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Televisión Española

El espíritu olímpico que lleva dentro

Fuentes: Rebelión

Leía no hace muchos días en un diario nacional la satisfacción de una lectora con la programación olímpica de Televisión Española y cómo suponía para ella un oasis dentro del resto de televisiones especializadas en temas del corazón. Porque, estoy con ella, a eso nos ha llevado el fin del monopolio televisivo y la apertura […]

Leía no hace muchos días en un diario nacional la satisfacción de una lectora con la programación olímpica de Televisión Española y cómo suponía para ella un oasis dentro del resto de televisiones especializadas en temas del corazón. Porque, estoy con ella, a eso nos ha llevado el fin del monopolio televisivo y la apertura a las iniciativas privadas, al monopolio temático sobre una serie de personajes que viven del cuento. Lo curioso del análisis que hacía esta lectora era que no era precisamente una entusiasta del deporte.

A los días volví a escuchar al presidente Zapatero que había seguido casi con pasión las Olimpiadas griegas a través de la televisión y que creía que había pasado más horas delante del aparato durante las vacaciones que durante el resto del año.

Me picó un poco la curiosidad y decidí dedicarle una tarde al evento que tanto interés, parece, despertaba. Elegí mal día, el último. No porque me enganchara y me lamentara de haber llegado tarde sino porque lo que vi, y sobretodo, oí, no me gustó nada.

La tarde de ese domingo estaba dedicada a la maratón masculina que, como de costumbre, clausuraba los juegos. Todo esto lo digo no porque una lo sepa, sino porque seguía con interés las explicaciones de una voz que parecía especializada en el tema. Y no dudo que lo fuera. Pero esas voces impersonales, profesionales y especializadas que contrata la cadena pública alguna que otra vez chirrían. Y basta un imprevisto para que se les vea el plumero y emitan una serie de opiniones que nadie les ha pedido por ser, precisamente, personales y que nada tienen que ver con el trabajo para el que han sido contratados.

El caso es que un brasileño lideraba la maratón y un espontáneo salió a su encuentro, lo agarró y paró su carrera. A nuestro profesional televisivo, me lo estoy imaginando, se le hinchó la vena y no pudo callarse. ¿A quién creen que culpó? A los grupos antiglobalización, esa gente que es antitodo, antistema, antijuegos… y que tantos problemas estaba creando a la organización de los Juegos y a las Fuerzas de Seguridad. Y también a los organizadores por no haber sido capaces de garantizar la seguridad a los participantes de la prueba. Una carrera de más de 42 kilómetros y al aire libre… no sé, un policía cada 10 metros; o tal vez vallas que aisle a los atletas del público… No soy una experta pero me parece bastante complicado garantizar esa seguridad en una prueba de esa magnitud.

Escribo de memoria pero me indignó tanto la reacción de este profesional como la del iluminado que entorpeció la carrera. Porque, qué fiasco, al final no se trataba de ningún radical violento antitodo sino de un fanático religioso.

Aunque también hay que reconocer que, gracias a este profesional, los muchos espectadores de Televisión Española se han podido enterar que en Atenas también había grupos que protestaban por la celebración de los Juegos Olímpicos. Algo que pone en evidencia al resto de sus compañeros que nada nos han dicho al respecto en 15 días de programación casi continua.

Como pone en evidencia a la cadena pública el final que TVE nos ofreció a quienes esa tarde-noche de domingo decidimos engrosar el número de espectadores. En esta ocasión eran dos voces las que nos insistían en asistir al momento sublime de unos Juegos Olímpicos, la entrega de medallas a los maratonianos en el estadio. No lo vimos a pesar de que el dedo se nos paralizó sobre el mando a distancia, por sorpresa e incredulidad a partes iguales. TVE prefirió deleitar a su audiencia con media docena de consejos comerciales. Cuando conectó con Atenas ya solo vimos al campeón italiano gesticular los acordes de su himno.

Indignada, apagué la tele.