En vista de la popularidad que está adquiriendo Chávez, he creído necesario redactar un humilde decálogo de consejos para contribuir a la propaganda contra este siniestro personaje. Estos consejos han sido compilados a partir de lo que he ido leyendo en la prensa de mayor difusión. Confío en que ayudarán a concienciar a la gente […]
En vista de la popularidad que está adquiriendo Chávez, he creído necesario redactar un humilde decálogo de consejos para contribuir a la propaganda contra este siniestro personaje. Estos consejos han sido compilados a partir de lo que he ido leyendo en la prensa de mayor difusión. Confío en que ayudarán a concienciar a la gente del peligro que representa este hombre para el mundo civilizado.
1. Cómo nombrar a Chávez
Dada la baja estofa del individuo, lo primero es no usar apelativos que lo sitúen al mismo nivel que los políticos respetables. Por tanto, nada de «presidente de Venezuela Hugo Chávez». Como mucho diremos Chávez, a secas. Por ejemplo, «Chávez continúa erosionando la libertad de expresión en Venezuela». A partir de aquí, y según el contexto, podemos usar «coronel Chávez», si tratamos cuestiones militares o «caudillo Chávez», si hablamos de cómo acumula poder, etc. Otras expresiones, como «el dictador Chávez», «el tirano», «el déspota», etc., pueden valer en casi cualquier circunstancia. Y especialmente útil puede ser el uso de la vomitiva amistad de Chávez con Castro. Dado que la demonización de Castro es algo ya conseguido tras décadas de duro trabajo, cualquier asociación con él será vista negativamente y sin necesidad de justificación. Así pues, a la mínima que venga a cuento (y si no también), señalaremos a Chávez como «el amigo de Castro», «el admirador de Castro», «el di
scípulo de Castro», etc.
2. Descalificando a Chávez
Obviamente Chávez se descalifica a sí mismo por el mero hecho de su existencia, pero esto no siempre es evidente para la opinión pública. Conviene, pues, echar una manita a la gente y recordar lo que Chávez es realmente. Se hará cada vez que haya que expresar una opinión sobre él y con una precisa vaguedad en los términos. Ejemplos: «Chávez es un elemento desestabilizador», «es una fuerza negativa», «es un demagogo», etc. La principal virtud de estas descalificaciones es que pueden hacerse en cualquier momento y sin tener que argumentarlas. Es la ventaja de tener bien condicionada a la opinión pública: cuando alguien suelta esas frases en un periódico de gran tirada, la gente lo cree a pies juntillas y sin cuestionar su veracidad.
3. El régimen de Chávez
Es importante alejar de la opinión pública la impresión de que Chávez es un presidente elegido democráticamente, por lo que el gobierno de Chávez siempre se mostrará como una creación personal suya. Así, en Venezuela no existe un gobierno legítimo sino «el régimen de Chávez», porque régimen es la palabra que se usa para los dictadores (obsérvese que nunca decimos «el régimen de Bush», por ejemplo). También sirve «régimen chavista» o simplemente «chavismo», que, como sabemos, es una doctrina radical y peligrosa, con adeptos fanáticos que van disparando por las calles y asaltando hermosas haciendas. Un ejemplo muy ilustrativo de este punto es la actitud de la oposición en las últimas elecciones, llamando a la abstención para «rechazar el chavismo». Un notable mensaje en favor de la democracia.
4. Venezuela no existe, sólo Chávez
Relacionado con lo anterior está la sustitución de la personalidad del país de Venezuela por la personalidad de Chávez. Ya no podemos pensar que Venezuela hace esto o aquello, porque todo lo hace Chávez. Por ejemplo, si se compran armas a Rusia, como hacen muchos estados, no podemos decir «Venezuela compra armas» porque ya no existe Venezuela como ente con voluntad propia: es Chávez quien personalmente compra las armas a Rusia. Y si se pide la extradición de Posada Carriles, no es Venezuela quien lo hace sino Chávez. Un titular adecuado sería éste: «Chávez, en su manía por aumentar la confrontación con Estados Unidos, pide la extradición de Posada Carriles para poder torturarlo en Venezuela». Apréciese este último detalle: será el propio Chávez quien torturará a Posada Carriles.
5. Chávez como amenaza
Si no nos percatamos de que Chávez es como una especie de cáncer o virus que se extiende por todo el continente y el mundo, nos pillará desprevenidos. Su infame «revolución bolivariana» amenaza con infectar los demás países, y esto es algo de lo que tenemos que avisar. Luego cada vez que Chávez haga algo (Chávez, no Venezuela), se interpretará como un paso más del proceso de la contaminación chavista. Retomemos el ejemplo de las armas: «Chávez compra armas a Rusia para apoyar el terrorismo en Colombia» o, tal como nos ha revelado el reverendo Robertson hace poco, «Chávez financia a Bin Laden y compra armas nucleares para destruir a Estados Unidos». Y nos quedamos cortos.
6. Chávez siembra crispación
Así es este hombre, acompañado siempre por la polémica. Va a la ONU y dice «esto no sirve», sólo porque Estados Unidos hace un uso juicioso de su legítimo poder de veto. Viene a Salamanca y acusa a los españoles de genocidio contra los indígenas, en vez de señalar lo principal, que conseguimos civilizar a unos salvajes. Y ya para rematar, por si no fuera suficiente, ataca al venerable pastor Robertson sólo porque éste dice, ay, lo que en el fondo todos pensamos. No debemos, pues, dejar de asociar a Chávez con las etiquetas de polémico, controvertido, inquietante, radical, provocador, belicoso, incendiario y, sobre todo, peligroso, muy peligroso.
7. Chávez contra la propiedad privada
Como ha quedado de manifiesto, Chávez está embarcado en una cruzada contra la propiedad privada. Esta realidad debe servirnos para revertir ciertas informaciones engañosas que sólo pueden venir de medios chavistas. Tomemos este ejemplo: «Chávez expropia, de acuerdo con la ley y con la correspondiente indemnización, unos terrenos incultos para repartirlos entre 500 familias campesinas pobres». Ahora escribámoslo correctamente: «El tirano Chávez, violando todas las leyes sobre la propiedad y la decencia, se adueña de unos terrenos para sobornar a unos pobres campesinos». Esta interpretación puede chocar, pero así funciona: primero, se reparte tierra entre unos campesinos pobres para que éstos la cultiven y no pasen hambre. Segundo, los campesinos estarán agradecidos a Chávez y sólo por eso le votarán en las próximas elecciones. ¡Ahí lo tenemos, todo por el poder! Cuesta concebir estas sucias tácticas, pero si queremos entender a un criminal debemos pensar como un criminal.
8. Usando los números contra Chávez
Los números son un arma de doble filo, y sólo con una adecuada selección pueden favorecer nuestros intereses. Por suerte, en el año 2003 conseguimos paralizar la economía de Venezuela durante dos meses, lo cual se reflejó drásticamente en los índices socioeconómicos. Debemos, pues, aprovechar esa situación para mostrar, con números, cómo Chávez está destruyendo el futuro de los venezolanos. Tenemos, por ejemplo, un informe de la Cepal que muestra un aumento de la pobreza entre 1999 y 2003. Hay que divulgar eso. Y tenemos el Informe de Desarrollo Humano de la ONU de 2005, con datos del 2003, en el que Venezuela baja siete puestos en la lista de desarrollo humano. También hay que divulgarlo, pero deprisa, antes de que ya no podamos ocultar los datos actualizados. Por supuesto, intentaremos sabotear de nuevo la economía, pero esta vez no parece que vaya a ser tan fácil.
9. Lo que hace Chávez, preocupa
En efecto, Chávez es tan perverso que su actuación causa una preocupación generalizada e impersonal. Por tanto, es inaceptable decir cosas como «las expropiaciones de terrenos sin cultivar preocupan a los ricos terratenientes», porque no hay que verlo como una actuación contra personas u objetos concretos sino contra «la propiedad privada». Y eso preocupa a todos. Un ejemplo magnífico lo tenemos en un reciente artículo de Joaquim Ibarz publicado en La Vanguardia: «En las últimas semanas se ha producido una oleada de ocupaciones, que encendió las alarmas entre los venezolanos». Quede bien claro: entre los venezolanos en general, o sea, todos, incluyendo los beneficiarios. Y obviamente no se trata de aplicar la ley sino de «ocupar», en «oleadas» perfectamente planificadas. Eso es lo que hace y fomenta Chávez, y desde luego preocupa, causa alarma, pone los pelos como escarpias.
10. Finalmente, atacar continuamente a Chávez
Chávez es el mal, pero el mal no siempre se manifiesta con claridad. El mal actúa bajo tierra, por la espalda, de manera sigilosa e imperceptible, traicioneramente. Sería, pues, una grave irresponsabilidad no dar cuenta de ello sólo porque no se ve. En cualquier caso, en cualquier momento, podemos acudir a nuestros expertos para que den un informe de Chávez, de cómo desestabiliza el país y la región, de cómo derrocha el dinero del petróleo, de cómo radicaliza su régimen, de cómo se desliza hacia la dictadura. Nuestros expertos dirán todo esto y más en cuanto lo pidamos, y lo dirán en un lenguaje llano y sin argumentos innecesarios, para que la gente lo entienda sin tener que pensar. Recordemos siempre que sólo nosotros sabemos lo que conviene al pueblo, y cómo el pueblo nos conviene a nosotros.