juventud aprendamos a hacer una revisión crítica de los medios. La relación distinta que tengamos con los medios también viene dada en la medida de que haya mayor organización dentro de las comunidades. Se gana tejido social, en organización social y popular y esto es la utopía a la que estamos obligados – entendiendo que las utopías son lo que está por ganarse.
Bajo esta premisa tendríamos que acordar que los cambios está más allá de los medios, que está en la sociedad…
Una parte viene dada por la sociedad y la otra por los propios medios.
Hagamos un juego de imaginación: El Estado se encarga la educación de usuarias y usuarios críticos y también -haciendo la revisión sobre la propiedad- determina que es saludable que existan algunos privados: ¿Qué formatos les deberíamos exigir a éstos para que prive la construcción de ciudadanía en vez de consumidores?
Resumamos: el cambio del paradigma hegemónico es esencial; porque si el medio ve al ciudadano no como un usuario sino como un potencial consumidor, no es por un hecho fortuito; estas sociedades del viejo paradigma nos estudian para estimular el consumo. Hay una investigación de los años 50, de Vackard, que ilustra esta situación, él dice -¡ya en esa fecha!- que se estudiaba a la gente en sus hábitos y preferencias para llevarlos, con más ventajas, a consumir.
Bien, ese paradigma debemos cambiarlo por uno que llamaremos, acá entre nosotros, Paradigma Emancipatorio. Emancipación es un sustantivo que refiere el acto de tomar conciencia, ganar soberanía y liberarse de la subordinación y subvención, o sea, un emancipado es libre. En el caso de la influencia de los medios debe haber uno que haga de los usuarios y usuarias personas conscientes, no sujetas a ningún reflejo condicionado, eso sería lo novedoso; significa que debemos recuperar la noción de que comunicación implica diálogo, encuentro, poner algo en común para construir comunidad y tejido social.
En ese sentido tendríamos que encontrar en la parrilla de programación más sustantivos vitales de la vida humana: dignidad, justicia, derechos humanos y derechos de la naturaleza.
Ya que hablamos de un problema de fondo -atacar los símbolos de la dominación-comprendamos que no se resuelve con leyes; hacen falta pero no es lo único. La Ley Resorte establece un esquema de comportamiento y permite la propiedad privada, por lo tanto, en el mapa de medios que tenemos en Venezuela hay privados, institucionales, públicos, comunitarios y del Estado, pero ese mapa tenemos que corregirlo profundamente para poder ganar no sólo el nuevo paradigma, sino que en el país avance un proceso de cambios, si no se corrige yo veo muy difícil que avancemos. Revisa los números y descubrirás que la mayoría de las radios y TV están en manos de los privados, una realidad que contradice la matriz de opinión que se ha creado desde los mismos medios. Pero es así y lo corroboras haciendo una revisión somera.
Entonces, qué debería pasar: menos medios privados o ninguno privado…
En principio que sean menos los privados, luego tendremos que avanzar a una situación en la que no haya ninguno privado.
Cuando uno dice una cosa así en Venezuela la gente se asusta mucho, pero vemos que hay países europeos donde los medios sólo son estatales; lo que pasa es que el modelo nuestro se parece al de Estados Unidos donde todos los medios están en manos privadas. En España y Francia, en décadas anteriores, mantuvieron el modelo de lo público… ahora, lamentablemente, han retrocedido de esa dirección pero hay casos de países como Suecia donde todos los medios están en manos del Estado. El razonamiento es el siguiente: los medios son tan importantes -como la industria farmacéutica que también es estatal- que no pueden ser administrados por privados. El Estado debe ser el garante de su funcionamiento público.
Acompaño la idea, los medios -debido a su importancia- en un futuro próximo tienen que ser administrados por el Estado; pero me gustaría que profundizáramos sobre las diferencias que hay entre el gobierno y el Estado, para categorizar entonces medios estatales o medios públicos…
¡Ese es otro problema! No se puede confundir lo estatal con lo gubernamental, es muy dañino. Cuando hablemos de medios públicos hagamos la delimitación que posibilite que el medio esté administrado por los usuarios o al servicio de éstos, beneficiando así esa noción que se ha difundido tanto: medios de servicio público. Ahora, comprendamos que hay también una distorsión que se da en muchos países -incluso en Venezuela-: entender que el medio estatal está al servicio del gobierno, lo que dificulta la posibilidad de sumar a aquellos que no están con el gobierno y que también tienen derecho a los canales de servicio público.
No hablo de medios neutros. En ningún caso la comunicación es neutra y si es neutra no sirve para nada; pero sí tiene que entenderse que un medio no puede estar al servicio ni del gobierno ni, muchos menos, de un partido de gobierno. Esas son desviaciones que se tienen que corregir en Venezuela con urgencia, en la medida que deje de hacerse originan un daño terrible.
¿Cuál es el ideal de eso que llamas medios de servicio público?
Caramba, que, por ejemplo, garanticen un ejercicio pleno de la ciudadanía; en los que haya participación del gobierno pero no únicamente del gobierno…
¿Cómo es eso?
Pues tienen que estar de manifiesto las organizaciones sociales como los consejos comunales, las universidades y otras formas de asociación que desarrolle la gente; del lado de la economía también tiene que haber participación. La dirección del medio no debe quedar exclusivamente bajo la entidad gubernamental como sucede ahora; es una tentación que acarrea que el medio termine al servicio del gobierno.
¿Y dónde queda la participación de las organizaciones sociales?, recuerda que hablamos mucho del poder popular y ¿de qué manera el poder popular está participando?; debe haber confianza e iniciativa en la gente para que haya representación en ésta materia.
Muy bien Orlando, pero se nos presenta un conflicto interesante: El PSUV -que se está desarrollando como una de las manifestaciones del poder popular- tiene mucha cabida dentro de los medios estatales…
…El PSUV es una forma de poder popular; pero es una. El riesgo que corremos es que se vea -y se ve a veces- como la única.
Yo defiendo la tesis que sostiene que debe haber diversas formas de lucha y diversas formas de organización; eso implica también organización partidista. No creo que deba haber un sólo partido, hay la posibilidad a que haya otros. La distorsión también es creer que debe haber un partido único; hubo un modelo así dentro de la experiencia socialista y terminó siendo nada democrático. El PSUV es un partido que está al servicio del movimiento revolucionario, ¿pero necesariamente debe ser el único?, yo pienso que no.
Sucede lo mismo cuando se trata de decretar las formas del poder popular; tratando de darle cuerpo como si fuera una única cosa y si eso es así: ¿cuántos quedan por fuera?
Y cómo hacemos en el caso de tratar de mantener la premisa de que lo público es para el servicio de todos pero sin ceder en la orientación que dimos antes a los medios: el mensaje debe ser para la emancipación. ¿Cómo hacemos para dar cabida a la oposición?
Hay que dar participación a corrientes políticas democráticas que no están en el gobierno y éstas pueden hacer críticas puntuales, y habrá otras corrientes democráticas que hagan críticas siendo de abierta oposición a las políticas de gobierno.
El problema es que los medios están sumamente cerrados en el país. Se impuso la imagen -la metáfora- de la guerra mediática y en nombre de ésta los medios tienden a hacer un esfuerzo muy grande para proteger al Estado y no dan lugar para la participación de gente que hace críticas: «prometieron el servicio de agua y no han cumplido», «falta aseo urbano», etc. Cuando se cierran a esas críticas, que pueden ser hechas por personas afectas a las políticas de Estado pero que son víctimas de desasistencia de este tipo, están regalando a los medios privados la posibilidad de usar esa crítica con una dimensión y una intención diferentes.
¿Es necesario que el Estado tenga medios de comunicación?, pues sí, pero no como un instrumento de expropiación de la realidad para establecer la realidad que le convenga, es decir, para crear la verdad del Estado revolucionario. Los medios del Estado pueden hacer mucho, siempre que se comprenda que si queremos cambiar el mundo estos instrumentos deben ser auxiliares de los sujetos que tengan este interés… serán instrumentos de esta mayoría que opta por el cambio revolucionario, no del gobierno. Los gobiernos siempre presentan un problema…
Ganamos más mostrando la crítica que nace en el seno de las bases populares…
Claro, los gobiernos tiene un problema: son gobierno y tratarán den seguir siendo gobierno; ahora, eso no alcanza para transformar el país. Hay un problema de fondo, no es simplemente tratar de ganar elecciones y mantenerse en el favor de la mayoría, no, el objetivo es cambiar a la sociedad. Y para esto hay que poner en movimiento todas las posibilidades que dan los medios de comunicación, más si son del Estado.
Atención, tenemos un riesgo: en respuesta a una supuesta comunicación antirrevolucionaria -que sí la hay- justificamos una supuesta comunicación revolucionaria, que sea como construir una realidad de Estado revolucionario que no necesariamente incorpore las necesidades y anhelos de cambios de la gente. Allí está el problema.
Para finalizar: empezamos hablando de la construcción de la ciudad y de la necesidad de construir lo simbólico. ¿No se estará dando esto, en gran medida, a través de las experiencias de los medios comunitarios?
En buena parte sí, porque ese experimento llamado Poder Popular -porque este se construye, se experimenta, no se decreta- tiene en los medios comunitarios un buen reservorio, porque da expresión pública de eso que está en la gente, en la comunidad, en los consejos comunales y las distintas formas de organización, no sólo las que promueve el Estado.
¿Por qué hablamos de ciudadanía?, porque ésta sirve todavía para explicar la necesidad de que se produzcan cambios sociales para ganar calidad de vida para la gente. Una sociedad donde haya democracia, reconocimiento del otro, una cultura de paz y no el aplastamiento de las mayorías por la élites de poder, como sucedía acá. Por eso nos sirve de mucho la palabra ciudadanía y eso, a la larga, si se ve como lectura política, alguien me podría decir «por qué no usar el término socialismo», pudiera ser. Pero ciudadanía, en plenas formas de ejecución, te conduce a mejores formas de vida que es también el caso del socialismo, pero éste es otro debate.
Hablamos de la transformación fuera de los medios y de la transformación dentro de ellos, pero no hemos mencionado las escuelas de periodismo, ¿no tendríamos, Orlando, que transformar la concepción que existe de la comunicación dentro de las escuelas?
Hay que cambiar, en principio, las universidades; porque las escuelas lo que hacen es expresar la corrientes de pensamiento, entre esas las formas de ver la comunicación, el periodismo pero también el mundo. El problema esencial de las escuelas es que forman periodistas para ser empleados.
¿Y se deben formar para qué?
Habría que formar periodistas para transformar el mundo.
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