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Editorial del diario 'La Jornada'

EEUU hacia el totalitarismo

Fuentes: La Jornada

El secretario de Defensa de Estados Unidos, Donald Rumsfeld, emitió ayer una virulenta crítica a la televisora qatarí Al Jazeera, a la que acusó sesgadamente de recibir información «de los terroristas» que le permitiría enviar informadores, «con demasiada frecuencia, para mi gusto», al lugar de combates y atentados. Los señalamientos de Rumsfeld, muy cercanos a […]

El secretario de Defensa de Estados Unidos, Donald Rumsfeld, emitió ayer una virulenta crítica a la televisora qatarí Al Jazeera, a la que acusó sesgadamente de recibir información «de los terroristas» que le permitiría enviar informadores, «con demasiada frecuencia, para mi gusto», al lugar de combates y atentados. Los señalamientos de Rumsfeld, muy cercanos a una acusación formal de colaboración con los «enemigos de Estados Unidos», se producen a un mes de que el gobierno títere impuesto por Washington en Irak clausuró la oficina de la televisora y le prohibió realizar sus tradicionales labores informativas en el país invadido, y se suman a una larga campaña de hostigamiento contra ese medio informativo, de gran audiencia en el mundo árabe, y punto de referencia fundamental y único en el resto del mundo.

Es pertinente hacer memoria: durante la invasión de Afganistán, las fuerzas estadunidenses atacaron injustificadamente a reporteros de Al Jazeera. El año pasado, en plena invasión a Irak, Al Jazeera suscitó la animadversión de los mandos en Washington por su cobertura imparcial, independiente y objetiva de la bárbara agresión bélica lanzada por el país más poderoso del mundo contra el país árabe. Los corresponsales del canal televisivo qatarí que cubrían las actividades de Wall Street fueron expulsados y la oficina de la emisora en Bagdad fue sometida a un bombardeo de precisión por aviones estadunidenses. Curiosamente, unas semanas antes, Al Jazeera había comunicado al alto mando de los invasores las coordenadas exactas de su sede en la capital iraquí. Con esos datos resultaba extremadamente fácil evitar ataques accidentales, pero la información también podía ser usada por la aviación agresora para colocar bombas inteligentes exactamente en el centro del edificio. Ocurrió lo segundo.

Llama la atención que la emisora qatarí sea objeto de descalificaciones de altos funcionarios del régimen de Bush, lo que no ocurre con ningún otro medio informativo del mundo: a principios de junio la asesora presidencial de Seguridad Nacional, Condoleezza Rice, acusó a la cadena de transmitir versiones «simplemente inexactas», y a mediados del mes siguiente el secretario de Estado, Colin Powell, dijo que el trabajo informativo de Al Jazeera era «horrible», con lo que pretendió sintetizar otras acusaciones de Washington por el presunto carácter «antiestadunidense» de la emisora y por difundir imágenes de la violencia en Irak.

Ha de señalarse que la televisora árabe también ha sido con frecuencia víctima de censura y hostigamiento por su independencia y objetividad, no sólo por los gobernantes estadunidenses, sino, en su momento, por el desaparecido régimen de Saddam Hussein, por las monarquías petroleras de la península arábiga y por el gobierno jordano, entre otros, y que pese a ello el proyecto informativo de Al Jazeera ha seguido aportando al planeta una visión independiente, crítica e imparcial del acontecer del mundo árabe e islámico, y recogiendo puntos de vista no occidentales.

Es precisamente esa virtud la que parece exasperar a los gobernantes estadunidenses, empeñados en presentar sus agresiones contra los afganos y los iraquíes como misiones de paz, democracia y desarrollo, y en tapar las atrocidades y los crímenes de guerra perpetrados por los invasores en las naciones correspondientes.

No deja de ser paradójico que, justo cuando Washington intensifica su ofensiva contra una fuente informativa confiable que, en su momento, difundió análisis que ponían en duda la existencia de las «armas de destrucción masiva» que supuestamente poseía el régimen iraquí depuesto, Powell se queje de haber sido desinformado sobre tales armas por los servicios de inteligencia de su propio país. A año y medio de distancia, el funcionario acusa recibo de su triste papel ante la ONU, adonde fue a repetir las mentiras inventadas por la Casa Blanca para justificar su agresión contra Irak. «Lo que me molesta es que algunos en los servicios de inteligencia sabían que las fuentes eran sospechosas y a mí no se me informó», se lamentó ayer Powell. Tal vez habría podido ahorrarse el papelón de entonces, y los lamentos de ahora, si a principios del año pasado hubiese sintonizado a Al Jazeera y puesto atención a lo que ahí se informaba.

La ofensiva de las autoridades civiles y militares contra la televisora qatarí es, en suma, un botón de muestra de las actitudes y mentalidades imperantes en el gobierno de George W. Bush ante ejercicios de libertades y derechos fundamentales, como el de libre expresión. Otro dato que ilustra claramente el rumbo actual de Estados Unidos hacia algo que no puede llamarse democracia ni Estado de derecho es el informe de Amnistía Internacional dado a conocer ayer, en el que se denuncia que unos 32 millones de estadunidenses han sido víctimas de hostigamiento policiaco por su apariencia racial. La organización humanitaria alertó que 46 de los 50 estados de la nación vecina no incluyen en sus respectivas legislaciones prohibiciones expresas de discriminación racial por parte de las fuerzas de seguridad, y advirtió que los estadunidenses en riesgo de ser víctimas de escrutinios indebidos por sus facciones o su color de piel puede llegar a 87 millones. Tales son algunas de las miserias de un Estado que se presenta a sí mismo como el mayor ejemplo mundial de democracia y como guardián planetario de las libertades.