Traducido del griego para Rebelión por Juan Muñoz Flórez
El jueves 12 de junio se cumple un año del día en el que el gobierno decidió echar el cierre a la radiotelevisión pública, del día en el que se eliminaron cinco canales de televisión, 27 cadenas de radio, una página web de información y dos conjuntos musicales, con el resultado de 2.700 trabajadores en la calle. Doce meses después, los contribuyentes griegos pagan lo que pagaban antes del «fundido a negro» por un solo canal de televisión y una sola cadena de radio que, además, funcionan a bajo rendimiento.
Fue una decisión que provocó un shock no sólo en la sociedad griega, sino también en el exterior, dado que, como había señalado también Ingrid Deltenere, directora general de EBU (European Broadcasting Union), jamás se había producido el cierre de una televisión pública en un país que no estuviese en guerra. La única justificación fue que debía satisfacerse la exigencia de la troika relativa a despidos de funcionariado, aunque la troika jamás pidió que se cerrase la E.R.T.
Sin embargo, aún más chocante fue lo que vino después. La improvisación con la que las autoridades manejaron la transformación de la E.R.T. en N.E.R.I.T. no tiene precedente, además de que el coste total del cierre sigue siendo un misterio, toda vez que aún no se ha proporcionado dato alguno acerca del saneamiento económico de la E.R.T. Lo único seguro es que asciende a unas cuantas decenas de millones de euros.
Se desconoce si los miembros del gobierno que cerraron la E.R.T. están satisfechos con la nueva televisión pública. En todo caso, lo que es seguro es que no cumple con su deber constitucional, que no es sino ofrecer información y entretenimiento, dado que N.E.R.I.T. no asegura ni lo uno ni lo otro. A no ser que los cerebros del gobierno consideren entretenimiento las risas que se echa uno cuando lee la programación.
Hace doce meses el gobierno prometía una nueva radiotelevisión pública sin los vicios de la antigua. Hoy nos «sirven» N.E.R.I.T., una sombra de la E.R.T. con todos sus vicios y tergiversaciones. El cierre ha terminado en fiasco y hasta el momento nadie ha asumido responsabilidades por ello. Y naturalmente nadie va a pagar por ello. A excepción, por supuesto, de los contribuyentes griegos. Pero éstos ya están más que acostumbrados a pagar caro los errores de sus políticos.