El neoliberalismo como doctrina de «libertad económica» lleva en sí la posibilidad de concentración de la riqueza. Algo que en Chile es una realidad y que se traspasa también en el campo de la posesión de los medios de comunicación, dejando en las pocas manos que aglutinan la riqueza, la posesión de los medios, algo que […]
El neoliberalismo como doctrina de «libertad económica» lleva en sí la posibilidad de concentración de la riqueza. Algo que en Chile es una realidad y que se traspasa también en el campo de la posesión de los medios de comunicación, dejando en las pocas manos que aglutinan la riqueza, la posesión de los medios, algo que va en total contradicción con los ideales de una sociedad democrática.
En Chile se habla de un gran aumento de la producción, del ingreso, etc, pero lo que no se dice es que familias como los Matte, Angellini y Luksic, se llevan la mayoría del PIB. Es decir, el ingreso per capita es una falsa desde que el 80% de los ingresos cae en los bolsillos de unos pocos. Este es ya un claro ejemplo que un libre mercado solo hace concentrar mas el dinero en algunos. Y esto tiene sus efectos en los medios de información masivos, ya que para poseer los medios se necesita lógicamente de dinero, y al tenerlo en exceso, se tiene la posibilidad de tener un medio de comunicación.
Pero que más allá de la pura posesión del medio, lo que importa, es que este se transforma en un monopolio ideológico. ¿Por qué razones? Porque el empresariado nacional chileno (el que se lleva la mayoría de las riquezas del país) es homogéneo ideológicamente hablando, siendo liberales en lo económico, pero estrictamente conservadores en lo valorico. Se fomenta la «industria de la entretención», las bondades del crédito y del consumo, la felicidad del poseer, pero lo cultural y político queda relegado a lo secundario. Ahora ultimo, la política como espacio de reflexión, de propuestas de proyectos de existencia, quedo superpuesto por la cultura de la «entretención», donde cada político mas que ofrecer un proyecto de vida y de sociedad, trata de ser más simpático ante la audiencia, sabiendo que los votos van en cuanto mas es capaz de aceptar las bromas de los animadores de televisión.
En términos claros, Chile posee sus diarios que marcan la «pauta» de la opinión pública. Esta «opinión pública» se refiere a los temas que una sociedad se da como importantes, es decir, como hegemonía. Y los diarios de mayor circulación y con mayor auspicio son El Mercurio, La Segunda y Las Ultimas Noticias, diarios clásicos de la sociedad chilena, impregnados en cualquier conciencia como referentes de opinión pública, en manos de sociedades que pertenecen al empresario Agustín Edwards Eastman, quien, además de ser presidente y accionista de 14 diarios regionales, posee intereses en otros rubros de la económica chilena. El otro conglomerado que le hace el peso a el conglomerado de Edwards es «Copesa», en que participan directa o indirectamente ex funcionarios de la dictadura de Pinochet y que tiene en su poder tres diarios de cobertura nacional y una revista.
Según la web «el portal del pluralismo»:» alrededor del 70% de la inversión publicitaria se realiza en los tres diarios de cobertura nacional de la empresa El Mercurio S.A.P., equivalente en 1998 a U$ 312.132 millones, los ejemplares de Copesa se llevan un 16,64 %, es decir, U$ 74.487 millones y La Nación un 1,41% del total. El informe Günther, publicado en Alemania, determinó que la libertad de expresión está en peligro cuando una compañía tiene una participación de un 20% de la circulación de los diarios o revistas en un mercado. Al mismo tiempo, considera perjudicial la situación, si una empresa controla más del 40% de la circulación de diarios o revistas. Chile vive una situación perjudicial para la libertad de prensa escrita, tanto en Santiago como en regiones, ya que una sola empresa controla más del 40% de los lectores. Habría también una situación peligrosa para este derecho fundamental en las radios de Santiago y regiones, ya que una empresa controla más del 20% de la audiencia. Es así como el libre mercado trae consecuencias en la posesión de los medios de comunicación, y con esto, en las formas de expresión y de producción de opinión publica, de los «problemas» que les ha de importar a una sociedad, es decir, asuntos que se deben dar como colectivos, pero que solo pertenecen a una particularidad que es la del empresariado que domina esos medios.
El gobierno de la concertación ha cavado su propia tumba al no regular la posesión de los medios de comunicación, y creer que el desarrollo de la industria de estos medios, garantizaría de por sí la libertad informativa. Otra ilusión más neoliberal. De ahí que surja como urgencia la necesidad de medios alternativos capaces de hacer circular un discurso que no sea el «neoliberal», que lo ponga en cuestión, y que lo más difícil, pueda ser difundido. Si bien los medios de comunicación, mas que crear efectos, crean formas de relacionarse (universos simbólicos), tienen una gran importancia en los sujetos que reproducirán posteriormente la sociedad en que habitan. Y el sentido de esta sociedad estará en gran parte determinada por estos medios. Medios que ya pasan a ser instituciones porque crean representaciones del mundo que regularizan las interacciones con los otros. Romper esas representaciones es la función de los medios alternativos, para poder crear sujetos capaces de construir un modelo de sociedad distinta, además de producir el «quiebre» entre lo que se dice y lo que se representa. Quiebre que se traduce en «disfuncionalismo» en la sociedad, producto de ese quiebre. Es ahí donde los medios de comunicación alternativos tenemos que poner mas fuerzas. Y es ahí donde empieza una de las tantas luchas contra el capital.