El diario El País publicaba el pasado martes 17 de Noviembre un interesante artículo acerca de las relaciones diplomáticas entre algunos gobiernos europeos del área Mediterránea y los países del vecino Magreb. Bajo el llamativo título «Látigo para Cuba, bálsamo para el Magreb», el periodista Ignacio Cembrero, especialista en temas del Magreb, escribía lo que […]
El diario El País publicaba el pasado martes 17 de Noviembre un interesante artículo acerca de las relaciones diplomáticas entre algunos gobiernos europeos del área Mediterránea y los países del vecino Magreb. Bajo el llamativo título «Látigo para Cuba, bálsamo para el Magreb», el periodista Ignacio Cembrero, especialista en temas del Magreb, escribía lo que se puede considerar en toda regla como un duro ataque a la actitud permisiva de la Diplomacia Española (y, de pasada, la francesa) para con los quebrantos de los Derechos Humanos llevados a cabo por los gobiernos autoritarios que rigen los designios de los vecinos países magrebís. El argumento principal del ataque: «las diplomacias occidentales, y en especial la Española, actúan rápidamente cuando de defender los Derechos Humanos en América Latina se trata -sic-, mientras miran para otro lado e incluso tienen una actitud cómplice cuando son los gobiernos dictatoriales de los países magrebís (Túnez, Marruecos, Mauritania, etc.) quienes lo hacen». Para apoyar esta tesis, el autor del artículo, demostrando sus profundos conocimientos sobre el tema, lo dota de toda una serie de datos y relatos de sucesos que demuestran a las claras este trato permisivo, este mirar para otro lado, y esta actitud cómplice, de los gobiernos español y francés para con los devaneos autoritarios de los gobiernos magrebís en materia de Derechos Humanos. Un buen artículo, sin duda.
Ahora bien, ¿es oro todo lo que reluce en este artículo? Tratándose del diario El País, la pregunta es, obviamente, una pregunta retórica. En este artículo, como en tantos otros, tiene casi más importancia aquello que se oculta, que aquello que se dice, al menos para entender la intención del mismo, que no es otra que el ajuste de cuentas de la redacción de El País con la diplomacia española encabezada por Miguel Ángel Moratinos. El propio artículo así lo deja claro de manera sibilina en un momento del mismo: «Cuando dos meses después El País fue vetado en Marruecos, las autoridades españolas permanecieron calladas». ¡Acabáramos! Resulta que el diario El País ha sido vetado por la monarquía absolutista marroquí y que, ni Moratinos ni nadie, salió en su defensa. ¿Puede haber mayor afrenta a la cuadrilla mafiosa liderada por Cebrián y sus palmeros?, ¿Después de tantos servicios prestado al PSOE los traicionan de semejante manera? No, la mafia no entiende de perdones ni de relaciones diplomáticas. Para la mafia, el que la hace, la paga, máxime si se trata de traidores. Ya le ocurrió en su momento al mismísimo ZP por sus concesiones a un grupo mediático-empresarial rival del Grupo Prisa en el tema del fútbol de pago, y ahora ha llegado el turno de ajustar cuentas con Moratinos y los suyos. Todo el artículo, en realidad, trata de eso: un ajuste de cuentas de la mafia prisaica con la diplomacia española. Sabido esto, lo podemos comprender perfectamente.
Es por ello que El País saca a relucir un tema tan delicado como es la complicidad de ciertos gobiernos europeos con los tiranos magrebís, pero sin entrar en ningún momento a realizar un análisis profundo de los fundamentos reales que sustentan estas relaciones de complicidad, un análisis que bien podría hacer cabrear, y mucho, a alguno de los accionistas y/o socios publicitarios del diario. Peor aún, que podría llegar a escandalizar a cualquier ciudadano/a con un mínimo de consciencia política y preocupación de lo que ocurre en el mundo. No, eso no se lo puede permitir El País. Una cosa es rendir cuentas con los traidores, y otra muy distinta tirar piedras sobre el tejado de uno. Así pues, el artículo se limita a zanjar las causas de estas relaciones argumentando para ello el interés de España y Francia por sacar adelante esa entelequia Zapateril que ha venido a ser llamada «Alianza de Civilizaciones». Según el periodista del diario, «La Alianza de Civilizaciones, lanzada en 2004 por el presidente del Gobierno español, antepone la estabilidad del mundo árabe y, de paso, la lucha contra el terrorismo a las buenas intenciones proclamadas por Zapatero en sus discursos -sobre Derechos Humanos-. En el fondo esa alianza consiste, en muchos casos, en estrechar lazos con unos regímenes dictatoriales que son, en buena medida, los causantes de la radicalización de la juventud». Ergo, si la diplomacia española actúa de manera cómplice con los quebrantos a los Derechos Humanos que se suceden de manera sistemática en los países del Magreb es, simplemente, porque está interesada en llevar a buen puerto la Alianza de Civilizaciones de Zapatero. Quede claro.
Ahora bien, ¿cualquier persona con un mínimo de sentido común puede creer semejante majadería? Está bien que el diario El País busque una salida en falso para salir sin un rasguño del embolado en el que él solito se ha metido desde el momento en que utiliza un tema tan peliagudo como éste para rendir cuentas con la diplomacia española actual. Está bien incluso que el diario El País piense que algunos de sus lectores creerán que Zapatero y sus colaboradores son lo suficientemente idealistas, y tienen el suficiente afán de protagonismo histórico, como para mirar para otro lado mientras se mancillan los Derechos Humanos de millones de personas sólo por ver como su «gran» idea «alianza-civilizatoria» sale adelante en la praxis política del mundo de nuestros días. Estamos tan acostumbrados a que el diario El País trate a sus lectores como a analfabetos funcionales, gente a la que se puede engañar, mentir y manipular impunemente, que no nos vamos a escandalizar por ello. Sin embargo, la lógica nos dice que el argumento de la «Alianza de Civilizaciones» no es más que una patraña con la que ocultar las verdaderas razones que sustentan esta complicidad de los gobiernos europeos con los ataques a los Derechos Humanos de los gobiernos magrebís: el interés económico-comercial y el control de los flujos de migración. Unas razones que, obviamente, el diario El País prefiere no sacar a colación, por lo incómodo e inmoral del asunto.
Resulta, por ejemplo, que España es el segundo proveedor de Marruecos y su tercer cliente, con unos intercambios comerciales cercanos o superiores a los 2.000 millones de euros anuales tanto en importación como en exportación. Empresas tan dinámicas como Gamesa, Fadesa, Repsol, Endesa, Altadis, Telefónica, y, según la vicepresidente del Gobierno, otras 900 pequeñas y medianas empresas, están firmemente implantadas en Marruecos (Del Pino, 2007). En general, la Comunidad Europea absorbe más del 70% de las exportaciones de los países magrebís y les facilita más del 60% de sus importaciones. Y sólo los cuatro países europeos de la orilla norte del Mediterráneo (España, Francia, Italia y Portugal) representan casi dos tercios de estas cifras. Otra característica destacada es el hecho de que, a pesar de su intensificación en los últimos años, la naturaleza de las relaciones bilaterales sigue respondiendo a un patrón clásico de relaciones Norte- Sur, en el que los países menos desarrollados proporcionan mercados para los bienes de consumo y de equipo de los países desarrollados y suministran, a cambio, materias primas y recursos naturales (hidrocarburos argelinos, fosfatos y productos pesqueros marroquíes, principalmente), así como mano de obra, ya sea a través de la emigración, ya a través de la deslocalización de actividades industriales intensivas en mano de obra (en el caso de Túnez y Marruecos, en el sector textil principalmente, y crecientemente en la industria de componentes para automóviles), reforzando la dependencia comercial y financiera (Martín, 2004). En consecuencia, los intercambios comerciales intramagrebíes no alcanzan el cinco por ciento del total del volumen de negocio de estos países. Por ejemplo, Marruecos sólo importa el 5% de su energía de Argelia, a pesar de ser Argelia un país exportados de energía. Marruecos apenas está presente en los mercados tunecinos de productos en los que tiene ventaja comparativa, como la pesca, que Túnez importa de Italia. Argelia compra la mayor parte de sus textiles en España, Turquía o China, despreciando la industria tunecina y marroquí, y el 40% de sus importaciones agroalimentarias vienen de España y Francia, y así con un largo etc. Ante un panorama de este tipo, ¿a alguien le puede extrañar el trato mimoso y cómplice que los gobiernos de los países del área Sur de la Unión Europea dan a los gobiernos dictatoriales del Magreb? No, no se trata de nada que tenga que ver con la «Alianza de Civilizaciones», se trata, simplemente, de lo mismo de siempre: alianzas sí, pero económicas y comerciales, con mucho dinero de por medio y muchos intereses que defender en uno y otro lado por los respectivos gobiernos. Ante esto, ni en el Magreb, ni en América Latina, ni en ningún otro rincón del planeta hay Derechos Humanos que valgan. Tampoco para El País, de ahí que sistemáticamente denuncie cualquier atisbo de quebranto a los Derechos Humanos que se pueda dar en países no proclives a la defensa de los intereses económicos del grupo PRISA y/o sus propietarios (Venezuela, Bolivia, Ecuador, Cuba, Nicaragua, etc.), mientras silencia, minusvalora o directamente miente acerca de aquellos que se dan en otros países donde el grupo PRISA y los gobiernos de turno son amigos (Colombia, Chile, México, etc.).
Pero sí importante es el tema de las relaciones comerciales y/o económicas, más importante aún es el tema del control de los flujos migratorios. El Magreb es la antesala de Europa para esos muchos millones de africanos de todos los países que deciden emprender el viaje migratorio hacia la soñada tierra de la opulencia occidental. Francia, España, Italia, Portugal, etc., son precisamente aquellos países que primero encuentran estos hombres y mujeres africanos en su camino hacia Europa. Sabido es que los países europeos han firmado con estos países africanos una serie de acuerdos en materia de control de los flujos migratorios por los que directamente se está comprando el control migratorio, descargando además la responsabilidad hacia los países fronterizos, así como algunos de los países de tránsito en las habituales rutas de la migración africana hacia Europa. Es decir, los países europeos ofrecen una serie de prebendas en forma de acuerdos comerciales o de acuerdos para ayuda en cooperación al desarrollo, y, a cambio, descargan la mayor parte de la responsabilidad en el control de los flujos migratorios en los países del otro lado del Mediterráneo, sin importar en absoluto el tipo de régimen que exista en estos países o las medidas y los métodos que estos países vayan a adoptar para cumplir con su parte del trato. Unos métodos que, por supuesto, no son precisamente los más respetuosos con los derechos humanos de los migrantes, sino todo lo contrario. Ergo, ¿cómo la diplomacia de estos países europeos va a preocuparse del quebranto de los DDHH en los países magrebís, cuando los propios acuerdos que firman en materia de control migratorio son invitaciones a quebrantarlos de manera sistemática mientras los países europeos miran para otro lado en su propio beneficio? No sólo es que países como España o Francia miren para otro lado, es que, además, en este asunto en concreto, miran para otro lado en su propio beneficio. Es decir, no son solo cómplices pasivos, sino cómplices activos: culpables y responsables. ¿Cómo entonces van a denunciar lo que hacen estos países?, ¿no sería eso poco menos que denunciarse a sí mismos? En este sentido, por ejemplo, han sido ampliamente criticados las medidas que la gendarmería marroquí toma contra inmigrantes irregulares que encuentra intentando cruzar la frontera con España, a los que llegan a disparar o abandonar en el desierto, o las instalaciones en Mauritania del centro de internamiento para extranjeros, criticado por las condiciones que en él se dan y financiado por el Gobierno Español. Algunas ONG hablan de un auténtico genocidio silenciado, con centenas de víctimas mortales cada año. La firma de estos acuerdos denominados de «segunda generación» (recogido en España a través del llamado «Plan África») responde a la presión ejercida por la Unión Europea y más especialmente por España para el control de flujos migratorios. Según Itziar Ruiz, presidenta de Amnistía Intencional en España (AI), «presionar para que sean Marruecos o Mauritania quienes realicen el control migratorio está teniendo costes humanos muy altos». Además, estos acuerdos también obligan a países de paso, como Mauritania, a que acepten inmigrantes independientemente de su nacionalidad. AI denuncia que desde 2006 hasta la fecha miles de personas acusadas de salir de Mauritania para entrar en Canarias han sido arrestadas y devueltas a Mali o Senegal, independientemente de su origen, sin poder apelar esa decisión. Muchas también han estado recluidas en el «Guantanamito» mauritano. Además, esta externalización de fronteras no está teniendo seguimiento por parte del Gobierno español. «España y la UE delegan el control de sus fronteras externas a terceros países, sin preocuparse de los métodos empleados para llevar a cabo sus órdenes», señala un informe de la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía (APDHA). De hecho, el 6 de julio de 2006 el Gobierno español aprobó una partida de 10,5 millones de euros de ayuda a Marruecos para control de fronteras sin imponer ninguna condición relativa a los derechos humanos (Sánchez Aroca, 2009). Obviamente, como decimos, sabiendo esto, se puede saber también que España, Francia, etc., no van a denunciar jamás que en el Magreb se quebrantan los DDHH humanos cuando son ellos mismos quienes invitan a estos países a quebrantarlos en busca de un control migratorio que beneficia únicamente la visión política y económica que los países europeos tienen de sí mismos.
Así que no, que el diario El País, a través de su «experto» en temas del Magreb, no nos venga con cuentos, ya sabemos todos los cuentos, nos han dormido con todos los cuentos. Nada tiene que ver, o muy poco, el tema de la Alianza de Civilizaciones con la vista gorda que ciertos gobiernos europeos, entre ellos el español, hacen con los ataques que sobre los Derechos Humanos se hacen desde ciertos países del Magreb. Aquí lo que importa es el negocio empresarial-comercial por un lado, y que no entren negros ni moritos ilegales por el otro. Así es la cosa. Si para ello hay que ser cómplice del quebranto a los DDHH humanos en los países del Magreb, se es, sin problema moral de ningún tipo. Ahora bien, el diario El País no puede sacar estas cosas a relucir. Sería poco menos que poner de manifiesto a las claras la indignidad que subyace tras el capitalismo, y las economías liberales que rigen los países tanto de un lado como del otro del Mediterráneo. Sería poco menos que reconocer que el capitalismo liberal antepone los intereses comerciales a los derechos humanos, así como trata a los humanos como mercancías y no como personas con derechos como tales. No, el diario El País no puede hacer jamás semejante revelación. Se puede castigar a los traidores sí, se puede ajusticiar a los que no comen de la mano de Don Cebriáncone, pero jamás a costa de poner el peligro la gallina de los huevos de oro de la que viven todos, unos y otros, los gobiernos de ambos lados de la frontera y los propietarios, accionistas y asalariados paniaguados de PRISA, es decir, el capitalismo explotador de personas y pueblos. ¡Hasta ahí podíamos llegar! Si hay que cantarle las cuarenta al señor Moratinos, se le cantan, si hay que usar para ello un tema tan delicado como la complicidad con el quebranto de Derechos humanos por sistema, se hace, pero siempre a la manera de El País. Es decir, con sus intereses empresariales como único objetivo y con la manipulación, el sesgo informativo y la desinformación por bandera.
A otro perro con ese hueso de la Alianza de Civilizaciones, señor Cembrero. Que aquí ya tenemos los testículos llenos de vello.
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[1] Del Pino, D. (2007): «El mes del Magreb de la política exterior español». Afkar Ideas Nº13. Marzo.
[2] Martín, I. (2004): «El desarrollo de los intercambios económicos entre España y el Magreb desde la segunda mitad de los noventa» (pp. 68-70), en el libro Atlas de la Inmigración Marroquí en España, Bernabé López García y Mohamed Berriane (dirs.), Taller de Estudios Internacionales Mediterráneos, Universidad Autónoma Ediciones, Madrid.
[3] SÁNCHEZ AROCA, I. (2009): «El gobierno compra el control migratorio». Periódico Diagonal. Mayo.
Fuente: www.pedrohonrubia.com
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