Hace cuatro semanas unos veinte profesionales de Qué Pasa -es decir, casi todo su personal- fueron despedidos de la revista del Consorcio Periodístico de Chile (Copesa), propietario también de los diarios La Tercera, La Cuarta y La Hora, además de la radio Zero y el canal ABT. El golpe no era, por cierto, expresión de […]
Hace cuatro semanas unos veinte profesionales de Qué Pasa -es decir, casi todo su personal- fueron despedidos de la revista del Consorcio Periodístico de Chile (Copesa), propietario también de los diarios La Tercera, La Cuarta y La Hora, además de la radio Zero y el canal ABT. El golpe no era, por cierto, expresión de una grave crisis financiera en el grupo que integra, junto a la cadena El Mercurio (La Segunda, Las Ultimas Noticias y 13 periódicos regionales), uno de los más agudos oligopolios occidentales en el rubro de las comunicaciones, pero tampoco constituía, como intentaron explicar los voceros de la drástica decisión, un paso adelante en la construcción de un medio supuestamente más competitivo y moderno.
El hecho, precedido de otras ‘reducciones’ en la empresa que pasaron inadvertidas a la opinión pública, marcaba una señal de reconocimiento, por parte de los dueños, del estrepitoso fracaso en la batalla que había emprendido Alvaro Saieh el año 2000, cuando, al tomar el control del consorcio, apostó toda su artillería a disputar a Agustín Edwards el tan apetecido mercado de los lectores ABC1, en cuyo centro confluyen no sólo los sectores dirigentes del país sino también las capas sociales con capacidad de pago suficiente para capturar el avisaje que da soporte a la industria mediática.
Junto con reposicionar al semanario que acompañó fielmente la prolongada estadía de Augusto Pinochet en Londres, y que hace dos años destapó el Caso Coimas, el empresario gremialista convirtió a La Tercera en la vocería indiscutida de la UDI, al tiempo que aplicó la fórmula de borrar el clásico perfil policial del matutino y destinar la mitad superior de su portada a la agenda político-económica. A ello, Saieh añadió una agresiva campaña de suscripciones que ofrecía a los clientes bicicletas y toda clase de artefactos electrónicos. Con tales inyecciones, el hombre que hizo su fortuna al alero de los gobiernos de la Concertación pensaba convertir a Copesa en el referente inequívoco de los poderosos. Incluso, confiando en los resultados de dicha ingeniería, en las oficinas de Vicuña Mackenna hasta se patrocinó la implementación en Chile del Sistema de Verificación de Circulación y Lectoría (SVCL) de la prensa, verdadero marco de proyección de las inversiones publicitarias que al menos en parte se esperaba arrebatar a los impresos de Edwards.
El peso de las cifras
Más de algo, sin embargo, no funcionó. Las primeras cifras de la auditoría establecida por el propio mercado y encargada a KPMG arrojaron, en una solemne ceremonia encabezada en noviembre de 2003 por el vocero de La Moneda, Francisco Vidal, un contundente triunfo para la cadena El Mercurio. En primer lugar, Las Ultimas Noticias se convertía, tras amagos de cierre hacia el año 2000, en el diario de mayor circulación bruta de la semana, totalizando 1.274.184 ejemplares (período enero-junio de 2003). En segundo término, El Mercurio superaba en el índice de lectoría de lunes a viernes a La Tercera, registrando 367.723 registros contra 326.579, respectivamente (medido entre junio y septiembre de 2003). Además, El Mercurio arrasaba en promedio de lectoría de sábado y domingo, con 698.716 registros contra 458.750 de La Tercera. Este último dato es el más relevante de la competencia, ya que la adquisición y lectura de diarios en fines de semana tiene mayor asociación a la proporción de suscriptores captados por cada medio y, como se sabe, entre suscriptor y lector ABC1 la relación es esencialmente directa.
Al cabo de cuatro años, los dos cálculos de Copesa habían fallado. La pretensión de transformarse en referente no se cumplió por la vía de catapultar los temas políticos y económicos, porque en lugar de darles la dimensión estratégica a los temas éstos fueron abordados a nivel de farándula. En otras palabras, se echó sobre la mesa la parrilla programática de Joaquín Lavín (Coimas, MOP-Gate, Spiniak), pero no se abordaba consistentemente ni el TLC con Estados Unidos, ni el conflicto en Irak, ni las proyecciones de Hacienda, que son precisamente insumos para el análisis que hace el sector al cual aspiraba el matutino. Tampoco el gancho de los ‘regalos’ modificó sustantivamente la correlación de suscripciones, porque, en realidad, el ABC1 no necesita ofertones ocasionales para ejercer su capacidad de consumo.
De vuelta al C2-C3
Dado que la torta publicitaria siguió repartiéndose como en los años ’90 (casi el 70% en medios del consorcio El Mercurio y el 16% en los productos de Copesa), Saieh debió retroceder. De vuelta en el modesto mercado del C2-C3, del que en realidad nunca salió, para el empresario no tenía sentido seguir financiando las pérdidas que arrastraba Qué Pasa. Por eso la revista se convirtió en un suplemento más de la suscripción a La Tercera, redujo su número de páginas y definitivamente dejó hace tres semanas de dar los golpes noticiosos que facilitaban tanto el trabajo de campo a la UDI. En sus dos últimos números, en cambio, el otrora semanario político que marcaba pauta destinó sus portadas a entrevistas de relaciones públicas con José Miguel Insulza, por sus 10 años en el gabinete, y a Carlos Cardoen, por el cáncer que enfrenta y no por la venta ilegal de bombas de racimo a Bagdad. El resto, farándula gráfica apropiada para la espera del cliente en la peluquería, pero no para el hombre de negocios o el alto personero público, que seguirá puliendo su opinión sobre la base de El Mercurio, el Diario Financiero y Estrategia.
Preocupado en algún momento, Edwards ahora puede respirar, más que tranquilo, satisfecho, e incluso incursionar en la propiedad televisiva. Retomando el discurso para las masas, Saieh, amigo de Jorge Schaulsohn y contertulio de Edmundo Pérez Yoma en el directorio, refuerza ya la línea magazinesca en la primera plana y, de paso, adquiere el 50% de las acciones de la revista Siete+7, que administra con perspectiva inmediata de diario Genaro Arriagada, en aras de la campaña presidencial de Eduardo Frei. Porque tal vez el dueño de Copesa no aprendió en cuatro años de finanzas -y este semanario tampoco es ni será para el ABC1-, pero sí habrá entendido que la derecha tiene a sus más destacados representantes en el seno del oficialismo y, mal que mal, si ya da lo mismo cuál de los dos bloques llegue a La Moneda, al menos seguirá siendo un buen negocio escribir las partituras para ambos.
ChileVisión, la derecha a tres bandas
La corporación de televisión que naciera al alero de la Universidad de Chile en el marco de sus proyectos de extensión, es por estos días objeto de una sumaria subasta en la que la identidad de los postores arroja claras luces sobre la futura orientación editorial del canal. Las dependencias de Inés Matte Urrejola 0825 son actualmente propiedad del grupo Claxon, cuyo principal inversionista es el magnate Gustavo Cisneros, dueño de una red multinacional de medios de comunicación, como la cadena Venevisión, tribuna desde la cual ha dirigido el libreto de los más acérrimos detractores de Hugo Chávez. A través de Iberoamerican Radio Chile, Claxon controla también en el país las emisoras Concierto, Futuro, Imagina, Corazón, FM Dos, Pudahuel, FM Hit y Rock & Pop.
La venta de la estación resulta un buen negocio para este administrador del imperio mediático regional, particularmente ahora, cuando por segundo año consecutivo ChileVisión exhibe cifras azules. La licitación por la propiedad fue abierta hace algunos días por un monto estimado en 20 millones de dólares, previéndose que en los próximos meses la operación esté resuelta.
A nivel local, dos grupos de la derecha se disputan la compra. Uno de ellos es Agustín Edwards, el mismísimo dueño de El Mercurio, quien aunque en principio quería competir junto a un compañero de fórmula -el empresario allamanista Bernardo Matte-, finalmente está corriendo solo. Su contendor es Sebastián Piñera, quien ya había intentado adquirir Canal 11, Rock & Pop y La Red. Si esta vez tiene éxito, consolidará no sólo su perfil de hombre de negocios, sino particularmente su plataforma de influencia política precisamente en momentos en que, fagocitado por la UDI, su partido, Renovación Nacional, va cuesta abajo en la rodada.
La apuesta tiene un tercer jugador: el colombiano Julio Mario Santo Domingo, quien actúa a través del grupo Valores Bavaria. Dueño de Caracol TV y controlador de Canal 4 de Perú, con una fortuna de 1.400 millones de dólares es uno de los latinoamericanos más ricos del planeta. Su aporte a la causa del capitalismo transnacional y al militarismo norteamericano fue agradecido en junio del año pasado por el propio Presidente Alvaro Uribe, quien le impuso a su caro financista la Orden de Boyacá en el Grado de la Gran Cruz.
En resumen, lo que está por verse es si ChileVisión será propiedad de la derecha fascista, de la derecha seudoliberal, o de la derecha ultraimperialista. Cuestión de gustos.