La edición de la revista Time del 25 de septiembre ilustra cómo los medios informativos de EE.UU. están preparándose para un ataque militar a Irán. El titular de la historia de portada, una entrevista con el presidente de Irán Mahmud Ahmadineyad, es «Cita con una mente peligrosa». Las grandes letras bajo el titular le denominan […]
La edición de la revista Time del 25 de septiembre ilustra cómo los medios informativos de EE.UU. están preparándose para un ataque militar a Irán. El titular de la historia de portada, una entrevista con el presidente de Irán Mahmud Ahmadineyad, es «Cita con una mente peligrosa». Las grandes letras bajo el titular le denominan «el hombre cuya arrogancia está agitando el miedo de una guerra con EE.UU.», y el segundo párrafo concluye: «aunque las fotografías muestren a menudo al presidente de Irán haciendo el signo de la paz, sus acciones bien podrían estar acercando al mundo a la guerra».
Que el más importante semanario de noticias de EE.UU. dedique cinco páginas a profundizar sobre una guerra aérea de EE.UU. contra Irán, como hizo Time en ese mismo número, es un signo más de que las ruedas de la maquinaria bélica de nuestro país están girando cada vez más rápido hacia otro ataque no provocado contra otro país.
Ahmadineyad ha pasado a ser el primero de la lista de enemigos de Washington y de los medios estadounidenses. Durante los últimos 20 años, esta lista ha incluido a Manuel Noriega, Saddam Hussein y Slobodan Milosevic, todos objeto de un amplio vilipendio mediático antes de que el Pentágono lanzara un ataque militar a gran escala.
Siempre que el presidente de EE.UU. decide iniciar o intensificar un ataque mediático contra un líder extranjero, los noticieros dominantes de EE.UU. han incrementado fielmente los decibelios y la histeria. Pero la administración también puede ahogar las amenazas bélicas manteniéndose silencioso sobre las maldades de algún tirano extranjero.
Tomemos al dictador de Libia como ejemplo. Durante más de treinta años, el Coronel Muammar al-Gaddafi ha sido un déspota cuyo récord de represión hace parecer a Noriega o Milosevic dirigentes relativamente tolerantes con respecto a sus adversarios políticos. Pero desde que Gaddafi llegó a un acuerdo con la administración Bush en diciembre de 2003, el silencio de Washington acerca de las maldades de Gaddafi ha sido notable.
Cuando Gaddafi celebró públicamente el 37º aniversario de su dictadura hace unas semanas, declaró en un discurso en la televisión pública: «nuestros enemigos han sido derrotados dentro de Libia, y debéis estar listos para matarlos si surgen de nuevo». El New York Times mencionó que el régimen de Gaddafi «criminaliza la creación de partidos de oposición».
Hoy por hoy, aunque la situación de los derechos humanos en Irán es condenable, las circunstancias son mucho peores bajo muchos gobiernos favorecidos por Washington. Aquí, en casa, los medios de información deberían estar mostrando esa doble moral en vez de contribuir a ella. Pero tantos reporteros y expertos han interiorizado las agendas geopolíticas de Washington que las principales instituciones del periodismo continúan pudriéndose desde dentro. Que esta podredumbre siga pasando desapercibida demuestra hasta qué punto se ha normalizado el «doblepensamiento» de Orwell.
Esto no es tanto un asunto de profesionalismo como los asuntos de salud pública son temas de medicina. Los medios de información deberían ser sistemas de pronto aviso que nos informaran antes de que los temas de actualidad pasen a ser historia irreversible.
Pero cuando el sistema de los medios socava el libre flujo de información y evita el debate abierto, lo que sucede es una parodia de democracia. Eso es lo que ocurrió hace cuatro años durante la preparación de los medios para la invasión de Irak.
Ahora, los signos de aviso son muchos: la administración Bush tiene a Irán en el punto de mira del Pentágono. Y el camino hacia la guerra, animado por la doble moral sobre desarrollo nuclear y derechos humanos, está consiguiendo gran cobertura de los medios de EE.UU. que retratan al presidente reacio a lanzar un ataque contra Irán.
La revista Time informa que «desde el Departamento de Estado hasta la Casa Blanca y hasta los más altos rangos del ejército, hay un sentimiento creciente de que un enfrentamiento con Irán…puede ser inevitable».
El mismo tipo de construcción mediática -asumir que sinceramente Bush desea evitar una guerra-fue abundante en los meses previos a la invasión de Irak. Cuantos más cuentos de hadas cuenten los medios informativos, más parte forman de la maquinaria de guerra.
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La edición de bolsillo del último libro de Norman Solomon, War Made Easy: How Presidents and Pundits Keep Spinning Us to Death [La guerra hecha fácil: cómo presidentes y expertos nos llevan a la muerte], fue publicada este verano. Para más información, visite: www.warmadeeasy.com