Carlos Taibo, con quien he tenido el gusto de coincidir una vez solamente con motivo de un seminario en la Universidad Complutense hace cosa de un año, escribió ayer en Rebelión que no suele participar en los debates que se desarrollan en la red. Se refiere a una polémica sobre la cuestión de Yugoslavia. Yo […]
Carlos Taibo, con quien he tenido el gusto de coincidir una vez solamente con motivo de un seminario en la Universidad Complutense hace cosa de un año, escribió ayer en Rebelión que no suele participar en los debates que se desarrollan en la red. Se refiere a una polémica sobre la cuestión de Yugoslavia.
Yo tampoco voy a terciar en la cuestión porque lo que sé de ese país es principalmente lo que he leído de él, de Michel Collon y de uno o dos más. Sin embargo, me ha llamado mucho la atención un par de cuestiones relativas a los medios de prensa en los que publicar que aparecen en su texto.
Creo en primer lugar que la crítica es saludable para todos y necesaria para el que la recibe. No hay duda de que, como todo en la vida, lleva aparejada un riesgo, pero para eso tenemos la cabeza además de para sujetar el pelo, como nos decían en el colegio. Me parece feo que a personas que llevan años y años de lucha se les atice en ocasiones con cuestiones menores, o si son importantes sin el debido decoro, pero aún así esto es preferible a mantener vacas sagradas. Es mejor pensar que estamos en un campo en el que cada uno contribuye a la lucha en su medida con su aportación y luego que cada uno saque sus propias conclusiones. Para enemigos basta con los del otro campo.
Creo que el que inicia la polémica reprocha a Carlos que publique en El País porque supone que así se obliga a mantener una línea de pensamiento menos peleona que si lo hace en otros medios, por ejemplo, Rebelión. No tengo ni idea de lo que sucede en la mente de un autor cuando publica en El País, pero se me ocurre que hay que alegrarse de que Carlos publique allí -así como alguna otra rara avis-, antes que verlo como un asunto sospechoso.
Se trata de colaboraciones libres y esporádicas, que pueden calar en personas que nunca leen Rebelión y que contribuyen a compensar algunos editoriales lamentables por tendenciosos y algunos artículos pésimos por vacuos.
Por otro lado, creo que el contraataque de Carlos preguntando qué hace James Petras publicando en El Mundo está fuera de lugar y no ilumina nada el debate sobre el papel de autores progresistas en medios menos que eso. ¿Quiere dar a entender que un periódico es ético, al menos aceptable, y el otro no? Entre otras cosas Petras le podría preguntar por qué es más ético publicar en El País, con independencia de que éste sea el diario más vendido y mejor considerado. ¿No se sabe sobradamente por experiencia y por lo que leemos en Rebelión dónde queda la ética de El País en determinados asuntos?
No he venido a defender a Petras, que ya es mayorcito, ni tampoco a salvar el mundo, que me queda grande, aunque aprovecho la respuesta de Carlos para contestar con mi propia experiencia. Me impulsan dudas, que me parecen inextinguibles, sobre el valor de lo que se escribe y el valor del medio en el que se escribe.
Creo, salvo que esté equivocado y desde ahora rectifico en cuanto se me haga notar si estoy en un error, que soy uno de los autores españoles que más ha publicado sobre Palestina en el extranjero, o el que más. Lo he hecho en revistas científicas de Alemania e Inglaterra, lo que supone una dificultad que poco se puede exagerar, especialmente en un tema tan delicado; en el periódico árabe Al Ayyam, en Jordania; en la revista publicada en Jerusalén Palestine-Israel Journal; en la revista Educational Network (versión inglesa) editada en Ramallah; en la página web del Palestine Chronicle; en la página web oficial de la Autoridad Palestina; en la de Counterpunch, de Estados Unidos; también en la de Moqawama y así un entretenido etcétera con su correspondiente parte negativa: alguna página nazi toma mis textos sin mi permiso para arremeter contra los judíos. Obviamente nunca se lo daría para ese fin, pero ¿qué puedo hacer además de disgustarme?
No se me pasa por la cabeza decir que soy el que más sabe de Palestina, pues ahí están un puñado de profesores de la Universidad Autónoma, de Alicante, Complutense y otro de activistas, que dominan la cuestión y a quienes respeto y sigo además de disfrutar con su amistad. Sin embargo, saco esto a colación para preguntar a Carlos: ¿qué ha de hacer un autor progresista que quiere dar a conocer en su propio país su punto de vista contrario al de la mayoría del mundo: renunciar a los dos periódicos principales que existen, tal vez esperar a ver su nombre en la sección de esquelas del tercero, por cierto, la más suculenta de la prensa nacional?
¿Ha leído Carlos alguna vez en cualquiera de esos dos diarios a un miembro de ese grupo? ¿Son sus artículos malos por no aparecer en los mismos? ¿Esos diarios son mejores por publicar a Carlos y a otros autores?
Afortunadamente existe Rebelión, donde salen las cosas que desprecian esos diarios. Otra razón para alegrarse. Yo le estoy agradecido por lo que me saca y sobre todo por lo que me da para leer, creo que es un servicio sobresaliente que nos hace a todos los que compartimos sus ideales. No comparto que se critique a Rebelión porque se cuele en su página algún autor cuyo texto parece destinado a otros medios. Hay que mirar antes la trayectoria y el conjunto de textos.
Volviendo a mi experiencia: ¿Piensa Carlos que El Mundo es inadecuado para un autor progresista? Con otras palabras ¿aparte de Rebelión sólo se puede escribir en El País? Igual que se critica a éste por algunos editoriales y ciertas informaciones y silencios, sin incluir a Carlos ni a otros en el mismo saco, es injusto hacer lo mismo con los demás autores y con el otro diario. Cada uno es cada uno y una cosa es colaborar con independencia y otra ser miembro del comité editorial o de la junta de accionistas.
Resulta que no hay un periódico bueno y otro malo, o que uno es apto para progresistas y otro no. Puestos a ser consecuentes ninguno es aceptable. Cada uno tiene sus cosas buenas y desde luego sus inconvenientes, sus líneas rojas empresariales y de grupo de presión, las cuales a estas alturas, como las lentejas, las tomas o las dejas. No hace falta comulgar con todo lo que un diario ofrece ni tampoco despreciarlo obstinadamente, basta con recordar que hace bastante más de cien años que el periodismo perdió su virginidad.
Hubo un periodista que a mediados del siglo XIX sorprendió a una banda de irlandeses a la caza de un chino en una ciudad de Estados Unidos, al que apedrearon ante la mirada impasible de un policía. «Escribió con indignación sobre el linchamiento» consentido porque «pensaba que había fuego y literatura en su columna», según sus propias palabras. Esta pieza no se publicó. El propietario y director del periódico se lo explicó sucintamente: los irlandeses son los que compran el periódico y odian a los chinos, sin ellos no duraríamos ni un mes.
¿Cree Carlos que no merece la pena el periodista, o lo que escribió y la labor anti-imperialista que desarrolló durante su larga vida, o que le puede recriminar que trabajase para el Morning Call de San Francisco? El periodista era Mark Twain, mala suerte para todos que en aquella época no había Rebelión.
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