Las intensas lluvias de los últimos días en Argentina, que dejaron al menos 57 personas muertas, pusieron al descubierto las debilidades del Estado para prevenir los impactos de eventos meteorológicos que se repiten cada vez con más frecuencia y virulencia. Una sucesión de aguaceros se abatieron el lunes 1 sobre la ciudad de Buenos Aires, […]
Las intensas lluvias de los últimos días en Argentina, que dejaron al menos 57 personas muertas, pusieron al descubierto las debilidades del Estado para prevenir los impactos de eventos meteorológicos que se repiten cada vez con más frecuencia y virulencia.
Una sucesión de aguaceros se abatieron el lunes 1 sobre la ciudad de Buenos Aires, provocando el desborde de varios ríos que costaron la vida a seis personas, y el martes 2 sobre La Plata, capital de la contigua provincia homónima, donde hasta ahora hay 51 muertes confirmadas. En ambos sitios los daños y pérdidas materiales son cuantiosos.
En La Plata, distante 50 kilómetros de la capital federal, quedó anegado casi todo el casco urbano, y numerosas calles devinieron en verdaderos ríos. En algunos barrios el nivel del agua llegó a dos metros, cubriendo automóviles y las plantas bajas de las viviendas.
Ante el desastre en ambos distritos, las miradas se posaron en los mecanismos de emergencia y atención social.
En 1999, cuando ya comenzaban a ser más frecuentes las inundaciones, se creó el Sistema Federal de Emergencias (Sifem), que no es un organismo ad hoc sino un esquema de organización de las entidades públicas ante desastres, según las consultas realizadas por IPS.
Cinco años después, los expertos ya advertían falencias. Ruth Zagalsky, la licenciada en ciencias geológicas de la estatal Universidad de Buenos Aires que había hecho aquella evaluación, dijo a IPS que «esa sigue siendo hoy la triste realidad».
«Las áreas que debería manejar el Sifem fueron quedando sumergidas en la administración pública, donde no se puede resolver. Se requiere de un interés político muy fuerte para que esto sea efectivo», explicó.
Para crear el Sifem, añadió, se trabajó junto a funcionarios de la estadounidense Agencia Federal para el Manejo de Emergencias, pero luego no se hicieron planes de acción, salvo contra incendios forestales, donde el programa funciona «muy bien».
«Lo más importante de un plan, que es la prevención, es lo que no se hace», sostuvo, pero se observa una gran «falta de coordinación general» entre las jurisdicciones nacional, provincial y municipal para mitigar impactos.
Como resultado, los desastres se magnifican y fuerzan al Estado, en sus diferentes jurisdicciones, a invertir fuertes sumas en rescates, asistencia humanitaria, subsidios, exención de impuestos y créditos blandos, entre otras múltiples erogaciones.
Esta vez las lluvias cayeron en días festivos, cuando funcionarios de primera línea estaban de vacaciones. Los equipos de crisis se organizaron tardíamente, y tres días después de la tragedia, la asistencia sigue demorada en algunos lugares tanto en Buenos Aires como en La Plata.
Silvia Gómez, del Servicio Meteorológico Nacional (SMN), dijo a IPS que ese organismo realizó un informe el 27 de marzo con el pronóstico para los días feriados que se extendieron del 28 de marzo al 2 de este mes inclusive.
En ese reporte, que se iba actualizando día a día, se anticipó que entre lunes y martes podían ocurrir «lluvias fuertes, con abundante caída de agua» en la ciudad de Buenos Aires y en el centro y norte de la provincia vecina, subrayó.
«Nuestros informes llegan a muchísimos organismos y dijimos que había que prepararse porque la lluvia tendría una intensidad considerable», remarcó.
Otra herramienta valiosa para el alerta temprana, a la que no se apela según las consultas, es la Comisión Nacional de Actividades Espaciales, integrada a Sifem para aportar información «adecuada y oportuna» desde satélites.
En su Plan Nacional Argentina en el Espacio 2004-2015, técnicos del organismo aseguraron que este es «el país de América Latina que está más expuesto a emergencias y catástrofes naturales».
Inundaciones, incendios forestales, erupciones volcánicas, terremotos, tornados, deslizamientos de tierras, derrames de hidrocarburos, son algunos de los 11 tipos de desastre mencionados para el país.
No obstante, los impactos cada vez más severos que resultan de las inundaciones, revelan severas fallas en los planes de contingencia y obligan a los vecinos a ayudarse entre ellos antes, durante y después del impacto, sin pocas posibilidades de que algún organismo los guíe.
Los damnificados revelan que no sabían qué hacer mientras el agua subía dentro de las viviendas en La Plata. Tres días después, muchos seguían desorientados en centros de evacuación sin responsables a cargo.
El jefe de gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, el derechista Mauricio Macri, el gobernador de la provincia del mismo nombre, Daniel Scioli, y el intendente de La Plata, Pablo Bruera, solo responsabilizaron del desastre hasta ahora a la «inédita» intensidad de las lluvias derivadas de los efectos del cambio climático.
Scioli indicó que llovieron más de 300 milímetros en pocas horas y eso impidió el escurrimiento. Aunque «el pluviómetro ubicado por el SMN en el aeródromo de La Plata marcó 181 milímetros desde las nueve de la mañana del lunes 1 a las nueve de la mañana del martes 2», precisó la meteoróloga Gómez.
De todos modos, Gómez no descartó que el frente de tormenta haya sido más intenso en algunos barrios, como dijo el gobernador en base a datos de la estatal Universidad de La Plata.
«El Estado va a estar más presente que nunca para la reconstrucción con subsidios, créditos y todo lo que tengamos que hacer», afirmó Scioli, del sector centroizquierdista que lidera la presidenta Cristina Fernández, aunque algo distanciados últimamente.
La provincia y la ciudad de Buenos Aires pusieron en marcha comités de emergencia. IPS intentó localizar a alguno de sus responsables pero no respondieron. Tampoco lo hizo el gobierno nacional, consultado acerca del Sifem.
La lluvia impactó como si hubiera sido un tsunami o un río caudaloso que desborda, dijeron muchos afectados. El agua entró a las viviendas y brotó desde inodoros y bañaderas, de modo tan brusco que varios adultos mayores resultaron ahogados en sus casas. A otros se los llevó la corriente al salir a la calle.
Cuando la tormenta amainó y se comenzó a tomar conciencia de la tragedia, varios gobernantes y funcionarios recorrieron la zona anegada. La presidenta Fernández, Scioli, Bruera, Macri y otros escucharon airados reclamos y prometieron brindar toda la asistencia requerida. Pero los problemas son mayúsculos.
Los vecinos más damnificados de ambas ciudades coinciden en que, además de las vidas de familiares o amigos, perdieron todo lo que tenían para su desempeño cotidiano: documentos, dinero, muebles, electrodomésticos, ropa, alimentos, agua.