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El caso de Madeleine, la niña desaparecida en Portugal, y el vale todo

Fuentes: IPS

En la reñida batalla por la conquista de las preferencias de lectores, auditores y televidentes, la inmensa mayoría de los medios de comunicación parecen inclinarse cada vez más hacia criterios de mercado. El concepto «opinión pública» como destino al cual deseaban llegar los periodistas ha sido reemplazado por el de «consumidores» de información y, para […]

En la reñida batalla por la conquista de las preferencias de lectores, auditores y televidentes, la inmensa mayoría de los medios de comunicación parecen inclinarse cada vez más hacia criterios de mercado.

El concepto «opinión pública» como destino al cual deseaban llegar los periodistas ha sido reemplazado por el de «consumidores» de información y, para «vender el producto, se ha impuesto el todo vale».

Estas son las más destacadas conclusiones señaladas a IPS por el escritor portugués y politólogo especializado en relaciones internacionales João Lopes Marques, autor del libro «El hombre que quería ser Lindbergh» (2007), ex colaborador del diario Público y de las revistas Semanario y Grande Reportágem.

Algunos temas de la actualidad informativa parecen calzar con las observaciones de Lopes Marques sobre el estado actual del periodismo, contenidas en su tesis de doctorado sobre medios de comunicación y relaciones internacionales, presentada en 1999.

Las fronteras entre lo éticamente correcto y la venta del producto han llegado al límite incluso de imitar la máxima de un programa radial brasileño que causó estupor en la década pasada: «Si no hay noticias, nosotros las inventamos».

En este terreno, se destaca el caso de la desaparición de la niña británica de cuatro años Madeleine («Maddie») McCann, el 3 de mayo en el complejo turístico Ocean Club, ubicado en la aldea de Praia de Luz de la región meridional portuguesa de Algarbe.

Las circunstancias de la desaparición están todavía por aclarar, pero las últimas investigaciones indicarían la muerte de la niña.

Sus padres, Kate y Gerry McCann, no escondieron su enfado cuando informaciones divulgadas el 8 de agosto por Diario de Noticias, de Lisboa, y reproducidas más tarde por el resto de la prensa portuguesa, aseguraban, citando fuentes policiales, que la Policía Judicial los consideraba sospechosos de la muerte de su hija.

Durante más de un siglo, Diario de Noticias fue el periódico de referencia de Portugal. Dos años atrás fue comprado por el empresario del fútbol Joaquim Oliveira, propietario de medios informativos deportivos y de los periódicos sensacionalistas 24 horas y Tal e Qual, convirtiéndolo en una publicación de credibilidad disminuida.

Para sustentar las noticias sobre Maddie, la mayoría de la prensa portuguesa adoptó la línea de Diario de Noticias y reportó intercepciones de correos electrónicos y llamadas telefónicas entre los McCann y sus amigos, que habrían llevado a la policía a deducir que la niña estaba muerta.

Fue el comienzo de una guerra entre el periodismo luso y el británico. La televisora Sky News y los diarios Daily Mail y Daily Mirror calificaron esas noticias de «intento de los medios portugueses de culpar a los padres por la desaparición de Maddie», en una campaña «deliberada» destinada a transferirles las culpas del «fracaso» de la Policía Judicial portuguesa.

Un día más tarde, en declaraciones a la agencia de noticias Lusa el 9 de agosto, el inspector Gonzalo do Amaral, portavoz autorizado de la Policía Judicial, desestimó las noticias de la prensa británica que destacaban una supuesta campaña de esa institución para montar una celada y difamar a los padres de Maddie.

Amaral no dio importancia a esas noticias. «Pueden escribir lo que les apetezca», dijo y explicó que los medios informativos británicos sienten «la necesidad de cuestionar a alguien» y en este caso «escogieron a los policías portugueses».

Por su parte, José Manuel Anes, ex experto del laboratorio científico de la Policía Judicial, sostuvo esta semana que el caso Madeleine ha sido objeto de comentarios en la prensa portuguesa que inducen al lector a creer que Londres «exigió» a Lisboa «seguir exclusivamente la pista del secuestro».

«Ahora bien, no se puede confundir a Sky News y otros órganos de comunicación con la policía británica», concluyó Anes.

Tres semanas después de la desaparición de Madeleine, el columnista del semanario Visão, Miguel Carvalho, señalaba que a Praia de Luz «llegaron los (periodistas) británicos en dosis generosas, con su incurable manía de decir lo que debe ser hecho y mostrar cómo se hace».

Una buena parte del periodismo inglés «necesita de mártires, héroes, inocentes y culpables», porque «el resto no vende ni conmueve», sentenció Carvalho.

El profesor universitario de criminología Francisco Moita Flores sostuvo el miércoles, en su columna semanal publicada por el diario Correio da Manhã, que «la prensa británica orquestó una nueva campaña a propósito del caso Madeleine, colocándose en la línea de frente del ataque a la prensa portuguesa».

«Y que no se diga que se trata de tabloides. Todos, incluida la (televisora y radiodifusora estatal) BBC, distorsionan y manipulan noticias con el objetivo de salvar la cara, porque apostaron ante el mundo entero que Madeleine fue secuestrada y ahora ya no hay retroceso y la cuestión es muy simple: todas las noticias que apunten hacia el secuestro son buenas, siempre que el raptor no sea inglés», concluyó el académico.

Otro asunto recurrente en el periodismo portugués de hoy es el tratamiento que recibe en las redacciones el presidente venezolano Hugo Chávez. La inmensa mayoría de la prensa insiste en calificarlo de «dictador populista».

El propio ex presidente y líder histórico del socialismo portugués, Mario Soares, en una entrevista concedida al Diario Económico el 10 de agosto salió al paso de esa etiqueta, recordando que Chávez «es un presidente elegido democráticamente».

«No debemos demonizar a Chávez ni proceder con él como Estados Unidos procedió con (el líder cubano) Fidel Castro», apuntó el político de 82 años quien, pese a su inmensa popularidad, fue duramente criticado en la prensa portuguesa por haber visitado Venezuela a fines de 2006.

Chávez «reconoce a la oposición, no es (el ex dictador chileno Augusto) Pinochet, ni llegó al poder con la bendición de Estados Unidos», dijo y concluyó que la prensa no se debe unir a «la caza de brujas, que es siempre políticamente estúpida y, a largo plazo, inconveniente».

Otro caso que causó impacto entre los defensores del rigor periodístico fue protagonizado por la periodista Marcia Rodrigues, de la estatal Radio Televisión Portuguesa (RTP), que dos semanas atrás apareció con su cabeza cubierta con un velo a la usanza islámica mientras entrevistaba al embajador de Irán en este país.

Ante el estupor y las críticas, la embajada desmintió en un comunicado el supuesto requisito de vestuario para las mujeres, asegurando que nada se exigió a la periodista.

Quien fue jefe de redacción de Diário de Noticias entre 1976 y 1980, Henrique Antunes Ferreira, dijo a IPS que «comparar los periódicos de hoy con los que se hacían dos o tres décadas atrás es una tarea que me desencanta un poco, y no sé si en ‘mi tiempo’ eran mejores o peores que ahora, porque nadie es buen juez en casa propia».

Sin embargo, los diarios de hoy «no los leo, los hojeo, y voy saltando las líneas ante la falta de seriedad, credibilidad, honestidad y sentido común. Cambiar esos valores por el sensacionalismo total, no es malo, es pésimo», sentenció.