En «El País» del día 18 de julio (hermoso día para hablar de dictadores) aparece una columna de un tal de Andrés Ortega titulada «Se buscan valientes». ¿De qué valientes habla? De los que se atreven a enfrentarse a Hugo Chávez en Venezuela. Y la más valiente, a quien está dedicado el articulo es nada […]
En «El País» del día 18 de julio (hermoso día para hablar de dictadores) aparece una columna de un tal de Andrés Ortega titulada «Se buscan valientes». ¿De qué valientes habla? De los que se atreven a enfrentarse a Hugo Chávez en Venezuela. Y la más valiente, a quien está dedicado el articulo es nada más y nada menos que María Corina Machado, que está en una especie de «estado de gracia» (como nuestro Aznar) desde que fue recibida por Bush en la Casa Blanca y transformada por obra y gracia de su propia vanidad, en un rehén que será usado por Bush y la casta política de la IV República hasta que no sea más necesario.
La columna es un modelo de tóxico que se ajusta como un guante a lo que Alberto Cruz ha denunciado con pelos y señales y mucha mayor desenvoltura, seriedad y objetividad en el artículo publicado en Rebelión el mismo día 18 que se titula «Venezuela: el manto de la sociedad civil para la ‘promoción de la democracia’ imperialista». Está claro que Ortega está en el ajo, de cara a las elecciones municipales de agosto para promocionar a la susodicha. Con el permiso de Pascual Serrano voy a desgranar las «perlas informativas» que aparecen en la vomitona de Ortega.
Definición de los voluntarios de Sumaté: «Se dedican a fomentar la educación electoral, a revisar los censos, y fueron decisivos en la recolecta de los millones de firmas en el firmazo…» Ha quedado bordado: «fomentar la educación electoral» consiste en firmar cuantas veces se le pida al elector y sacar de sus tumbas a los que creían que la muerte les excluía de sus deberes ciudadanos.
Admite que Sumaté ha recibido dinero desde Washington, pero lo justifica poniendo a la ONU como avalista. Pero se le olvida consignar que la valiente defensora de la democracia estuvo involucrada en el fallido golpe de Carmona.
Afirma que Montesquieu se hubiera estremecido ante el uso de la palabra Poder Electoral en la Venezuela de hoy. De seguro que no se habría estremecido ante el Poder Judicial en la España de González, Aznar y Zapatero. Además: ¿No quedamos en que Montesquieu estaba muerto? Poco se acordó Polanco de Montesquieu cuando defendía a capa y espada a los artífices del GAL.
Después de utilizar a la ONU, pide a España y a la UE que presionen para defender a Sumaté de sus enemigos, dado que lo que hace tiene el apoyo nada menos que de Human Rights Watch. Difícil discernir cual de los dos inventos (la ONU o HRW) está mas desprestigiado. Como venimos observando hace tiempo, este tipo de periodismo está dirigido a papanatas, a los que se dejan embrujar por pomposas siglas.
En algún momento le traiciona el subconsciente: Sobre el encuentro entre Corina y Bush dice que «Dadas las circunstancias es un paso poco prudente para la imagen de Sumaté«. Bush, un fardo con el que hay que cargar, por mucho que pese.
Al final, una boutade: «Por eso es tan importante que iniciativas como las de Sumaté no queden ahogadas por lo que un amigo de Venezuela llama el «monocratismo tumultuario» de Hugo Chávez.
Lo sentimos mucho, pero al tal de monocratismo no lo hemos podido encontrar en ninguna enciclopedia. Suponemos que se construye con «mono» que viene a significar uno o único y «cracia», que es gobierno. Y suponemos que el tumulto es producido por ese único. Si el señor Ortega se molesta en darse una vuelta por Venezuela, podrá ver que el «libro rojo» de los chavistas es la Constitución, que nada tiene de monocrática, sino que fue aprobada por la Asamblea y refrendada por el pueblo. Y para organizar tumultos (y sangrientos) los que están usando a la Corina como cebo no necesitan ningún maestro.
Hay que ver los rizos que tienen que hacer con el lenguaje Ortega y sus amigos venezolanos para tergiversar y retorcer los hechos. En Brasil se le llama a eso, muy expresivamente, «intentar tapar el sol con un cedazo».