El martes 10 de febrero de 2015 la comidilla en tertulias, debates y barras de bar era la exclusiva publicada el día antes por el diario digital El Confidencial, con sorprendentes datos de la lista Falciani. Sobresalía una por encima de las demás: La familia Botín tenía una fortuna oculta, de unos 2.000 millones, en […]
El martes 10 de febrero de 2015 la comidilla en tertulias, debates y barras de bar era la exclusiva publicada el día antes por el diario digital El Confidencial, con sorprendentes datos de la lista Falciani. Sobresalía una por encima de las demás: La familia Botín tenía una fortuna oculta, de unos 2.000 millones, en el HSBC Private Banking de Suiza, y utilizó un entramado de sociedades opacas en Panamá y las Islas Vírgenes con testaferros que ocultaban quién estaba tras las cuentas. Ese mismo día la portada del prestigioso diario El País recogía, tras un proceso de edición un tanto insólito, la exclusiva ajena: «El Gobierno de Venezuela depositó 12.000 millones en el HSBC en Suiza». ¿Y dónde están los Botín? se preguntó el lector con criterio. Ni una sola palabra.
Para entender la omisión de una noticia de gran calado (los todopoderosos Botín disfrazaban su dinero en paraísos fiscales) en la portada de un periódico en principio de referencia y supuestamente progresista, hay que retroceder en el tiempo. En primer lugar hasta el pasado 10 de septiembre, cuando tras la muerte de don Emilio el presidente de El País, Juan Luis Cebrián, escribía en su diario: «Con gran visión y lucidez, Emilio Botín mantuvo muchos paraguas abiertos en los tiempos del diluvio… Dotado de un instinto fabuloso para los negocios pero también poseedor de un genuino compromiso social y político… Descuellan su contribución y apoyo al desarrollo universitario y su discreta aunque poderosa influencia en la configuración de nuestra democracia».
Pero no, no es necesario retroceder tanto. Olvidemos el panegírico del académico Cebrián y situémonos en el martes 28 de enero, día en que el quiosco amaneció especialmente monótono. Todos los diarios, desde El País al ABC, desde La Razón a El Mundo, ofrecían la misma portada: una campaña de publicidad del Banco de Santander. «GeneraciOn Encontrada», decía la cover común. Unidos por la banca, los diarios españoles olvidaban diferencias y vendían sus portadas al Banco de Santander para que diese a conocer su programa de becas en pymes para jóvenes. «No existe mejor metáfora del estado ruinoso de la prensa en España y su sometimiento al poder financiero… el cuarto poder de rodillas ante el Banco de Santander», decía la revista Mongolia en sus páginas dedicadas a las noticias reales.
El ciudadano que pretenda estar informado, saber qué está pasando realmente, lo tiene cada vez más difícil. En nuestros días, el consumidor de información tiene acceso a infinitas fuentes, lo cual no es garantía de nada. El lector de prensa, el telespectador y el radioyente, deben procurar tener una visión amplia, global, de los medios de comunicación, de sus propietarios y sus intereses, de sus socios y sus negocios paralelos, de sus deudas y obligaciones, de sus virtudes y miserias. Y sacar sus propias conclusiones.
El País habla en portada de los depósitos del Gobierno de Venezuela en Suiza, pero no dice ni una palabra de los 2.000 millones de los Botín en el HSBC y sus sociedades opacas en paraísos fiscales. ¿Tendrá algo que ver que tras canjear deuda por acciones, el Banco de Santander tiene en torno al 5% del capital de Prisa, y el británico HSBC un 9,2%, según el registro de la CNMV?
Estar informado en 2015 es sencillo: las noticias están en el aire que respiramos. Estar bien informado en 2015 es una tarea titánica, solo al alcance de aquellos capaces de educar día tras día su criterio, de elegir cuidadosamente sus fuentes, de desconfiar del poder y aledaños, y de seguir el sabio consejo de Esperanza Aguirre: no poner la mano en el fuego por nadie.
Fuente original: http://www.cuartopoder.es/telematon/el-pais-de-la-desinformacion/6843