Pasan los días y el relato oficial de los Estados Unidos sobre lo que ocurre en el mundo y en el país se estremece al compás del embate de nuevos hechos que lo desarticulan y desenmascaran. Rápidos de reflejos, los medios monopólicos, las redes y las plataformas tecnológicas manipulan la información y crean nuevas bombas de humo envueltas en noticias fragmentadas y falsas. Siembran así confusión y contribuyen a profundizar el agujero de la memoria colectiva, ese lugar oscuro donde se acumulan los residuos de sucesos y procesos cuyo verdadero significado va evaporándose en el olvido.
El vaciamiento de la información ocurre velozmente y sin que los ciudadanos se den cuenta. Las noticias se estructuran en torno al desencadenamiento de sentimientos irracionales, que apelan subrepticiamente al miedo hacia un enemigo difuso. Machacadas durante las 24 horas del día, anestesian la reflexión y horadan de un modo lento, pero seguro, la capacidad de cuestionar lo que acontece. En este contexto, florece la censura y se transforma en su antítesis: la libertad de expresión. Así, una espesa trama de intereses aprovecha los avances tecnológicos para concentrar el poder, controlar la información y reproducir la aceptación pasiva del statu quo. Paradójicamente, también siembran la anomia, la inestabilidad política y el canibalismo social.
Luego de décadas de rusofobia y Russiagate en los Estados Unidos, la ilegitimidad corroe al tejido social, las elites se pulverizan entre sí y una población empobrecida parece naufragar en la enorme incertidumbre económica, el fin de las esperanzas, la droga, el aislamiento y la violencia de los unos contra los otros. El relato oficial ha logrado internalizar al enemigo externo y naturalizar las causas de los males que aquejan a la sociedad. Esto ocurre en una economía en la que la concentración de los ingresos y la desigualdad social alcanzan niveles históricos; donde, desde 2019, la población ha perdido tres años de esperanza de vida, un suicidio social cuya magnitud es aún mayor en los estratos de menores ingresos; un país donde el wokismo y la “política de identidades” (identity politics) penetra a las instituciones y, fragmentando a los individuos, los polariza en luchas estériles que dejan intacto al orden establecido y al racismo que permea las estructuras más profundas del país. En este clima, sin embargo, la narrativa oficial empieza a deshilacharse y a mostrar su trama interna.
Ingeniería del pánico y luchas facciosas
Varios incidentes recientes exponen esta situación. Uno de los más conspicuos concierne al supuesto espionaje chino realizado con un globo meteorológico descubierto volando sin permiso sobre territorio norteamericano a fines de enero. Sin realizar las consultas de rigor con el gobierno chino, el Presidente Joe Biden anunció la destrucción del globo espía y luego de días de inoperancia, el Pentágono usó aviones de combate y misiles de alto vuelo para derribarlo. Asimismo, el gobierno suspendió la visita a China programada para estos días por el secretario de Estado y los líderes del Congreso anunciaron inminentes visitas a Taiwán, “aunque esto vaya a poner furioso al gobierno chino” [1]. Desde un inicio, este último reconoció al globo como un instrumento meteorológico sacado de su ruta por los vientos y reaccionó con indignación ante el tratamiento norteamericano del incidente. Asimismo, reclamó los despojos del globo y una investigación sobre los mismos. En un clima de creciente tensión, las autoridades y los medios norteamericanos alertaron sobre la existencia de nuevos globos u objetos aéreos volando sin permiso sobre el territorio, fenómeno que fue atribuido al espionaje chino y a la posible visita de extraterrestres (UFOs). Así, en pocos días se construyó una verdadera “ingeniería del pánico” y de la fobia contra China. Esto coincidió con un flujo creciente de noticias de la guerra en Ucrania que contradicen la versión oficial sobre el conflicto bélico. También confluyó con la publicación del informe del periodista Seymour Hersh que atribuye al gobierno norteamericano la voladura de los gasoductos rusos Nord Stream 1 y 2 en septiembre del año pasado, algo que implicaría un acto de guerra contra un país aliado y un atentado contra la legislación nacional e internacional.
En este contexto, Edward Snowden definió [2] a esta ingeniería del pánico como un intento de borrar las huellas del informe de Hersh sobre el sabotaje norteamericano a los gasoductos rusos. Veinticuatro horas después, el vocero del Consejo Nacional de Seguridad reconocía que los nuevos globos descubiertos “estarían relacionados con objetivos comerciales benignos (…) no hemos encontrado indicación alguna que muestre que (…) eran parte del programa de espionaje (…) chino o de que estén relacionados con el objetivo de recoger inteligencia” [3]. La histeria, sin embargo, no amainó y el Presidente Biden analiza medidas para castigar esta forma de supuesto espionaje chino.
Hay sin embargo, algo más: el relato oficial también es erosionado por la pugna entre distintas facciones de las elites por controlar el poder político. Esta lucha se intensifica a medida que la guerra en Ucrania evoluciona de un modo distinto al esperado por los neocons que controlan la política exterior [4]. Diferentes versiones de la guerra empiezan a filtrarse en los medios más importantes [5] y las dudas sobre la evolución de la misma cunden entre los países de la OTAN. El Presidente Biden, los titulares del Consejo de Seguridad Nacional y del Departamento de Estado y voceros de los organismos de inteligencia afirman que Rusia ya perdió la guerra y admiten que el gobierno norteamericano otorga inteligencia y asesoramiento inmediato a las fuerzas de Ucrania para el uso de armamento sofisticado (HIMRAS) que puede golpear a larga distancia (Crimea y Rusia). Buscan así escalar la guerra para producir rápidamente un cambio de régimen en Rusia que prepare el terreno para el enfrentamiento principal con China. Otros sectores del gobierno y de los partidos políticos empiezan a visualizar una posible debacle en Ucrania antes de la primavera y buscan preparar el terreno para una eventual negociación con Rusia. Más importante aún, advierten sobre la incapacidad de las potencias de “Occidente” para abastecer con armamento y munición a Ucrania en una guerra convencional de alta intensidad [6].
Así, poco a poco algunos hechos que vulneran el relato oficial empiezan a destacarse: Ucrania utiliza muchísima más cantidad de munición y armamento de lo que recibe de la OTAN y del gobierno norteamericano; esta guerra está desmantelando el stock de armamentos de las potencias de Occidente y no existe capacidad industrial instalada capaz de subsanar este problema antes de la ofensiva rusa en Ucrania e incluso en los próximos meses y años. Rusia, en cambio, tiene una poderosa economía de guerra, se prepara para una contienda que durará más de 30 meses [7] y sus máximas autoridades diplomáticas advierten que el involucramiento directo de Estados Unidos y de la OTAN en Ucrania “está llegando al punto de no retorno”, con consecuencias catastróficas para el mundo [8].
Guerra y conflictos entre corporaciones
Estos conflictos facciosos coexisten con una intensa lucha entre grupos monopólicos por concentrar mayor poder económico y político. Esto último apunta a una dinámica estructural incontrolable. Las vicisitudes en torno a la compra de Twitter por parte de Elon Musk, titular de Starlink, un monopolio tecnológico espacial estrechamente ligado al riñón del complejo industrial militar norteamericano, abren una ventana por la que se cuela el sonido de nuevas furias.
Musk compró Twitter hace seis meses “para consolidar una plaza pública donde los ciudadanos del mundo puedan comunicarse con el mínimo posible de censura”, poniendo así “algún límite” a aquellos que “quieren imponer la ideología de San Francisco-Berkeley sobre el mundo” [9]. Desde hace tiempo, Musk venía manifestando su repudio a la ineficiencia del gobierno de Biden y a su uso de la censura ejercida a través de los medios, las redes e Internet. Una vez que compró Twitter, anunció que aunque nunca fue republicano, votará por ellos en las próximas elecciones. Acto seguido, propuso un plan para el inmediato cese de hostilidades en Ucrania y el inicio de negociaciones teniendo en cuenta las demandas rusas. Estas definiciones le valieron el repudio del gobierno, el retiro de la financiación de varias corporaciones a Twitter y la advertencia de posibles sanciones por parte de la Unión Europea por no cumplir con las obligaciones estipuladas en el Código de Prácticas sobre Desinformación de esta organización, al que la compañía oportunamente adhirió. Las sanciones prevén la incautación de hasta el 6% de los ingresos por ventas [10].
Más recientemente, Musk permitió el análisis de los archivos secretos de Twitter por parte de periodistas independientes. Del mismo surge la conexión entre organismos de inteligencia, altos funcionarios y líderes demócratas, medios de comunicación y redes sociales, en la supresión de información y en la persecución de los que no aceptan la narrativa oficial en relación con la guerra en Ucrania, el Russiagate, y otros temas [11]. Asimismo, si bien desde el inicio de la guerra en Ucrania, Musk proveyó de Internet satelital a las fuerzas militares de este país a través de su emporio Starlink, por estos días anunció que limitará este servicio porque el gobierno de Ucrania ha roto el contrato inicial. Según Musk, los militares usan Starlink para mantener una red de espionaje con drones que escala el conflicto y arriesga derivar en una Tercera Guerra Mundial. La responsabilidad de esto último le resulta inaceptable [12].
Más allá de las razones personales y de negocios que Musk pueda tener para sus intervenciones políticas con Twitter y Starlink, no se puede ignorar que sus emprendimientos tecnológicos cuentan desde un inicio con fuerte financiamiento del Pentágono y de DARPA, es decir, del núcleo central del complejo tecnológico militar. Tal vez su intervención política exprese la preocupación de un sector de este complejo por la creciente polarización del país, y su impacto sobre la guerra y el dominio global norteamericano. Ecos de esta preocupación también emergen en las advertencias de Eric Schmidt [13] –ex CEO de Google y actual jefe del Comité de Asesores Científicos del Departamento de Defensa– sobre la necesidad de introducir rápidamente inteligencia artificial al complejo militar y a la guerra para cambiar decisivamente las reglas del juego, como ocurriera oportunamente con la introducción de armas nucleares. Esto sucede en circunstancias en que el gobierno de Biden ha tomado medidas extremas para impedir que empresas norteamericanas y aliadas abastezcan a China de chips de última generación y de tecnología vinculada a la producción de inteligencia artificial. Más del 80% de estos chips son producidos en Taiwán por una empresa local.
Control del relato en la Argentina
La disputa por el control del relato y el sentido de la vida es de importancia estratégica en el mundo entero. En la Argentina, la legitimidad de la narrativa oficial tiene una incandescencia peculiar, que aumenta a medida que se aproximan las elecciones. El Frente de Todos (FdT) llegó al gobierno luego de prometer desarrollo nacional con inclusión social, antítesis del actual modelo agroindustrial extractivista, que reproduce pobreza estructural y endeudamiento ilimitado. Este modelo es central a la estrategia política y económica de la oposición macrista y del Fondo Monetario Internacional (FMI). A pesar de sus promesas de campaña, el gobierno del FdT no ha podido o no ha querido introducir los cambios económicos y políticos necesarios para limitar el poder de los monopolios y la injerencia del FMI en el país. Ha elegido, en cambio, la vía del chamullo, la rosca y el clientelismo con la consiguiente pérdida de legitimidad política y de fuerza para concretar sus promesas iniciales. Esta pasividad tampoco sirvió para impedir la creciente desestabilización política orquestada por el lawfare y la oposición macrista.
La llegada de Sergio Massa al Ministerio de Economía marcó el desesperado intento del gobierno por impedir que el país volara por el aire al compás de una corrida cambiaria, junto con una desestabilización política que incluyó un intento de asesinato de la Vicepresidenta. Hoy, sin embargo, la estampida de precios continúa al palo, el Banco Central de la República Argentina (BCRA) sigue perdiendo reservas para pagar intereses de la deuda externa y controlar el tipo de cambio y el gobierno planea un nuevo REPO o préstamo con acreedores externos que equivale a un mes de venta de divisas en el mercado mayorista para impedir una corrida cambiaria.
Las corridas no son fenómenos nuevos en la historia del país. Constituyen un rasgo estructural inherente a la actual matriz productiva, asentada en la dependencia tecnológica y la restricción externa. Son alentadas por los poderes fácticos que quieren eliminar al populismo de la escena política y por las condiciones del Acuerdo con el FMI, que impulsan la dolarización de las ganancias y rentas, cualquiera sea el origen de las mismas: desde la formación monopólica de precios a las cosechas, al dólar soja y a la especulación con todo tipo de activos, incluidos los bonos de la deuda en pesos. Este panorama ha colocado al país en la situación de defaultear con el FMI a corto plazo por no poder cumplir con el límite impuesto por el organismo a las tenencias de reservas en el BCRA. De ahí la frenética búsqueda de nuevos REPOs, que acaban retroalimentando la corrida cambiaria y al endeudamiento ilimitado.
Todo esto es bien conocido por los “mercados”, las tribus macristas y la República de Comodoro Py, presidida por la Corte Suprema de Justicia de la Nación. Pareciera, pues, que en los meses venideros se estrechará la operación de pinzas que busca ahorcar al FdT. De ahí la necesidad de dar contenido a las palabras y de legitimar el relato cumpliendo las promesas olvidadas. El FdT no puede caer en la esquizofrenia de separar la gestión pasada y actual de este gobierno de “la estrategia electoral”, como quiere el Presidente. En la práctica, esto implica no presentar un programa de cambio concreto, además de un desgaste de legitimidad que no se compensa por haber logrado la pretendida “unidad”. En este sentido, las preguntas centrales, no formuladas hasta ahora, son:
¿Cuáles son los intereses que se unifican?
¿Para qué se quiere esa unidad?
¿Cómo se concreta esta unidad?
Si en este contexto caracterizado por el crecimiento de la violencia, la impunidad de los monopolios, del lawfare y de la oposición, el FdT no presenta a sus bases una alternativa de cambio que permita en lo inmediato impedir el continuo deterioro de sus salarios y nivel de vida y genere al mismo tiempo la esperanza de un futuro marcado por la participación en las decisiones para lograr un desarrollo nacional e integrado, será devorado por las circunstancias y contribuirá a que la oposición logre sus objetivos, ya sea ganando las elecciones o fundiéndose con la cáscara de un FdT vaciado de contenido, como quieren algunos sectores “lúcidos” del establishment financiero internacional.
Ante este escenario, la primera reunión de la Mesa Nacional del FdT para elaborar la estrategia electoral ha cumplido con el cometido de relevar la imposibilidad de elecciones con proscripción electoral de la Vicepresidenta. Esto, aunque es de fundamental importancia, no alcanza. El tiempo corre y “el pueblo quiere saber de qué se trata”.
[1] zerohedge.com, 14/02/2022.
[2] https://twitter.com/Snowden/status/1625241477642088454.
[3] zerohedge.com, 14/02/2023.
[4] https://www.youtube.com/watch?v=CAEMMJWmznE.
[5] telegraph.co.uk, 14 y 15/02/2023; politico.com, 15/02/2023; usatoday.com, 14/02/2023; washingtonpost.com, 13/02/2023; zerohedge.com, 10 y 11/02/2023.
[6] https://www.youtube.com/watch?v=-nb54QR_cgI.
[7] https://www.youtube.com/watch?v=sVYcKpk_LCg.
[8] Serguei Lavrov, Dmitry Polyianski, zerohedge.com, 16/02/2023.
[9] zerohedge.com, 15/02/2023.
[10] zerohedge.com, 10/02/2023.
[11] Analizado en las últimas notas.
[12] zerohedge.com, 13/02/2023. Esta decisión indignó al gobierno de Ucrania, que lo acusa de venderse a Rusia. Otros creen que busca amortiguar fuertes pérdidas financieras, aumentadas por la destrucción sistemática que Rusia hace de su red satelital luego de desarrollar una tecnología de avanzada, especialmente destinada a ese propósito.
[13] zerohedge.com, 15/02/2023.
Fuente original: Control del relato – El Cohete a la Luna