Cuenta el periodista estadounidense Edward Behr cómo, en la primera guerra civil del Congo, en 1962, vio a un reportero de televisión preguntando a gritos en un campamento de monjas belgas que habían sido violadas: «¿Hay alguien aquí que haya sido violado y hable inglés?». En un artículo publicado en el International Herald Tribune el […]
Cuenta el periodista estadounidense Edward Behr cómo, en la primera guerra civil del Congo, en 1962, vio a un reportero de televisión preguntando a gritos en un campamento de monjas belgas que habían sido violadas: «¿Hay alguien aquí que haya sido violado y hable inglés?». En un artículo publicado en el International Herald Tribune el pasado 14 de julio, el subsecretario general del Departamento de Información Pública de Naciones Unidas, Shashi Tharoor, empleaba esta anécdota para ilustrar que «no basta con haber sufrido, sino que uno tiene que haber sufrido y ser capaz de expresar su sufrimiento en el lenguaje periodístico».
Es una de las «tiranías de la comunicación», utilizando el título de un libro del director de Le Monde Diplomatique y fundador de ATTAC, Ignacio Ramonet. Lo que no aparece en los medios de comunicación, no existe, mientras que unos pocos asuntos copan la agenda informativa y generan un proceso de mimetismo «que se apodera súbitamente de los media y les impulsa, con la más absoluta urgencia, a precipitarse para cubrir un acontecimiento (de cualquier naturaleza) bajo el pretexto de que otros -en particular los medios de referencia- conceden a dicho acontecimiento una gran importancia», explica Ramonet. «Esta imitación delirante provoca un efecto de bola de nieve: cuanto más hablan los media de un tema, más se persuaden colectivamente de que ese tema es indispensable y que hay que cubrirlo mejor todavía. Los media se autoestimulan de esta forma, se sobreexcitan unos a otros y se dejan arrastrar en una especie de espiral vertiginosa desde la sobreinformación hasta la náusea», añade.
Una dinámica informativa que se retroalimenta con la agenda política, pero que marcha ajena a la complejidad de la realidad global. «Hemos hablado de la crisis en Costa de Marfil, de la crisis en el Congo, Eritrea, Etiopía, Sudan, Liberia, Burundi… No surgió el tema de Irak ni el del terrorismo ni el de las armas de destrucción masiva», aseguraba el secretario general de Naciones Unidas, Kofi Annan, en una charla informal con periodistas en el avión de regreso de la última Cumbre de la Unión Africana. «En América del Norte tienes la sensación de que esos son los temas más importantes en la mente de todos, y yo les digo: si vais a vuestras regiones y hacéis una encuesta, esos dos temas apenas surgirán, pero sí lo harán el hambre, la degradación medioambiental, el VIH y otros. Irak se ha llevado todo el oxígeno y ha distorsionado la agenda internacional»
Acabar con esta filosofía y dar voz a quienes permanecen sin ella en el mundo de los medios de comunicación fue lo que motivó «Diez historias que el mundo debería saber», una de las últimas iniciativas del Departamento de Información Pública de Naciones Unidas. La idea consistió en elaborar una lista con diez asuntos internacionales y acontecimientos importantes que no obtienen suficiente atención de los medios de comunicación. «Una respuesta a la brecha que existe entre aquello de lo que Naciones Unidas piensa que el mundo debería preocuparse y lo que en realidad cubren los medios», en palabras de Tharoor.
Aún a sabiendas de que un viejo lema periodístico dicta que «una buena noticia nunca es noticia», se trataba a su vez de evitar la elaboración de un «inventario de catástrofes» que diese la imagen de que todo en el mundo son desgracias y, por tanto, no existe solución. Así, se decidió incluir tanto situaciones trágicas -la vida de los niños soldado en el noroeste de Uganda, los huérfanos a causa del SIDA en Sudáfrica, o la «crisis silenciosa» de República Centroafricana- como historias positivas, caso del exitoso resurgimiento de Tayikistán tras una guerra civil que dejó más de 50.000 muertos y originó 1,2 millones de refugiados o desplazados; de la Península de Bakassi, una extensa área rica en petróleo por la que Nigeria y Camerún no llegaron a enfrentarse tras resolver su disputa por medio de la Corte Internacional de Justicia; o del papel de las mujeres en la reconstrucción de la sociedad ruandesa, quienes tras sobrevivir al genocidio y haber sufrido humillaciones, violencia y abuso sexual, representan hoy el mayor porcentaje del mundo de mujeres parlamentarias (49%).
Otras historias tenían un sesgo más social -como la elaboración en curso de un acuerdo internacional que promoverá firmemente los derechos de las personas con discapacidad, o el riesgo de extinción que enfrentan numerosos grupos indígenas-; más ambiental -como la amenaza a la biodiversidad marina que supone la sobrepesca-; o más institucional -la llamada «paradoja del mantenimiento de la paz», es decir, que existen menos conflictos armados, pero los recursos necesarios para mantener la paz comienzan a ser insuficientes. Inicialmente, la lista iba a estar liderada por la crisis en Darfur (Sudán), pero según se acercaba la fecha de la presentación, los medios comenzaron a dar una mayor cobertura a este hecho y se optó por excluirlo.
La lista final fue presentada en la víspera del Día Mundial de la Libertad de Prensa, 3 de mayo, con el objetivo de comprometer a los medios de comunicación en la difusión de estos temas. Pese a que además se proporcionó para cada historia una persona de contacto de Naciones Unidas con la que se podía concertar entrevistas, ninguno de los principales periodistas internacionales que asistió a la rueda de prensa escribió sobre la lista. El año que viene en las mismas fechas, la ONU, sin embargo, presentará una nueva. ¿Habrá entonces espacio en los medios de comunicación para esos otros asuntos… aunque sólo sea por un día?