Decapitaciones on line, fatuas on line: el mundo subterráneo del ala radical del islam se puede encontrar en incontables sitios de internet. Estos fanáticos, dotados de recursos tecnológicos, son capaces de llegar a un amplio público, que existe debido a la insatisfacción e ira de tantos jóvenes musulmanes en todo el mundo. Internet ha permitido […]
Decapitaciones on line, fatuas on line: el mundo subterráneo del ala radical del islam se puede encontrar en incontables sitios de internet. Estos fanáticos, dotados de recursos tecnológicos, son capaces de llegar a un amplio público, que existe debido a la insatisfacción e ira de tantos jóvenes musulmanes en todo el mundo.
Internet ha permitido comunicarse a una comunidad mundial de descontentos y resentidos. Occidente cree que esta rabia es el signo de algún choque de civilizaciones. Pero la ira de los jóvenes musulmanes proviene principalmente del rechazo a sus líderes corruptos y al servilismo de éstos con EEUU. Al mismo tiempo, en gran parte del mundo musulmán, estos regímenes autoritarios intentan propagar formas excluyentes del dogma islámico.
Durante muchos años, estos regímenes (ya sea los shíis de Irán o los wahabís de Arabia Saudí), tuvieron éxito en suprimir el pluralismo. Pero, a medida que sus regímenes eran vistos como cada vez más ilegítimos, su modelo islámico también perdió credibilidad. De modo que los desilusionados y descontentos buscan un islam que cumpla con sus expectativas. Y la tecnología actual permite que esas corrientes antes invisibles se manifiesten y se pongan en contacto.
Frente a la represión, el islam de internet parece hablar con auténtica autoridad. Pero la tradición del islam siempre ha sido pluralista y tolerante de las diferencias. El califa Alí Ibn Abi Talib dijo: «Nuestra fuerza radica en nuestras diferencias». De hecho, antes del régimen saudí-wahabí de 1932, La Meca era cosmopolita y abierta. Los seguidores de las cuatro escuelas sunís, así como los shiís, zaidís e ismaelís, reconocían sus diferencias, pero podían identificarlas en una única fuente, el Corán. Pero los wahabís intentaron apropiarse de La Meca para difundir su versión del islam y exportar su doctrina excluyente. Por un tiempo, tuvieron éxito. Hoy, sin embargo, somos testigos del fracaso del proyecto wahabí de monopolizar el islam. No es de sorprender que las fatuas pronunciadas por el más alto clérigo wahabí, Bin Baz, como aquella promulgada antes de la primera guerra del Golfo y que declaraba que la Tierra era plana, hayan perdido autoridad y credibilidad. La ignorancia, combinada con la corrupción e hipocresía del régimen, vaciaron de significado sus dictámenes.
Después ha venido el secuestro del islam por parte de hombres radicales y airados, educados en el dogma wahabí pero desilusionados del mundo que heredaron. Sus fatuas son casi horrendas en su intolerancia y virulencia. Chocan no sólo con Occidente, sino con la edad del oro del islam. Aunque internet parezca estar renovando el pluralismo islámico, las fatuas on line de hoy son órdenes no negociables, no una llamada a una refrescante creatividad. Cientos de sitios web compiten en la actualidad por ser la nueva Meca, hacia donde todos los musulmanes devotos se dirijan para obtener orientación y guía.
Las fatuas on line azuzan la animosidad no sólo hacia Occidente, sino también hacia otros musulmanes. Los clérigos wahabís, por ejemplo, llaman a una guerra santa contra los herejes shiís, prometiendo recompensas celestiales. La mayoría de estas fatuas tienen una veta violenta que el establishment saudí desestima rápidamente como algo perteneciente a la edad media. Sin embargo, el hecho es que estos fanáticos son una creación de los fallidos sistemas políticos del mundo musulmán.
Lejos de desaparecer, los reprimidos están retornando desde las profundidades en formas grotescas para asolar el mundo en que crecieron. No importa con qué empeño los gobernantes de sus países intenten evadir la responsabilidad por su surgimiento. Los descontentos tienen una nueva patria para profesar el islam tal como ellos lo ven. En ese mundo de internet, no hay autoridad con capacidad de silenciarlos ni satisfacerlos.
* Escritora e investigadora del Royal Institute for International Affairs. Project Syndicate.
Traducción de David Meléndez Tormen.