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Sobre un teletipo de la agencia Efe con motivo del Festival del Habano en Cuba

Cuidado con el veneno

Fuentes: Rebelión

Si no fuera porque la experiencia acumulada después del triunfo de la revolución cubana nos permite ir algo más allá y percatarnos del verdadero sentido que encierran los artículos de prensa de la mayoría de las agencias de noticias al servicio de los intereses del gran capital, nos habríamos desternillado de la risa al leer […]

Si no fuera porque la experiencia acumulada después del triunfo de la revolución cubana nos permite ir algo más allá y percatarnos del verdadero sentido que encierran los artículos de prensa de la mayoría de las agencias de noticias al servicio de los intereses del gran capital, nos habríamos desternillado de la risa al leer un despacho, que según el Nuevo Herald, lanzara desde La Habana la agencia EFE en relación con algo que aconteciera en el recién concluido Festival del Habano, evento que periódicamente se celebra en Cuba.

Pero no, el asunto no es, realmente, como para reírse, ya que luego de reseñar algunos aspectos de interés de los muchos que caracterizaron la reunión, no podía faltar, en este caso al concluir el articulista su reporte, la introducción de la dosis de veneno con la que siempre pretenden inocular a los lectores, y es así que expresa, refiriéndose al precio fijado por sus productores a un puro especialmente elaborado como homenaje al 40 aniversario de la marca Cohiba y a un ron del que solo se comercializarán 100 botellas cada año, lo siguiente:

«Desorbitados para cualquier bolsillo, la adquisición de un producto de este tipo vuelve quimérica para un cubano si se tiene en cuenta que el salario promedio de la isla ronda los 350 pesos cubanos (alrededor de 14 dólares) Analicemos detenidamente y con profundidad las frases del párrafo:

Desorbitados para cualquier bolsillo. No es cierto; no hay tal desorbitación y mucho menos para cualquier bolsillo. Se trata del precio fijado a productos que tienen un sello de exclusividad por su extraordinaria calidad y elegante presentación, y que precisamente por ello se elaboran para que sean consumidos por un reducido número de personas que disponen de recursos económicos para hacerlo, es decir, personas que son capaces de participar en una subasta en la que se recaudaron alrededor de 700,000 dólares y pagar 500 por cubierto para participar en una cena.

Son las mismas personas que en otros países pueden comprar un automóvil valorado en decenas de miles de dólares, lo que resulta una quimera para la mayoría de la población que junto con esos compradores allí conviven; quimera porque sencillamente el salario real que recibe esa mayoría no les permite comprarlo, y entonces me pregunto:

¿Por qué cuando los fabricantes de esos automóviles lanzan su producto al mercado, a «precios desorbitantes», las agencias de prensa capitalistas no añaden al final de sus artículos una referencia al hecho de que esos automóviles no podrán ser adquiridos por esa mayoría?

¿Por qué callan esa realidad, y lejos de ello se dedican a sembrar la esperanza de que algún día cualquier ciudadano los podrá adquirir, sabiendo que es falso?

¿Por qué pretender hacer de Cuba una excepción, en este caso en lo que respecta a la posibilidad que tienen sus ciudadanos de adquirir bienes suntuosos de alto valor?

Aceptando como cierto el hecho de que los cubanos no puedan comprar el puro de 375 euros y la botella de ron de 1,000 euros, y que muchos ciudadanos de otros países no puedan comprar el automóvil de miles de dólares, bien pudiera hacerse otra valoración para precisar en su justa medida el beneficio que ante tal circunstancia reciben la mayoría de los ciudadanos de Cuba y los de esos otros países, y resulta que mientras en Cuba el importe de las ventas de los puros y el ron se destinan a obras sociales para beneficio de todos los ciudadanos, en los otros países el importe de las ventas de los automóviles, por solo citar un ejemplo, se destinan a engrosar los bolsillos de unos pocos.

¿Por qué se silencian estas verdades y se pretende confundir a los lectores?

«La adquisición de un producto de este tipo se vuelve quimérica para un cubano si se tiene en cuenta que el salario promedio en la isla ronda los 350 pesos cubanos (alrededor de 14 dólares)» Precisado el segmento de consumidores al que va dirigido el producto, lo cual justifica el precio fijado, no podemos hacer menos que discrepar de lo expuesto al final del párrafo, puesto que el salario real de los cubanos no es de 14 dólares como en él señala; eso es sencillamente una burda mentira.

Los cubanos no pagan un centavo por la excelente educación que reciben todos, sin distinción alguna, desde la enseñanza primaria hasta la universitaria; no pagan un centavo por los servicios médicos que reciben, incluyendo operaciones por las que en otros países los pacientes deben pagar decenas de miles de dólares o sencillamente no operarse; la casi totalidad no paga renta porque son propietarios de la vivienda en que residen, y los que ocupan una nueva pagan una suma ridícula en comparación con sus ingresos; pagan cinco o diez pesos por presenciar la puesta en escena de obras del Ballet Nacional de Cuba; pagan un pesos por asistir a un juego de béisbol de la Serie Nacional, aquella en que participan los peloteros que representando a todos los cubanos fueron los sub-campeones del Clásico Mundial en que estuvieron presentes los mejores peloteros de las llamadas Grandes Ligas; la inmensa mayoría de los que están vinculados a un centro de trabajo almuerzan en el mismo pagando un precio simbólico porque el estado subvenciona la mayor parte de los alimentos; y así pudiéramos enumerar otros muchos beneficios que reciben los cubanos por el solo hecho de residir en el único y verdadero Territorio Libre de América; ciertamente no pueden comprar un puro Cohiba de 375 dólares, pero reciben, incluso los que no fuman, muy buenos puros por unos pocos centavos, ya que el estado también subvenciona su producción para que pueda llegar a todos; entonces:

¿Es cierto que el salario promedio de los cubanos es de 14 dólares?

Evidentemente es falso, y ese es el veneno que en esta ocasión se pretende inocular, pero afortunadamente hay suficiente antídoto para que el veneno no surta efectos.