Desde que Beyoncé mostró un pecho en una actuación con Hugh Jackman en una gala de los Oscar, las retransmisiones en directo se han considerado peligrosas. Las cosas del directo son impredecibles y su espontaneidad puede ser dañina para la moral oficial. Pero sobre el directo no puede ejercerse la censura, pues no hay tiempo […]
Desde que Beyoncé mostró un pecho en una actuación con Hugh Jackman en una gala de los Oscar, las retransmisiones en directo se han considerado peligrosas. Las cosas del directo son impredecibles y su espontaneidad puede ser dañina para la moral oficial. Pero sobre el directo no puede ejercerse la censura, pues no hay tiempo suficiente para la reacción. Por ello, en las galas del cine posteriores se optó por emitir en un falso directo, esto es, con un desfase horario de tres minutos. De este modo, si un pecho indecoroso irrumpía en la escena, el realizador, en sus funciones de censor, podría hacer uso de las tijeras y dejarlo todo listo para ser asumido por la moral oficial. Es una nueva forma de censura.
El miércoles, a las 22.00h, en TVE inventaron otro modo de llevar a cabo la censura. Era la final de la Copa del Rey y en ella se enfrentaban el Athletic Club de Bilbao y el Futbol Club Barcelona. El espectáculo, por lo tanto, estaba servido. Pero no sólo en el terreno de juego, sino también en la grada. Los instantes previos del inicio del encuentro iban a ser, si cabe, todavía más atractivos que los noventa minutos que durara el encuentro. La panorámica televisiva, desplazándose de izquierda a derecha, mostraría primero el gesto serio de los jugadores azulgrana, concentrados; al trío arbitral, situados entre los dos equipos, después; y finalmente a los jugadores vizcaínos, con un travelling apresurado, porque terminaba la música y la panorámica iba todavía por la mitad. Las imágenes irían acompañadas por el himno de la monarquía española. Pero la melodía apenas podría oírse porque por encima se impondrían los abucheos y pitidos de un público que no comparte la monarquía como forma de Estado.
Pero no pudimos verlo. En el momento en que los futbolistas estaban enfilados y el himno iba a entonar sus primeros acordes, se decidió conectar con San Mamés y la Plaza del Arenal de Bilbao, donde se conglomeraba una multitud de aficionados del equipo euskera. Los abucheos a la monarquía no pudieron verse en la televisión pública. Sin embargo, y esto es lo más vergonzoso, emitieron en diferido el himno en el descanso. En diferido y censurado. La panorámica se fue intercalando con imágenes de aficionados del Atlhetic que no silbaban -tal vez tomadas de otro momento del partido- y concedió unos minutos de gloria a un aficionado -quizá el único vasco con ese gesto- que, firme, escuchaba el himno con la mano en el pecho. Nada de las senyeres estelades ni de ikurriñas ni de banderas republicanas. Los que silbaban ni se vieron ni se escucharon en el montaje de TVE. Se puso el mute sobre el sonido ambiental y se superpuso el sonido de la música. Resulta interesante contrastar lo que en el descanso se emitió por TVE y lo que en directo realmente sucedió y se pudo escuchar en las emisoras de radio. No hay parangón. En la edición digital del diario Marca de hoy, 14 de mayo, se contrastan las dos versiones:
Un articulista de Marca, Juanjo Anaut, tacha de indigno el comportamiento de las dos aficiones. Dice así su columna:
Lamentable. Es la única palabra que se me ocurre para calificar el comportamiento de los hinchas del Athletic y Barcelona en los instantes previos a la disputa de la final de Copa. La tremenda pitada con la que saludaron la presencia del primero de los españoles, el Rey don Juan Carlos, y con la que acompasaron el himno de España sólo refleja la intolerancia de algunos (Texto completo: http://marcawas5.recoletos.es/
Lamentable e indigno, por el contrario, fue la posición censora de TVE al impedir que la audiencia pudiera comprobar el sentimiento de dos aficiones, que enfrentadas por el fútbol, se pusieron de acuerdo en su rechazo a la monarquía y sus símbolos.
En la noche de ayer se pudieron ver cosas excepcionales. La victoria fue la primera hoja del trébol que persiguen los blaugrana. El gol de Touré, que salió de su posición de central, regateando a tres centrocampistas contrarios, significó un empate muy valioso que sirvió para poner engrasar la máquina que ha diseñado el poeta futbolístico Pep Guardiola. Después vendría el 1-2 de Messi. Y el 1-3 de Bojan, que demostró que a pesar de su juventud -tan sólo cuenta con 18 años- tiene la valentía y la sangre fría de resolver una jugada en la que lo fácil hubiera sido ceder el balón a Eto’o para que, solo, batiera al portero. El serbio de Linoya, sin embargo, disparó y sentenció el partido. Al final, el gol de Xavi, con un excelente disparo de falta directa, puso la guinda al pastel. El gol de Toquero, en el minuto diez, que adelantaba al Athletic Club, sólo sirvió para corroborar que el sistema defensivo del Barça hace aguas a balón parado y que tal vez Pep debería replantearse la táctica del marcaje en zona en tiros de falta cercanos al área y en saques de esquina.
El fútbol fue sensacional, pero todos sabíamos que lo mejor del partido iba a ser ese minuto y pico que iba a durar el himno de la monarquía y que TVE sólo nos dejó ver de forma adulterada. Desde el fútbol también se debe reivindicar la proclamación de la República. A todos los que en Mestalla presenciaron el partido les hubiera gustado que la de ayer no fuera la final de la Copa de S.M. el Rey, sino aquella que, entre 1931 y 1936, se llamó Trofeo Presidente de la II República -y que el Barça nunca ganó. Exijamos la República para que, al menos, el Barça tenga la opción de ganar un trofeo importante que todavía le falta.