Con un estilo que desprende un profundo aroma «judeo-greco-romano-cristiano», Rebelión publica, firmado por un colectivo sin duda de origen conventual, una llamada «apostilla« a un excelente y preciso escrito de la profesora Ángeles Diez*, en el que bajo rigurosos planteamientos de todo tipo (políticos, mediático, éticos, etc.), intenta que la izquierda recupere conciencia de grupo […]
Con un estilo que desprende un profundo aroma «judeo-greco-romano-cristiano», Rebelión publica, firmado por un colectivo sin duda de origen conventual, una llamada «apostilla« a un excelente y preciso escrito de la profesora Ángeles Diez*, en el que bajo rigurosos planteamientos de todo tipo (políticos, mediático, éticos, etc.), intenta que la izquierda recupere conciencia de grupo y medite acerca de su papel en las publicaciones «electrónicas» o aparecidas en diarios de cierta repercusión nacional. Revitalizar el sentido de la unidad en la militancia es algo complicado en los tiempos que corren.
No voy a entrar ahora en un análisis sobre dicho artículo, pero sí coincido con los autores de la «postilla» (se nota que alguien se rascó y se hizo sangre) cuando aconsejan la lectura del mismo. Una crítica respetable no puede recomendar lo contrario, no resulta moderno. Hasta ahí podíamos llegar. Y el colectivo lo sabe.
Cuando alguien enciende una bombilla lo ruin es hacer lo imposible para «fundir los plomos«, que se decía antes en tiempos de oscuridad permanente. Ahora los plomos son otros, cuando para «desbaratar» un escrito se aferran a un clavo de cabeza inquisitorial, al rojo vivo, tal vez para prender fuego a la hoguera virtual donde han colocado a la autora de «Comunicar en campo enemigo«, eso sí, con todo el amor del mundo, que cantaba Lucho Gatica.
Tampoco voy a entrar en ese presunto (y conmovedor) cariño que dicen profesar por la socióloga madrileña, a la que preocupa y mucho, que tras varios años de presencia en la red exista un ambiente cercano a la desolación dentro de aquellos colectivos que, con motivo de las graves divisiones sobre la realidad de «las primaveras árabes», se niegan a admitir lo erróneo de sus ovaciones al personal que tomaron por «rebelde».
Hay amores que matan, como el de Benito Zambrano hacia Cuba, cuando dirigió aquel esperpento cinematográfico titulado «Habana Blues», que el director andaluz definió como un «acto de amor a Cuba». Fue todo un éxito de crítica y público, como «Marcelino pan y vino«.
Lo que sí resulta en extremo revelador de la tal apostilla es su aire paternalista, en el mejor estilo Monseñor Escrivá de Balaguer, reflejado en sus párrafos con luz divina. Bajo el cabreo greco-cristiano que provocó el artículo en cuestión, tratando de lapidar a la firmante con la sola precisión «histérica», que no histórica», acerca del judeocristianismo-que-no-es-tal, se intenta en vano suspender «a divinis» a la firmante. Según este colectivo, experto en el conocimiento acerca de las religiones y creencias que en el mundo existen, incluido el platonismo, utilizar el término judeo-cristiano, además de una blasfemia es un detalle que desmerece a la autora.
Una vez leída la postilla, tuve la sensación de estar ante una carta al director de un periódico, de esas que redactan aquellas personas que han ingerido una excesiva dosis de allium sativum, una hortaliza muy utilizada para dar cierto sabor picante a alimentos tan nutritivos como las Ensaladas, el Gazpacho o el Ajoblanco. Y lo del último y exquisito invento carece de segundas lecturas.
«Comunicando en campo enemigo» es una de las más necesarias reflexiones que he tenido el placer de leer y releer, aunque lo del término judeo-cristiano rasgue las túnicas de los fariseos cuyo siniestro objetivo, precisa el Colectivo Sacro, fue siempre «matar a Jesús».
En pleno invierno, los fans de las primaveras árabes provocadas por «espontáneos rebeldes» libios, egipcios, tunecinos, sirios o iraníes (en Cuba, aunque los mismos patrocinadores invierten dinero, no encuentran una respuesta popular), parecen haber perdido fuelle y ganado en injerencia de rebeldes como Obama y Sarkozy.
Hace meses, desde el greco-cristianismo, el platonismo y un supuesto ideario progresista de colectivos como el que trata de que la postilla recupere piel tersa y suave, se jaleaba a las multitudes para ganar la democracia (que ellos sabían era de origen judeo-norteamericano) en el mundo árabe y más allá.
Hoy, los acontecimientos demuestran que el diálogo con los gobiernos de naciones a las que se intenta llevar al camino de la concordia y la participación, se suspendió, incluso desde esa izquierda, en beneficio de los discursos de los drones, los ladrones y la OTAN.
La imagen del cadáver de Muanmar Al Gaddaffi. linchado por los «demócratas», es una respuesta atroz para muchos colectivos.
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