Los evacuados ya suman 27 mil pero hay una cantidad indeterminada de autoevacuados. La ayuda del gobierno llega con dificultades a los 140 centros. Con bombas, esperan sacar 50 millones de litros por hora en zonas donde aún hay un metro de agua. El gobierno provincial se vió por momentos desbordado por las inundaciones de […]
Los evacuados ya suman 27 mil pero hay una cantidad indeterminada de autoevacuados. La ayuda del gobierno llega con dificultades a los 140 centros. Con bombas, esperan sacar 50 millones de litros por hora en zonas donde aún hay un metro de agua.
El gobierno provincial se vió por momentos desbordado por las inundaciones de Santa Fe. «No damos abasto para nada», admitió ayer una funcionaria de la Casa Gris ante la creciente demanda de miles de damnificados en la franja de la ciudad que está bajo agua. Pero la confesión oficial sonó a susurro ante la batería de reclamos en los barrios del cordón oeste. Hasta el intendente Martín Balbarrey falló en su pronóstico del drama: «Esperamos 20.000 evacuados», dijo el viernes. Ayer, se corrigió: «Ya tenemos más de 27.000». Pero se estima que el éxodo es mucho mayor porque miles de personas se autoevacuaron en casas de parientes y en poblaciones vecinas como Santo Tomé y San José del Rincón, mientras otras prefirieron refugiarse donde sea, pero cerca de sus viviendas para protegerse de robos y pillajes nocturnos. Algunos armaron sus benditos de chapas en terraplenes ferroviarios y otros improvisaron carpas con plásticos y mantas, como en el campamento que ya se levantó frente a la escuela Alem, a dos cuadras del hospital de Niños. A pesar la tregua del tiempo -nublado, pero sin lluvias-, el nivel del agua aumentó en los barrios inundados, donde los hombres se quedan a cuidar su casa de los saqueadores nocturnos. De noche, el oeste sin luz es tierra de nadie. «Las balaceras son impresionantes, se escuchan tiros hasta la madrugada», le dijeron a Rosario/12 vecinos de Santa Rosa de Lima, Villa del Parque y Barranquitas.
La ayuda del gobierno llega con algunas dificultades a los centros de evacuados. Ya hay más de 140. «Pero se quedan cortos en todo: faltan colchones, alimentos, frazadas», dijo un jefe de las Tropas de Operaciones Especiales (TOE) que custodian el Predio Ferial Municipal, atrás de la terminal de ómnibus, donde se refugian unas 2.000 personas. Son dos galpones ferroviarios reciclados en la Asamblea Constituyente de 1994 que cada año suele alojar a la Feria del Libro y hoy se convirtió en amparo para casi tantos evacuados -por ejemplo- como los que tiene Rosario. «Necesitamos de todo: pañales, ropa, calzados y ropa para los chicos que no tienen», pidió una mujer de Barranquitas que vive allí con su marido y su hijo. Otra vecina del mismo barrio, Gladys, también se lamentó por la escasez de colchones y porque los que llegan parecen tener media plaza: son cada vez más pequeños. «Hay mucha gente que tiene que dormir en el suelo. Una señora que tiene una pierna ortopédica duerme en un colchón en el que no entra ni ella y sus chicos sobre frazadas. ¿A usted le parece que es justo, con este tiempo y este frío?», se preguntó la mujer. «Yo tengo seis criaturas, somos ocho integrantes de la familia en total. Tengo un bebé de cuatro meses envuelto en una manta porque no tiene pantalón»
Lucía, del barrio San Lorenzo, coincidió con las demandas. «Yo también tengo a mi nene durmiendo en el suelo, tuvimos que ir hasta mi casa a buscar un colchón mojado porque no nos daban ninguno».
Las mujeres señalaban a otro galpón ferroviario donde se habían almacenado 80 colchones para distribuir entre los damnificados. Pero la demanda era aún superior, hasta ayer había por lo menos 300 personas que no tenían donde dormir. «Lo que pasa que es acá hay muchos funcionarios de la provincia y la municipalidad que no trabajan como deben. Yo tenía un colchón pero lo tuve que prestar, estaba medio húmedo pero servía para pasar la noche. La gente se pelea por los colchones», afirmó otra mujer. Una compañera en el desamparo coincidió: «Yo también tuve que prestar mi colchón y dormir con mis hijos porque hay una familia que tiene un nene discapacitado y no le dieron colchón para esa criatura. ¡No puede ser que esté durmiendo en el suelo!»
El Predio Ferial está rodeado de casas coquetas, frente a la plaza de los Derechos Humanos que Balbarrey y el secretario del área, Domingo Pochettino inauguraron el año pasado. Otra metáfora de estos tiempos. La inundación cambió el paisaje del barrio, donde hoy se estacionan los carritos, pastan los caballos, comen las gallinas y engordan media docena de chanchos en un corral.
En otro extremo de la ciudad, las penurias se comparten en la escuela Leandro Alem, cerca del hospital de Niños, que aloja a más de 500 evacuados, la mayoría de Santa Rosa de Lima. La escuela está desbordada de evacuados, así que en el baldío de enfrente aparecieron las carpas improvisadas con plásticos y mantas de los que no pudieron entrar. «Nos falta de todo, ropa, calzado, abrigos, hay criaturas desnudas», dijo Nélida Fleitas. Otra vecina compartió la misma demanda por el abandono y el hacinamiento. «En la escuela estamos uno arriba del otro. Los baños no dan para tanta gente, hay dos, uno para mujeres y otro para varones, así que necesitamos dos o tres baños químicos», explicó Marina, que tuvo que dejar su casa en Mendoza al 4.700, con su esposo y sus tres chicos, con el agua en la cintura.
«Hay criaturas con cólicos estomacales a causa de la comida, la falta de higiene y el agua. Entregan una botella de agua mineral de medio litro por familia y hay familias con siete u ocho personas, entonces con medio litro de agua mineral sólo toman un trago y después siguen tomando agua del baño. Yo tengo un una criatura de 10 años que está con cólicos estomacales desde ayer a la mañana. Y es a causa del agua, la comida, y la inclemencia de estar amontonados».
-¿Y la comida? -preguntó Rosario/12.
-A las diez u once de la mañana nos traen leche; al mediodía, sandwichs o si traen, una comida caliente; ayer, eran las cinco de la tarde y estábamos almorzando. Y la cena llega a las once o doce de la noche. Estamos todos iguales, perdidos sobre lo mismo, sobre la inclemencia del tiempo -reflexionó Marina.
Otra de las mujeres, Beatriz, se mostró más irónica y desafiante. «Queremos que venga Balbarrey. Si quiere que le demos el voto, bueno, que venga y ponga la cara. Que venga y vea cómo estamos todos tirados», dijo. «Acá estamos totalmente aislados, parece que nadie sabe que la escuela Alem es un lugar de evacuados. No viene nadie, ni los perros», completó.
Frente a la escuela ya hay un campamento de los autoevacuados que se quedaron sin lugar. «Tenemos que dormir sobre colchones mojados porque no recibimos ninguna ayuda del gobierno», relató Carlos Avalos. El comparte una carpa improvisada con sus hijos y sus mascotas. «No podemos entrar a la escuela porque no hay más lugar. Los que estamos afuera seguimos a la interperie, y como nosotros, hay muchos».