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El huracán mediático

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El huracán Katrina, aunque menguada su fuerza, seguía ayer causando importantes daños a su paso por el territorio de EEUU, donde las víctimas mortales pueden llegar a acercarse al centenar de personas y los daños materiales tardarán aún en ser debidamente evaluados. Pero además de una catástrofe, Katrina ha sido también un espectáculo televisivo, al […]

El huracán Katrina, aunque menguada su fuerza, seguía ayer causando importantes daños a su paso por el territorio de EEUU, donde las víctimas mortales pueden llegar a acercarse al centenar de personas y los daños materiales tardarán aún en ser debidamente evaluados. Pero además de una catástrofe, Katrina ha sido también un espectáculo televisivo, al que las cadenas norteamericanas habrán sacado pingües beneficios a través del incremento de anuncios en unas jornadas en las que millones de personas permanecieron sin despegarse de sus televisores ­al menos mientras tuvieron electricidad para alimentarlos­ y también por la venta de imágenes a buena parte del mundo.

Y es que ésta ha sido otra de las características del Katrina, la de haberse convertido en un huracán que un importante número de europeos hemos vivido prácticamente en directo, ocupando la cabecera de nuestros informativos y haciéndonos partícipes de los padecimientos de las decenas de miles de evacuados de Nueva Orleans y de las angustias narradas «en tiempo real» por quienes se preparaban para recibir el envite de los golpes de viento y lluvia. No es que el choque de Katrina contra el estado de Luisiana o su paso por Misisipi no sean noticia, pero es más que cuestionable el protagonismo que ha adquirido en nuestro entorno mediático. Un fenómeno que dice mucho de la colonización mediática que padecemos y que, sin lugar a dudas, contribuye a crear una visión distorsionada de la realidad en el mundo.

Apenas hace poco más de un mes, más de mil personas murieron en la India ­400 de ellas en Mumbay, una ciudad que permaneció inundada y paralizada durante días­ sin que la noticia trascendiera en exceso. Unas semanas antes, unas 900 personas murieron en China a causa de las lluvias torrenciales. En Bangladesh en marzo se sucedieron en veinte días un tornado que causó decenas de muertos y una tormenta que se saldó con un centenar de víctimas. Ninguna de estas catástrofes mereció ni una décima parte del empeño informativo que televisiones y radios le han dedicado a Katrina.

Cada vez que se produce una catástrofe natural, se llama la atención sobre las diferentes consecuencias que éstas tienen según sea el nivel de riqueza de la zona afectada, pero sería necesario evaluar también el muy distinto impacto que estas tragedias tienen en nuestra sociedad según cuál sea la transmisión que se nos hace de la noticia dependiendo del potencial tecnológico y comercial de los afectados. –