01- Introducción El ser humano en general no se caracteriza por su tendencia a asumir los errores. Aun es más, intentamos ocultar siempre que podemos todos aquellos acontecimientos de cuyas consecuencias podríamos no salir muy bien parados. Nuestra propia fragilidad nos delata y procuramos enmascarar dichos sucesos solventando así la ardua tarea de enfrentarnos a […]
01- Introducción
El ser humano en general no se caracteriza por su tendencia a asumir los errores. Aun es más, intentamos ocultar siempre que podemos todos aquellos acontecimientos de cuyas consecuencias podríamos no salir muy bien parados. Nuestra propia fragilidad nos delata y procuramos enmascarar dichos sucesos solventando así la ardua tarea de enfrentarnos a cada pequeña «tragedia».
Es extraño, por tanto, que nos observemos asumiendo con total naturalidad el último disparate cometido, o criticando nuestra propia conducta en la inolvidable cena de navidad. Y así también, se convierte en inusual que podamos llegar a anunciar que estamos completamente desinformados, no vaya a ser que quedemos fuera de juego en el próximo debate sobre el Islam.
Pero no debemos tener miedo a expresarlo. Porque no solo estamos desinformados, sino que además nos sentimos francamente desorientados.
La razón de dicha desconexión de la realidad no es muy difícil de entender. El esfuerzo que cualquiera de nosotros ha de acometer para saber qué sucede en el mundo ha de ser mayúsculo. Y no lo dudéis en ningún momento, agotador.
Si pretendemos indagar sobre lo que acontece leyendo los periódicos de mayor difusión y viendo los diferentes canales de televisión, no tenemos solución. Estar informado cansa. Pretender saber requiere un sacrificio, y lo más importante, tiempo. Mucho tiempo dedicado al maltrecho arte de aprender.
La ecuación es sencilla. Calcula el tiempo que dedicas a investigar y reflexionar, y estarás más cerca de averiguar cuan informado estás.
Pero sucede en exceso que una vez indagado y con años ya de experiencia, son legión quienes piensan que a estas alturas nadie les va a convencer de que puede haber otra razón. Y se termina leyendo la misma noticia y entonando la misma canción, aunque el mundo haya cambiado, y nosotros mismos con él.
Por tanto, urge salir de vez en cuando, y escudriñar, hasta en los márgenes de nuestra propia catadura moral, hasta descubrir más fuentes de donde beber, y algún que otro agujero en nuestra piel.
No vamos a estar informados del todo, ni succionaremos principio alguno sobre la verdad. Se trata de ser capaz, entre todos, de poner sobre la mesa un nuevo enfoque, o alguna buena nueva sobre los principios que han de regir desde la diversidad y multiplicidad de reflexiones. Y agrietar, un poco, aunque sea, el pensamiento único que está minando nuestra sociedad.
02- Medios de comunicación, desinformación y consentimiento
Parece haber una opinión generalizada muy negativa sobre los medios de comunicación (nos engañan y manipulan), pero paradójicamente, se sigue creyendo en lo que cuentan los periodistas. No hay más que ver los efectos perversos que han suscitado muchas de las noticias en la percepción que una buena parte de la ciudadanía tiene sobre Rusia o sobre Putin.
Tal y como dice Ángeles Díez, estamos ante una contradicción muy extraña, puesto que «incluso sin creerles, nos comportamos como si les creyéramos».
Pero hay varios puntos que nos pueden hacer entender el papel que realmente juega el mal llamado cuarto poder.
01- La prensa sostiene la creación de la mentira y es el respaldo de quien controla los designios de la sociedad. Su objetivo no es informar, sino convencer a sus lectores de su propia fatalidad (de la desigualdad y del consentimiento y la resignación ante su propia explotación). Y no importa que no salgan las cuentas, y que todas las empresas mediáticas estén en crisis, porque hay quien se hace cargo de su supervivencia, a cambio de falsear la realidad.
02- Los medios nos hacen entender el mundo, y de ese modo nosotros nos situamos en él. Los necesitamos para comprender, y ahí radica su fuerza. Y sabedores de esa fuerza, han monopolizado el relato del mundo, dejándonos huérfanos de otras noticias y otros modos de ver.
03- Construyen relatos coherentes y herméticos que no permiten que existan otras narraciones que vayan más allá de los que acuerdan el poder político y el poder económico.
04- Sostienen que forman parte de la democracia y de los sistemas representativos, por lo que argumentan que están al servicio de la población y que actúan como vigilantes del poder político. Pero esa función primigenia quedó ya muerta, cuando la banca mercantilizó cada rincón de nuestra sociedad.
05- Así, un sistema capitalista basado en la explotación, no puede subsistir sin la apropiación de los medios de producción de conciencia. Y con una delicadeza absoluta, convierten toda noticia en propaganda o entretenimiento, los dos pilares fundamentales para orientar el mundo de la percepción allá donde les interesa.
06- El periodismo se extinguió, y solo queda la propaganda que va a legitimar toda injerencia e intervención. Ya desde la guerra de Yugoslavia se viene produciendo el magnicidio de la comunicación, una especie de acuerdo multipolar donde difícilmente quedaba acceso para escuchar noticias que no fueran de la versión oficial.
07- Por muchos intentos que el gremio de periodistas haga por defender su profesión, la realidad les estalla en sus propias manos, cuando vemos que no cumplen ninguno de los requisitos necesarios para poder hablar de libertad de información. La existencia de muchos medios privados no significa en ningún caso que podamos hablar de pluralidad, porque todos beben de la misma fuente y pertenecen a los mismos grupos de poder (en la actualidad hay seis grupos mediáticos que controlan casi el 99% de la información que circula por el mundo). Todos trabajan con información pre-elaborada y ni tan siquiera procuran reconocerse más allá de su círculo de influencia. Es tan descarado cómo distribuyen las noticias (sobre todo aquéllas que podemos considerar «delicadas»), que la jornada de la liberación de Alepo tuvimos un día sin noticias, a la espera todos los medios de que les dictaran las oportunas instrucciones.
Todo parece indicar que esta realidad consigue desplazarnos de cualquier posibilidad de confrontar todo proceso histórico con garantías y con solvencia, porque terminamos atomizados y perpetrando así un verdadero castigo al conjunto de la sociedad.
Estamos perdidos si no somos capaces de recuperar el control de la comunicación, puesto que en manos de quienes está solo se reactiva la maquinaria de guerra y de disciplinamiento de la sociedad en general.
Y antes de que nos demos cuenta, ya convierten en ley la posibilidad de monopolizar el control de la información.
03- Guerra Contra La Información Alternativa
El gobierno de Estados Unidos ha aprobado una nueva ley, aportando para ello la nada despreciable cifra de 160 millones de dólares, con el fin de poner trabas u ocultar la información que no se ajuste a sus narrativas de propaganda.
La nueva ley obliga al Secretario de Estado a colaborar con el Secretario de Defensa, el Director de Inteligencia Nacional y otras agencias federales para crear un «Centro de Compromiso Global», que tendrá como objetivo dirigir, sincronizar y coordinar los esfuerzos del Gobierno Federal para reconocer, comprender, exponer y contrarrestar todos los intentos de propaganda y desinformación de otros estados o agentes que persigan socavar los intereses de seguridad nacional de los Estados Unidos. Este centro se coordinará con las naciones aliadas.
Tal y como señaló Hilary Clinton: «Es imperativo que los líderes del sector privado y público intensifiquen la protección de nuestra democracia». Y nada mejor para ello que atizar al presidente ruso acusándole de un continuo hacking para justificar la existencia y operatividad de este Centro planeado perfectamente con anterioridad.
El modus operandi ha quedado bastante en evidencia estos últimos meses, con una alocada y endemoniada maniobra de todos los medios occidentales. La estrategia era (y sigue siéndolo) bien clara, mostrar en portada cada jornada alguna noticia denunciando a Rusia de saboteadora o de ser capaz, incluso, de legislar permitiendo que se pueda pegar a las mujeres sin que ello conlleve castigo alguno. Una difusión de la propaganda más esperpéntica y entusiasta ejercida por miles de periodistas sin escrúpulos.
Pero hay más, dicha ley introduce la necesidad de derrotar todas las narraciones no deseadas, autorizando a los diferentes departamentos a utilizar todo tipo de tecnologías con diferentes prácticas, entre ellas, la de proponer que Google, Facebook y otras compañías tecnológicas encuentren maneras de bloquear o señalar ciertos sitios de internet como proveedores de noticias falsas o de propaganda rusa.
Los promotores de la ley mantienen que la amenaza informativa que están sufriendo es tan descomunal que requieren para ello del esfuerzo conjunto y continuado de todos los agentes y de todas las diplomacias. Precisamente ellos, quienes extienden la propaganda y la desinformación son quienes dicen sentirse indefensos, mostrando una y otra vez como ejemplo la filtración de los correos electrónicos de los demócratas, que para más inri, fueron la razón de la debacle de Hilary Clinton en su deseo de llegar a la presidencia. (Y recordémoslo, a pesar de que Julian Assange y el exembajador británico Craig Murray hayan admitido que los rusos no eran la fuente).
Estados Unidos es experta en hacer ley las más macabras ideas para asestar el golpe definitivo a su particular crisis de poder. Así, puede defender que se entrene y pague a activistas, a periodistas y diferentes grupos de la sociedad civil con tal de crear y difundir historias falsas que sirvan para su causa. Y los medios sociales son una vía estupenda para con la ayuda de los medios de comunicación hacer creer, por ejemplo, que Putin en realidad es vasco y militó en ETA en sus años mozos.
El trampolín de salida está siempre en un objetivo previamente diseñado, al que le sigue una posterior demonización del enemigo y la consiguiente «necesidad» de crear unas leyes que respalden cualquier tipo de intervención.
Entendemos mejor de este modo los movimientos que se están haciendo paralelamente en nuestra maltrecha Europa, como la propuesta de resolución «sobre la comunicación estratégica de la unión para contrarrestar la propaganda de terceros en su contra», aprobada en el Parlamento en base a un documento presentado por la exministra polaca Anna Elzbieta Fotyga, y que no representa sino la implantación de la censura contra los medios rusos.
Si nos detenemos y prestamos atención a los discursos occidentales, podemos observar cómo se van sucediendo las tramas e historias falsas en relación a aquellos personajes que desde la órbita del poder tienen a bien aniquilar. Es igual que hablemos de Bashar Al-Assad, Putin o el mismo Trump. La propaganda mediática es una apisonadora constante, y ahora Rusia está sometida a su continua intimidación.
Es igual que sea hablar de descuartizamiento de niños, de ataques con armas químicas, de bombardeos sobre hospitales, o de operaciones que tenían por objeto asesinar a los civiles de Alepo. Todo vale en esta farsa contemporánea donde es difícil poder contrarrestar la información desatada desde todos los ángulos y todos los frentes contra el más mínimo principio de neutralidad.
Y siendo precisamente algunos medios rusos los que ofrecen una alternativa a esta denodada política absolutista, se quiere a toda costa, acabar con ellos.
No se trata de que estemos en la obligación de denunciar estos modos contra todo aquello que afecte a Rusia, si no que estamos en la necesidad imperiosa de exigir una total libertad para que toda la ciudadanía tenga libre acceso a todos los diferentes cauces de información, actualmente monopolizados por las garras del pensamiento único y globalizador. Y todo porque resulta bochornoso observar cómo todos los canales de televisión y toda la prensa española están, por ejemplo, aliados en una única dirección, que imposibilita reconocer tan siquiera una pequeña parte de lo que realmente está aconteciendo.
Es inadmisible poder conformarnos con la supuesta mala suerte que tenemos cada mañana, amaneciendo con titulares que casi en su totalidad coinciden estrepitosamente en las mismas cosas y hasta con los mismos pareceres. Y así es, nuestros eminentes periodistas independientes hacen gala de su profesionalidad apuntando todos en la misma dirección: Rusia.
El cuento es tan repetitivo, tan absurdo y tan viciado, que llegan a proponer las más hilarantes noticias. Es decir, profesionalizados ya en el arte de menoscabar la figura de Putin se les va la mano de tanto insistir en dicho objetivo. Solo falta ya que nos digan que los 20.000 rusos que viven en la comunidad valenciana son, en su mayoría, asesores de Compromís y de Podemos.
No debemos olvidar que todas las narraciones que disientan o pongan en cuestión la verdad oficial son descartadas por principio, sin que importe quién las elabore y ni tan siquiera cómo. Y de esta manera quedamos a merced de un luto perpetuo, por la muerte sobrevenida de un periodismo que se ha vendido.
Periodistas como Rania Khalek, Max Blumenthal o Eva Bartlett sufren duras críticas y ataques, por la sencilla razón de que huyen de ese control establecido por la narrativa occidental sobre Siria, y aportan otros focos de atención para reflexionar sobre los acontecimientos.
Estamos dentro de un túnel, y la promulgación de la ley HR 5181, para combatir lo que el gabinete estadounidense llama «propaganda y desinformación extranjeras», viene con hambre atrasada.
Es el último regalo de Barack Obama. La noche del viernes 23 de diciembre, el saliente presidente aprobó la «Ley de Autorización de Defensa Nacional (NDAA, por sus siglas en inglés)» del 2017, la cual pone sobre la mesa 611,000 millones de dólares para el Ejército durante este año. Esta ley deja las puertas abiertas a los programas de seguridad nacional y facilita las operaciones militares en curso en todo el mundo.
Pero lo que esconde dicha ley no es sino el proyecto que se presentó a principios de junio, «Ley de Propaganda y Desinformación Extranjera del 2016», defendida por los congresistas Adam Kinzinger y Ted Lieu. Si, la misma que hace mención la HR 5181, que busca que «todo el gobierno, sin restricciones burocráticas, contrarreste la desinformación y manipulación extranjeras, que amenazan la seguridad y estabilidad del mundo».
Nuevamente, los Estados Unidos, velando por nuestra seguridad.
04- Así funciona el imperio pre-bélico
Es indudable que entre la seguridad y la libertad, han optado desde hace ya mucho tiempo por la primera. Sobre todo, cuando se trata de preparar una nueva injerencia o una nueva acción delictiva contra el mundo.
Y dicha seguridad tiene la particularidad de que no se instaura como un principio de defensa, sino como una verdadera maquinaria que no cesa en su empeño de llevar la iniciativa.
Y como de lo que se trata hoy es de hablar de censura y desinformación, voy a terminar de perfilar cómo se las gastan la Unión Europea y Estados Unidos a la hora de diseñar sus particulares guerras.
Estados Unidos y la Unión Europea, con la inestimable ayuda y respaldo de la OTAN, se han vuelto expertos en desencadenar nuevos tipos de contiendas; instigan y provocan lo que se vienen llamando revoluciones populares, claro está, en países perfectamente escogidos para sus propios intereses, y con dicha justificación, se lanzan a la conquista del universo, como patrocinadores (encima) de los derechos humanos.
Para ello, en perfecta sincronización con diferentes grupos sociales u organizaciones propias, exportadoras de la democracia y no gubernamentales que dicen trabajar por los derechos humanos, activan movimientos para encender la mecha. La mecha acaba convirtiéndose en grupos terroristas dirigidos a derrocar a los presidentes que Estados Unidos tiene en su particular agenda. No se trata de eliminar a los dictadores porque éstos reprimen a su pueblo, tan solo se trata de esbozar una imagen siniestra del jefe de estado hostil para los intereses norteamericanos, y se va preparando el terreno para la invasión.
Esta forma de actuar es letal porque es sencilla y está perfectamente ejecutada. Primero se dinamita el gobierno. Sin gobierno no hay ejército. Y sin ejército se crea el caos, que es el mejor terreno para sus intereses, que no son sino pescar en rio revuelto.
Paralelamente, entran en juego dos operaciones sin las cuales no habría probabilidad de éxito. Por un lado están los personajes utilizados para ejercer de mandatarios, de líderes, de empresarios o de políticos que tienen asignadas las tareas a realizar. Estos sujetos, normalmente están en conexión directa o guardan relación con entidades o asociaciones que tienen un control exhaustivo de lo que está sucediendo en nuestro particular mundo.
Por otro, están los denodados periodistas en nómina y tertulianos, que guían con sus artículos y sus «opiniones» las ideas de miles de personas, influyendo poderosamente en una falsa percepción de lo que está sucediendo. Pero dentro de esta estrategia es importante recordar la capacidad que tienen para llevarnos al engaño a través, precisamente, de estos analistas que tienen un perfil próximo al buen-rollismo y, por tanto, con una buena acogida social. Este grupo es uno de los resortes principales de la propaganda mediática, colaborador necesario para que las injerencias parezcan enfrentamientos religiosos, y para que la liquidación de presidentes se identifique con el furor de las masas enardecidas por las masacres de sus gobiernos.
Las cosas así, tenemos completado el mecanismo de destrucción masivo más sofisticado de este nuevo siglo. Pero para que no quede mucha duda al respecto y para contribuir a la pedagogía política, vamos a enumerar con precisión cómo se establece el calendario de lo que podríamos llamar «invasiones de guante blanco».
01- Nada como identificar al supuesto enemigo, del que se quieren obtener pingues beneficios, y acusarlo reiteradamente, en todos los medios, a todas horas, y de todas las formas, de dictador, asesino y, si algo falla, de contrabandista o ladrón.
02- Difundir las noticias que mejor puedan cristalizar la imagen deseada, mentir hasta la saciedad, inventar cuantas más atrocidades mejor, y hacer de la prensa y la televisión el lugar perfecto para ello.
03- Crear situaciones insostenibles en los territorios que se desea conquistar. Esto pasa por introducir agentes secretos, militares, grupos terroristas, violadores y, a ser posible, rebeldes con causa. Éstos últimos como los verdaderos buscadores de la resolución del conflicto que ellos mismos generan.
04- Ante coyuntura tan sobrecogedora y dramática, responder desde altas instancias para acabar cuanto antes con semejante panorama, dando paso a organizaciones no gubernamentales para narrar los acontecimientos en su primera persona y, después, abrir las puertas de los cielos para que la OTAN haga justicia con sus bombas amigas.
05- Nuevamente valerse de la propaganda mediática para informarnos debidamente de que todo lo que está aconteciendo, es decir, una invasión, se realiza para defender a la población civil, castigada indiscriminadamente por sus propios mandatarios.
06- Recordar que no se quiere la guerra, pero que la situación requiere de una urgente determinación, y tal es así que incluso un buen número de intelectuales y artistas reclaman que no se puede esperar más y que es hora de entrar en acción. (La sociedad no puede permanecer callada y convocamos una manifestación).
07- Después de tan ardua defensa, instalar un nuevo poder amigo de los liquidadores, que vaciará las arcas de los bancos y dejará al país en una merma de difícil solución.
08- Saquear hasta el agua, privatizar los bienes básicos, adjudicar los contratos de reconstrucción a las empresas del país invasor, vender medio país a las grandes multinacionales, y hacernos creer que ya queda inaugurada una nueva democracia.
09- Dejar en la cuneta todos los cadáveres sin distinción, y comenzar la rehabilitación de la mano del olvido y la compasión.
10- Los grandes periodistas, con más de un premio todos ellos, hacen las maletas y nos trasladan con sus grandes reportajes a un nuevo foco de atención.
Y del mismo modo que pueden trasladarnos, no viene mal recordar que este decálogo, lo que viene a hacer no es sino ratificar las cuatro coordenadas que guían a la mayoría de los medios de in-comunicación; mentir, ocultar, censurar e inventar.
José Luis Vázquez Domènech, sociólogo, miembro del colectivo internacional Ojos para la Paz
Fuente original: www.undominiopropio.com