Emerge desde las profundidades del dial bramando. ¿Quién como la bestia? ¿Quién podría guerrear con ella? Desde las troneras mediáticas se escucha el paqueo de los teclados y la onda expansiva provoca un estado general de ansiedad y desquiciamiento. Es la guerra de posiciones. Los goznes de la racionalidad saltan hechos pedazos. La atmósfera se […]
Emerge desde las profundidades del dial bramando. ¿Quién como la bestia? ¿Quién podría guerrear con ella? Desde las troneras mediáticas se escucha el paqueo de los teclados y la onda expansiva provoca un estado general de ansiedad y desquiciamiento. Es la guerra de posiciones. Los goznes de la racionalidad saltan hechos pedazos. La atmósfera se oscurece y el ambiente se hace irrespirable como en un ataque de gas; la gente avanza desorientada por el escenario de un lenguaje reducido a escombros por la propaganda. Los parapetos y refugios de la lógica aparecen aquí y allá mordidos por la metralla del insulto, la refutación ‘ad chascarrillum’, las elucubraciones más barrocas o, por el contrario, las más romas y tendenciosas deducciones. Un cuerpo de asalto tertuliano bien pertrechado -desde Friedrich Hayek a Donoso Cortés- se lanza al ataque, moviéndose con un valor rayano en la temeridad, por el relieve opaco de la más total indistinción. Del delirio se sigue todo. No pueden contener este discurso las frágiles líneas del matiz y la prudencia; tampoco la diferencia consigue mantenerse incólume en los apostaderos de la más humilde aproximación a la verdad. El avance es cubierto por un inclemente fuego de barrera: el martilleante impacto de esa lluvia de caricaturizaciones e hipérboles allana el terreno para que reine lo insignificante por exceso. Lo cierto, lo falso, el error, la maledicencia, la honradez, la verosimilitud, lo imposible, lo plausible, lo infame…, todo ello se desvanece en la sordera que causa el fuerte estampido de estas explosiones y la posterior diseminación de voraces esquirlas por doquier. Marchan, incontenibles, hacia el aplastamiento del enemigo en la yerma cartografía de tópicos ideológicos en que nos movemos.
Como nos ha recordado Sánchez Ferlosio, el tránsito desde la fealdad hacia la maldad pasando por la estupidez puede ser vertiginoso. El que tenga inteligencia que calcule el número de la bestia.
Si esto no es una señal…