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De cómo utilizar adverbios para maquillar crímenes

El País: supuesto diario supuestamente independiente

Fuentes: Rebelión

El pasado domingo cayó en mis manos el primer tomo publicado de una colección que acaba de lanzar el diario madrileño El País bajo el título genérico de «Memoria Gráfica de la Historia y la Sociedad españolas del Siglo XX». Se trataba del tomo número 7 de la citada colección y el tema que anunciaba […]

El pasado domingo cayó en mis manos el primer tomo publicado de una colección que acaba de lanzar el diario madrileño El País bajo el título genérico de «Memoria Gráfica de la Historia y la Sociedad españolas del Siglo XX». Se trataba del tomo número 7 de la citada colección y el tema que anunciaba su portada era, por enésima vez, «La Transición».

Y puesto que llegó hasta mis manos, me puse a ojearlo. Nada nuevo hallé en él, sólo lo de siempre: las sempiternas estampas hagiográficas de la mística coyunda entre el orden franquista y la avispada vanguardia carpetovetónica presta a sacrificar sus elevados principios en el altar de la reforma. Más allá de la fuerza intrínseca de algunas fotografías, el ejemplar se me antojó el típico centón relleno de variada imaginería piadosa para alimento espiritual de demócratas sobrevenidos, leales súbditos de su inútil majestad borbónica y nostálgicos adictos a la España del Cuéntame, versión catódica de los cuentos de Calleja, todo ello pasado por el túrmix de la buena conciencia y del reconfortante sentimiento de victoria histórica.

Y entonces llegué a la página 241.

Allí, en sobria fotografía en blanco y negro, apareció ante mis ojos el cadáver de Joxe Arregi Izagirre, muerto a los 30 años de edad en la cárcel española de Carabanchel el mes de febrero de 1981, tras haber sido torturado durante los 9 días que permaneció bajo detención incomunicada en la Dirección General de Seguridad en Madrid. Su asesinato, del que se cumplen ahora 25 años, desató una violenta oleada de indignación en Euskal Herria y dejó al descubierto el verdadero rostro del Estado monárquico español, amantísimo regazo en el que se cobijó gozosamente, máuser en ristre, la totalidad del aparato represor franquista. Para ilustración de los/las jóvenes que aún no habían nacido en la época y tal vez ignoren cómo murió Joxe Arregi, transcribo aquí varios párrafos tomados prestados de la Haine, donde se resumen las circunstancias que rodearon aquel crimen:

«El vecino de Zizurkil había sido detenido el 4 de febrero junto a Isidro Etxabe. Miembros de la Brigada Regional de Seguridad Ciudadana les abordaron en una céntrica calle de Madrid para llevarlos después a la Dirección General de Seguridad de la Policía. Allí permanecieron, incomunicados bajo la Ley Antiterrorista, nueve días.

La víspera de su muerte, Joxe Arregi fue trasladado al Hospital Penitenciario de Carabanchel. Según el parte médico ingresó con «hematomas periorbitales con derrame conjuntival en ojo derecho, diversos hematomas en hombro derecho, caras internas de ambos brazos y piernas, grandes hematomas en ambos glúteos, heridas por quemaduras de segundo grado en plantas de ambos pies». Presentaba «estado estuporoso del que se recuperaba paulatinamente, disnea intensa y dolor abdominal difuso sin signos de abdomen agudo». Las radiografías confirmaron, además, «un pulmón relativamente encharcado».

Este era el cuadro oficial. Pero aún iba a saberse más.
Tres presos políticos ingresados en el Hospital Penitenciario de Carabanchel presenciaron la llegada de Joxe Arregi al centro y compartieron con él sus últimas horas.

El militante de ETA (pm) Iñaki Agirre, Xose Lois Fernández González, de los GRAPO, y Lois Alonso Riveiro, del PCE (r), ofrecieron su relato a través de una nota que hicieron llegar al exterior arrojándola por una ventana.

Encontraron a Arregi sentado en su celda, «aplastado físicamente». Con un fuerte temblor en todo el cuerpo y casi sin fuerzas para respirar, consiguió darles algunos datos y pudieron identificarle.

«¡Tengo mucha sed!», repetía con insistencia. Al observar que tenía los párpados totalmente amoratados, un enorme derrame en el ojo derecho y las manos hinchadas, le preguntaron por su paso por comisaría. «Oso latza izan da» (Ha sido muy duro), contestó. «Me colgaron en la barra varias veces dándome golpes en los pies, llegando a quemármelos no sé con qué; saltaron encima de mi pecho ­siguió­, los porrazos, puñetazos y patadas fueron en todas partes», les relató.

Le ayudaron a desvestirse y al hacerlo descubrieron su cuerpo cubierto por grandes hematomas. La superficie de sus pies hinchados mostraba también hematomas ennegrecidos, visibles quemaduras y ulceraciones.
Cada vez respiraba con mayor dificultad y manifestaba un continuo tembleque. «He sufrido en la DGS varios ataques epilépticos y esto nunca me había ocurrido», les explicó Arregi.

A la mañana siguiente su estado había empeorado. «Nik uste diat hiltzekotan nagoela» (Creo que me muero) balbuceó. Había pasado la noche en vela, con continua diarrea; sin embargo, no había orinado, pese a que había ingerido mucho líquido.

A la vista de su estado, el director médico decidió su traslado a un centro extrapenitenciario. No llegó a salir del Hospital de Carabanchel.
A este escalofriante testimonio se sumaron catorce diapositivas que, días después, recibieron de forma anónima distintas organizaciones. En las fotografías se apreciaba claramente el cuerpo torturado de Joxe Arregi.
73 policías participaron en los interrogatorios a Joxe Arregi Izagirre, según la Comisión de Derechos Humanos de Madrid. Sólo dos fueron encausados y ambos fueron absueltos. El fallo fue recurrido y en octubre de 1989 se conoció la sentencia definitiva que condenaba a los dos policías a siete meses de prisión, pero la sombra de las condecoraciones, ascensos, etc…, aún es muy alargada.»

(http://www.lahaine.org/index.php?p=12489&more=1&c=1)

Bien, ¿y qué relación guarda todo esto con El País? Bueno, en mi opinión, desde el punto de vista ético exactamente la misma que existe entre el carnicero Sharon y la masacre de Sabra y Shatila. ¿Encubrimiento? ¿Complicidad? ¿Idiocia moral? Elijan ustedes el sustantivo. Pero, por favor, elijan tras leer en el glamuroso suplemento de El País el pie de foto que acompaña a la fotografía del cadáver torturado de Arregi y que declara lo siguiente:

«Madrid, 16 de febrero. El miembro de ETA Militar José Arregui, muerto, presuntamente, a causa de las torturas sufridas en dependencias policiales tras su detención».

Presuntamente.

No me lo invento.

Está escrito.

El País.

El diario progresista de la mañana.

Sin antifaz.