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Racionalidad y medios masivos, los académicos y el caso Chávez

El Complejo de Ulises o el Síndrome de la perplejidad

Fuentes: Rebelión

Llegarás primero a las sirenas, que encantan a cuantos hombres van a su encuentro.Aquel que imprudentemente se acerca a ellas y oye su voz, ya no vuelve a ver a su esposa ni a sus hijos rodeándolo, llenos de júbilo, cuando torna a su hogar; las sirenas lo hechizan con el sonoro canto, sentadas en […]


Llegarás primero a las sirenas, que encantan a cuantos hombres van a su encuentro.

Aquel que imprudentemente se acerca a ellas y oye su voz, ya no vuelve a ver a su esposa ni a sus hijos rodeándolo, llenos de júbilo, cuando torna a su hogar; las sirenas lo hechizan con el sonoro canto, sentadas en una pradera en el centro de un enorme montón de huesos de hombres putrefactos cuya piel se va consumiendo.

(Homero: Odisea, Canto XII).

En casi todas las mitologías existentes, las sirenas son bellas y desinhibidas. El único defecto que tienen es el de no poder hablar. Emiten sonidos que embriagan a cualquier mortal o hablan en lenguas incomprensibles que impiden la comunicación.

(Pedro Palau Pons: Sirenas, las Hadas del Océano).


En su Odisea, Homero nos habla de unos guerreros griegos al mando de Ulises que, de regreso a casa luego de la guerra con Troya, entre los tantos castigos de desorientación a que fueron sometidos por la ira de los dioses troyanos, tuvieron que enfrentarse a las Sirenas, unos seres extraños que tenían la importante capacidad seductora para hacer que sus víctimas perdieran su norte y olvidaran todo aquello en lo que hasta entonces habían creído, al punto de que ya no serían capaces ni siquiera de reconocer a su propia familia, a su propia esposa e hijos. Las Sirenas podían lograr que cualquier hombre olvidara su propia memoria histórica y que perdiera el mapa de su propia vida y de sus propios recuerdos y objetivos personales. Esto no lo lograban con razonamientos ni con argumentaciones, ya que no podían hablar, sino con unos extraños sonidos embriagadores cuyo poder radicaba, precisamente, en la eliminación del lenguaje y de la racionalidad. Básicamente, las Sirenas eran unos seres cuyo poder seductor radicaba justamente en la irracionalidad, en el no- lenguaje, en la no-palabra y en el no-pensamiento. De ese modo, las víctimas de las Sirenas dejaban de ser ellos mismos, perdían cualquier noción acerca de su trayectoria de vida, perdían su identidad cognitiva y, para decirlo en las mismas palabras de Homero, ya no volvían «a ver a su esposa ni a sus hijos rodeándolo, llenos de júbilo, cuando torna a su hogar». En efecto, perderían sus más elementales nociones de ‘hogar’, ‘esposa’ e ‘hijos’, entendiendo por esto sus teorías personales, sus creencias de vida y, en fin, todos sus puntos de referencia y todas sus bases de estabilidad mental.

Los Medios de Comunicación Masiva (MCM), en especial aquellos cuyos dueños amasan su fortuna personal sobre la base de desorientar y confundir mediante «sonidos que embriagan a cualquier mortal», equivalen a las Sirenas de Homero. Los académicos que sucumben ante los Medios Masivos sacrificando sus propias creencias y sus propias teorías equivalen a las víctimas de las Sirenas. Se comportan como Ulises, quien, habiéndose mandado a atar por haber sido advertido, una vez que oyó el canto de las sirenas pedía que lo desataran y que lo dejaran ir tras ellas, olvidando así todas las referencias previas, incluyendo las advertencias de Circe. Su estado mental con respecto a todas sus nociones previas, en particular con respecto a las advertencias que había recibido de Circe, puede describirse como un estado de desconcierto, de PERPLEJIDAD, por efecto del canto de las sirenas.

El complejo de Ulises podría describir el comportamiento de aquellas personas que, a partir de una determinada experiencia, comienzan a actuar, hablar y pensar de modo inconsistente con lo que hasta ese momento siempre habían declarado como su sistema de creencias, normas y valores. Ante tal cambio, su estado mental se traduce en confusión, desconcierto y perplejidad. Los rasgos de ese estado cognitivo, conforman todo un cuadro típico, el síndrome de la Perplejidad(1). Ocurre que el modo en el cual reaccionan frente a esa nueva experiencia que están viviendo no logra ser coherente con su anterior sistema de creencias, valores y normas, el que siempre habían declarado, y entonces ya no saben cómo responder al compromiso de coherencia al que todo individuo está obligado: no saben si la falla está en el mismo sistema que siempre habían declarado o si, en cambio, por debajo de ese sistema declarado, en realidad siempre funcionó otro sistema inconfesado (y, tal vez, inconfesable) que sí es consistente con sus nuevos comportamientos, pero que ellos nunca reconocieron o no quisieron reconocer. Toda esta duda, esta dificultad en armonizar sus propios compromisos de coherencia, se expresa en un absoluto silencio ante los argumentos, en una tendencia a las conductas viscerales, en racionalizaciones constantes y en una gran orfandad intelectual. Al hablar de conductas ‘viscerales’ o de ‘visceralidad’ me refiero a la negación de la racionalidad, conformada por el doble hecho siguiente: primero, la persona no logra responder a ningún argumento o razonamiento que impugne su conducta, actitud o modo de pensar y, sin embargo, persevera en esa conducta o actitud, aun sin argumentos que la justifiquen racionalmente; y, en segundo lugar, la persona enfoca los hechos bajo el filtro primario de alguna emoción o sentimiento frente a esos hechos. Cuando ocurre este hecho doble, estamos frente a la ‘visceralidad’. Es probable, por ejemplo, que muchos lectores, al recorrer estas líneas, sientan un odio fuerte hacia el contenido expresado, pero además, probablemente no tengan buenos contra-argumentos. Serán entonces lectores viscerales. De ese modo, los Perplejos o los Ulises son incapaces de responder a muchos argumentos serios y se limitan sólo a calificar: «el coño’e madre de Chávez», el «mico- mandante», el «dictador asesino», etc., expresiones que revelan un fuerte odio, desligado de cualquier razonamiento susceptible de crítica.

Aunque el Complejo de Ulises o el Síndrome de la Perplejidad, parecen ser válidos para cualquier persona, en el caso de los académicos es más llamativo, por el hecho de que los académicos suelen caracterizar su propio desempeño profesional precisamente mediante la declaración casi permanente de creencias, normas y valores. Están obligados a escribir artículos, a dar clases, a emitir juicios en reuniones y eventos, etc., con lo cual inexorablemente expresan su apego a ciertas teorías, a ciertas ideologías y a ciertas posturas filosóficas y éticas, de modo que, mientras no se produzca ninguna ‘situación- límite’ (el tipo de situaciones críticas que la sabiduría popular venezolana describe como «la hora de las chiquiticas»), sus declaraciones teórico-ético-normativas no se exponen a ninguna confrontación con la realidad. En ese caso, en los períodos sin crisis, los académicos pueden vivir felices predicando tal o cual cosa, pontificando sobre tal o cual problema, etc. Pero, una vez que surge alguna de esas ‘situaciones-límite’ que ponga en confrontación la realidad con sus propios sistemas de creencias, valores y normas, entonces es cuando uno puede evaluar qué tan consistentes son realmente los académicos. Muchos de ellos salen fortalecidos ante estas situaciones-límite y entonces uno los admira por esa consistencia que pasa las pruebas de la experiencia. Pero muchos otros se comportan como Ulises y padecen del Síndrome de la Perplejidad. Con esto quiero decir que, al referirme a los académicos con el Complejo de Ulises, no me refiero a todos los académicos anti-chavistas, ya que muchos de éstos, desde bastante antes del caso Chávez, siempre declararon sus ideales oligárquicos, neoliberalistas, neocapitalistas e individualistas «meritocráticos», por lo cual no podemos achacarles ningún tipo de inconsistencias entre sus comportamientos políticos actuales y sus anteriores declaraciones teóricas, normativas y valorativas. Por tanto, ellos quedan excluidos de esta crítica. Y, en el otro lado, están aquellos que desde siempre habían declarado sus férreas convicciones hacia la justicia social y hacia la necesidad de eliminar los privilegios y de redistribuir la riqueza social y ahora, ante el caso Chávez, simplemente están apoyando algo en lo que siempre creyeron, de modo que para ellos Chávez no es interesante como persona, sino como representación empírica de toda una estructura teórica universal de la cual son parte las relaciones de dominación y las estructuras de distribución de la riqueza, entre otras. En ambos casos, la consistencia es admirable. Pero no son nada admirables las reacciones incongruentes, contradictorias y relativistas.

Entre los tantos fenómenos sociales y psicológicos que se han puesto de manifiesto en Venezuela a raíz del caso Chávez (este caso, inesperadamente, convirtió a Venezuela en todo un auténtico ámbito empírico y en un laboratorio de investigaciones sociales, psicológicas y antropológicas, lamentablemente desperdiciado por nuestros investigadores sociales), uno de los más curiosos es el de las reacciones de buena parte de los académicos ante el conflicto entre la clase de los privilegiados y un gobierno ante el cual dicha clase ve amenazados sus privilegios.

Uno de los más característicos grupos pertenecientes a la clase de los privilegiados es el de los grandes empresarios, sobre todo aquellos que lo son en términos macro-corporativos globalizados(2). Y, dentro de éstos, los dueños de medios de comunicación masiva (MCM) son altamente típicos y representativos. En consecuencia, los MCM venezolanos (y también los internacionales, que al fin y al cabo son la misma familia macro-corporativa globalizada) han orientado de modo drástico y radical toda su función a salir del gobierno de Chávez, por la vía más inmediata posible, siguiendo aquel célebre principio de que «el fin justifica los medios», transformado en una versión más moderna: «el fin lo justifican los medios (los MCM)».

Ocurrió entonces que los MCM, a cuya influencia el ciudadano común se ve sometido en más de un 25% de su tiempo semanal, decidieron actuar como las Sirenas de Ulises: sistemáticamente callaron información, difundieron información falsa, tergiversaron información válida, deformaron información original…, en fin, cambiaron la percepción del mundo-objeto. En lugar de información sobre ese mundo, en lugar del lenguaje y en lugar del razonamiento, utilizaron esos extraños «sonidos que embriagan a cualquier mortal o hablan en lenguas incomprensibles que impiden la comunicación». A estas alturas hay ya en todo el mundo numerosos trabajos de investigación que demuestran esa orientación manipuladora de los MCM en el caso Chávez: son más de dos mentiras por hora, mentiras demostradas, que, en promedio, se le han contabilizado a los MCM venezolanos en su conflicto con Chávez, de acuerdo a algunas investigaciones académicas. Pero, en realidad, desde una perspectiva teórica, no eran necesarios tantos trabajos de tipo inductivo, porque ya todos sabíamos acerca del poder de manipulación informativa de los MCM en general, tanto venezolanos como internacionales. Hay gandolas, literalmente hablando, del tamaño de las gandolas del Transporte Rosalio Castillo, C.A., que podrían cargarse con libros y artículos científicos que demuestran la orientación manipuladora, tendenciosa y conveniente de los MCM en su objetivo de hacer que el público actúe según a ellos les interesa. Son innumerables los argumentos y evidencias a favor del comportamiento de los MCM como las sirenas de Ulises. Y, además, son incontables los testimonios acerca de delitos, tragedias y todo tipo de comportamientos enfermizos generados por los MCM en las conductas antisociales. El último escrito de Karl Popper, lo último que escribió poco antes de morir, apuntó a denunciar el poder nefasto y destructivo de los MCM, proponiendo un control social del Estado que muchos de los académicos venezolanos de ahora calificarían de «chavista». Pero, a diferencia de ellos, Popper fue un intelectual muy consistente. Estos académicos, en cambio, asistieron a las marchas de la oposición política venezolana, convocadas desde los MCM, llevando pancartas que decían «con mis Medios no se metan». Uno de estos académicos, una profesora universitaria, en correspondencia personal, me escribía lo siguiente: «los medios son los únicos que nos han defendido de esta pesadilla de Chávez; por eso yo los apoyo». Increíble, realmente. Resulta asombroso ver a unos académicos que ya saben acerca de la perversidad de los MCM, muchos de los cuales ya habían escrito acerca de esa perversidad, portar ahora esas leyendas y lemas tan drásticamente contradictorios con todo lo que antes habían declarado y habían enseñado. De hecho, esta amiga académica es autora de un e-mail masivo, hace unos cinco años, en el que nos convocaba a todos sus destinatarios a asumir una «posición pública clara» frente al «abuso de los canales comerciales venezolanos de TV» por su «constante bombardeo de sexo y violencia» y por la «siempre interesada y conveniente manipulación de la información a favor de sus propios intereses». Ahora, en una de las marchas antichavistas, era una de las que portaba su pancarta «con mis medios no se metan».

Muchos de los académicos en referencia habían construido prácticamente todo su piso profesional y toda su ‘imagen’ intelectual propugnando y predicando acerca de la «Teoría Crítica» de Habermas, por ejemplo, o acerca de la «Pedagogía del Oprimido» de Freire o acerca de los «Siete Saberes de Morin» o acerca de la «Otredad» o el «Reconocimiento del Otro» o del «Poder Económico», la «justicia social» y los maleficios de la globalización, etc. Pero ahora, ante esta situación-límite marcada por el caso Chávez y ante el embrujo de las Sirenas, ya han dejado de hablar de eso, padecen del Complejo de Ulises y sufren de una gran Perplejidad.

Resulta que Chávez plantea precisamente la misma «emancipación» de Habermas. Su lucha contra los MCM, que es la misma lucha de la Academia universal contra el avasallamiento de los dueños de la información, es parte, justamente, de la misma «Teoría Crítica» de Habermas y de los neo-marxistas de Frankfurt (por cierto, a veces da la impresión de que algunos de ellos es ahora cuando se acaban de enterar de las relaciones entre Marx y la Escuela de Frankfurt). Sus planteamientos a favor de los desposeídos y excluidos, que la prensa norteamericana y europea llama «populistas», no son ni más ni menos que los mismos planteamientos de la Pedagogía del Oprimido, de la Concepción Bancaria de la Educación y, en general, de toda la Teología de la Liberación (uno se pregunta, entre muchas otras cosas, ¿por qué nuestros académicos no llaman «populista» a Freire? ¿Cuál es la diferencia? ¿será que Freire habla más bonito que Chávez o que Freire es intelectual y Chávez es indio?).

Un caso particularmente interesante es el anterior apasionamiento de varios de estos académicos por Edgar Morin, hasta antes de aparecer Chávez. Resulta que muchos de ellos vivieron de Morin, hablaron de Morin y dieron múltiples conferencias y charlas sobre Morin. Pero llegó Chávez y habló de las reglas del juego, del respeto a la Constitución y del apego a la ‘Norma’, mientras nuestros académicos, extasiados ante el canto de las Sirenas, aplaudían el golpe de estado y el paro petrolero. Resulta que Edgar Morin había escrito cosas como éstas:

La democracia se funda sobre el control del aparato del poder por los controlados y así reduce la esclavitud (que determina un poder que no sufre la autorregulación de aquellos que somete); en este sentido la democracia es, más que un régimen político, la regeneración continua de un bucle complejo y retroactivo: los ciudadanos producen la democracia que produce los ciudadanos. (…) Evidentemente, la democracia necesita del consenso de la mayoría de los ciudadanos y del respeto de las reglas democráticas. Necesita que un gran número de ciudadanos crea en la democracia. Pero, al igual que el consenso, la democracia necesita diversidades y antagonismos (…) La democracia necesita tanto conflictos de ideas como de opiniones que le den vitalidad y productividad. Pero la vitalidad y la productividad de los conflictos sólo se pueden expandir en la obediencia a la norma democrática que regula los antagonismos reemplazando las batallas físicas por las batallas de ideas.

Morin, Edgar (1999): Los Siete Saberes Necesarios para la Educación del Futuro. Paris: UNESCO. Pp. 55-56.

Entonces sucedía que Morin estaba diciendo las mismas cosas que Chávez y así sus ideas se colocaban contra el golpe de estado y contra el paro petrolero. Desde entonces, para estos académicos, Morin dejó de ser la diva de la intelectualidad francesa que había sido hasta antes de Chávez, porque decía lo mismo que éste y contradecía a las Sirenas, convertidas en los nuevos dioses de los académicos sometidos al Complejo de Ulises. ¿Resultado? Una Perplejidad total ante el mensaje de Morin, que hasta ese momento había sido una de sus ‘biblias’. Mientras durante muchos años la academia venezolana había predicado las reglas del juego democrático y las referencias intersubjetivas tanto en el plano epistemológico como en el plano ético-político, ahora ante el caso Chávez se hizo partidaria del aplastamiento del ‘Otro’. Chávez había salido favorecido en varias contiendas electorales sucesivas con una cantidad de votos cada vez mayor, ante una oposición con cantidad de votos cada vez menor (véanse las cifras sucesivamente crecientes de Chávez en los procesos eleccionarios desde 1998, contra las cifras sucesivamente decrecientes de la suma de todo el resto de la oposición en esos mismo procesos, en http://www.cne.gov.ve/estadisticas.asp). Según las creencias previas de nuestros Ulises, esto bastaba para «reconocer al otro», al que había prevalecido en tales contiendas. Pero ahora, ante el canto de las Sirenas, eso no importaba. Lo que importaba era «salir de Chávez», aplastando la voluntad de los ‘Otros’. Hay una pregunta que nuestros Ulises todavía no logran responder: si hay un desacuerdo entre un grupo ‘A’ y un grupo ‘B’, si se decide resolver todo por votación y si gana el grupo ‘A’, ¿qué argumentos hay para que se imponga la opinión de los ‘B’ por encima de la decisión mayoritaria del grupo ‘A’? No hay argumentos de respuesta. Sin embargo, nuestros académicos Ulises aplaudieron el golpe de estado de abril de 2002 y luego el paro petrolero de 2003-2004. Un ejemplo que pasará a la historia es, entre muchos otros, el del Rector de la Universidad del Zulia, cuando públicamente celebró ese golpe de estado y dio la bienvenida a la dictadura de Carmona El Breve, que fue un histórico aplastamiento de la Otredad y de la Diversidad. Otro ejemplo insigne es el del recién electo Rector de la UCV, cuya primera declaración pública a la prensa fue algo así como «Vamos a salir de esta Tiranía». Y, entonces, al presenciar este tipo de espectáculos, uno entiende realmente por qué jamás en este país hubo verdadera Investigación Universitaria ni verdadera Academia. Con rectores así, cuyas actitudes se revelan del todo opuestas a las de un investigador ¿qué podríamos esperar de las potencialidades de producción de conocimientos y tecnologías en nuestras universidades?

Sigamos con las prédicas sobre la Otredad, el Reconocimiento del Otro, la Convivencia en la Diversidad y otras grandilocuencias filosóficas por el estilo. ¡Por cuántos años nuestros Ulises académicos habían impresionado a sus estudiantes con estos vibrantes discursos acerca del Otro, la Otredad y la Diversidad! ¡Casi toda una vida académica alimentada de conferencias y participaciones en foros y eventos, dedicada a construir un prestigio personal sobre la base de estas prédicas! ¿Y qué pasó? Llegó Chávez y declaró estar de lado del ‘Otro’ y de los ‘Diversos’, pero de los verdaderos otros, los que siempre y realmente habían sido excluidos de la vida social, es decir, los otros de carne y hueso, la otredad observable y tangible, aquella que no pertenece al mundo de la retórica académica, sino a la realidad de la injusta distribución de la riqueza. Nuestros Ulises académicos entonces comenzaron, repitiendo a las Sirenas, a hablar ahora de «chusma», de «lumpen», de «desdentados» y de «borrachos» (olvidando, por cierto, que uno de sus líderes llamaba a «repartir cañita» en las marchas de la oposición, a las que nuestros Ulises asistieron sistemáticamente, convencidos de que cada marcha iba a terminar en el asalto a Miraflores y en la caída del gobierno).

Cayeron cautivos de simbolismos como las Plazas de la Libertad (en las zonas ricas de las ciudades más pobladas del país y asistían a esas plazas con sus vestidos negros, con sus cintas en las antenas de los carros, con sus pitos e imitaciones de cacerolas), las verborreas acerca del Régimen, Libertad de Expresión, Dictadura, Castrocomunismo…, y hasta llevaron banderas norteamericanas como símbolos de la Libertad. Por cierto, su Síndrome de Perplejidad los ha llevado recientemente a dudar y a callar como zombis ante las atrocidades cometidas por el ejército norteamericano en Irak: protestaron, vociferaron, vilipendiaron y chillaron ante lo que las Sirenas llamaron «Pistoleros del Puente Llaguno», «Círculos violentos» o «asesinos de la Plaza Altamira», por ejemplo, y ahora andan atolondrados ante los desmanes del gobierno de USA en Irak, Afganistán, Guantánamo, y Palestina. Muchos de ellos, incluso, han llegado a desear que los norteamericanos invadan a su propia patria, en un gesto de total desprecio histórico y teórico acerca de las relaciones macro-políticas de las conquistas y los imperios, en un gesto de verdadera traición a su propio pasado humilde y marginal, a sus propias raíces de pueblo, de las cuales provienen. Se quedaron atrás las prédicas acerca de los peligros de la globalización, acerca de las necesidades de emancipación de los pueblos, acerca de los ventajismos de los países industrializados sobre los países subdesarrollados, acerca de las «hermenéuticas» de los «simbolismos socioculturales dominantes», acerca de la «justicia social», etc. Ahora, esos mismos académicos defendieron a la Polar, a la Pepsi-Cola, a la Coca-Cola y a todo el empresariado golpista, abusador y extorsionador (el mismo que construyó toda esta miseria de ranchos, de pobreza y de exclusión), en los momentos en que el actual gobierno los allanó y les impidió el acaparamiento de sus productos contra las clases desposeídas. Prefirieron sumarse a las burlas de los MCM sobre el «eructo de Acosta Carles» antes que mantener alguna consistencia con lo que hasta entonces había sido toda su prédica académica, que ahora luce como una vulgar cháchara. En fin, ¿quién puede ahora creer en estos académicos víctimas del Complejo de Ulises y del Síndrome de la Perplejidad? ¿Quién puede creer en unos intelectuales que durante años habían condenado la injusticia social y los abusos del imperialismo y que ahora se ponen de parte de los típicos generadores de injusticia y anhelan la intervención de la bota extranjera en su propia patria, justamente para salir de un gobierno que promete luchar contra esa injusticia y contra esos abusos imperialistas?

Es por eso por lo que ahora los vemos a todos ellos callados, perplejos, sin teorías de asidero, sin piso académico. Ya no asisten a foros ni a conferencias ni han vuelto a escribir dos párrafos en revistas. No son capaces de responder a argumentos del tipo que se plantea en estas líneas. No saben explicar teóricamente lo que ha pasado en Venezuela y no logran trascender una visión absolutamente empírica y singularizada de la actual crisis política. La capacidad de abstracción, aquella que constituye el primer paso para la teorización, se quedó bloqueada con esa imagen particularizada, hic et nunc, que los MCM proyectaron de Chávez como si sólo fuera un personaje siniestro y no lograron ver estructuras teóricas universales de fondo. Einstein insistía en que el secreto de la investigación científica radicaba en ver estructuras de fondo detrás de cada hecho anecdótico y en ver lo uniforme detrás de la aparente diversidad de las cosas. Después de los fracasos del golpe de estado, del paro petrolero y de las guarimbas, ahora se limitaron a firmar contra Chávez y luego a protestar porque su firma fue divulgada por internet. Predominan la actitudes viscerales e irracionales, cargadas de odio y limitadas a declarar y repetir que Chávez es un dictador, un tirano, que en Venezuela no hay libertad de expresión, que ojalá se muera ese dictador o que se vaya al infierno. Pero ¿argumentos? Ninguno, en absoluto. Para ellos sólo vale la imagen visceral (no la ‘idea’ ni el ‘concepto’) de la «pesadilla» de Chávez. Pronto los veremos votando por Cisneros o Granier y vitoreando a Bush.

De una Ética más o menos universal y más o menos estable, pasaron a una ética totalmente subjetivista, circunstancial y relativista: una ética en minúsculas, doméstica y anecdótica, totalmente singularizada. Para ellos, todo lo que adverse a Chávez es bueno, aun cuando en sí mismo y universalmente lo hubieran declarado desde siempre como malo. Y, a la inversa, todo lo que se asocie a Chávez es malo, aun cuando en sí mismo y universalmente lo hubieran declarado desde siempre como bueno.

Por eso aplauden a los MCM (de quienes siempre habían declarado que son en sí mismos nocivos), sólo porque los MCM adversan a Chávez. Por eso se alegran ante la idea de un golpe de estado (lo cual siempre habían condenado como un factor en sí mismo antidemocrático y fascista), sólo porque un golpe acabaría con Chávez. Por eso desean una intervención de la bota norteamericana en su propio país (cosa que siempre habían declarado como traición y como degradación), sólo porque ahora la bota del imperio norteamericano acabaría con Chávez. Por eso defienden a los ricos, a los empresarios, al alto clero, a los dueños de MCM privados (de quienes siempre habían declarado que eran la causa de la injusticia social, un peligro para su propia familia y una mina de sexismo, frivolidad y enajenación), sólo porque ahora esos mismo elementos están contra Chávez. Por eso ahora están contra su propia patria y contra sus propios antepasados (de quienes siempre habían dicho que eran la fuente sagrada de las tradiciones y del raigambre de la identidad de los pueblos), sólo porque ahora Chávez se pone de parte de esa patria y de esos antepasados aborígenes, negros y mestizos. Por eso ahora detestan a la chusma, al lumpen y a los desdentados (a los cuales siempre antes habían defendido como la clase de los «oprimidos» de Freire y de Habermas), sólo porque esta clase de gente, de la cual ellos mismos provienen, ahora son los que defienden a Chávez.

En fin, se les cambiaron todas sus referencias. El conflicto entre excluidos y privilegiados, cantado por las Sirenas de los MCM como una amenaza del autoritarismo y el castro- comunismo, ha sido para ellos un verdadero terremoto. Su piso académico se desmoronó por completo. Sucumbieron al Complejo de Ulises y manifiestan todo el Síndrome de la Perplejidad. Ya no son lo que siempre habían dicho que eran. Adiós a Habermas, a Paulo Freire, a la Escuela de Frankfurt, a la Hermenéutica Profunda, a Morin y a su Complejidad, a la Teoría Crítica y a la Emancipación, a los factores de Dominación, a la Interacción Simbólica…, y a muchas cosas más que tienen ese cierto sabor desagradable a Chávez. Como decía Homero, la víctima del Complejo de Ulises ya no volverá «a ver a su esposa ni a sus hijos rodeándolo, llenos de júbilo, cuando torna a su hogar», porque perdieron su hogar académico, perdieron sus teorías previas (su esposa e hijos) y, en suma, perdieron toda su estabilidad intelectual. No les queda más que seguir vistiéndose de negro, tocar cacerolas contra Chávez y esperar a que el poderoso imperio norteamericano engulla de una vez por todas al país, tragándose en un mismo zarpazo tanto a la industria petrolera como a Chávez, su pesadilla personal.

Subjetivismo, moral relativa, individualismo, singularismo, circunstancialismo, conveniencia, visceralismo e irracionalidad parecen ser los tópicos subyacentes a los Ulises y a los Perplejos.

El axioma de fondo que subyace al Complejo de Aquiles y al Síndrome de la Perplejidad es el siguiente: si el Diablo se opone a Chávez, entonces el Diablo es bueno; y si Dios se pone de parte de Chávez, entonces Dios es malo.

Me contaron del triste y lamentable caso de una señora, furibunda antichavista y constante caceroleadora, cuyo hijo menor comenzó a sufrir de un grave trastorno psicológico de ensimismamiento: el niño se balancea constantemente, repitiendo al mismo tiempo esta única frase: «Chávez, vete ya». Ojalá no sea cierto o, si lo es, ojalá sea algo fácil de resolver, pero no hay duda de que las conductas fanáticas y viscerales, lejos de ser ingenuas e inocentes, suelen cobrar sus víctimas. El caso de este niño es un reflejo físico, muy triste, de la perplejidad de muchos de nuestros académicos, que también es muy triste.


Notas.

Chomsky, en varios de sus escritos políticos, adopta del periodista norteamericano Lippman la noción de «Perplejidad» (bewilderment) y de «rebaño perplejo» («bewildered herd»).

[2] Esto no excluye a otros grupos privilegiados aparentemente diferentes, como el alto Clero, por ejemplo. En el Semanario «Las Verdades de Miguel» (Venezuela, 4 al 10 de agosto, 2004, Año 1 – Nº 10, p. 24), aparece lo siguiente: ¿Le dice algo la empresa transportista denominada ‘ Transporte Rosalio Castillo’? ¿Si? Por supuesto, la firma pertenece al cardenal Rosalio Castillo Lara y tiene como sede social Sabana Larga, en Chivacoa, Estado Yaracuy. Su logotipo es TRC, C.A. Posee 105 gandolas, de siete ejes cada una y durante todo el año le presta sus servicios a la empresa Promesa del grupo Polar. El transporte es dirigido por un hermano y un sobrino del prelado. Sus unidades usan cabinas de color blanco y su teléfono es el 0252-8832847. Valga la cuña. Los curas también son empresarios. La máxima: a Dios rogando, pero invirtiendo.