Hace ya más de un año, en octubre de 2011, escribí un artículo en la revista digital Sistema (21.10.11), titulado «La banca, el fraude fiscal y el New York Times» (colgado en mi blog www.vnavarro.org), en el que citaba datos de la serie de artículos que el rotativo estadounidense había escrito sobre el fraude fiscal […]
Hace ya más de un año, en octubre de 2011, escribí un artículo en la revista digital Sistema (21.10.11), titulado «La banca, el fraude fiscal y el New York Times» (colgado en mi blog www.vnavarro.org), en el que citaba datos de la serie de artículos que el rotativo estadounidense había escrito sobre el fraude fiscal en España. Tales artículos, escritos por Raphael Minder «Top Spanish Banker Faces Inquiry on Tax Charges» (16.06.11) y por Landon Thomas Jr. y el mismo Raphael Minder «A Banker’s Secret Wealth» (20.09.11), aunque se centraban en el caso de la familia Botín, también hacían referencia a la lista en posesión de un empleado de la banca HSBC, de 569 españoles, incluyendo a Emilio Botín y su familia, que tenían fondos depositados en Suiza, lista que, según el The New York Times, el gobierno español habría recibido. En ningún momento los artículos citaban nombres concretos que estuvieran incluidos en tal lista, excepto los miembros de la familia Botín. Es de suponer que otros personajes del establishment español están en tal lista. El sindicato de los técnicos de la Agencia Tributaria del Estado español han subrayado que la mayor parte del fraude en España (el 72%) lo realizan las grandes familias, las grandes empresas y la banca. Es pues lógico suponer que, tal como los artículos aparecidos en el The New York Times indican, tal lista incluye personajes de tales sectores, entre otros. Pero, repito, que ni el The New York Times, ni yo, citamos ningún nombre, excepto los Botín. Tal artículo mío apareció ya hace más de un año, y pasó sin pena ni gloria, prácticamente desapercibido.
Ahora bien, casi un año después, llegó a mi conocimiento que ahora se estaba distribuyendo masivamente una manipulación de mi original, en el que alguien maliciosamente había añadido, además de la familia Botín, una larga lista de defraudadores del fisco en la lista de 569 españoles, que incluía predominantemente figuras del mundo político, que no aparecían ni en mi original ni en las series del New York Times. Era una canallada que denuncié inmediatamente. Alguien estaba intentando utilizar la credibilidad de mi firma para hacer acusaciones falsas, injuriosas y delictivas, que estaban intoxicando tal discusión. Era un ejemplo más de prácticas políticas realizadas por grupos políticos o mediáticos que, sin ningún tipo de escrúpulos, utilizan tales medidas sin ningún respeto a las más mínimas reglas de decencia. Denuncié tal manipulación en mi blog y exigí a las revista digitales que habían publicado tal copia manipulada que la retiraran y publicaran en su lugar una corrección. Y así lo hicieron, al menos aquéllas que yo conocía y a las cuales escribí. También hice un llamamiento a los lectores a que me ayudaran a distribuir mi denuncia, también colgada en mi blog y que titulé «Canallada en la red» (Público, 02.11.12).
A pesar de ello, el diputado Sabino Cuadra, del partido Amaiur, en el Congreso de los Diputados, citó los nombres de los supuestos defraudadores, citando el artículo manipulado falsamente firmado por mí como fuente de tal información. Cuando fue informado por otros diputados que tal versión no se correspondía con mi artículo original, el Sr. Sabino Cuadra me escribió disculpándose y su partido publicó una corrección disculpándose conmigo y pidiendo disculpas a las personas errónea y maliciosamente citadas en la versión manipulada de mi artículo. Y el diputado Sabino Cuadra, respondiendo a mi protesta, requirió que se publicara una corrección en las actas de la sesión del Congreso donde tales declaraciones se habían hecho, lo cual así se hizo, como consta en la documentación que me envió la presidencia del Congreso. Y ahí creía yo que se había terminado el caso.
Pues me equivoqué. Hace unos días recibí una carta del Sr. Julio Anguita, que fue durante una década el Coordinador General de Izquierda Unida, pidiéndome también disculpas por haber acusado de fraude fiscal a una larga lista de personalidades, citando mi artículo como fuente de autoridad, siendo inconsciente en aquel momento de que el artículo citado no era el original mío, sino el manipulado. Tal acusación tuvo lugar en TVA en el programa «Pido la palabra». Cuando alguien le avisó de que el artículo al cual se refirió no era el original, me escribió disculpándose e informando que pediría disculpas públicamente en el mismo programa donde se habían hecho tales acusaciones, corrigiendo la falsa información. Cuando le contesté que me sorprendió que ante la gravedad de las acusaciones no hubiera comprobado con el original del artículo si tales nombres aparecían en él, me respondió que le había llegado la copia que resultó ser falsa, de una persona a la cual tenía plena confianza y que ahora estaba desolada al darse cuenta del error.
Hasta hoy no soy consciente de que el Sr. Anguita haya pedido disculpas públicamente tal como me había prometido en su carta y como el diputado Sabino Cuadra había hecho en el caso parecido anterior que he citado. En su lugar, acabo de recibir un vídeo, ampliamente distribuido en la red, en el que el Sr. Anguita, sin disculparse públicamente a mí, reconoce y admite que yo no incluí los nombres de los supuestos defraudadores, pero parece añadir credibilidad a los manipuladores de mi texto, pues señala que no se rectifica de la acusación de fraude fiscal a tales personas citadas en la manipulada versión, pues, aun cuando no aparezcan ni en el The New York Times ni tampoco en mi artículo, tales nombres -dice él- estaban circulando extensamente por internet, sin citar específicamente la fuente de información. Puesto que creo que la mayoría de tal desinformación procede de la copia manipulada de mi artículo, tal aseveración del sr. Anguita contribuye a expandir tal desinformación y falsedad, haciéndose cómplice (en contra de su voluntad) de aquella canallada, a no ser que indique claramente de donde ha extraído tal información.
Es más, el sr. Anguita considera la no respuesta a tal falsa acusación por parte de los acusados como muestra de la posible credibilidad de tal acusación, lo cual me parece un profundo error. La canallada ha sido ya mostrada por lo que es. Las revistas digitales que publicaron la copia manipulada, y de la cual yo soy consciente, han publicado una corrección, y muchas de ellas han publicado mi original o mi artículo «Canallada en la red» y las actas de la Cortes han publicado tal corrección. A pesar de ello tal canallada continúa distribuyéndose en una campaña de descrédito de las personas falsamente acusadas, y también, por cierto, del supuesto autor del artículo donde se hace tales graves acusaciones. El sr. Anguita admite que yo no fui la fuente de tales nombres. Pero debe entonces ser mucho más específico de donde viene tal información. Hacer referencia genérica a la red es profundamente insuficiente.
Me parece muy bien que el sr. Anguita exija al gobierno español que publique los nombres de los 569 españoles, demanda que considero justa. Pero le agradecería que no ensucie tal demanda haciéndose eco de una campaña canallesca de citar nombres en la lista, de la cual no tiene evidencia. Seguro que está de acuerdo en denunciar el juego sucio en la política. De ahí que le invite a denunciar estas falsedades que se están distribuyendo en la red. Acabamos de ver hace un par de semanas el caso bochornoso del falso informe policial sobre el fraude fiscal de personalidades políticas en Catalunya y del enorme error cometido por personajes de izquierda al darle credibilidad a tal documento, perdiendo con ello su propia credibilidad. Estas intoxicaciones dificultan conocer la verdad, pues al crear un clima de incredulidad e incredibilidad, los auténticos estafadores se benefician de ello.
No pierdo la esperanza que el Sr. Anguita, por el cual tengo gran respeto, y que tiene tantos años de servicio al país en su haber, reconozca su error, pida disculpas (lo cual le honrará) y continúe presionando para que se conozca los nombres de las listas de los defraudadores. Pero que hasta que no los sepa, espero que no haga acusaciones o insinuaciones que no estén basadas en evidencia y suposiciones pues en caso contrario perderá una credibilidad demasiado valiosa para que se pierda.
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