Cada vez soy más escéptico con los medios de comunicación, pues, publican lo que va de acuerdo con unas líneas que ellos imponen de sinrazón. Cada medio de esta clase es un minipartido político que protege el librepensamiento que más le beneficia, no el más razonable ni el más libre precisamente: como si fuese una […]
Cada vez soy más escéptico con los medios de comunicación, pues, publican lo que va de acuerdo con unas líneas que ellos imponen de sinrazón. Cada medio de esta clase es un minipartido político que protege el librepensamiento que más le beneficia, no el más razonable ni el más libre precisamente: como si fuese una secta de simpatizantes.
Conozco algunos que se rompen la voz protestando contra injusticias como la de Palestina -un pueblo al cual no se reconocen ningunos derechos o son amenazados a diario por otro que lo domina plenamente-; pero se encuentran solos, puesto que la mayoría de los medios de comunicación masiva van de consentimiento, bien,censurando contundentemente a aquél que se atreva a decir algo como que políticamente se pisotean derechos humanos. Y es que ése que lo diga no interesa, es «polémico» y un periódico podría perder en la sagrada venta de ejemplares o en crearse problemas frente al poder político o frente al poder financiero de turno. Eso no, no gusta.
Así, lo fácil es censurar -desde la noche de los tiempos, pero ahora más, con más intereses en juego- y olvidarse de lo más importante, que no se dirá una vez que se tenga el dinero en el bolsillo. Y se impondrán evasivas a ONG’s, a misioneros o a gentes limpias que son las únicas que a todo riesgo se lanzan a ayudar; y de verdad, no con palabritas o con «segundas». Sí, es verdad, se les concede alguna página de publicidad benevolente, pero ni les hacen caso porque se sitúan de repente en el lado contrario: frivolizando al mínimo descuido o al mínimo disimulo.
No obstante, lo que ocurre en el mundo es una masificación de confusiones que directamente perjudica en la mayor medida a los que padecen las injusticias y, eso, no despejará una solución común -que es lo que resuelve eficazmente- para alguna de ellas. Los intelectuales no median en los medios de comunicación primero dando ejemplo de racionalidad, sino intervienen también en la confusión -es evidente por ahí y por allá- según lo que cada uno intriga subordinándose a encajar intelectualmente, y no a esclarecer, todo lo que se dice. Tópicos o frases hechas o conceptos -que no existen-
utilizan a millares. A la vez, ni un político ni un fundamentalista religioso ni un poderoso en suma puede hacer algo sin los medios de comunicación y, por consiguiente, les sirven éstos como vía para el posible «todo vale».
Lamentable es que los que manipulan con grandes confusiones -los que van a merced de grandes poderes- siempre se sitúen en los «grandes periódicos». Por lo tanto es muy difícil optimar un desarrollo comunicativo mientras no ayuden -¿he dicho ayuden con lo poquísimo que reconocen?- o no se ayude a prescindir de ese método o, bien, no se intensifique un pensamiento más libre o menos malavenido con respecto a las realidades puras y duras que en cada lugar de nuestra sociedad existen.
Nota.- Las manipulaciones masivas sólo son producto de esos llamados intelectuales, cada cual en su contexto político, religioso o cultural.