Un conflicto entre la senadora Dianne Feinstein, que preside la poderosa Comisión Selecta de Inteligencia del Senado estadounidense, creada tras el escándalo de Watergate, y la CIA debido a que se ha descubierto la existencia de un informe que muestra que la agencia espió y mintió a los miembros de la comisión, ha permitido conocer […]
Un conflicto entre la senadora Dianne Feinstein, que preside la poderosa Comisión Selecta de Inteligencia del Senado estadounidense, creada tras el escándalo de Watergate, y la CIA debido a que se ha descubierto la existencia de un informe que muestra que la agencia espió y mintió a los miembros de la comisión, ha permitido conocer el sistema por el que los servicios secretos rendían cuenta a los representantes políticos.
En un indignado discurso de Feinstein, una defensora habitual del amplio programa de espionaje a nivel mundial de la Agencia de Seguridad Nacional y de otras agencias de inteligencia de Estados Unidos, explica que «la CIA comenzó a enviar documentos en formato electrónico a los miembros de la Comisión en un establecimiento alquilado por la CIA a mediados de 2009. El número de páginas llegó a ser rápidamente de miles, decenas de miles, cientos de miles, y luego millones. Los documentos facilitados no tenían índice ni una estructura organizativa. Era una verdadera pila de documentos que los miembros de nuestra comisión tuvieron que examinar y tratar de interpretar».
Es decir, la CIA había descubierto que el mejor sistema para no tener desinformados a los legisladores no era ocultarles la información, sino sepultarlos en documentos. En realidad es el mismo modo con el que se nos mantiene desinformados a los ciudadanos gracias a la borrachera de medios, internet, redes sociales, blogs, chats y todo tipo de formatos y soportes.
De un oligopolio en el que una exclusiva élite tenía el privilegio de informar a la opinión pública, y de ahí la facilidad para que desde el poder se pudiera controlar la información, hemos pasado a una marabunta informativa en la que este poder ha tenido que replantear el modo en el que siga manteniéndonos desinformados. Y parece que lo ha encontrado, ha descubierto que si quería que no encontráramos una aguja, en lugar del método poco elegante de esconderla en una caja fuerte y no darnos la llave, era más «democrático» dejarla en un pajar y señalarnos que se encontraba allí (además junto con otras agujas falsas).
En contra de lo que muchos piensan, un grupo de investigadores de la Universidad de Londres ha alertado sobre el aumento de la desigualdad informativa en el sistema actual (Juan Varela, Periodistas 21, 6-5-2013). Hasta ahora el mundo se dividía entre los que tenían acceso a la información y los que no. Hoy la diferencia está entre quienes saben desenvolverse en la vorágine, seleccionar las fuentes adecuadas, organizarse en las búsquedas y jerarquizar los resultados; y los que viven perdidos en un torbellino sin diferenciar lo que se ha quedado viejo de lo actual, lo valioso de lo inservible, lo riguroso de falso. De eso se sirve la CIA enterrando a los senadores en documentos y el resto de los poderes enterrando a los ciudadanos entre paja. El reto entonces debe ser aprender a seleccionar, jerarquizar y elegir la información. Y los medios que no nos ayudaban a informarnos antes, tampoco esperemos que lo hagan ahora.
Pascual Serrano es periodista. Su último libro es La comunicación jibarizada (Península).
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