Nacido como consecuencia de un cierto deterioro de las relaciones del PSOE liderado por Rodríguez Zapatero y el portavoz mediático de la socialdemocracia española -el Grupo PRISA-, Público se ha convertido para no pocos despistados de la izquierda real en el periódico «progresista» del Estado Español. Este tipo de equívoco no es novedoso. Durante años […]
Nacido como consecuencia de un cierto deterioro de las relaciones del PSOE liderado por Rodríguez Zapatero y el portavoz mediático de la socialdemocracia española -el Grupo PRISA-, Público se ha convertido para no pocos despistados de la izquierda real en el periódico «progresista» del Estado Español. Este tipo de equívoco no es novedoso. Durante años El País también vendió su mercancía ideológica averiada a los «progres» más desorientados, sin que éstos llegaran a apercibirse de que el mascarón de proa de Polanco era en realidad un submarino bien pertrechado de esta suerte de régimen monárquico-franquista que nos ha tocado vivir durante más de tres décadas. Sea como fuere, la confusión creada hoy en torno a Público no es casual sino, por el contrario, producto de una bien estudiada estrategia de marketing. Quienes iniciaron este proyecto editorial tenían bien claro, desde el principio, que el creciente descrédito de El País – hoy especializado en la orquestación de campañas contra cualquier proyecto con perspectivas o intenciones realmente transformadoras – permitía salir a la caza de un amplio espectro de lectores desencantados por esa deriva. Para lograrlo, el procedimiento de los responsables del periódico de Mediapro(1) ha consistido en administrar sabiamente algunas palas de cal e ingentes cantidades de arena. Algunos columnistas de izquierda o la edición sabatina de obras clásicas del pensamiento revolucionario han aportado el toque «rojo» a una publicación que, con su línea editorial, se esfuerza por encauzar la indignación y las protestas populares hacia la respetable pero ilusoria senda del reformismo social. Al tiempo, el diario de «izquierdas» ha contribuido también a aumentar la popularidad de autores sin duda serios y rigurosos pero declaradamente socialdemócratas, como el economista y politólogo Vicent Navarro. Sin que prácticamente nadie parezca caer en la cuenta de la evidente paradoja que ello supone, Navarro – que tiene a gala haber trabajado para la secretaria de Estado de EE.UU. Hillary Clinton -, y otros analistas de su misma tendencia, se han ido convirtiendo en los referentes teóricos de un buen número de anticapitalistas y conquistando un espacio privilegiado en las publicaciones electrónicas alternativas.
En el ínterin, el diario Público ha seguido una evolución que – aunque con la velocidad que caracteriza al mundo actual- presenta notorias semejanzas con la que en su día recorrió El País. Muy pronto las aristas críticas más atrevidas dentro de su reformismo fueron limadas por los accionistas mayoritarios, poniendo al frente del proyecto a viejos conocidos del Grupo Prisa, como Félix Monteira (2) -recientemente nombrado secretario de Estado de Comunicación por el Gobierno del PSOE -o el periodista argentino Ernesto Ekaizer (3). Un somero análisis de la línea editorial de Público desde su aparición hasta el momento actual, no obstante, basta para constatar que su identidad con el resto de la prensa tradicional en aquello que permiten diferenciar a la izquierda de la derecha – si se está contra o con la irreformable barbarie capitalista -era ya evidente en los tiempos en que fue dirigido por el joven Ignacio Escolar. El tratamiento dado por este diario a los procesos venezolano o cubano son dos ejemplos significativos de ello. Su actual posicionamiento ante la agresión militar contra Libia aprobada por las potencias occidentales que controlan el Consejo de Seguridad de la ONU, sin embargo, debería servir para desvelar -incluso a los más ingenuos- qué se esconde realmente tras la cuidada máscara «izquierdista» de este periódico.
Los «expertos» del diario Público
Mientras los aviones de la Coalición bombardean Libia – utilizando proyectiles equipados con uranio empobrecido- Público se esfuerza denodadamente por convencer a sus lectores de que es cierta la justificación esgrimida por el Ejecutivo Zapatero para implicar a España en esta aventura bélica. «Las diferencias con Irak minan la respuesta social», es el significativo titular que encabezó la noticia sobre la manifestación contra la guerra celebrada el pasado sábado 26 de marzo en Madrid. En un texto inusualmente extenso para dar cuenta de un evento de esta naturaleza, este diario recurre a un grupo de «expertos, partidos e intelectuales» para tratar de explicar estas supuestas diferencias y adoctrinar a sus lectores sobre el carácter «humanitario» de la intervención militar. Ninguno de los expertos seleccionado, en realidad, es capaz de hacer algo más que reproducir la propaganda oficial sobre la intervención militar en el país africano.
«La diferencia más irrefutable (con la guerra de Irak) – escribe el articulista de Público encargado de exponer la posición de su periódico – es el paraguas de la resolución 1973 del Consejo de Seguridad de las onU. En Irak no existió tal cobertura». Aquí empiezan y terminan, ciertamente, las disimilitudes fundamentales entre ambas agresiones. La resolución 1973, empero, viene solo a confirmar que – al contrario de lo que muchos sostenían durante la invasión de Irak – no existe nada más peligroso para los pueblos del mundo que el «multilateralismo» de las potencias imperialistas que controlan las Naciones Unidas. Del acuerdo entre ellas, inexistente en el año 2003, surge hoy la coartada legal necesaria para legitimar ante la población mundial la nueva intervención. Pero la socorrida resolución de la ONU, huelga decirlo, no resta un ápice de su capacidad destructora y asesina a los misiles y bombas que se descargan sobre Libia.
A pesar de ello, para los «expertos» de Público -como el catedrático de Historia contemporánea de la Universidad de Santiago de Compostela Lourenzo Fernández Prieto- «Irak y Libia son situaciones radicalmente diferentes». «Aunque el petróleo es una razón fundamental de las guerras desde el siglo XIX – reconoce con sorprendente cinismo este catedrático – aquí asistimos a un proceso de revueltas en los países árabes con ansias democratizadoras en Túnez, Egipto, Yemen, Siria, Bahrein». El más bisoño reportero debería haber preguntado al «experto» por qué no ha habido intervención en ninguno de esos países y sí en Libia, donde los rebeldes «con ansias democratizadoras» que apoyan las fuerzas de la Coalición enarbolan la bandera de la reaccionaria monarquía libia. Para el diario Público, al parecer, éstos no son aspectos de la operación bélica que merezca la pena cuestionarse.
A otro de los expertos consultados – el catedrático de Ciencia Política de la Universidad del País Vasco Pedro Ibarra- Público le otorga la labor de apaciguar las conciencias de los «pacifistas pragmáticos». Para Ibarra la mayoría de los ciudadanos profesa un «pacifismo coyuntural, no esencialista o radical». Una suerte de pacifismo a la carta que explicaría – según el politólogo – por qué en 2003 un 90,8% rechazaba el envío de tropas a Irak, «mientras que hoy no existe esta contestación». «Los ciudadanos entienden que en 2003 las causas eran inciertas (armas de destrucción masiva) y ahora son muy ciertas: proteger a los libios» – señala en este mismo sentido Sandra León, politóloga de la Fundación Alternativas. Una vez más, los analistas se limitan a reproducir la coartada oficial, convertida en «realidad» gracias al consenso mediático.
No contradiga a la mayoría: las encuestas «demuestran» la justicia de la intervención
Además de recurrir a «expertos» e intelectuales bienpensantes, ocultando los espurios intereses que, sin excepción, motivan las intervenciones militares de la autoproclamada «comunidad internacional», el diario Público recurre también a la demoscopia para justificar su militancia belicista. Nuevamente, la comparación se efectúa con febrero de 2003, cuando -según el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS)- casi un 91% de la población rechazaba una misión militar en Irak. En cambio hoy, destaca el periódico»progresista», según el Publiscopio «un 55,1% avala la misión en Libia y un 53,1% refrenda la participación de España».
Para ofrecer más apoyo a su postura, Público añade a la noticia datos acerca de la escasa contestación que la agresión militar contra el país africano ha provocado también en el resto de países europeos. «En Francia, casi todos están contra Gadafi». «Según un sondeo – sostiene otro de los redactores del periódico -dos de cada tres franceses estará satisfecho si la guerra acaba con la caída de Gadafi». «En el Reino Unido, el apoyo en la Cámara de los Comunes ha sido casi total. La intervención se sitúa en el contexto de las revoluciones árabes, pero indudablemente no promovida por EEUU y Europa». «En Alemania – escribe Patricia Baelo desde Berlín – los pacifistas se han quedado en casa, porque la percepción es diferente a la que existía durante la guerra de Irak». El mensaje que pretende transmitir Público para complementar los endebles argumentos que tratan de justificar la agresión militar es bien sencillo: la mayoría no puede equivocarse. Y menos aún cuando «toda» la civilizada Europa ha cerrado filas con la misión aprobada por la ONU.
¿Por qué no hay millones de personas manifestándose en todo el mundo?
Poco después, cuando la ONU transformó la guerra imperialista en una ocupación legal mediante el taumatúrgico poder de sus resoluciones, los medios del sistema volvieron a jugar el papel que les corresponde. El mismo que hoy desempeña con total dedicación el diario Público. El resultado fue el único que cabía esperar. No volvieron a repetirse las multitudinarias manifestaciones y el rechazo a la ocupación de Irak se redujo al ámbito de la exigua izquierda real que hoy se opone, igualmente, a la agresión contra Libia. A ese minoritario sector de la población con suficiente información – y dignidad – como para no aceptar, tal y como pretende Público, que la OTAN se haya podido convertir, repentinamente, en un ejército humanitario que acude presto allí donde es necesario salvar a indefensos ciudadanos de las garras del dictador de turno.
De esta manera da respuesta el periódico «progresista» a un interrogante planteado – obviamente de manera retórica- al comienzo de su poco neutral crónica sobre la manifestación del 26 de marzo. «¿Por qué no hay hoy millones de personas manifestándose en todo el mundo contra la guerra declarada a Libia?» . Las verdaderas razones de esta evidente desmovilización, por supuesto, difícilmente podría apuntarlas quien es corresponsable de la misma. La inusual respuesta que en el año 2003 provocó la guerra contra Irak estuvo motivada, precisamente, por el «unilateralismo» de George W. Bush. Fueron las discrepancias puntuales de los socios de la OTAN las que abrieron la brecha por la que, circunstancialmente, se coló la verdad informativa a una parte importante de la población mundial. En el Estado español, todos los medios de comunicación del Grupo PRISA se movilizaron para que el NO a la Guerra se tradujera, como finalmente sucedió, en una victoria electoral del PSOE.
Notas y referencias bibliográficas:
(1) Según recoge el periodista Pascual Serrano en su libro «Traficantes de información», Mediapro -también propietario de la cadena televisiva La Sexta – es el principal accionista de Público a través de la empresa editora Mediapubli Sociedad de Publicaciones y Ediciones, S.L. Esta editora está integrada por Orpheus Media, 34% (promoción inmobiliaria); Multiax Invera, 33%; Mentaema, 29%; Mediavídeo, 3% y Mediacable, 1%. En el estudio realizado por Serrano se especifica, igualmente, que detrás de ellas estas empresas hay finalmente sólo tres nombres: Jaume Roures, Tatxo Benet y Gerard Romy. Los tres verdaderos propietarios del periódico. El discurso de Jaume Roures, asociado a más de cincuentena de empresas, resume a la perfección la función ideológica que desempeña el diario Público. Este magnate, que en su juventud militó en la Liga Comunista Revolucionaria y en la IV Internacional, afirma que hoy «sus ideas no han cambiado nada» y que «la crisis demuestra los fallos (el subrayado es nuestro) del capitalismo». Roures, que se dice «republicano», produjo para televisión la boda de los Príncipes de Asturias. En su círculo de amigos, según reconoció el propio empresario en una entrevista concedida al diario francés Liberation, se encuentra José Luis Rodríguez Zapatero.
(2) Félix Monteira, vinculado al Grupo PRISA durante 33 años y miembro del equipo fundador de El País, fue nombrado director de Público en 2009. Sustituyó en este cargo a Ignacio Escolar, quien fue director del diario durante quince meses. En marzo de 2010 dejó su cargo, que pasaría a ser ocupado por Jesús Maraña, tras ser nombrado por el Gobierno del PSOE secretario de Estado de Comunicación.
(3) Ernesto Ekaizer, periodista argentino afincado en España, llegó a ser uno de los buques insignia de El País. Tras alcanzar el puesto de adjunto al director en el periódico del Grupo Prisa fue fichado por Público en 2008. Asumió el puesto de editor ejecutivo, coordinando también el consejo asesor a la dirección en su línea editorial y escribiendo como analista y columnista. Ocho meses después abandonó su cargo, sin que la editora del diario, Mediapubli, especificara las razones. Ekaizer demandó a Público y pidió una cuantiosa indemnización que rondaba el millón de euros. Finalmente llegó a un acuerdo amistoso con el periódico, mediante al cual volvió a la nómina de la empresa remunerado con 100.000 euros anuales.
Fuente original: http://www.canarias-semanal.com/