Las hemerotecas son traicioneras. Guardan lo que uno pudo escribir hace años y permiten compararlo con lo que diga una década después. Es lo que le ha pasado a los editoriales de El País a la hora de tratar la trayectoria y la figura del Che Guevara. El pasado 10 de octubre, con motivo del […]
Las hemerotecas son traicioneras. Guardan lo que uno pudo escribir hace años y permiten compararlo con lo que diga una década después. Es lo que le ha pasado a los editoriales de El País a la hora de tratar la trayectoria y la figura del Che Guevara. El pasado 10 de octubre, con motivo del 40 aniversario de su asesinato, bajo el título «Caudillo Che», el editorial del periódico español embestía cruelmente contra la figura del guerrillero cubano-argentino. Pero hace más de diez años, el 17 de julio de 1997, en aquella ocasión debido a la llegada de sus restos mortales a Cuba, El País también dedicaba un editorial al guerrillero, entonces bajo el título «Vuelve el Che». Hagamos el sugerente ejercicio de comparar ambos (en rojo fragmentos del editorial de 1997 y en negro, el de 2007).
Editorial 17 de julio de 1997:
Treinta años después de la muerte de Ernesto Guevara -el guerrillero más emblemático y seductor de la revolución cubana-, en su recuerdo se unen la nostalgia del idealismo perdido y el filón comercial para quienes explotan su figura.
(…) la figura revolucionaría del Che se mantiene como un símbolo del idealista coherente y del hombre de acción.
Editorial 10 de octubre de 2007:
En realidad, la disposición a entregar la vida por las ideas esconde un propósito tenebroso: la disposición a arrebatársela a quien no las comparta. Ernesto Guevara, el Che, de cuya muerte en el poblado boliviano de La Higuera se cumplen 40 años, perteneció a esa siniestra saga de héroes trágicos, presente aún en los movimientos terroristas de diverso cuño, desde los nacionalistas a los yihadistas, que pretenden disimular la condición del asesino bajo la del mártir, prolongando el viejo prejuicio heredado del romanticismo.
Editorial 17 de julio de 1997:
(…) a finales de los años cincuenta y los sesenta fue un movimiento armado, antiimperialista y subversivo que acabó en Cuba con la dictadura de Batista y quiso extender, mediante las guerrillas, la subversión igualitaria por América Latina.
Tenía 39 años y su práctica política -exportar la revolución- devino en mito. Su imagen, multiplicada en cientos de miles de carteles por, todo el mundo, fue ya entonces la insignia de muchos jóvenes que veían en este médico asmático un ejemplo del guerrillero heroico a favor de la humanidad.
Editorial 10 de octubre de 2007
Sus proyectos y sus consignas no han dejado más que un reguero de fracaso y de muerte, tanto en el único sitio donde triunfaron, la Cuba de Castro, como en los lugares en los que no alcanzaron la victoria, desde el Congo de Kabila a la Bolivia de Barrientos. Y todo ello sin contar los muchos países en los que, deseosos de seguir el ejemplo de este mito temerario, miles de jóvenes se lanzaron a la lunática aventura de crear a tiros al «hombre nuevo».
Seducidos por la estrategia del «foquismo», de crear muchos Vietnam, la única aportación contrastable de los insurgentes seguidores de Guevara a la política latinoamericana fue ofrecer nuevas coartadas a las tendencias autoritarias que germinaban en el continente. Gracias a su desafío armado, las dictaduras militares de derechas pudieron presentarse a sí mismas como un mal menor, cuando no como una inexorable necesidad frente a otra dictadura militar simétrica, como la castrista.
Editorial 17 de julio de 1997:
El Tercer Mundo, cuyo concepto se multiplicó en ese tiempo, significaba, de una parte, la denuncia más flagrante del imperalismo internacional por su explotación y miseria, pero, de otra, la promesa de una ebullición que transformaría el mundo.
Editorial 10 de octubre de 2007
El hecho de que el Che diera la vida y sacrificara las de muchos no hace mejores sus ideas, que bebían de las fuentes de uno de los grandes sistemas totalitarios.
Editorial 17 de julio de 1997:
Vuelve el Che: un fenómeno que suscita para los que eran jóvenes progresistas, cuando batallaban Guevara, Fidel o Cienfuegos (los jóvenes barbudos) la melancolía de unos ideales marchitos. Es útil para quienes no vivieron los tiempos de la revolución cubana y sólo han recibido la mitología guevarista como una abstracta evocación de una lucha por un mundo mejor, más igualitario y más humano. Que siga el son.
Editorial 10 de octubre de 2007:
Por el contexto en el que apareció, la figura de Ernesto Guevara representó una puesta al día del caudillismo latinoamericano, una suerte de aventurero armado que apuntaba hacia nuevos ideales sociales para el continente, no hacia ideales de liberación colonial, pero a través de los mismos medios que sus predecesores. En las cuatro décadas que han transcurrido desde su muerte, la izquierda latinoamericana y, por supuesto, la europea, se ha desembarazado por completo de sus objetivos y métodos fanáticos.
¿Ha cambiado de ideología El País? La respuesta es NO, la razón es que ahora las ideas del Che están más presentes en América Latina y resultan peligrosas, no como hace diez años. Por eso en 1997 el editorial decía también:
Tal utopía ha dejado prácticamente de existir. Apenas unos focos rebeldes en todo el mundo, cuatro o cinco pequeñas guerrillas en Latinoamérica, son los residuos sin futuro en un presente donde triunfa el liberalismo más crudo y la globalización.
Y, en cambio, hoy, en octubre de 2007, el editorial de El País ve con inquietud que
conmemoran la fecha de su ejecución en La Higuera los gobernantes que sojuzgan a los cubanos o los que invocan a Simón Bolívar en sus soflamas populistas.
Y es que para muchos el Che sólo merece ser laureado si está muerto, pero se convierte en objeto de odio cuando vive. Es frecuente adoptar el discurso de la izquierda y expresar sus simpatías con ella cuando se está convencido de que el poder está lejos de ella. En cambio, esos mismos cuando vislumbran serias opciones de la llegada de la izquierda al poder se convierten en sus mayores enemigos. De ahí que El País siga queriendo presentarse como izquierda en los lugares donde ésta se encuentra alejada del gobierno y arremeta contra ella cuando tiene el poder: Cuba, Venezuela o Bolivia. El giro editorial del diario El País con respecto al Che Guevara, pasando de «símbolo del idealista coherente» a «asesino» y «caudillo», es la mejor prueba de que el Che está ahora más vivo -y peligroso- que hace diez años.
Editorial 17 de julio de 1997:
Editorial 10 de octubre de 2007:
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