Desde la revolución en las comunicaciones, quedamos inmersos en la Era de la Información. Sin embargo, parece ser más atinado hablar de una era de lo digital. En este contexto global, debemos rever y repensar al periodismo: es necesario mantener lo mejor de la profesión y aprovechar las ventajas tecnológicas. La función social del periodista, […]
Desde la revolución en las comunicaciones, quedamos inmersos en la Era de la Información. Sin embargo, parece ser más atinado hablar de una era de lo digital. En este contexto global, debemos rever y repensar al periodismo: es necesario mantener lo mejor de la profesión y aprovechar las ventajas tecnológicas.
La función social del periodista, esa de hacer visible lo invisible, desenmascarar a los poderosos y denunciar todo tipo de injusticia, debe defenderse en todo momento. La investigación profunda y rigurosa y la producción de calidad también son características del buen periodismo. Y por supuesto, el compromiso con la sociedad. Si se resguardan estos pilares y se saca ventaja de las herramientas que nos provee la tecnología, puede revertirse el camino que parece seguir el periodismo en la actualidad.
En estos tiempos, donde se confunden propagandístas y operadores políticos o empresariales con periodistas; «periodismo ciudadano» (en su forma más actual: es decir, como estrategias de las empresas de medios para seguir expandiendo sus ganancias) con periodismo -llamémoslo- «de verdad»; es necesario explicitar estas cuestiones, poner cada cosa en su lugar. También es un buen momento para aprovechar las ventajas que la tecnología nos presenta a la hora de producir y difundir información.
Internet sigue siendo un gran canal por el que navega todo tipo de información, muchas veces más de lo que uno cree; sólo hacen falta mentes que, primero busquen y procesen ciertos datos e informaciones, para luego presentarlas en formato de noticia.
Las telecomunicaciones no son sólo un gran río de datos; es decir, una gran fuente de información. Las facilidades que presenta Internet para el periodismo son muchas: múltiplicidad de plataformas, redes sociales y canales para difundir todo tipo de producciones. Y lo que es tanto o más importante, una relación instantánea con el consumidor de dicha información. Si se aprovecha esa comunicación, ese feedback, el periodismo puede encontrar en ese lugar una gran herramienta para difundir aquello que menos interesa a los grandes medios de comunicación o lo que tantas veces intentan ocultar.
Pero no todo es positivo. En la era digital priman las estrategias de desinformación: el bombardeo de noticias a todo momento y en todo lugar (sobreinformación), noticias falsas, operaciones de prensa, lobbismo, intereses corporativos y políticos entrelazados. El consumidor que no está ambientado, que no es un lector avezado y crítico que puede distinguir entre información y desinformación -es decir, el que no tiene la capacidad para leer entre líneas- puede consumir todo lo que esté a su alcance, pero seguirá estando desinformado. Como periodistas, debemos tomar todas las precauciones para no caer en esas trampas y, por supuesto, batallar contra ese monstruo que amenaza a la comunicación en todo el globo.
Además de seguir luchando por y para un periodismo de calidad y comprometido con el mundo que nos rodea, debemos analizar cuál es la situación de los trabajadores en la era digital . Es una realidad que cada uno puede hacer (y ser) un medio de comunicación. Cualquier periodista que cuente con las herramientas más básicas tiene la posibilidad de acceder a algún tipo de plataforma o canal para difundir información y producciones. Aclarando lo innecesario: siempre hablamos de aquellos que cuentan con acceso a Internet.
Pero el lugar que ocupan los trabajadores de prensa en las empresas de medios es más complicado. La precarización, flexibilización y tercerización del trabajo en los medios de comunicación está a la orden del día. Son cada vez menos los periodistas que encuentran un puesto laboral, en buenas condiciones y con libertad para trabajar. Las empresas reducen sus equipos de trabajo y aprovechan las «ventajas» de la era digital. Un sólo trabajador debe hacer lo que antes realizaban tres, cuatro, o los que sean; mientras que otros «cargos» simplemente son declarados obsoletos y desaparecen (como los correctores en los medios digitales y gráficos).
En este cuadro, aparecen -desde hace años- otras formas de organización para hacer periodismo. Cooperativas, medios alternativos, revistas financiadas por suscriptores y hasta proyectos ejecutados bajo la modalidad de crowdfunding o «financiamiento colectivo». Muchos de estos emprendimientos son originales, con producciones de mucha calidad, investigaciones e informes ejemplares, producciones culturales y un largo etcétera cada vez más ausente en los grandes medios. El principal obstáculo que encuentran estos medios es el de la difusión: competir con los oligopolios de comunicación, unos más concentrados que otros, es totalmente desigual y muchas veces lleva a la extinción de estos proyectos.
El nacimiento de otros tipos de organización para ejercer el periodismo nos lleva a pensar que es el único camino -o al menos el más cercano hasta el momento-. El otro sería esperar que los grandes empresarios, dueños de los medios de comunicación, cambien su estructura mental comercial/capitalista. Algo inconcebible. Desde nuestro lugar podemos revalorizar a ese «otro» periodismo: primero, participando y produciendo. Luego, difundiendo los proyectos y productos que consideremos valiosos a través de todos los medios a nuestro alcance.
Por último, es necesario que cada profesional apoye las luchas que llevan adelante los trabajadores de prensa en medios de todo el país (refiriéndonos a Argentina, particularmente). Una situación totalmente invisibilizada por las empresas mediáticas, unidas en un pacto de silencio, que se repite en medios con intereses de todo tipo y color. Si no defendemos los puestos de trabajo y condiciones laborales dignas y adecuadas, el periodismo va a seguir agonizando.
El panorama del periodismo en la era digital es bastante desolador, aunque presenta grandes oportunidades; el desafío está en poder aprehenderlas y aprovecharlas.
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