Hace dos semanas, la cadena de noticias por satélite en lengua árabe Al-Jazeera celebró su décimo aniversario. En los años que han pasado desde su primera retransmisión(1), se ha convertido en un foco de difusión de noticias que ningún Gobierno ni ningún forjador de opinión puede permitirse el lujo de desconocer. Esta cadena, con sede en Qatar, ha creado un foro autóctono en favor de la libertad de expresión y de debates polémicos después de décadas de control gubernamental de las agencias árabes de noticias, e inicia sus emisiones en inglés para todo el mundo.
Evidentemente, el clamoroso éxito de Al-Jazeera, propiedad de un príncipe qatarí, ha llegado no exento de polémica. Algunos críticos occidentales, particularmente en Estados Unidos, han tachado su agresivo estilo periodístico de parcial a favor de las causas árabes. Altos dirigentes de la Administración de Bush han descrito la cobertura de la cadena como provocadora y engañosa. Al-Jazeera, por su parte, también ha criticado a muchas élites de gobiernos árabes. A pesar -o quizá a raíz de- su controvertida información, el éxito de Al-Jazeera se ha convertido en un importante vehículo para el cambio en el mundo árabe, al ejercer una fuerte presión sobre algunos anquilosados dirigentes autocráticos. Sus periodistas han sido vetados en Irak, Irán y Arabia Saudí. Y, más recientemente, el Gobierno tunecino llamó a consultas a su embajador en Qatar como protesta por una entrevista con un líder de la oposición.
Antioccidental o no, Al-Jazeera se ha asegurado su puesto en la primera línea de los medios de comunicación internacionales, codeándose con la CNN y la BBC. Si alguna cadena de noticias puede formar opinión y abrir horizontes entre las audiencias árabes, esa es Al-Jazeera. Dicho de forma resumida: la cadena ha hecho su trabajo y lo ha hecho bien. Para una cadena de noticias de su magnitud e influencia, y aún muy joven, las expectativas son muy altas. Y a pesar del respeto que muchos observadores, entre los que me incluyo, sienten hacia los valientes periodistas de Al-Jazeera, aún no ha alcanzado las cotas que de ella se esperan.
En concreto, la cobertura que Al-Jazeera hace de Estados Unidos aún tiene que ofrecer a sus telespectadores una visión más completa de la sociedad norteamericana. Desde el 11 de Septiembre de 2001, el interés por lo estadounidense ha aumentado considerablemente en el mundo árabe, y ninguna agencia de noticias árabe ha cubierto bien esta demanda. Todos hablan de Estados Unidos como de la superpotencia, pero nadie informa de la compleja, diversa y democrática sociedad norteamericana. Hay decisiones que afectan a la vida cotidiana del mundo árabe que se toman en Washington, pero la política y las dinámicas que dan forma a esas decisiones hay que encontrarlas en otros lugares. Solo los periodistas de Al-Jazeera tienen las aptitudes, capacidad y credibilidad para llenar ese hueco. La cadena debería emitir algún programa que se centrara en la vida fuera de la capital norteamericana y ofrecer a sus telespectadores una visión más matizada sobre lo que es Estados Unidos. Los medios de comunicación norteamericanos y del resto de Occidente tampoco lo han hecho mucho mejor a la hora de llegar al fondo de las sociedades árabes, pero eso no debería impedir a Al-Jazeera alcanzar el nivel de excelencia que tiene a su alcance.
Al-Jazeera debería también transformarse y pasar de ser un foro dominado por grupos islamistas, como, por ejemplo, los Hermanos Musulmanes, a convertirse en una plataforma que fuera accesible en igualdad de condiciones a distintas voces políticas, ya sean islamistas, izquierdistas, nacionalistas o liberales. En el pasado, mucha programación se dedicó a pensadores y dirigentes islamistas -como por ejemplo el jeque Yusuf al Qaradaui- sin equilibrar esa visión con voces de la oposición.
Podría también mejorar Al-Jazeera si añadiera algo de cobertura local. La cadena perderá telespectadores en favor de cadenas de televisión de enfoque nacional, como Dream TV, en Egipto, o LBC y Al Manar, en Líbano, si persiste en centrarse en temas regionales como Irak y el conflicto árabe-israelí a expensas de otros temas locales de importancia. Por ejemplo, Al-Jazeera no utilizó el estilo atrevido por el que se la conoce en sus reportajes recientes sobre casos de ataques sexuales en El Cairo. Dream TV fue mucho más atrevida a la hora de desentrañar esa historia. Finalmente, los periodistas y presentadores de Al-Jazeera deberían minimizar el tiempo que dedican a sus propias opiniones, y centrarse más en informar sobre hechos concretos. Haciendo esto, Al-Jazeera logrará divorciarse de las sensibilidades de su gran mentor financiero, el emir de Qatar, y ocuparse más de informar sobre la política que de dedicarse a ella.
A medida que Al-Jazeera se va preparando para otro año de incesante ruido, su personal no debe perder de vista las expectativas del telespectador árabe, y la necesidad de igualar la calidad de sus informaciones con el grado de controversia a que dan pie.
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(1)- Al-Jazeera realizó su primera retransmisión el 1 de noviembre de 1996.
Mohamed Elmenshawy es director del servicio de información en lengua árabe Taqrir Washington, del World Security Institute de Washington.
Traducción: Toni Tobella (EL PERIÓDICO2006).