El periodista visual cuenta su experiencia en la cobertura de la masacre de los 43 normalistas ocurrida en México. Varias de las fotografías publicadas en el capítulo Vidas del libro Ayotzinapa, Horas Eternas, de Paula Mónica Felipe, le pertenecen. Manifestó su preocupación por los asesinatos de periodistas en su país asolado por el narcotráfico. Miguel […]
El periodista visual cuenta su experiencia en la cobertura de la masacre de los 43 normalistas ocurrida en México. Varias de las fotografías publicadas en el capítulo Vidas del libro Ayotzinapa, Horas Eternas, de Paula Mónica Felipe, le pertenecen. Manifestó su preocupación por los asesinatos de periodistas en su país asolado por el narcotráfico.
Miguel Tovar (38) es mexicano. Estudió Ciencias de la Comunicación en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y además realizó estudios sobre cine. Trabaja para la agencia internacional de imágenes Getty. Antes, fue corresponsal de Associated Press (AP). A fines de marzo estuvo en Córdoba acompañando a Paula Mónaco Felipe, en las presentaciones del libro Ayotzinapa. Horas eternas. El texto cronica desde la mirada de las víctimas los hechos ocurridos el 26 y 27 de septiembre de 2014 que derivaron en la masacre.
(1) No solo comparten el trabajo. Son pareja. De esa unión nació Camilo, que tiene seis años.
La noche anterior a su regreso a México, luego de compartir en el Archivo Provincial de la Memoria la inauguración de una página interactiva que brinda información sobre los detenidos desaparecidos de Córdoba, el fotoperiodista accedió a conversar con Prensared.
Sentado en el umbral de una de las puertas laterales de la Iglesia Catedral de Córdoba le contó a este medio cómo fue el proceso vivido por las familias de los jóvenes normalistas que de un día para otro tuvieron que hacerse fuertes, vencer el dolor y emprender una búsqueda a ciegas. Día a día lo registró con sus cámaras.
Llano, directo, habló de los riesgos de la profesión en un contexto de violencia política y la necesidad de organización del sector. Le preocupa que 115 periodistas hayan sido asesinados. Y destaca que los ataques siguen pero se ocultan.
También cubrieron otras temáticas sociales de fuerte impacto. «Para mí, el fotoperiodismo, es un compromiso social, es mostrar las problemáticas y las injusticias. No es para obtener beneficios, ni premios», define, convencido. Dice que en México es común encontrar fosas y cadáveres. Pero fue la mirada de una mujer en Haití la que lo hizo reflexionar sobre los límites de la profesión.
«Cubrimos historias de terror allá en México», manifestó. En el capítulo Solidaridad,precisamente, el poeta David Huerta habla del drama de aquel país y sus tragedias. «Esto es el país de las fosas/señoras y señores/Este es el país de los aullidos/Este es el país de los niños en llamas/Este es el país de las mujeres martirizadas/Este es el país que ayer apenas existía/ Y ahora no se sabe dónde quedó». (Pág. 173, Ayopzinapa).
-Has participado junto a Paula Mónaco Felipe en la realización de un libro que reconstruye la desaparición forzada de los alumnos de una escuela rural. ¿Cómo ha sido esa experiencia?
-El libro fue prácticamente una consecuencia, un accidente. Nunca lo planeamos, mucho menos yo. No pensé que esas imágenes pudieran ser parte de una reconstrucción de las historias de los chicos o del trayecto que se vivió durante un año y del movimiento que se creó. Fue una cobertura como otras que hicimos sobre los migrantes, los femicidios, los deportados. Yo digo que son historias de terror las que cubrimos allá en México. Fue una nota más al principio. Luego nos fuimos comprometiendo y adentrando.
-¿Cómo era el contexto que rodeaba la noticia y en ese marco cómo has organizado y compilado el trabajo desde el principio?
-Todos pensaban que en algún momento los jóvenes aparecerían. Era una sensación, un tema muy fuerte, y empezamos a documentar la noticia como periodistas. Después vimos que era más complejo. El gobierno empezó a decir que los restos que aparecían en fosas comunes eran de ellos. Algo que podría ser creíble porque en México es bastante común que haya desapariciones, que aparezcan fosas y se muestren restos. El panorama era desalentador pero al final veíamos que no era cierto y que todo tenía relación con la complicidad entre las autoridades y el crimen organizado. Desde los primeros días prácticamente en la primera semana junté bastante material.
– Al poco tiempo arriban los padres de los jóvenes y surge otra historia ¿Cómo viviste este proceso?
-Fuimos testigos de la formación del movimiento. Los padres empezaban a llegar, no se conocían entre ellos porque los jóvenes eran de nuevo ingreso. Apenas se empezaban a conocer con sus compañeros. No sabían sus nombres, si eran 43 o menos, o si se habían vuelto a sus casas. Era un total descontrol allí en el normal Isidro Burgos. Hemos visto cómo empezaron a resolver cuestiones básicas como la alimentación. La constante es que son personas de muy bajos recursos. Son campesinos, albañiles. Hemos visto, entonces, cómo se gestó esa organización desde lo más elemental que era resolver la comida para 80 personas que esperaban noticias de sus familiares. Con el tiempo, se armaron las brigadas y se hicieron acciones como volanteadas. Las giras, la búsqueda en las fosas en Iguala y otros pueblos. Abrazamos a los familiares y desde nuestro particular punto de vista como periodistas exigimos justicia. Sino cuando va a ser.
-¿Cómo ha sido la experiencia laboral compartida?
-El trabajo más importante lo hizo Paula. La reconstrucción y la investigación. Lo mío ni siquiera intenta ser cronológico sino que exhibe el apoyo popular, lo que fue ocurriendo. Pero hay imágenes claves por ejemplo la que muestra la quema de la puerta del Palacio Nacional. Fue muy simbólico. No lo hizo un familiar o un compañero, pero fue parte de la gente que se enardeció. Son fotos importantes para el proceso. No son los padres y sus rostros y cómo lo vivieron.
-Las noticias internacionales reportan con frecuencia asesinatos de periodistas y fotógrafos en México. ¿Tienen algún tipo de organización, cómo es?
-La realidad de los periodistas y comunicadores en general es que estamos en una de las etapas más negras. No tengo registro de tantos asesinatos de fotoperiodistas y periodistas. Sobre todo en la zona de los carteles. Mucha violencia, se produce una agresión cada dos horas. Es tremendo. Y puede venir de civiles o de personal del estado. Hasta ahora son 115 las víctimas. Existe la preocupación y entre compañeros se habla sobre la posibilidad de organizarnos.
¿Se visibiliza la problemática?
-En cierto momento parece que ha dejado de pasar. Pero no es así. Se ha dejado de hablar del tema. Los asesinatos son reales. Estamos en una de las peores situaciones de agresión a los periodistas pero hay un vacío de información de lo que realmente está pasando en México. A veces se sabe más afuera. Hay mucha presión y a veces los dueños de los medios ejercen la autocensura por diferentes causas. Pero hay gente que lo sigue haciendo de manera autónoma aunque reciben amenazas.
-¿Qué hecho o situación ha influido en tus convicciones o miradas sobre la profesión?
-Pienso que me cambió haber estado en Haití. Porque estamos acostumbrados a tener una barrera pero es innegable que te afecta ver el sufrimiento y el dolor de los demás. Nunca me interesé por premios. Para mí el fotoperiodismo e s un compromiso social, es mostrar las problemáticas, las injusticias. No para obtener beneficios ni premios. No va a cambiar el mundo por mis imágenes, he visto el sufrimiento de las personas y eso me ha cambiado.
– El fotoperiodista pone en juego el cuerpo, mucha adrenalina…
-Sí. No lo voy a negar. Antes era más arriesgado. Pero la vida me ha cambiado. No me meto a lugares jodidos. Si hace falta, lo hago. Pero tengo un hijo a quien cuidar. Guerrero es un lugar muy peligroso. Pero fue en Haití que tuve una experiencia muy fuerte. Llegué el segundo día del terremoto y me dediqué a tomar fotos de muertos y de cuerpos apilados. Trabajaba para AP. Una señora en la calle hizo que cambiara mi mirada. Eran varias, sentadas en unas sillas. Ella tenía un bebé todo vendado hasta el rostro. Le saqué varias tomas -dice gesticulando-y cuando bajé la cámara la mujer me miraba como si fuera un buitre. Eso cambió en mí la visión y me hizo reflexionar.
-¿Un aprendizaje que da el oficio?
-Creo que también fue una lección muy dura. Me volví. Había viajado sin llevar nada, en un avión de la Cruz Roja, como una aventura. Lo que tengo muy claro es que uno va aprendiendo del propio trabajo y hacer visible las cosas que suceden y aportar para que se sepan es mi objetivo.
Notas
1-Paula Mónaco Felipe es argentina, licenciada en Ciencias de la Comunicación Social egresada de la UNC. Tenía 25 días cuando sus padres Luis Mónaco (Periodista) y Ester Mónaco (Psicóloga) fueron secuestrados y asesinados durante la última dictadura cívico militar. Actualmente se están juzgando estos crímenes en el marco de la megacausa La Perla.
Fuente original: www.prensared.org.ar